Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo

El humorista (No. 9). ¿Creador o intérprete?

descarga_2_1.jpegEsta es una reflexión a propósito del descalabro del humorista chileno Yerko Puchento en la fiesta de Farkas, su millonario y farandulero coterráneo. Me gustaría comentar algo al respecto, porque he leído de todo en las redes sociales, hablando pestes de uno, de otro y de todos, como siempre hace ese verdadero monstruo y con abundancia de vulgaridades, insultos y obscenidades, obvio.
El hecho fue que Alcaíno, el actor que hace el personaje de Yerko, suspendió su presentación, porque el sonopronter (microfonito que se coloca dentro del oído), no funcionó.

Sabemos que él dice todo lo que le dicta el señor López, su guionista, por lo tanto, al no recibir la información, nada tenía que hacer en escena y se marchó.
Muchos le achacan la culpa a él, porque si es humorista debió haber improvisado ante la situación. Error. Existen dos tipos de humoristas, los que crean y los que interpretan. Alcaíno es humorista porque "inventó" un personaje cómico; es decir, creó su vestimenta, su forma de hablar, sus gestos, sus expresiones, sus movimientos y su personalidad. Si él fuera un actor normal o si fuera uno que hace stand up comedy, lo que dijera daría mucho menos gracia. Así que creó humor al interpretar. Pero no es un creador de textos y situaciones humorísticas, como lo es López, su guionista.

Para que quede más claro, como López no es actor (supongo yo, porque no lo conozco), no podría hacer lo de Alcaíno y Alcaíno no podría hacer lo que hace López. Por lo tanto, la rutina que ellos hacen es la unión del talento de ambos. Así que si falla la alimentación de Kerko, falla el número, que fue lo que sucedió. No se le puede pedir a Alcaíno que improvise si no es improvisador. Ese no es un requisito en un humorista solo intérprete como es él.
Dicho esto y dejando claro que los culpable no fueron los humoristas en esa fiesta, paso a hacer un comentario bien breve sobre el tipo de humor que hacen Alcaíno/López.
No me gusta ese humor que sólo se basa en burlas desde livianas a ácidas contra las personas. Además, la mayoría de las veces no hacen humor, porque no hay elaboración artística. He repetido mil veces aquí -como en mis comentarios sobre el humor del Festival-, que decir verdades, decir insultos, y decir obscenidades y vulgaridades provocan risa, pero no es humor. Existen muchos tipos de risa y la del humor es sana. La risa de la burla que no es humor y las vulgaridades es negativa, dañina. ¿Gusta? Claro, solo hay que ver la fama de Yerko y la risa y los aplausos de ciertos humoristas de Viña. Lamentablemente, si nos reímos con ellos, no es porque ellos sean buenos, es porque nosotros tenemos poco nivel de exigencia, de cultura, de buen gusto. Y eso es lo que abunda. Léase el reguetón, por ejemplo. Miren el caso de Maluma, que deja como un trapo sucio a las mujeres en varias de sus canciones y las mujeres son las que se la piden. Disculpen, me fui del tema y de la brevedad, pero me fascina el tema.
Y finalizo dejando en claro que yo no tengo la verdad, ni me las doy de líder de opinión. Es sólo mi forma de pensar y que el que esté a favor o en contra es muy válido y tiene todo el derecho de pensar como quiera. (Pero sin groserías ni faltas de respeto si va a comentar aquí).
Gracias.

 

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El humorista (No. 8). "Cómicos callejeros"

humoristas-callejeros-peruanos_0.jpgRecién leí un artículo sobre "los cómicos callejeros peruanos", a razón de muchas críticas que esos artistas han recibido por las redes sociales.

Se les acusa de que  insultan y ridiculizan a quienes no les dan dinero en sus prestaciones; de incitar a la violencia contra la mujer; de denigrar a los migrantes venezolanos y de hacer un humor vulgar, entre otras cosas.

Ellos se defienden alegando que su oficio es parte de la gran tradición oral del Perú, que hacen esas intervenciones callejeras y ese humor para personas que no pueden pagar cines, teatros u otros tipos de shows, en los que además, si fuesen, no se sentirían representados.

Sabemos también que hay voces que intentan explicar este fenómeno. Por ejemplo, en el libro El discurso de la calle: los cómicos ambulantes y las tensiones de la modernidad en el Perú de Víctor Vich se hace un estudio del discurso de los cómicos ambulantes, señalando que la tradición comenzó con “migrantes andinos que manifestaban sus ideas a través de una denominada ‘economía del humor’ que es el intercambiar un conjunto de representaciones irónicas de la realidad social por dinero en efectivo”.

Todo esto me hizo reflexionar sobre el tema.

Comienzo declarando que no me gusta que le digan "cómicos", porque para mí son humoristas. Uso la palabra cómico solo cuando son intérpretes de comedia y quizás se aplique a lo que hacen, pero sé que en estos casos se les dice así de forma despectiva.

Pero entrando en materia: sin dudas, es una manifestación cultural popular que no se puede prohibir y menos eliminar por decreto. Eso sólo se podría hacer si fuéramos totalitarios o estuviéramos bajo un régimen dictatorial, donde no se respeta la libertad de expresión y la libertad de todo.

Sin embargo, ya he señalado en otras reflexiones (publicadas aquí en humorsapiens.com en la sección “Artículos y ensayos”), que el humor vulgar y el humor que humilla, denigra, agrede -si es realmente humor, obvio, porque muchas veces no lo es aunque se logren risas-, es natural en los seres humanos y existe desde que el Hombre es Hombre. Pero también he afirmado que ese humor básico, elemental, burdo, primitivo, simplón, se produce más en los terrenos fértiles de la ignorancia; es decir, cuando no hay buena educación (no me refiero a instrucción), cuando no hay buena formación cultural y ética.

Ese humor vulgar y denigrante que hacen los humorista callejeros peruanos, es el mismo humor que hacen sus pares en Chile, Argentina y otros países latinoamericanos (probablemente en otros continentes también, pero solo hablo de lo que conozco bien). Por lo que no creo que sea una tradición singular y exclusiva. Aunque eso da igual para mis intereses del estudio del humor. Lo que más me incumbe es qué hacer con ese humor que daña, que no eleva el espíritu.

Lo primero es preocuparnos y ocuparnos de ese público que no puede asistir a eventos artísticos de mayor calidad. Sin dudas, sabemos que es un largo camino, porque la solución efectista y populista de los líderes mesiánicos, no ha servido nunca en la Historia. Con ellos siempre es peor el remedio que la enfermedad. Así que, por favor, cuidado con los cantos de sirenas.

Es más importante que desde nuestras imperfectas democracias se implementen reales planes para elevar la riqueza material y espiritual de esas masas sumidas en la ignorancia y en la penuria y que no piensen ellos que están predestinados a alimentar a esos humoristas callejeros.

