Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo
El humor y literatura infantil (No. 10). El libro-álbum
A los niños menores de seis años, es bueno estimularlos a conocer su entorno, de lo lejano, lo imaginario, a través de cuentos ilustrados, historietas fantásticas, leídas en voz alta.
Consumir los libros con historias muy breves, de poco texto -o ninguno a veces- y abundantes ilustraciones siempre, es fundamental para que los niños vayan decodificando la vida.
Dentro de ese tipo de libros está la historia ilustrada, donde el dibujante recrea lo descrito por el autor. Pero hay otro donde el autor relata la historia y el ilustrador cuenta paralelamente la misma historia a través de imágenes, y ambas narraciones se complementan. Por ello y por otras razones más, a esta variante se le llama libro-álbum. Este joven género hace un buen aporte a la motivación lectora, pero sólo si después se va guiando al lector hacia los libros de literatura infantil, porque el álbum ilustrado no es literatura.
Como tampoco lo es la historieta. Ambos son libros para niños. Sin embargo, todas esas manifestaciones artísticas son buenos apoyos para después conseguir el hábito lector. Y en nuestro caso a través del humor, por supuesto.
Tanto en el libro ilustrado y en el libro-álbum para esas edades me gusta incursionar. Mi hijo Alex es un talentoso dibujante (suena medio pedante que lo diga yo, pero es la pura verdad) que ilustra todos mis libros. Pero al tener similar sentido del humor y parecido gusto estético, decidimos hacer un dúo que firmamos como Pelayos, para crear sólo libro-álbum y obras de humorgráfico. Siempre funcionamos así: uno llega con una idea y ambos “la cocinamos” bien, acto seguido desarrollamos la historia, y durante la realización él “se mete” en mi campo y yo en el de él. Nuestro primer libro fue El cuento de la Ñ, publicado por la Editorial Sudamericana Argentina. Después, la Editorial Alfaguara Chile nos ha publicado Ni un pelo de tonto, Trinos de colores, Lucía Moñitos y Sipo y Nopo, un cuento de luna.
A partir de nuestra experiencia, debo decir que el humor en este género lo encontrará, fundamentalmente, en lo simpático de la historia; en lo chistosode los textos y en la gracia de las ilustraciones (diseño de personajes y lugares, situaciones, expresiones, etcétera).
A continuación, un ejemplo extraído del libro Ni un pelo de tonto, de la Editorial Alfaguara.
a) De la historia: Un Rey vanidoso, se esconde en su pieza durante meses y cuando sale todos ven la razón; se había dejado crecer el pelo hasta la rodilla. Le gustó tanto aquello que continúo y el pelo llegó a medirle casi una cuadra de largo. Era muy complicado lavarlo y peinarlo. De repente dos piojos llegaron al Reino y se reprodujeron en esa enorme cabellera. Y nacieron tantos que todo el pueblo, los soldados y la Corte se llenaron de piojos. Entonces presionaron al Rey para que tomara una decisión ante tal desastre y éste, al fin, se dejó cortar el pelo. Ahí se descubrió que era pelado, con solo unos pocos pelos que le salían de encima de la oreja, los cuales se dejó crecer para taparse la calva.
b) De los textos: En el libro usamos todas las frases, refranes, etcétera, donde apareciera la palabra “pelo” o un sinónimo. Ejemplos: “ni un pelo de tonto”, “no tengo pelos en la lengua”, “soy un hombre de pelo en pecho”, “estoy hasta el último pelo”, etcétera.
c) De las situaciones: “Para peinar la melena de tantos metros de largo, se usaban arados con bueyes y grandes peinetas tiradas por caballos”.
d) De las ilustraciones: Está el ejemplo del dibujo donde aparecen varias mujeres y hombres de la Corte (una de ellas con su perrito poddle en sus brazos), mirando “a cámara”, en el momento en que el Rey lloraba de vergüenza al quedar en descubierto, y en la otra ilustración aparecen los mismos personajes, en igual posición, pero ahora todos -mujeres, hombres y hasta el perrito poddle-, están con las cabezas afeitadas por solidaridad, demostrándole al Rey que tener o no pelos no es importante en la vida. Las expresiones de los personajes en “el antes y el después” son muy cómicas.
Finalmente, sólo queda señalar que para los niños que no saben leer es muy importante el cómo se lee en voz alta estas historias, sobre todo por el humorque se necesita en la entonación, expresiones, movimientos y gestos apoyando la lectura.
El humor y literatura infantil (No. 11). El humor negro
“Si existe un humor blanco, debe existir —por afán de polaridad— un humornegro. Pero este concepto es más preciso. La negrura aquí, se supone, es de conciencia, ya que se juega con una aparente insensibilidad del humor y del humorista, pues se trata de reírse de lo que normalmente causaría lástima, ternura o compasión. Implica por tanto una crueldad que, aplicada a ciertos casos reales, puede desembocar en el escarnio y el sarcasmo. Pero no hay que confundir humor negro con humor dañino. El humor negro es del todo válido para aprender a reír de cualquier cosa, para desdramatizar la vida, e incluso —si se emplea en un marco de relaciones positivas— puede ser sanador”. (Bienaventurado los que ríen. Pág. 155, autores Aramís Quintero y Pepe Pelayo, Editorial Humor Sapiens).
A los niños les encanta el humor negro. Pero ojo, no confundir con lo cruel, lo dañino. En el humor, es muy importante la intención del que lo haga. No es lo mismo un humorista infantil con fama de querer mucho a los niños, contando un chiste de humor negro; que otra persona, algo amargada y oscura cualquiera, que cuente ese mismo chiste. Las risas que provocan no son iguales. Quizás hasta el segundo no logre sacarle una risa a nadie.
Después de convencerse de que el humor negro es positivo, beneficioso, entonces es importante hacer uso de él para motivar a leer.
Algo especial: la persona que presentó el libro Lucía Moñitos, corazón de melón, de humor infantil sobre la donación de órganos, en su lanzamiento durante una de las Ferias Internacionales del Libro de Santiago, fue el señor Cruzat, un hombre que recién había perdido a su hijo, a causa de no recibir un corazón a tiempo para trasplantárselo al niño. Con gran entereza, ese señor ha organizado una campaña para lograr que a otros niños no les suceda lo mismo. Pues cuando él iba a hablar ese día, sentimos temor. No sabíamos cómo podía asimilar que se hiciera humor con algo tan trágico como eso. Y la sorpresa que nos llevamos fue mucha. Inteligentemente, él le dio primero a leer el libro a su otro hijo para saber su opinión. Contó entonces que cuando lo escuchó reír mientras leía, quedó tranquilo y aceptó presentar el libro. Respiramos aliviados y satisfechos cuando lo oímos hablar.
