Todos quisiéramos erradicar el cáncer, el SIDA y las epidemias de este mundo. Por eso los países gastan mucho dinero en investigar, experimentar y crear los remedios para combatir esos flagelos. ¿Pero qué pasa con las pandemias llamadas AL Qaeda, Estado Islámico, Hamas, Hezbolá, Boko JMI (Jamaat-ul-Mujahideen India) y ahora el National Thowheeth Jama’ath (NTJ) en Sri Lanka? ¿No deberían los países gastar dinero también en tratar de eliminar esas plagas que tantos muertos provoca y tanta destrucción produce? Esas pestes son enemigos de cristianos, judíos, budistas, hinduistas, ateos, agnósticos, mujeres, gays, deportistas, boy scout, enfermeros, humoristas, campesinos y hasta de los musulmanes que no piensan como ellos.
Hoy fui al Centro en Metro. A mi lado se sentó un joven. Tenía tatuado los brazos, todo el cuello y parte del rostro. Llevaba puesto piercing en la nariz, en un párpado, dos en el labio inferior y en cada lóbulo de sus orejas tenía insertado sendas circunferencias como tapas de frasco de mayonesa. Disimuladamente, pero con esfuerzo, pude observar que solo tenía pelo en el medio de la cabeza, estilo mohicano y de color azul cobalto. Pasé trabajo porque usaba un abrigo con capucha, tipo franciscano. Y por supuesto veía con profunda atención su celular.
Mirándolo de reojo comencé a especular sobre él. Podría apostar a que no se gustaba físicamente ni un poquito, porque por algo quería mostrar una imagen que escondiera la suya. Y conjeturé que no andaba muy bien de personalidad tampoco, porque no era capaz de vencer sus complejos y además, era evidente que no le interesa la sociedad, sin contar que sabía que con todo eso en su apariencia se iba a destacar entre los demás y para eso lo hacía, ya que su baja autoestima era evidente, pensé.
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