Y en lo que esa solución se concreta por sus dificultades obvias de implementar, quizás sea bueno que ayudemos en algo. Por ejemplo, que sigan existiendo esos humoristas callejeros, por supuesto, pero en espacios en las ciudades donde se sepa que están ahí, en ciertas plazas, por ejemplo y que hacen ese humor allí y que vaya a disfrutar de sus presentaciones el que quiera. Con esto evitamos en lo posible casuales transeúntes curiosos que puedan ser agredidos y/o dañados formativamente por esos colegas. Y lo más importante: una campaña para que no lleven niños a esos espacios.

Es probable que si se arrinconan -sin prohibirlos-, baje la audiencia y otros medios como la radio, los teatros, la TV, la prensa, etc., no les den más “pantalla” y así disminuyamos las posibles malas influencias, sobre todo en niños formándose.

Insisto, es minimizar los daños, no eliminar una tradición, no atentar con la libre expresión.

Y a los que aparecen en la foto con ese cartel, les digo que para mí están equivocados. No existe un humor de pobres ni un humor de ricos, ni de clase media ni de pequeños burgueses. El humor es solo bueno o malo.

Ese cartel –para mí, vuelvo a reiterar-, es producto de una manipulación ideológica, más que del fruto de un análisis de la teoría del humor.

Se pueden hacer chistes subidos de tono, hasta con palabras obscenas y se puede hacer crítica, sátira, pero con buen gusto, con elaboración artística, con ingenio, con inteligencia.

En mi experiencia escénica con mi grupo La Seña del Humor en Cuba, cuando comencé a hacer humor, les ofrecíamos al público un humor al que no estaban acostumbrados. El único que consumían era el sempiterno humor costumbrista criollo y el ramplón y vulgar. Era un público que nos iba a ver gratis a una Casa de Cultura. Y se componía de choferes de buses, profesionales, basureros, amas de casas, etc.; es decir, había de todo. Pues al principio, no entendían nuestro humor (“lesluthesiano”, por decirlo de alguna manera) y aplaudían respetando algo extraño, pero no rían; sin embargo, en la próxima presentación volvían a llenar el lugar y de a poco fueron riendo y con el tiempo los convertimos en nuestros fieles seguidores. Ojo, no hicimos nada que no sea crear el humor que nos gustaba. Y este fenómeno no significó que “el público se elevó por las alturas” y los convertimos en un público de élite. Eso lo comprobamos cuando en una ocasión compartimos el escenario con un grupo que hacía un humor vulgarote y facilista y el mismo público se rió a carcajadas con ambos grupos. ¿Entonces no sirvió ofrecerles algo de mejor calidad? Claro que sí. Un granito de arena aportamos, les ampliamos sus gustos, su apreciación al arte, al humor y los hicimos pensar un poco. Y se van a reír siempre del humor vulgar y agresivo, porque eso lo llevamos en el ADN todos los seres humanos (como expliqué en un artículo anterior), pero rieron de algo que los hizo mejores, aunque sea un poquitín.

En resumen, por favor, díganle al que le pueda interesar, que los humoristas sin recursos solo se apoyan en las vulgaridades y en las burlas denigrantes, porque saben que tienen segura la risa y el aplauso, estén actuando en la Ópera de París, en la Scala de Milán, en el Colón de Buenos Aires, en un cabaret, en un sórdido club nocturno o en una calle cualquiera.

 

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El humorista (No. 7). "Y el mal uso del stand up comedy"

stand-up.jpgVoy a comenzar por algo obvio, pero necesario para esta reflexión. Clasificaré según subjetivos y debatibles criterios de calidad. Por ejemplo, las obras artísticas pueden ser:

1-Buenas, incluyendo las excelentes, las “obras maestras”.

2-Regulares, incluyendo  las “más o menos”, las que “pasan raspando”, las aceptables”.

3-Malas, incluyendo las mediocres, las pésimas y las que ni siquiera clasifican como arte, aunque los autores creen que sí.

Entonces vayamos al humor. ¿Es un arte? Hay dudas. Pero de lo que sí estoy seguro es que es “parásito”; es decir, solo puede existir dentro de otro arte o medio de comunicación. El humor se manifiesta en el teatro, el cine, la TV, la radio, la música, la danza, la literatura, la plástica, etc.. Se expresa con un lenguaje propio, pero obligatoriamente utilizando el lenguaje de otra expresión.

Un aparte: si le llamamos humor (algo debatible también), al que se produce en una conversación circunstancial entre dos personas en el banco de un parque, tenemos que verlo como que está también –con intención o no-, usándose el lenguaje actoral, el teatral.

Partiendo de la base de todo lo anterior, comencemos el análisis central de este texto.

En estos tiempos, con dolor he observado que el uso de los lenguajes artísticos se han simplificado. El arte popular (quizás populista para muchos), se ha sobrevalorado y lo han tomado como bandera ideológica los mediocres, oportunistas e ignorantes, por supuesto. En esa cuerda podemos ver lo que ha pasado con la música, como es el caso del reguetón, por ejemplo. Donde ya no hacen falta músicos interpretando, ya que con una maquinita se produce el ritmo monótono y metálico, se crea una melodía ligera y se le coloca una letra no solo con cero poesía, si no vulgar, grosera “para vender más”. ¿Es malo reflejar lo que piensan los jóvenes sin mucha educación y cultura? No, por supuesto. Pero como crear reguetón se hace más fácil que “inventar” cualquier otro género verdaderamente con elaboración y calidad artística, los mediocres tienen más posibilidad de “colarse” en el mercado con la camiseta puesta de "pueblo". Es muy probable que un buen compositor haga un reguetón con alto nivel musical y hasta poético. ¿Pero qué es lo que abunda? La bazofia, los bodrios porque, repito, se les facilita crear reguetones por lo simplista. Si esos mismos abundantes “artistas” del reguetón, tuvieran que hacer un bolero, un blue, un rock sinfónico, etc., etc., no creo podrían, excepto que los hagan desechables y despreciables también.

Pero no solo sucede eso en la música. También pasa en las artes visuales. Es el caso de los grafitis, otro “arte popular”, sobrevalorado. Claro que hay grafitis que son obras maestras. No trato aquí de los buenos creadores. El caso es que al ser más fácil que te aprueben una chapucería tomada como arte, los mediocres se lanzan a llenar todo el mobiliario urbano de garabatos, con un spray.