Ejemplo extraído del libro Lucía Moñitos, corazón de melón, de la Editorial Alfaguara.
“-Hola, Ricitos de Chocolate, ¿por qué tan apurada?
-No sé, Lucía, no me había dado cuenta. No tengo nada qué hacer, quizás por eso ando con rapidez.
-¿Por qué?
-No sé, debe ser para aprovechar más el tiempo sin hacer nada.
-No entiendo mucho, Ricitos, pero tú sabrás.
-Bueno, ¿y tú? ¿Qué haces?
-Mi tarea: un cuerpo humano con pegatinas. Pero estoy muy preocupada, porque Gordon dijo que iba a traerme una oreja y no ha regresado. Quizás la madre no aceptó que él me donara ese órgano…
-¿Donar?
-Sí, Gordon me explicó que si a alguien se le enferma grave un órgano, podrían ponerle el de un recién muerto.
-¿Ponerle?
-Ya averigüé y eso se llama transplante y lo hacen los médicos y así se salvan vidas.
-¿Y por qué la madre de Gordon no va a querer, Lucía?
-¡Qué sé yo! Dicen que a veces la familia del muerto no quiere donar. ¿Sabes por qué pasa eso, Ricitos de Chocolate?
-No. Dime, tú.
-¡Qué sé yo! Por eso te pregunto.
-¿A mí? ¡Si yo tampoco sé, Lucía…! Pero ahora yo me pregunto: ¿no será un problema religioso?... ¿Eh?... Contéstame, ¿no?
-¿Qué cosa?
-Te decía que ahora yo me pregunto…
-¡Ah, entonces contéstate tú! ¡O si no pregúntame a mí!
-Está bien. Ahora yo te pregunto: ¿será un problema religioso?
-No sé, Ricitos de Chocolate. Ya te dije que no sé.
-Te lo pregunto, porque quizás piensen que su difunto va al cielo y el órgano que dona el otro muerto puede venir con algún pecado incorporado.
-¡Qué moña! Eso que dices está muy raro… Voy a pensar en eso. Chao, amiga… (Es como si la oreja que trae Gordon para mi tarea viniera con vanidad o con cerumen).”
El humor y literatura infantil (No. 8). ¿El humor didáctico?
Cualquiera se puede asustar con ese título. Es que el humor didáctico casi siempre es horroroso y poco elaborado dentro de la literatura y los libros para niños en general. Nos referimos a las aborrecidas “moralejas”, “los mensajes”, “los valores”, “las enseñanzas”, que lamentablemente muchos adultos quieren que aparezcan explícitos en los libros infantiles.
Pero quisimos dejar así este subtítulo, sólo para destacar la intención velada que tienen detrás ciertos libros, hechos para utilizar el humor como gancho introductorio de “un didactismo”. En el punto “Teatro”, en estas apreciaciones del humor, ya se vio en el libro Sube el telón de Pepito cómo se aborda este “didactismo”. En otras palabras el objetivo es, además de entretener con humor, que en ese caso los niños conocieran el teatro y se acercaran a él. Esa es la idea de “humor didáctico” del título, para que todos respiremos hondo.
Otros ejemplos de lo mismo están en Lo inaudito de Pepito, El mosquito Pepito, El numerito de Pepito y El Agapito de Pepito. ¿A qué contenido se desea acercar a los niños a través de la literatura y el humor con estos cuatro libros? Pues nada más y nada menos que a las tristemente célebres y famosas… ¡matemáticas!
No es un secreto que la mayoría de los niños rechazan las matemáticas. Una hipótesis plantea que mucha de esa animadversión es fruto de cómo se enseña esa materia. Y duele. A los que disfrutamos las matemáticas nos duele. Y se sabe que estudiarlas es fundamental para el desarrollo mental del niño. Así que, por lo anterior, se quiso materializar este proyecto de crear una serie de cuatro libros dirigidos a la enseñanza básica, donde se une, en una linda cita, a la literatura con las matemáticas y el humor. Pero desde una óptica eficaz para enseñar las matemáticas y que tiene el plus de servirle a los niños, cuando la desarrollen para la vida en general: la lógica.
El objetivo de uno de los libros son los números y las operaciones básicas de suma y resta, siendo su forma la historieta. En otro, el objetivo son las operaciones más complejas de sumas y restas con variables y la forma escogida fue el teatro. En un tercero, el objetivo fueron las figuras geométricas y la forma fue el pictograma. Por último, se creó un libro sobre problemas de lógica, típicos de pruebas y exámenes, y se hizo bajo la forma de relatos.
Ejemplo extraído del libro El numerito de Pepito de la serie Pepito matemático, de la Colección La risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara.
“… Y así comenzamos a aplicarle nuestro estudio intensivo-divertido de matemáticas:
Dime, ¿cuál es la mitad de uno? –le preguntó primero yo.
-No sé –dijo Rubén.
-El ombligo, amigo mío –reí al responder.
-Ah, como dijiste 1 –dijo sin entender.
-Claro, 1 –continuó Venus-. 1 es 1, pero también la palabra “uno” se refiere a uno como persona y la mitad de una persona queda más o menos por el ombligo.
-Si tú divides en dos partes iguales un brazo, cada parte es la mitad y como son iguales se supone, entonces la mitad queda por el codo, ¿entiendes? –dijo Gretel.
-Por ejemplo, un par de seres humanos está compuesto por dos personas –insistió en explicar Venus-. Cada persona es la mitad de la pareja. Como mis padres… y hablando de ellos, mira, mis padres son esos que están allí, ¿los ves? ¡Qué buenos son! ¡Mis padres son un 7!
-Sí, y mis padres, esos que están allá, ¿los ves? –añadió Juanito-. ¡Mis padres son un 10! (El delgado y ella gorda redondeta)
-Seguimos. Dime: ¿cuál es la mitad de 8? –le preguntó Gretel muy seria.
-No sé –contestó Rubén.
-Bueno, ya te explicamos lo que era la mitad. Entonces, si la mitad de 8 es horizontal, es un o –le explicó la niña-. Porque al dibujar el número se ve que parece que está hecho de dos ceros uno encima del otro.
-Pero si es la mitad vertical –dije yo-, entonces es un 3. Porque si divides en dos partes iguales al 8 de arriba abajo, quedan dos mitades idénticas a un 3. Una mitad mirando a la izquierda y la otra mitad mirando a la derecha.