Pues lo mismo ocurre en el teatro. Conocemos de grandes comediantes que hacen maravillas dentro del stand up comedy, así que no me referiré a ellos. El asunto es que al practicar el stand up comedy, uno no tiene que dominar tanto ni el lenguaje actoral, ni el teatral, ni siquiera el dramatúrgico. Ahí es donde los mediocres invaden la escena. Con una idea creada o robada –que sea buena, original, ingeniosa o no-, se atreven a escribirla como si fueran libretistas y se atreven a pararse ante un público a decir lo que escribieron, como si contaran una anécdota en su casa; es decir, sin hacer personajes, sin buscar climax ni anticlímax, no usando bien el espacio escénico, etc., etc. Pero, ¿por qué se atreven? Porque saben que tocando temas “políticamente correctos” para ciertos sectores ideológicos, enseguida recibirán apoyo mediático (incluyendo los malos periodistas que no son críticos, ni siquiera saben de arte y también se atreven a opinar).

Y los mediocres al ver que es fácil hacer stand up comedy, se convierten en seudocomediantes. Entonces se creen muy graciosos, cómicos geniales; pero peor, se creen profundos con sus contenidos oportunistas y contingentes y creen que están por encima del Bien y el Mal; se creen dioses y profetas que hay que seguir, porque lo que dicen es la absoluta verdad, se muestran como los más inteligentes, los más osados, los rompedores de esquemas, los enemigos de lo establecido. Y al que diga algo contra ellos se los comen atacándolos como conservadores, caducos, reaccionarios, etc.. Son capaces de afirmar que estos son los tiempos de ese humor, ya que el humor solo puede ser -y tiene que ser-, crítico, agresivo, ácido y ojalá humillante. Y algo increíble: debe venir envuelto en vulgaridades, groserías y malas palabras “imitando el habla popular”, porque también saben que al utilizar esos recursos tienen asegurada la risa y la ovación. Pero no a causa del humor, sino por otras razones.

¿La culpa es del formato stand up comedy? Por supuesto que no. Ya mencioné que hay grandes comediantes en ese género. Pero no hay dudas que dentro de las artes escénicas, donde se enmarca, es el que menos necesita de recursos teatrales, actorales y dramatúrgicos.

¿Por qué hay una "explosión demográfica" de practicantes del stand up comedy en la actualidad? Porque hay un público que en estos últimos tiempos se ha demostrado más participativo y seguidores de esos mediocres artistas. Un razón es la que dije, la manipulación del concepto “popular” y estos tiempos de “democratización masiva” y avances tecnológicos como Internet y sus temibles redes sociales, que deberían ser elementos positivos, obviamente; sin embargo, lo que predomina es la otra cara, la negativa, por desgracia.

En fin, todo lo anterior es la fuerza que se le inyecta al público masivo sin educación y cultura (los que consumen reguetón, grafiti, etc.) y a sus mediocres creadores.

Ojo, los que me conocen saben que no soy ni beato, ni conservador, ni elitista. Solo me duele mucho ver la degeneración social a mi alrededor. Mi visión es pesimista, lo sé.

Entre los que me entienden, encuentro algunos optimistas y me argumentan que esto es un ciclo que vive la Humanidad y que pasará en algún momento. Quiero, pero no puedo creerlo.

Eso sí, no me sentaré de brazos cruzados a ver cómo la mediocridad gana espacio. Para empezar, hago una exhortación aquí a que si les gusta el stand up comedy, perfecto. Pero averigüen primero qué van a consumir, porque pueden encontrarse con presentaciones buenas, incluyendo excelentes y obras maestras; presentaciones regulares, incluyendo “las más o menos”, “las que pasan raspando”, y las presentaciones que son mayoría: la mediocridad a pulso.

No fomenten eso, por favor. Nos invade la porquería, ¡tratemos de detenerla!

 

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El humorista (No. 6). "Los multimedias"

humoristas.jpgHe sido testigo de interminables discusiones entre mis amigos y colegas, sobre si Jack Nicholson es mejor actor que Robert De Niro y viceversa. Unos argumentan que De Niro es multifacético, que se desdobla en muchos personajes distintos y en cambio Nicholson siempre hace el mismo o parecido personaje.

No es mi intención analizar aquí esas diferencias de opiniones, porque el objetivo de esta reflexión es otro. Pero lo mencioné porque algo así sucede con los creadores de humor.

Antes de analizar eso, primero debo dejar aclarado qué es para mí un humorista. Y antes de eso –para ir ordenadamente -, tengo que explicar qué es el humor, según mi opinión, o mejor dicho, nuestra opinión, porque llegamos a ella Alex Pelayo y yo (mi hijo), en largas jornadas de estudio y debate. Por ello la llamamos Teoría Humor Sapiens. La presento:

En un estado lúdico, una persona recibe una información que es incongruente con la que tiene en memoria. Enseguida las neuronas de una parte del cerebro “descifran ese enigma” y llegan a la conclusión de que es un chiste, o no. Si no entienden que es una gracia, queda como un absurdo indescifrable, pero si lo resuelven comprendiendo que es una gracia, entonces les envían esa información a otra parte del cerebro para cerebrar, perdón, celebrar y así se comienzan a segregar endorfinas, produciéndose un placer sui géneris, que termina exteriormente en risa o sonrisa. A todo lo anterior se le denomina “proceso cómico”.

Pues cuando alguien experimenta un proceso cómico y decide que otra persona (o muchas) también lo viva, le envía un mensaje con esa “incongruencia”, pero ya contaminada positivamente con sus subjetividades como son: creatividad, imaginación, cultura, principios, gustos, etcétera y así le llega al receptor. Si éste también disfruta de un placer cómico a causa de ese mensaje, entonces estamos ante un fenómeno que llamamos humor.

En pocas palabras, el humor es la expresión de lo cómico. En todo humor hay comicidad, pero no funciona al revés.

Se tiene que cumplir la ley de comunicación humana: fuente-mensaje-receptor para que lo cómico se convierta en humor. Claro, solo si hay intención de comunicar lo cómico y condicionado a que la fuente y el receptor estén en estado lúdico.

Esta es la conjetura Humor Sapiens para lo cómico y humorístico. También existe la Teoría Humor Sapiens para el chiste (que en este caso es el mensaje), pero eso es tema para otra reflexión.

Entonces, ya definido el humor, sigamos:

Si alguien dice o hace algo que le produce una incongruencia a otro, pero no tiene intención de hacerle reír (de provocarle un placer cómico), entonces no es humor. Me explico mejor: a una persona le llega por cualquiera de sus sentidos una incongruencia, o la incongruencia aparece en su cerebro a causa de su imaginación; entonces es posible que se produzca el proceso cómico, ¿no es cierto?

Pues si una fuente dice o hace algo que produce una incongruencia –como decía antes-, pero sin intención, y por eso  sin querer le hace vivir el proceso cómico al receptor, entonces esa incongruencia producida por la fuente es como si le hubiera llegado al receptor por sus sentidos, sin importar de dónde salió.

Por lo tanto, una persona puede producir muchos procesos cómicos a su alrededor, porque espontáneamente es un productor de incongruencias. Pero esa persona no es un humorista. Porque lo que produce no es humor. Para que sea humor –insisto-, tiene que haber una intención de hacer reír o sonreír (placer cómico) al otro (o a muchos otros).

Así llegamos al punto que podemos definir quién es humorista y quién no. Y los hay amateurs (centro de mesa de reuniones sociales y fiestas, por ejemplo) y los hay profesionales (cuentachistes, caricaturistas, etc.), como también sabemos.

Por último, dejamos aclarado entonces que cualquier persona que se atreva a crear humor (expresar el proceso cómico que experimentó su cerebro) y desea enviar su mensaje para que otro ría o sonría, es un humorista. Por ello serán humoristas los que crean humor en la literatura, en la danza, en el cine, en la radio, en las artes visuales en general, en la música, en el teatro, etc. Todos ellos son humoristas. Buenos o malos, pero lo son, porque la calidad de su arte no los define como humoristas.

Remarco tanto lo anterior, porque he sido testigo de que se les dice humoristas solo a los que cuentan los chistes o los dibujan y no a los demás creadores de otras manifestaciones artísticas. Y también he visto cómo algunos críticos (profesionales o no) y hasta creadores de humor, discriminan a otros colegas porque consideran que su modalidad o su calidad, tanto en formas como en contenidos, es inferior a lo que hacen ellos u otros del gremio. Error. Todos somos humoristas. Lo mismo un payaso de circo de barrio que Chaplin o Cervantes. Lo siento.

Pero teniendo ya precisado qué es humor y qué es humorista, pasamos al tema central de este artículo que comencé con el ejemplo de quién es mejor si Nicholson o De Niro.

Mi intención –buena, supongo-, es también hacer esa comparación en el campo del humor.

Existen y han existidos innumerables humoristas excelentes en todas las épocas. Eso es obvio, ¿no es cierto? Así tenemos grandes humoristas literarios, grandes humoristas gráficos, grandes humoristas escénicos, grandes humoristas audiovisuales, grandes humoristas musicales, etcétera. Obvio también, ¿no?

Pero conocemos a grandes humoristas escénicos que también han sido (o son) humoristas literarios. O grandes humoristas gráficos que han sido grandes humoristas audiovisuales y así muchas combinaciones. Pero hay más: conocemos de grandes humoristas que se han destacado en tres o más modalidades. ¿Se imaginan eso?

Porque no es lo mismo que la comparación del caso de Nicholson y De Niro. Ambos son actores, los dos dominan el arte de la actuación. El caso de esos humoristas es distinto, porque son escritores si hacen humor literario, son actores si hacen comedia en el teatro, son músicos si crean humor a través de ese arte.

Amigos, son creadores que además de aprender el lenguaje del humor, el arte de hacer humor, también tienen que aprender y dominar el arte de las distintas manifestaciones artísticas por donde quieren canalizar su creación humorística.

Admiro y respeto a los grandes actores como Nicholson o De Niro, porque lo que hacen es algo demasiado meritorio (aunque uno me guste más que el otro, por supuesto) y admiro y respeto a los grandes humoristas de todos los tiempos y de todas las modalidades artísticas, cómo no hacerlo si sé lo difícil que es hacer humor y lo difícil que es dominar el lenguaje de un arte. Es  el caso de Chaplin, Daumier, Mark Twain, Cantinflas y muchísimos otros.

Pero mi punto es que esos monstruos de la creación que son capaces de crear humor en varias manifestaciones artísticas, deben tener una consideración especial por ser “todoterreno”, como les llama mi colega Triana, por ser multifacéticos, por tener ese talento, esa capacidad tan inmensa de hacernos reír por varias vías distintas.

Ojo, no estoy afirmando que un humorista literario como el inglés Chesterton, por ejemplo, sea mejor o peor que un humorista “multimedia”. Porque es muy probable que Chesterton sea mejor literato, pero habría que analizar la comparación en el terreno humorístico, no literario. ¿Me explico? Además, tenemos que estar consciente de que hablamos de subjetividades, como todo en estos campos.

Otra cosa que me inspiró a hacer este artículo: casi nunca (para no ser absolutista) le han hecho un buen y justo reconocimiento a ese don especial que tuvieron esos pocos. Y digo tuvieron, porque solo menciono aquí a los ya fallecidos que están en el Salón de Humor de la Fama de nuestro sitio humorsapiens.com

Este 2 de octubre se cumplen 138 años que nació uno de esos polifacéticos creadores de humor, el señor Groucho Marx (1890-1977). Fue escritor, guionista de radio, cine y TV, comediante, conductor de TV, productor y miembro del reconocido grupo de humor audiovisual estadounidense “Los Hermanos Marx”. Y también el día 12 de octubre se cumplen 117 años del nacimiento de otro múltiple y fecundo humorista literario, escénico y audiovisual español Enrique Jardiel Poncela. Ambos son ídolos para mí, porque mucho influyeron en la formación de mi sentido del humor.

pero en realidad, lo que más me motivó a escribir este texto, fue ver esas dos fechas en las efemérides de nuestro Salón de Humor de La Fama.

Mi homenaje entonces a Groucho y Jardiel Poncela, pero también -en orden alfabético- a los demás polifacéticos humoristas que conozco:

* Alberto González (1928-2012), humorista literario, escénico y audiovisual cubano.

* Álvarez Guedes (1927-2013), humorista escénico, musical y audiovisual cubano.

* Andrés Redondo (1923-1993), humorista escénico, audiovisual y literario uruguayo.

* Castelao (1886-1950), humorista gráfico, literario y escénico español.

* Cástor Vispo (¿?-1966), humorista literario, escénico y audiovisual cubano.

* Chumy Chúmez (1927-2013), humorista gráfico, literario y audiovisual español.

* Copi (1939-1987), humorista gráfico, escénico y literario argentino.

* Daniel Rabinovcih (1943-2015), humorista escénico, musical, audiovisual y literario argentino.

* Délfor (1920-2013), humorista literario, audiovisual y gráfico argentino.

* Dranem (1869-1935), humorista escénico, audiovisual y literario francés.

* Edgar Neville (1899-1967), humorista escénico, literario y audiovisual español.

* Efraim Kishón (1924-2005), humorista literario, escénico y audiovisual israelí.

* Enrique Núñez Rodríguez (1923-2002), humorista literario, escénico y audiovisual cubano.

* Erdwin Fernández (1928-1997), humorista escénico, audiovisual y literario cubano.

* Félix Galipaux (1860-1931), humorista literario, escénico y audiovisual francés.

* Forges (1942-2018), humorista gráfico, literario y audiovisual español.