-Aaah –sólo emitió Rubén tratando de entender.
-Pero en realidad, ¿qué es un 8? –continuó Gretel.
-Un número que va después del 7, ¿no? –contestó Rubén.
-¡Claro, Rubén, el 8 va después del 7! ¡Pero también el número 8 es un 0 con cinturón bien apretado! –dijo la niña sin poder aguantar la risa-. ¿No te das cuenta? Imagínate al 0 apretado por un cinturón por la misma mitad. Como el ombligo de “uno”, ¿recuerdas? Verás entonces que así se parece al número 8, ¿no?
-¿Qué le dijo el 2 al 3? –le pregunté entonces yo, sin darle tregua.
-No sé –respondió Rubén algo aturdido.
-“No te juntes con el 1, porque siempre quiere ser el primero en todo” –solté yo, para luego añadir-: ¿Y qué le dijo el 2 al 1 y al 3?
-No sé –decía él otra vez.
-“Mi mamá me dijo que no jugara con ustedes, porque ustedes cuando se juntan, traen mala suerte” –respondí, poniendo la voz muy aguda, como de un niñito de dos años…”
El segundo ejemplo es sacado del libro El mosquito Pepito, también de la serie Pepito matemático y de la Colección la Risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara Infantil.
“-Es cierto lo que dice el niño –dijo Ojotuerto-. Calmémonos… Miren, les voy a explicar… si pagamos 30 monedas y nos devuelven una moneda a cada uno, eso quiere decir que dimos 9. Y 9 x 3 da 27 monedas, ¿no es cierto?
-Así es –afirmaron sus dos compañeros ya calmados.
-Entonces –continuó Ojotuerto-, 27 más las 2 monedas de la propina de Pepito, son 29. ¿Dónde está la otra moneda? ¿Eh?... Por tanto, ¡alguien nos quiere robar una moneda!
-¡Tienes razón! ¡Por dil medonios…! Este… ¡Por mil demonios! –saltó Manoegarfio, sacando una daga de su cinturón.
-¡Recórcholis! ¡Que nadie salga de aquí hasta que no aparezca la moneda! –vociferó Pataepalo, poniendo su enorme pistolón sobre la mesa.
Por supuesto, mi tío, los otros mozos, el cocinero y todos los que trabajamos en El Loro tartamudo, incluyendo los comensales, los borrachos y los jugadores que aún permanecían allí –todos piratas de pura cepa por lo demás-, nos quedamos de una pieza.
-¡Por Belcebú y su champú! ¡O alguien tiene una respuesta lógica! –insistió Ojotuerto-. ¡O alguien va a confesar muy pronto!
-¡Terrecanes y huramotos…! Este… ¡Huracanes y terremotos! ¡Hablen o los estrangulo con mis propios garfios! –lo siguió Manoegarfio.
El humor y literatura infantil (No. 9). La broma
La broma es un caso de burla que implica algún grado de preparación o engaño. Se divide en dos fases: elaboración previa y realización. Como toda burla, todo está bien hasta que la víctima deja de hacerle gracia y la comienza a clasificar de “pesada”, producto de un gusto discutible o de velada o abierta animadversión del bromista.
La broma es clasificada como infantil, si es elaborada por niños. Por lo tanto, el adulto debe estar bien pendiente, ya que a los niños se “les va la mano” muchas veces, llegando a causarle daño a la víctima sin darse cuenta. Sin embargo, cuando hay ingenio, buen sentido del humor y predomina la inocencia, la broma es una herramienta importante dentro del humor.
Esos son los principales aspectos que usted debe evaluar al estar ante un libro de humor que use la broma. Nosotros la hemos utilizado en varias oportunidades y con buena aceptación, según los comentarios que hemos recibido de los pequeños lectores.
La broma es una especial “situación”, dentro de la escaleta que pautea nuestra historia literaria.
A continuación, dos ejemplos. El primero extraído del libro El chupacabra de Pirque, de la Editorial Alfaguara Infantil, escrito con el fallecido amigo y colega Betán. El segundo sacado del libro El hombre lobo de Quilicura, de la Editorial Humor Sapiens y con los mismos personajes.
Ejemplo primero:
“… Para Ricky su primo era la víctima ideal para sus bromas y ahora, una vez más, lo iba a demostrar.
Dante no hizo más que saludar con un beso a sus abuelos al entrar, cuando sonó el teléfono. Ricky, escondido en su dormitorio, le llamaba desde el aparato celular que le habían dejado sus padres.
-¿Aló? –contestó Dante.
-¿Quién está al aparato? –preguntó Ricky cambiando la voz.
-Yo. Dante Fuenzalida.
-En este momento no está en casa.
-¿Quién no está en casa? –dijo el joven sin entender.
-Dante Fuenzalida –respondió Ricky, haciendo un esfuerzo para no soltar la risa.
-¡Pero Dante Fuenzalida soy yo!
-Disculpe, señor, pero Dante Fuenzalida acaba de salir. ¿Quiere que le llame cuando regrese?
-¡Escuche, tonto! –gritó Dante, ya enojado-. ¡Yo no he llamado a ningún Dante Fuenzalida! ¡Yo soy Dante Fuenzalida! ¡Y usted me ha llamado a mí!
-Mire –continuó Ricky a duras penas-. Si quiere me deja su número de teléfono y yo le digo que lo llame de vuelta. Él estará aquí en un rato más. Sólo fue al baño. Me dijo unos minutos, pero usted sabe cómo es él, dice eso, pero después se pone a leer...
-¡Oiga! ¡Qué sé yo de...!
-¿Cómo me dijo que se llamaba usted? –preguntó en voz alta Ricky, bajando hasta el living y llegando al lado de su primo.
Al darse cuenta del engaño y al ver las carcajadas de Ricky y los abuelos, Dante comenzó a perseguir a su primo por toda la parcela. Al fin pudo alcanzarlo cerca del quincho y la piscina. Pero en vez de hacerle daño y vengarse, sólo lo abrazó haciéndolo rodar por el pasto...”
Segundo ejemplo:
-¡Todo esto es muy extraño, Ricky!
-Sí, es cierto, Dante… Ahí tuvo que suceder algo que evitó que no hubiera denuncia –el niño cerró el computador y se levantó de la mesa-. ¿Pero qué podría ser?
-No sé…
-Bueno, queridísimo primo, ya lo averiguaremos. Ahora lo que importa es que podemos salir a la calle más confiados.
-Menos mal.
-¡Por lo tanto, mañana mismo buscamos a ese Cami! ¿De acuerdo, Dante?
-De acuerdo.
-Sin embargo, tú no lo tomaste así con todos ahora –añadió Ricky muy serio.
-¿Qué dices?
-Nada, que cuando suba luego el lobo después de almuerzo los tres que estaban ahí –añadió mordiéndose los labios.
-¿Los tres? ¿Qué tres?
-Los mismos que cada siempre antes el lobo de sin querer con ellos –siguió el niño tapándose la cara.
-¿Que sin querer qué lobo de qué? ¿Qué rayos estás diciendo, Ricky? ¡Me vas a volver loco!
El niño no pudo más y salió corriendo a encerarse en su pieza a reír.
El humor y literatura infantil (No. 7). Los diálogos
Dentro de muchas situaciones aparecen los diálogos. Incluso hay diálogos que pueden ser una situación. Son muy fáciles de leer, por lo que no es ningún trabajo darse cuenta si en ellos el autor ha canalizado correctamente su creación humorística. Por ser tan fáciles de leer, son muy apetecidos por los lectores infantiles.
Son varias las alternativas para introducir la comicidad en ellos.
Los diálogos son conversaciones, ideas y opiniones que intercambian entre sí dos o más personajes en una historia, no importa si son reales o imaginarios, humanos o son animales o cosas.
¿Cómo está presente el humor en los diálogos literarios? Pues con chistes y juegos de palabras, pero también con exageraciones, de forma absurda, disparatada, con enredos, y otras alternativas. Claro, siempre resaltando las características de los personajes.
A continuación, dos ejemplos de diálogos cómicos en textos literarios.
El primero extraído del libro El secreto de la Cueva Negra, de Alfaguara Infantil, escrito con el amigo y colega Betán. Aquí se puede ver claramente una conversación en que aparecen constantes equívocos y un recurso muy usado en el humor llamado: “Al pie de la letra”; es decir, entender las palabras o las frases por su significado literal, aunque sean dicha con otro sentido bien distinto.
“-¡Parece que los tipos esos pasaron por aquí!- solo atinó a decir Canarito, señalando el patio.
-¡Esto está malo!
-Sí, pero con una limpieza mejora.
-¡Me refiero a que cada vez esto se pone peor! -afirmó El Pato con algo de miedo-. Vamos a llevar a Centella para la casa y darle la mala noticia al señor Águila. ¡Cómo se va a poner ese hombre!
-¡Espérate! ¿Por qué no damos una vuelta por los alrededores y vemos si hay algún pájaro de los de aquí dando vueltas?
-¿Dando vueltas? ¿Tú crees que los marearon con alguna bebida alcohólica?
-¡No! Digo que quizás se quedó alguno volando en círculos por aquí…”
El segundo ejemplo está sacado del libro Los diálocos de Pepito de la Editorial Alfaguara Infantil, donde el protagonista principal es el diálogo loco, disparatado. Por ello el juego de palabras en el título, donde se fusionan las palabras “diálogos” y “loco”. Al final del libro hay un capítulo especial donde se enseña a los lectores a crear uno de estos diálocos, a partir de varios chistes recopilados de la literatura oral infantil.
A continuación, uno de los diálogos, donde encontrará juegos de palabras, ironías, exageraciones, burlas y chistes, enlazados por un simple hilo conductor para formar un cuento breve.
“-Oye, Pepito, he venido a darte las gracias por lo que dijiste de mí.
-¿Que hablé bien de ti?
-Sí, le dijiste a Gretel que yo era el más veloz de todos, ¿no?
-¡Ah, no! Parece que hubo un malentendido. Yo no dije que eras “un as corriendo”. Dije que eras “un asco riendo”, que es otra cosa.
-¡¿Qué?! ¡Pues entonces he venido a hacerte tragar tus palabras!
-¿Ah? ¿Y esa violencia, Juanito?
-¡Es que no voy a permitir lo que dijiste!
-Mira, Juanito, cálmate. Todo se puede resolver dialogando.
-Sí, tú lo dices porque yo soy más fuerte y no te conviene pelear…. ¡Porque eres un fideo amorfo en dos patas!
-¿Ah, y tú? ¡Que eres más débil que un hilo de coser después de un año a la intemperie!
-¿Yo? ¡Si yo tengo el cuerpo de un atleta!
-Pues mejor devuélveselo. Le estás haciendo perder la forma.
-¡Búrlate! Pero no puedes tapar el sol con un dedo. ¡Toca mis músculos! ¡Mira! ¡Son como papas!
-¡Ah, sí! Como puré de papas, querrás decir. ¡Si tú nunca has ejercitado esos musculitos, Juanito!
-¡Mira quién habla! ¿Y cuándo tú has hecho ejercicios? ¿Cuándo tú has ido a un gimnasio? ¿Eh?
-Yo fui una vez y nunca más iré. Lo único que hicieron fue ponerme a reflexionar.
-¿A reflexionar?
-Sí. Me hicieron hacer flexiones repetidas veces y me fui. Además, me di cuenta que a mí no me hace falta hacer ejercicios, porque soy fuerte por naturaleza.
-¡No me hagas reír, Pepito! ¿Tú, fuerte?
-¡Yo, sí! Con decirte que yo puedo levantar un elefante con una sola mano.
-¡No te creo!
-¡Ah, no! Muy bien, tráeme un elefante que tenga una sola mano y te muestro…”
El humor y literatura infantil (No. 6). Los personajes
En casi toda comedia que se aprecie de serla e incluso en algunos dramas y melodramas, existe como mínimo un personaje cómico, gracioso, chistoso. En las historias humorísticas que haya uno es poco. Más aún si son para niños.
Hay personajes donde la comicidad viene dado por su físico; es decir, con rasgos externos exagerados o bien diferenciados del resto de los mortales, incluso pueden llegar a ser caricaturas. Una variante sería provocar la risa o la sonrisa por su manera de hablar, de caminar, de moverse en general, sus manías, expresiones del rostro y el cuerpo. Otra es a través de sus rasgos interiores, como su actitud ante la vida, sus reacciones, sus virtudes y defectos y su forma de pensar.
Si la calidad artística y del humor del personaje es mínimamente aceptable por lo atractivo -y no viola lo que usted considere “valores positivos” para los niños-, entonces el diseño de los personajes es fundamental en la creación humorística en los libros para niños.
En una historia siempre hay personajes principales o protagónicos y personajes secundarios y hasta algunos que aparecen en un momento y no vuelven a salir más.