* George S. Kaufman (1889-1961), humorista escénico, literario y audiovisual estadounidense.

* Gérard Lauzier (1932-2008), humorista gráfico, escénico y audiovisual francés.

* Gila (1919-2001), humorista escénico, gráfico, literario y audiovisual español.

* Horacio S. Meyrialle (1913-1997), humorista literario, escénico y audiovisual argentino.

* Humberto Martínez Salcedo (1932-1986), humorista escénico, audiovisual y literario colombiano.

* Joaquín Muntañola (1914-2012), humorista gráfico, literario y escénico español.

* José Francisco Elizondo (1880-1943), humorista literario, escénico y musical mexicano.

* Július Satinsky (1941-2002), humorista escénico, audiovisual y literario eslovaco.

* Miguel Mihura (1905-1977), humorista literario, audiovisual y gráfico español.

* Norman Erlich (1932-2007), humorista escénico, audiovisual y literario argentino.

* Pablo Parellada (1855-1944), humorista gráfico, literario y escénico español.

* Paolo Villaggio (1932-2017), humorista literario, escénico y audiovisual italiano.

* Peter Ustinov (1921-2004), humorista audiovisual, literario y escénico inglés.

* Pierre Desproges (1939-1988), humorista literario, escénico y audiovisual francés.

* Pierre Étaix (1928-2016), humorista escénico, audiovisual y gráfico francés.

* Pierre-Henri Cami (1884-1958), humorista escénico, musical, audiovisual, literario y gráfico francés.

* Ramón López Montenegro (1877-1936), humorista literario, gráfico y escénico español.

* René Goscinny (1926-1977), humorista gráfico, literario y audiovisual francés.

* Roberto Fontanarrosa (1944-2007), humorista gráfico, literario y escénico argentino.

* Roberto Gómez bolaños (1929-2014), humorista audiovisual, escénico, literario y musical mexicano.

* Tono (1896-1978), humorista gráfico, literario y audiovisual español.

* Walter Lantz (1899-1994), humorista gráfico, audiovisual y literario estadounidense.

* Carlos Garaycochea (1928-2018), humorista gráfico, escénico y audiovisual argentino.

Todos los aquí homenajeados están fallecidos, como ya señalé, y todos se han destacado por su calidad en tres (como mínimo) manifestaciones artísticas distintas para expresar sus creaciones humorísticas.

Si algún lector recuerda otro, estaré feliz de incorporarlo a esta lista.

Honor a quien honor merece.

 

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El humorista (No. 5). "¿Es más propenso a deprimirse que otra persona?"

humorista-depresivo.jpgSi hacemos un breve recuento, nos encontramos con los casos del comediante Robin Williams, el guionista Joseph Bodolai y el cómico Chris Fanti, ambos del famoso programa humorístico estadounidense “Saturday Night Life”. O del emblemático comediante Freddie Prinze que se quitó la vida a los 22 años. O de Richard Jeni y Drake Sather, famosos practicantes del stand-up comedy norteamericano.

Pero no sólo esas tragedias suceden en Estados Unidos, “suenan” más porque tienen más “horas-pantallas”, sin embargo también podemos recordar el caso del brasileño Fausto Fanti, reconocidísimo por formar parte del grupo cómico“Hermes e Renato”. O de los argentinos Jorge Bonino, Julio de Grazia, Maruja Montes, Carlos Parrilla, César Ratti y Oscar Viale; así como de los comediantesMicke Dubois (sueco) y Tony Hancock (inglés), por mencionar algunos.

Y no sólo los que llegan al extremo de suicidarse, sino están también los que admiten públicamente su gran depresión, como el caso de Jim Carrey.

Entonces si nos atenemos a esa lista incompleta, ¿son muchos los humoristasque se suicidan o se vuelven locos o deprimidos crónicos? No creo. Claro, puede parecer que son demasiados, pero eso es debido a la difusión que tienen en los medios de difusión masiva; ya que en realidad no son tantos, si lo comparamos con el enorme número de humoristas que existen en cada país (escénicos, gráficos, músicos, etcétera), vivos o que mueren por otra razón.

Y si lo comparamos con los pintores, bailarines, escritores y demás creadores artísticos que les sucede lo mismo, tampoco vemos diferencias. Y si los comparamos con los albañiles, abogados, zapateros y empleadas domésticas, etcétera, menos nos asustaría esa lista.

No se me ocurre ninguna explicación para que los profesionales del humortiendan a deprimirse más que el resto de los seres humanos. 

Se podría argumentar que al hacer reír tanto se insensibilizan con la risa y la alegría, pero no hay ningún estudio que avale ese teoría. O que su fuente de creatividad es la tragedia que convierte en humor y al estar tanto expuesto al drama, lo arrastra a su vida. les aseguro que esas cosas les podría ocurrir a algún humorista por sus características de personalidad, de formación, pero no es algo común en el gremio.

Me vino a la mente ahora una historia apócrifa enmarcada en el siglo XIX:

Un médico vio que aquel paciente estaba con evidentes signos de depresión y una tensión emocional profundamente asentadas. Entonces recordó que en la ciudad estaban anunciando la actuación del más grande payaso de todos los tiempos y se lo sugirió al paciente como parte del tratamiento. “¿Por qué no va esta noche a ver al gran payaso Joseph Grimaldi?”, le dijo. El rostro del paciente fue cruzado por una repentina expresión de dolor y desilusión. “¡Doctor, si yo soy Grimaldi!”, le respondió.

Es una anécdota, quizás real, pero aislada, no conozco que esas cosas les sucedan con frecuencia a los payasos.

Lo que sí creo es que es muy probable que los humoristas nos hemos ganado la fama de ser “serios” cuando no estamos creando o comunicando humor. Eso sí lo he escuchado mucho.

Pero es fácil de explicar. La gente tiene altas expectativas de reír al toparse con un humorista “en la vida real”. Pero no se dan cuenta de que los humoristas somos seres humanos como ellos y tenemos nuestras responsabilidades, preocupaciones y deberes y derechos como todos. Y no siempre uno está dispuesto a hacer reír al prójimo. Sería inhumano si así fuera siempre. No somos cascabeles, ni hazmereíres a perpetuidad, ni esclavos de la diversión, ni de estar  animando, o amenizando la vida todo el santo día.

Pero además, ser humorista no es sinónimo de risa. Yo, por ejemplo, soy más de sonrisa que de risa. Desde mis inicios profesionales me ha gustado hacer humor fino, no vulgar, no simplón, y eso te obliga a cuidar la forma, por lo que me interesa no conseguir la risa fácil del público contagiada por mi propia risa, prefiero que se rían o sonrían con mi creación. Tampoco me gusta reírmeen escena como explicitándole al público que estoy diciendo algo gracioso, como hacen otros colegas. Eso no significa que me ría adrede cuando haga falta. Y fuera del ámbito artístico, he sido un “florón”, un “centro de mesa”, un “payasito” cuando he querido. Pero nada de lo anterior significa que tajantemente soy “serio” como humorista, ni que como tal debo estar siempre dispuesto a hacer reír.