Muchas veces son seres humanos, pero también pueden ser animales como en las fábulas, u objetos, incluso pueden ser –por supuesto-, personajes irreales, fantásticos, como fantasmas, zombies, sirenas, vampiros, monstruos, y un largo etcétera.
Estos personajes son fáciles de detectar y se sabe que a los niños les encanta y los convierten enseguida en sus favoritos.
A continuación, un ejemplo extraído del libro El secreto de la Cueva Negra, de la Editorial Alfaguara, escrito con el amigo y colega Betán.
Primer ejemplo: la presentación física de un hombre, donde se hace corresponder su físico con su nombre “Perico”.
“… Unos quince o veinte minutos más tarde, cuando ya tenía dormidas las piernas por mantenerse en cuclillas, vio aparecer por el camino la figura colorida del doctor Perico. El anciano era de baja estatura, casi menor que unniño, con cejas muy rojas, ojos redondos, grandes y negros, pelo abundante y colorado que llevaba peinado casi al estilo punk y envuelto en su capa de intenso verde. Caminaba en cortos y rápidos pasos, dando la impresión de que avanzaba a saltitos…”
Segundo ejemplo, la forma de hablar de un loro alterado genéticamente por el científico anterior, con resultados no muy buenos que digamos:
“… el niño comprendió que le era imposible huir y su miedo se fue convirtiendo en terror. De repente, se escuchó una voz rajada que retumbó en aquel claro.
-¿Quiqui én sertu?
El niño no entendió, pero tampoco hizo nada para entenderlo.
-¿Quiqui én sertu?... ¿Quiquién ser tutú?... ¡¿Quién ser tú?!
-¿Yo? -y Nelson se señaló su pecho con el índice tembloroso de su mano derecha, mirando hacia todas partes por no saber de dónde provenía la voz.
-¡Sí, tutú! ¡Ha blabla! ¡Si nono hacertulo, mororir!
-¿Qué? –le costaba entender al muchacho.
-¡Sisisi…! ¡Si no hacer, túúú morir!... “
¿Cómo bloquear en facebook a lo peor de las redes sociales?
Si alguien sabe –antes de pedírselo a Facebook-, cómo se bloquean o eliminan los elementos que me tienen hasta el último pelo en las redes sociales, que me lo enseñe, por favor.
Dichos indeseables que pululan en el ciberespacio son (por orden alfabético):
Censura (más destrucción de imagen)
Discriminación (incluyendo la positiva).
Extremismo (religioso, político, feminista, etc.).
Gravedad (más hiperseriedad, seudosolemnidad y tristeza)
Ignorancia (sobre todo cuando no se reconoce)
Odio (más resentimiento)
Oportunismo (más doble moral)
Racismo (más xenofobia y clasismo)
Violencia (física y psicológica)
Vulgaridad (más chusmería y grosería)
No soy perfecto, por supuesto, pero rodeado y/o atacado por esos elementos jamás mejoraré.
Y si alguien se siente aludido, que me bloquee o elimine, por favor.
El humor en la literatura infantil (No.5). Las situaciones
Analizar las “situaciones” es entrar “al área chica” en la creación de la narrativa.
Hasta aquí sólo hemos visto los puntos donde puede aparecer el humor, pero en aspectos bien generales. Así que es el momento de abordar lo más “concreto”.
Para crear una historia con humor, se deben cumplir ciertos pasos. Después de decidir la idea de la historia; es decir, el argumento, más decidir también qué formas de la narrativa usar, de escoger el género literario, el tratamiento del lenguaje y del contenido según las edades y también después de seleccionar el tipo de humor más conveniente, entonces y sólo entonces podemos pensar en crear las situaciones.
Veamos. Decidido todo lo anterior, hacemos una pauta, una escaleta, para guiar la creación y pasar claramente por la exposición, el desarrollo y el final, como sabemos.
Ahora, a trabajar la escaleta. Un ejemplo: en el libro Ada y su Varita, Adalberto, en su calidad de “investigador privado” del crimen de un gato:
Entra sigilosamente en una casa y dos hombres lo atacan.
Después de varios intentos logran atarles las manos y acostarlo en una cama.
De inmediato, pensando que con el niño vienen otras personas, aseguran la puerta de entrada.
Acto seguido interrogan al niño para sacarle información de para quién trabaja, etc.
Entonces terminan haciéndose amigos todos, los hombres se duermen y Ada se va.
En ese capítulo de la historia nos encontramos cinco situaciones (delimitadas y enumeradas). Como se ve, le llamamos “situaciones” a escenas dentro de una misma secuencia, usando términos cinematográficos.
¿Cómo entra el humor en este punto? En el ingenio y la creatividad que tenga el autor para “inventar” cada situación. Sin que se evalúe si es buena o mala la situación creada, tomemos uno de los ejemplos anteriores. El No. 4. Cuando a Ada lo van a interrogar. Hay muchas variantes para describir eso. O le pegan al niño, o lo amenazan y lo presionan mucho. Lo amarran más, o le enseñan un animal feroz, o le pasan un video de niños presos y puede haber cientos de ideas más para contar cómo logran que Ada hable. En el libro, en tono humorístico, aparece uno de los delincuentes pegándole un martillazo en el dedo a su compinche para hacer hablar al niño y amenaza con darle más, pero Ada no soporta ver eso y habla. Ojo, hay mil variantes para crear esa situación, se decidió por esa y puede que no haya sido la mejor, pero humortiene, ¿no es cierto?
Es obvio que al crear situaciones se puede usar todo tipo de humor, chistes, personajes caricaturizados, equivocaciones, exageraciones, absurdos, etc.
A continuación, un fragmento del capítulo que acabamos de analizar, extraído del libro Ada y su Varita, de la Editorial Alfaguara Infantil.
“… No veía nada, sin embargo noté dos bultos grises que pasaban por el aire, muy cerca de mí, en direcciones contrarias. Incluso sentí que me rozaron levemente. Acto seguido se escuchó un ruido como de objetos cayendo desde dos puntos opuestos de la habitación.
No podía moverme del miedo. Ni siquiera gritar para pedir ayuda, porque de mi garganta no salía ni un balbuceo.
Transcurrieron varios segundos, que para mí fueron horas. De pronto se encendió una lamparita en el suelo, que quizás estuvo sobre el velador antes de la caída de los bultos. Con el rabillo del ojo divisé a un hombre incorporándose y quitándose de encima algunos objetos y sacudiéndose polvo y telarañas. Sin mover la cabeza miré de igual forma hacia el lado contrario y vi, en la penumbra, a otro hombre saliendo, entre ropas y zapatos, de un ropero.