Pienso que para entender mejor por dónde pasa el problema de la depresión –sea una persona humorista o no-, debemos detenernos y hacer una reflexión.

Propongo hacerla a partir de un libro: “La importancia de vivir”, del reconocido pensador y escritor chino Lin Yutang. Ahí él sugiere fórmulas como:

Realidad – Sueños = Un ser animal.

Realidad + Sueños = Idealismo.

Realidad + Humor = Realismo.

Sueños – Humor = Fanatismo.

Sueños + Humor = Fantasía.

Realidad + Sueños + Humor = Sabiduría.

Nos brinda otras en su libro, pero esta última fórmula bastó para provocarme y crear una yo, con el objetivo de esquematizar mejor mis pensamientos, aunque sabemos que nadie se va a poner a vivir el día a día mirando una fórmula escrita en un papelito y llevándola en el bolsillo al supermercado.

Pero insisto, me viene bien para desarrollar algunas ideas. Veamos.

La vida está compuesta por momentos buenos, malos y regulares. Llamémosle feliz al momento bueno. Por tanto, la lógica indica que debemos vivir con el objetivo de estar felices el mayor tiempo posible. Hay quienes piensan que la felicidad consiste en sólo intentar ser feliz. Y también están los que aseguran que los momentos felices son sólo breves espacios de tiempo. Pues aquí no habrá contradicción con ninguna de las dos posiciones.

Por otro lado sabemos que es imposible que alguien disfrute de una vida feliztodo el tiempo, porque la misma vida se encarga de que no suceda. Para eso están los momentos regulares y malos. O lo que es lo mismo: las desgracias, como la llamaremos. Que vienen aunque uno no las llame. Me refiero a: muerte, enfermedades o accidentes de nuestros seres queridos o de uno mismo; o se nos quema la casa, nos roban el auto, perdemos el carnet o la tarjeta de crédito, se rompe el computador o se rompe la cañería del agua en la casa, nos estafa una multienda, nos muerde un perro, nuestra pareja se va con otra persona, el hijo tiene un problema en clases, nos rechazan una licitación, nos echan del trabajo, nos rebajan el sueldo; en fin, muchas pérdidas, frustraciones, fracasos, victimizaciones, molestias, errores que cometemos y un sin números de desgracias más.

Para muchos, el intervalo de tiempo que transcurre desde que nos recuperamos de los estragos que nos provocó la desgracia, hasta que llega la próxima desgracia, es lo que llamamos felicidad. Siguiendo esa lógica, quizás siempre estamos viviendo para evitar desgracias y para salir rápido de la que nos afectó. Por ello quizás nuestro “negocio” está en mantenernos felices el mayor tiempo posible entre una y otra.

Por lo tanto, es obvio que hay que tener una fuerza, una energía enorme, que nos ayude a lograr lo anterior.

Pues aquí es donde aparece un superhéroe: el Humor.

Si uno vive casi siempre triste, o amargado, estresado, enojado, o con cualquier emoción negativa de ese tipo, entonces cuando llegue la desgracia uno se hundirá más y más, y hasta podría llegar a una zona de no retorno como la depresión crónica, la demencia en todos sus grados, el suicidio, o con suerte: con una calidad de vida pésima. Y ojo, esto es lo mismo para humoristas, obreros, estudiantes, campesinos, amas de casa, políticos, científicos, o el que sea.

¿Cómo se evita esa zona depresiva sin retorno? Viviendo en un estado habitual, permanente, de buen humor, de buen estado de ánimo, de buen talante y con el sentido del humor estimulado y desarrollado. Pues el Humor te ayuda a luchar contra la maldita e inevitable desgracia, pero sobre todo te da la energía suficiente para equilibrar lo negativo y volver a la normalidad; sin contar que cuando no viene la desgracia, uno está gozando más la existencia al vivir con alegría, optimismo, positivismo, disfrutando de una buena calidad de vida.

Esos son los momentos felices que debemos buscar.

Pero es muy inocente pensar que sólo con Humor vamos a tener más momentos felices.

Sabemos de gente muy inteligente en matemáticas, política, arte, ciencia, filosofía, etcétera, etcétera, (gente con el coeficiente "CI" muy alto, genios), viven sufriendo, o con calidad de vida pésima, porque no saben vivir, no son inteligentes para enfrentarse a la vida. Ese coeficiente específico tan alto les sirve nada más que para su especialidad. Muchas veces vemos a esas mentes brillantes que no toman buenas decisiones en lo laboral, en dónde vivir, con quién casarse, al escoger un amigo, perjudicando a alguien sin querer, no saber comportarse socialmente, por quién votar en las elecciones, no priorizar los problemas, y un largo etcétera.

Ojo, lo mismo le sucedería a un humorista genial, o a uno del montón, porque –insisto-, este "sayo" le sirve a todos.

Por lo tanto, es evidente que debemos dominar, por ejemplo, el campo de las emociones. La famosa inteligencia emocional, que de tan conocida no me extenderé en ella. Pero que es obvio que debemos controlarlas, para no ser infelices a causa de no darle importancia a algunas emociones, o al revés, por dejarse dominar por alguna de ellas.

Y no olvidemos tampoco la inteligencia espiritual. La que relaciona el espíritu y la materia, la que se ocupa de la trascendencia, de lo sagrado, del perdón, la gratitud, la humildad, la compasión, etcétera. Pero, cuidado, lo espiritual no es exclusividad de lo religioso, porque muchos se confunden y piensan que practicar las leyes espirituales del amor, paz, felicidad, son puras cosas divinas.

Si descuidamos la inteligencia espiritual estaremos creando autómatas. Me gustó esta frase que leí: “El quiebre espiritual se produce cuando todo tiene precio pero ya nada tiene valor”.

También los ateos, los agnósticos, y los religiosos, pueden en teoría pensar y sentir lo mismo, y en la práctica todos pueden aparentar o ser muy espirituales, ya sabemos cómo son los seres humanos. Pero de lo que no cabe duda es que hay que desarrollar esa inteligencia para crecer como seres superiores.

Para terminar, tenemos un factor de mucho peso en nuestra fórmula: lo relacionado con la educación, el aspecto cultural, más la imaginación, la creatividad, el sentido común, el sentido crítico, etcétera., que inciden tanto en cómo vivimos. A todo eso lo llamaremos “Formación”.

Entonces, con la suma de lo expuesto hasta ahora, armo la siguiente fórmula:

Inteligencia Emocional + Inteligencia Espiritual + Formación = Sabiduría

Humor + Sabiduría = Felicidad.

Por ello, un ejemplo de un momento de “felicidad” para mí, es pensar y escribir estas reflexiones.

Pero, en serio, nadie debe intentar vivir regido por fórmulas, aunque si usted hace el ejercicio de reflexionar con todo esto, hasta con el objetivo de tener argumentos para rechazar las fórmulas, estoy seguro de que ganará y avanzará para no quedarse atrás en la “evolución”.

La fórmula mágica de la eterna juventud no se ha inventado; pero fórmulas realistas para lograr la tan ansiada felicidad, sobre todo con el Humor como uno de sus componentes, sí existen. Humor más sabiduría, repito. Ambos conceptos arman un círculo virtuoso.

Conclusión, no hace falta ser humorista para deprimirse. Todos los seres humanos somos propensos a caer en ese pozo. Claro, sin dudas, ver un humorista que no fue inteligente para vivir, que no fue sabio para vivir, porque no profundizó en el estudio y la aplicación de la materia prima de su profesión, es más chocante, ¿no es cierto?

 

 

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El humorista (No. 4). "¿Es un payaso?"

descarga_7.jpegEres un payaso! ¡No soporto tus payaserías! ¡Cómo te gusta payasear! ¡Pareces un payaso con esa ropa puesta!

Esas y otras expresiones parecidas las hemos escuchados miles de veces a lo largo de nuestras vidas.

¿Se ha preguntado usted por qué esa profesión es tratada con tanto desprecio? ¿Por qué se usa esa palabra de forma tan despectiva?

¿No se supone que ser payaso es algo importante, porque nos divierte, sobre todo a los niños?

Entonces, ¿por qué se valora tan poco? ¿Por qué hasta los mismos humoristasusamos esa palabra peyorativamente?

Una razón puede ser esta: dentro del arte, dentro de la creación humorística, la “payasería” es lo menos elaborado. Obviamente, como es para niños, el tropezón, la caída, el falso golpe apoyado con un platillazo de la orquesta, el tortazo en la cara, el quitarle el asiento al otro, la supuesta patada en el trasero con esos zapatones talla XXXL, etc., etc., son chistes, gags y situaciones muy elementales, muy básicas dentro del humor. Provocan risasinocentonas, infantiloides. Quizás por ello los seudos intelectuales, los “curtos y apreparados” han condenado esa preciosa profesión al estiércol. Porque muchos colegas gritan que el humor es algo sublime, ideal, fino, perfecto, elevado; es decir, la búsqueda de la sonrisa inteligente y espiritual, y no esa cosa elemental, burda, grotesca, superficial, vulgar, naif, de mal gusto, que provoca la primitiva carcajada.

Lo siento, queridos intelectuales, pero para mí el payaso es un humorista"hecho y derecho", que hace ese humor básico la mayoría de las veces (los hay buenos y malos como en todo). Pero son colegas nuestros.

Conozco personas que argumentan que esos cómicos circenses hacen "comicidad" y no humor. Para no extenderme demasiado, invito al lector o lectora a visitar nuestra sección Teoría del Humor (Sapiens) donde explicamos nuestras definiciones de todos esos términos y que avalan esta reflexión.

Pero ¿qué otra razón podrían tener esos que desprecian al payaso? ¿No será que quizás en el fondo todos quisieran serlo, pero como no se atreven, se vengan despreciando a los que sí se atreven? ¿O será porque algún resentido, frustrado o ignorante dijo que la comedia, el humor, era un género menor y no desean que su "reputación" de intelectual se contamine? ¿O son seguidores del oscuro ser que nos enseñó que “La risa abunda en boca de tontos”, amenazándonos con una Biblia en ristre, ignorando adrede que en ese mismo Eclesiastés, más adelante se dice lo contrario?

Pero por qué esta defensa tan furibunda del arte del payaso, se preguntará alguien. Es que yo siempre lo he sido en mi vida, según el decir popular. En la enseñanza media -también en la universitaria- me destaqué como “florón”, “centro de mesa”, o como se le diga a la persona que se erige voz principal, como centro de atracción en un grupo, fiesta, banquete o reunión y cuenta chistes, o hace “gracias”, “monerías”, o “pinta monos”, como también se le llama a la payasería. Para bien o para mal, yo me destaqué mucho en ese campo y siempre cargué con ese mote despectivo.

Sin embargo, al pensar ahora mismo en esa época de “payasito” o “bufón” (otro sinónimo de igual fortuna), yo fui feliz, siempre estaba contento y le traspasaba alegría a todo el mundo. Por tanto, no me arrepiento. Además, esa fue la base para que en un tiempo después yo abandonara mi profesión de ingeniero y me dedicara por completo al teatro humorístico sin pudor ni escrúpulos.

Y aún sigo haciendo “pelayaserías” (un término creado por mi amigo y colega Pible, un especialista del juego de palabras). Y mis “pelayaserías” dentro del campo de la creación humorística, intentan ir más allá del puro chiste o gag(aún sabiendo que sólo eso es bastante), tratando de hacer el humor llamado “inteligente”, el que deja algo, el que hace crecer al ser humano, aunque sea un poquitín. Pero sin menospreciar el que no hago. Me interesa tanto la sonrisa interior, como la risa y la carcajada.

Debe ser por ello que defiendo y respeto tanto la profesión de payaso, aunque yo nunca he hecho, en el arte, un acto del repertorio “payaseril”. Pero conozco la creación humorística y sé lo difícil que es hacer reír, incluyendo la aparente simplicidad y ligereza del humor del payaso. Por ello prefiero decir que todo es parte de un todo: el humor. Porque no existe un humor que sólo haga reír y un humor que sólo haga pensar. Es el mismo en diferentes niveles de elaboración, profundidad y calidad. Por tal razón debemos considerar al simple payaso como hermano del humorista gráfico, del escénico, del musical, del literario; es decir, de Quino, de Chaplin, de Les Luthiers, de Mark Twain. Las diferencias las dan otros aspectos.

Quizás no venga muy al caso, pero me vino a la mente ahora una historia apócrifa enmarcada en el siglo XIX:

“Un médico vio que aquel paciente estaba con evidentes signos de depresión y una tensión emocional profundamente asentadas. Entonces recordó que en la ciudad estaban anunciando la actuación del más grande payaso de todos los tiempos y se lo sugirió al paciente como parte del tratamiento. ¿Por qué no va esta noche a ver al gran payaso Joseph Grimaldi?, le dijo. El rostro del paciente fue cruzado por una repentina expresión de dolor y desilusión. ¡Doctor, si yo soy Grimaldi!, le respondió".