Como si se hubieran puesto de acuerdo, ambos saltaron sobre mí después de un grito intimidante. Uno siguió de largo y cayó, sin rozarme siquiera, en el mismo ropero. Pero el que venía desde allí logró asirme a duras penas por un brazo y caímos a la largo en la cama.
Todo había sido tan rápido que no sabía qué hacer ni qué pensar.
En cuanto se recuperó el que aterrizó entre las ropas y los zapatos, fue en auxilio de su compañero que se había dado un golpe en la cabeza contra el respaldo de la cama. Entonces ambos me metieron un trapo en la boca y me colocaron un casco de motociclista en la cabeza, dejándome acostado sobre una sobrecama algo sucia.
Encendieron todas las luces.
Entonces comenzaron a pasearse por el dormitorio.
-¿Qué hacemos, Chuncho? –dijo el pelado a rape. Un joven sin camisa y con los dos dientes de adelante parecidos a los de un castor.
-No sé, Indio –respondió el otro, también joven y rapado, pero solo hasta por encima de las orejas y con dos dientes de menos -. Quizás este chico es una avanzada, como un comando reconociendo el terreno.
-Entonces podemos estar rodeados, ¿no es cierto, Chuncho?
-Es posible, Indio. Tenemos que pensar urgentemente en algo –y el hombre fue hasta el patio trayendo a duras penas un pesado balón rojo, un extintor de fuego.
Se me ocurrió entonces aprovechar la distracción de mis captores para huir, pero realmente estaba paralizado de miedo. Me resigné a esperar a ver cómo podría salir de esa horrible situación.
-¿Y eso? –preguntó el llamado Indio, señalando el extintor que el otro traía en sus manos con dificultad por su gran peso.
-Es para ponerlo detrás de la puerta para que no entren si vienen a buscarnos. Pesa mucho porque es especial para fuegos de industrias, ¿te acuerdas de dónde lo sacamos?
-Claro que me acuerdo, pero eso solo no alcanza. Dámelo para colocarlo yo y tú traes más cosas.
-No, yo lo pongo, Chuncho y tú traes.
-No, Indio, dame acá…
Comenzaron entonces un forcejeo tirando cada uno para su lado, cuando de repente el extintor se les resbaló de sus manos y cayó al suelo en medio de los dos, provocando que se abriera la llave y saliera de un gas espeso y blancuzo, el cual envolvió a los dos hombres, que no pudieron evitar respirarlo profundamente.
-¡Cof! ¡Cof! –tosió el Chuncho-. ¿Qué hacemos, Indio?
-Nada, ¡cof!, vamos a reforzar, ¡cof! La puerta de entrada, ¡cof! Y atrincherarnos aquí, ¡cof!
Moviéndose con cierta lentitud, comenzaron a empujar sillas, mesitas y lo que encontraran de cierto peso hacia la puerta, en medio de caídas, pausas para toser y por mareos. Cuando terminaron con las cosas de adentro fueron al patio y trajeron varios cachivaches, otro extintor y hasta una escalera. Cada vez se notaban más afectados por respirar el gas. Yo no entendía nada y el terror me hacía transpirar a mares, aunque me alegré un poco por el trapo que tenía en la boca y el casco, los cuales evitaron que yo respirara el gas.
En un instante, el llamado Indio pareció perder el control definitivamente y haciendo pantalla con sus manos, gritó hacia fuera con toda la potencia de sus pulmones:
-¡Somos unos miserables canallas atrapados en nuestra madriguera! ¡Pero no nos vamos a rendir así como así!
Chuncho lo miró pacientemente y cuando Indio terminó su discurso, lo abofeteó. El agredido trató de defenderse y lanzó, con cierta lentitud, un par de puñetazos al aire. Después se fueron al cuerpo a cuerpo, perdieron el equilibrio y forcejeando rodaron por el suelo barriendo con todo, pero lo extraño es que todo lo hacían en cámara lenta.
En un momento de la pelea, en la que ambos se tenían agarrados por el cuello, el más rapado preguntó:
-¡Cof! ¿Por qué combatimos entre nosotros, Indio?
-Porque no te gustó mi discurso, Chuncho.
-¿Solo por eso, Indio? ¡Cof!
-No sé, Chuncho, ¡cof! También puede ser que este niño sea el culpable.
-Es cierto, Indio. ¡Cof! Esa debe ser su estrategia, hacernos pelear. Divide y vencerás, ¿no es así, Indio? ¡Cof!
-Claro, Chuncho. Por eso te propongo obligarlo a hablar. ¡Cof!
-¡Buena idea, Indio! ¡Estás claro! ¡Cof, cof!
Se acercaron a la cama donde yo estaba y me encararon, cada vez más vacilantes por el efecto del gas.
-¡A ver, chiquillo! ¡Cof! ¡Contéstame, chiquillo! –me interrogó al fin el cabeza rapada, afirmándose de la cama para no caer-. ¡Cof! ¿Cuál es tu misión, chiquillo? ¿Quién te envió, chiquillo? ¡Cof!
Entre el miedo y el absurdo de mi situación, yo no entendía nada, incluso llegué a pensar que todo aquello no era más que un sueño, o más bien una pesadilla.
-¡Cof, cof! ¡Responde, maldito chiquillo!
-Pero, Chuncho, si no le quitas el casco y el trapo de la boca no te podrá hablar nunca, ¡cof!
-¡Es verdad! ¡Cof! ¡Nos enfrentamos a un chiquillo muy listo, Indio! ¡Cof!
Me liberó entonces de todo, después de intentarlo varias veces, claro, porque sus manos no le respondían bien.
-¡Cof! ¡Habla ahora, chiquillo! ¡No te hagas el astuto conmigo! ¡Cof, cof!
-¡Y conmigo menos!
-¡Pero yo no sé nada, señores! ¡No entiendo de qué me están hablando! ¡Cof! –pude decir, comprobando también lo enrarecido del aire, cuando me liberaron del casco y del trapo.
-¡Ah, con que esas tenemos, chiquillo! ¡Cof! ¿Así que no vas a hablar? ¡Cof! ¡Pues vas a ver que en unos segundos más nos dirás todo lo que sabes y hasta lo que no sabes! ¡Cof!
-¡Te faltó decir chiquillo!… ¡Ja, ja, ja! ¡Cof! ¡Eres muy cómico, Chuncho! –se divirtió el otro. Pero al mirarlo serio su compañero, desapareció su risa de repente-. ¡Y eres muy responsable también, Chuncho!
-¡No, por favor! –grité desesperado-. ¡No me hagan nada! ¡Cof! ¡Yo no sé nada!
-¡Cof! ¡Ya verás, chiquillo malo! ¡Cof! –amenazó Chuncho, tomando un martillo del ropero con mucha dificultad.
-Tendrás que hablar, ¡cof!, ahora –se burló de mí Indio, asintiendo con una sonrisa malévola.
-¡Indio! ¡Cof, cof! ¡Pon tu mano en la cómoda, Indio! ¡Cof! ¡Ya verás cómo este infeliz no resiste y lo confiesa todo! ¡Cof!
El rapado hasta las orejas puso su mano abierta sobre el mueble y su amigo dejó caer el martillo, pero no dio en el blanco de tan mareado que estaba. Insistió, y la cuarta vez al fin golpeó el dedo índice de su amigo. Indio se quedó mirando un punto lejano fijamente, hasta que se le aguaron los ojos. Se puso muy colorado, comenzó a sudar y por último se mordió los labios, pero mantuvo la posición erguida de su cuerpo con dignidad.
-¡Cof! ¡Habla, chiquillo! ¡Habla o le aplasto el otro dedo a Indio! ¡Cof!
-Ese no va a confesar, Chuncho, por favor, créeme –masculló con rapidez Indio, pasándose la mano sana por el rostro.
-¡Por favor! ¡Cof! ¡Voy a hablar! –imploré, para que no siguieran con aquello.
-¡Cof, cof! ¡Vas a confesar, chiquillo! ¿No es cierto, chiquillo? ¡Cof!
-¡Les voy a contar solo la verdad! ¡Se los juro!...”
El humor y literatura infantil (No. 4). Los juegos de palabras
Imagínese un juego donde hay diferentes partes de animales. Usted agarra las patas de un gallo y se la pega al cuerpo del gallo. Después toma la cabeza del gallo y se lo pega a las patas y al cuerpo que tenía ya unido y así consigue armar un espléndido gallo. Todo bien. Pero si quiere hacerlo gracioso, toma las patas del gallo y se la pega a la cabeza y donde iba ésta pone el cuerpo. Resultará un animal absurdo y se reirá. Pero también puede hacer otra cosa. Tome las patas del gallo y le pega el cuerpo de una vaca y a eso le agrega la cabeza de un pez y obtendrá un animal extrañísimo que le podrá dar mucha risa. Entonces, mientras más creatividad y sentido del humor tenga, mejor será el juego; es decir, le dará más placer, se divertirás más.
Pues eso mismo pasa con las palabras si juega con ellas. Las partes de cada animal serán las letras que forman una palabra y entonces la cambiará formando nuevas palabras cómicas, eliminando o añadiendo letras, también intercambiando el orden de las palabras en frases y oraciones, o usando palabras con dos significados distintos. Pero no sólo palabras escritas, se puede uno divertir también jugando con los sonidos de las palabras.
Con el afianzamiento de la lectura a partir de los siete u ocho años, el niño domina en mayor medida los recursos lingüísticos que sustentan el humor. Si los fonéticos son los que primero producen regocijo, casi desde que se aprende a hablar (onomatopeyas, repeticiones, concatenaciones), en esas edades es cuando comienzan a disfrutar de irreverencias y situaciones absurdas. Y se pueden adentrar en los morfosintácticos, muy explotados por el nonsense (derivaciones, composiciones, acrónimos y más) y los semánticos (antítesis, hipérboles, metonimias, metáforas, entre otros), los de más difícil elaboración y comprensión. Pueden aventurarse sin problemas en la creación de un retruécano, ejemplo: No es lo mismo; en el río Misissipi, que me hice pipí en el río… es mover de su lugar las palabras en las oraciones; o un calambur, ejemplo: Yo loco, loco y ella loquita / Yo lo coloco y ella lo quita… es modificar sílabas; o una paronomasia, ejemplo: La mujer es para eso, paraíso, / para uso de los hombres… son palabras que suenan parecido; o un oxímoron, ejemplo de Quevedo: El amor es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente…son dos conceptos opuestos en una sola expresión; o un palíndromo, ejemplo: Dábale arroz a la zorra el Abad… es leer lo mismo al derecho y al revés; o un anagrama, ejemplo: un amigo de Homero Simpson se llama Ray Magini, lo cual significa Imaginary, que es Imaginario en inglés… es trasposición de letras. Y así, un largo listado de ejemplos más. Todo en clave de comicidad, por supuesto.
Los libros de humor para niños que manejan bien lo anterior, pueden ayudar a crear más fácilmente el hábito lector, a causa del disfrute. El placer creativo, el estético y el placer humorístico son muy parecidos al placer lúdico, porque el arte y el humor son puro juego también, ¿no es cierto?
Les aseguramos que leer y gozar con frecuencia estos pasatiempos que se realizan con las letras y las palabras, les favorece muchísimo el desarrollo de la creatividad, las habilidades del lenguaje, la redacción, la ortografía y el vocabulario a los chicos. Pero no sólo eso, también les desarrolla la agudezade pensamiento, el sentido del humor y la imaginación.
A continuación, varios ejemplos donde se exponen distintas maneras de jugarcon las palabras. El primero, extraído del libro Rátata, un ratón de biblioteca de la Editorial Humor Sapiens.
“… El sanguinario pirata giró su cabeza hacia el lugar indicado, miró por el catalejo y por el asombro y el susto, se le erizaron los pelos de la cabeza. Pero con tanto ímpetu, que el típico pañuelo rojo de pirata que los cubría, se soltó y fue volando hasta caer sobre el rostro del musculoso Don Cella, que como siempre, permanecía detrás de su Capitán.
“El bergantín de Filiberto, el filibustero, está a menos de cuatro nudos de distancia. Si zafan cada uno de ellos en medio minuto, en dos minutos más los tenemos encima”, habló para sí El Malo Grado antes de gritar: “¡No hay tiempo que perder! ¡Suban las velas!”.
-Perdón, Capitán –susurró a su oído el asistente personal del pirata-, le sugiero que no suba todas las velas. Deje algunas abajo, porque los hombres que trabajan ahí se pueden quedar a oscuras.
El Capitán cerró los ojos con fuerza y apretó más la daga entre sus dientes. Iba a mostrar su ira, cuando vio que ya casi tenía encima al bergantín de su enemiguísimo. Entonces gritó a todo volumen:
-¡¡Suelten amarras!!
-¡Señor! –otra vez le habló en voz baja el robusto Don Cella, bien pegado a la oreja-. Si soltamos al grumete Marras del calabozo, es probable que robe comida de nuevo. Además, dejarlo sin castigo será un mal ejemplo para el resto de los marineros.
La cara del terrible pirata se enrojeció, las venas de su cuello se hincharon y levantó su catalejo con el objetivo de descargarlo sobre la cabeza del recio Don Cella…”
El segundo ejemplo, extraído del libro Juegos de palabras, de la Serie Pepito, lee, juega y ríe de la Editorial Humor Sapiens. Son chistes creados con distintas maneras de jugar con palabras.
“a) No es lo mismo: “Unos sesos tirados a la plancha”, que… “Una plancha tirada a los sesos”.
b) Nombres: Elena Nito, Armando Esteban Quito, Alan Brito, Kena Arizona Tevez.
c) Apellidos: García come huevos de gallina y Montes de Oca; Alejandro de cayó del puente y Alberto de La Torre; González baja del cerro y Horacio de La Peña; Julio come del plato y Oscar de La Hoya; Eva Mendez cuanta horas y Cameron Díaz.
d) Enredos: Se me lengua la traba; decir una costra por osa; en menos que galla un canto.
e) Como se dice: ¿“autobús” en alemán? Subanempujen estrujenbajen; ¿”100” en chino? Cachi Chien; ¿”ascensor” en árabe? Ali ba bá.
f) Cruzas: ¿qué se obtiene de cruzar un reloj y un gallo? Un despertador; ¿qué se obtiene de cruzar un gato y un gallo? Un kikirimiau…”
El humor y literatura infantil (No. 3). Las versificaciones
Titulo así este punto, porque me gusta hacer versificaciones lúdicas, humorísticas, infantilonas. No soy poeta, ni pretendo serlo, pero confieso que me hace feliz rimar, versificar. Y sé que a los niños les puede encantar también y si lo combinamos con humor, el producto se hace muy placentero, sobre todo para motivar a leer.
“La poesía infantil es experiencia, encuentro, participación, alegría, y las fábulas, los poemas del absurdo o humorísticos, también constituyen un capítulo importante y atractivo para las apetencias infantiles”, asegura Sylvia Puentes de Oyenard, la reconocida escritora infantil uruguaya.
Existen formas donde tradicionalmente se vincula el humor con la poesía. Está el Limericks, que son historietas en verso. Un ejemplo inédito:
¡Diga el animal que tiene dos patas,
y no camina ni con alpargatas,
dos alas y no vuela
y un gran pico sin muelas!
¡Para mí es un ave turulata!
También el humor está presente mucho en las Jitanjáforas, que son combinaciones de palabras inventadas con otras que sí existen. Ejemplo inédito de una versión conocida:
Tin Marín de dos pingué
cúcara mácara títere fue.
Tin Marín de cuatro té
ánfora jáfora Jitan lo ve.
El humor se campea como perro por su casa en las Jerigonzas, que son formas de comunicación con lenguaje secreto. Ejemplo inédito, donde hay que eliminar las “chi” y los “cho” para entenderla:
Dichi ceschi tuchi quechi
haycho uncho percho rocho
echo chacho docho encho
unchi granchi banchi cochi
Encho micho vicho dacho
yochi hechi vischi tochi
achi unchi perchi rochi
concho pancho tacho lóncho
nichi corchi bachi tachi
achon tencho diencho docho
enchi unchi mechi sónchi
decho uncho bancho cocho.
Por supuesto que las rimas con ritmo y humor, repitiendo fonemas parecidos, al leerlas en voz alta producen mucha risa. Son los trabalenguas. Ejemplo: fragmentos del libro inédito El Pingüino Ningüino:
Come un coco el mandríl
y col el cocodrilo.
Va loco el cocodríl
y le come el mandrilo.
Luce bello el cabello
de ese bayo caballo.
Huye del rayo el gallo
y del callo el camello.
Otra forma donde está muy presente el humor es conocida como Versos con eco. Y se trata de repetir la última sílaba de algunas palabras. Ejemplo: una variante de Versos con eco es este fragmento del libro inédito El Pingüino Ningüino.
Llama que llama la llama.
¿Para dormir en mi cama?
Chicha que chicha chicharra.
¿Para tomarme esa jarra?
Ave que ave avestruz
¿Para prenderme la luz?
Leo que leo leones.
¿Para buscarme lectores?
Y faltan más formas como las adivinanzas, chardas, epigramas, romances, y otras, donde abunda en el humor en las versificaciones infantiles.
A continuación, tres ejemplos de rimas humorísticas, adivinanzas, piropos, trabalenguas, etcétera. El primero de versificaciones extraídas de los libros de la Serie Lee, ríe y juega con Pepito, de Humor Sapiens Ediciones y de la SeriePepito. Chistes para niños de la Editorial Humor Sapiens, en co-edición con Liberalia Ediciones. El segundo ejemplo, extraído del libro El enigma del huevo verde, de la Colección Barco de Vapor, Editorial SM., y el tercero del libro Sipo y Nopo, un cuento de luna, de la Editorial Alfaguara Infantil, en co-autoría con mi hijo Alex, bajo la firma de Pelayos.
Primer ejemplo:
a) Ayer pasé por tu casa y me tiraste un revólver / no te lo voy a devólver.
b) En el cielo las estrellas / en el campo las espinas / en el centro de mi pecho / una caca de gallina.
c) Tus ojos son dos luceros / que iluminan mi camino / anoche los cerraste / ¡y choqué contra un pino!
d) Te la digo y no me entiendes / te la repito y no me comprendes / te la diré otra vez / y sabrás qué es.
e) Lado, ledo, lido, lodo, ludo / De decirlos al revés, yo dudo: / ludo, lodo, lido, ledo, lado / ¡Qué trabajo me ha costado!
Segundo ejemplo:
a) Corrieron una carrera / señor búho y doña abeja / cuando la pasaba el búho / le dijo: ¡fea!, en la oreja.
b) Lorri, bilorri / zorro, I´m sorry / Lorri virín / contrazorrín / Huevo zorrambre / ¡quítame el hambre!
Tercer ejemplo:
Sipo fue a felicitar
a Nopo por su proeza.
(Le prometió una fineza:
¡medialunas con manjar!).
-Dime, Sipo, sin reproche:
¿Luna o Sol? ¿Cuál es más grande?
-La Luna, digo al instante.
¡La dejan salir de noche!