A propósito, la anterior historia reafirma el mito de que los humoristas son serios y graves, mientras muestran esas enormes risas pintadas en su cara.

Propongo entonces resarcir, reparar, compensar, indemnizar, desagraviar, enmendar y subsanar a los payasos. ¿Por qué no lo revalorizamos a partir de ahora, basándonos en la preciosa labor que hacen “Payasos sin fronteras” o los médicos payasos que tanto aportan a la rehabilitación de los pacientes en hospitales? ¿Por qué no los dignificamos, pensando en la tradición rusa con el payaso Popov a la cabeza, o pensando en los geniales payasos del “Cirque du Soleil”, por mencionar sólo a algunos?

Por favor, es tiempo de que los colegas que hacen reír sanamente, no sean mirados a menos. El que no le guste, que no vaya a verlos, el colega que cree que está lejos de crear ese tipo de humor, que siga haciendo lo suyo, pero no desprestigien al gremio. Por favor.

Una curiosidad: no sé si usted sabe que en los circos, los directores alejan los chimpancés de los payasos, porque por alguna extraña y desconocida razón, esos animales atacan con mordiscos a los payasos. En serio, es cierto esto.

Por último, si usted no está de acuerdo con toda esta reflexión, escríbanos y podemos debatirlo. Sólo una cosa: no discuto con chimpancés.

 

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El humorista (No. 3). "¿Escribe para niños o es un escritor que hace humor infantil?

humor-infantil-literatura.jpgEsta reflexión está basada en mi experiencia. Solo en ella.

Para comenzar, voy a insistir en un punto fundamental según mi criterio. El humor no es un arte independiente. Es más, aún no tengo claro si es un arte. Aunque si lo fuera, sería un arte dentro de otro. En otras palabras, para crear humor hay que crear una de las modalidades artísticas que existe. Por lo tanto, el creador de humor debe primero dominar el lenguaje del humor.

Sabemos que no existe una carrera universitaria donde uno se gradúa de humorista. Existen técnicas y recursos, los cuales se pueden aprender. Por supuesto, su combinación y su ubicación en una obra depende del creador, de su talento y su gusto. Para eso no hay recetas. Claro, no es lo único a tener en cuenta.

También hay que aprender y dominar, aunque sea el mínimo (cosa poco recomendable, porque uno debe tratar siempre de dominar el máximo), el lenguaje del arte por donde va a canalizar su creación humorística.

Por ejemplo, yo tuve que aprender lo básico y algo más sobre literatura. Porque si uno no maneja bien la redacción, la concreción de ideas, la descripción, los diálogos, el armar un personaje, la dramaturgia, la originalidad del argumento, diseñar bien las situaciones, manejos de tensiones, el ritmo, más un poco o mucho la corrección de estilo, etcétera, etcétera., no podrá comunicar bien el mensaje humorístico que desea. El otro secreto es escribir, escribir y escribir y con esa práctica llegar al verdadero oficio.

Que esté dirigido a adultos o a niños depende de la complejidad de las ideas, su nivel de abstracción, el vocabulario, las intenciones y otras yerbas.

En mi caso, ¿cómo hacer humor infantil si nunca antes lo hice? Bueno, no es tan así. Todo el humor que he creado y creo aún para adultos, es apto para toda la familia, incluyendo los niños, sin dudas. Eso se demostró durante toda la trayectoria de mi grupo La Seña del Humor de Matanzas en Cuba. A los teatros asistían muchísimos menores de edad. ¿La causa? Nuestro humor era muy blanco, inocente, a veces negro, con absurdos y sorpresas, algo que les encanta a ellos.

El canal Televisión Nacional (TVN) nos trajo a Chile a Aramís y a mí, para escribir la última temporada del programa infantil Pin Pon. ¿Por qué? Porque Jorge Guerra, su creador, nos conocía de la Isla y sabía que podríamos inyectarle más humor a su espacio. Ese fue mi primer trabajo creativo directamente para niños. El segundo fue cuando en 1998 la Productora Nuevo Espacio se ganó la licitación del Fondo del Consejo Nacional de Televisión de Chile con su programa infantil Vigías del Sur, el cual salió al aire en el 2000 y cuyos guionistas fuimos Alejandra Fernández, una talentosa amiga chilena, Aramís y yo.

La tercera fue la vencida. Cuando renuncié como Director de Humor del Área de Entretención de Televisión Nacional, coincidió que pasaba por Santiago mi gran amigo argentino Luis Pescetti, especialista en literatura infantil, humorista escénico y musical y mil cosas lindas más. Pues él fue el que me convenció de que probara con el humor literario para niños, porque yo podía hacerlo bien, según él, y además era una especialidad casi sin competencia en Latinoamérica, me dijo. Hasta me hizo los contactos en varios sellos editoriales.

No era una decisión fácil. Sí, estaba dentro de mi carrera global en el humor, pero debía aprender un nuevo lenguaje: la literatura infantil, ¡y ya había pasado la media rueda! No era edad para aventuras.

Eso de aprender todo de una modalidad nueva para mí, sabiendo que para dominarla se necesitan años y años, era un desafío. Además, tenía que enfrentarme a algunas opiniones que me decían –indistintamente- dos argumentos en contra. Uno, que la literatura infantil tiene menos valor que la literatura para adultos. Por lo tanto, si yo vengo de triunfar en la escena y en la televisión para público adulto, pasarme para un arte menor no era muy aconsejable para mí.

Entonces comencé a leer todo lo que caía en mis manos sobre el asunto y a leer muchísimos libros de literatura infantil, obvio.

Supe que ese debate de si hay diferencias o niveles entre ambas literaturas es muy antiguo. No quiero profundizar ahora al respecto, porque este no es un espacio para analizar ese tema, pero solo diré un dato: la mayoría de los cuentos clásicos infantiles que conocemos (Caperucita, Blancanieves, etcétera), fueron escritos para lectores adultos en sus orígenes y solo con el tiempo se convirtieron en historias para niños. Con esto declaro que para mí no existe tal diferencia. Solo reconozco la literatura buena y la mala. Para nada creo que la infantil sea un género de segunda. Eso es un prejuicio. Y doy otro dato: cada vez más muchos prestigiosos autores de libros para adultos están probando suerte en la literatura para niños. Eso significa que cada vez más el prejuicio pierde terreno. Y se me ocurre esto otro: son muchos los autores para adultos que existen, y que de ese gran número sean unos pocos los que se aventuren en la literatura infantil, solo demuestra lo difícil que es crear libros para niños.

Así que dejé atrás a ese primer argumento en contra.

Lo siguiente que me dijeron es que bajarían “los bonos” de mi carrera, porque hacer humor infantil es un retroceso en ella, ya que el de adultos es más importante, más trascendental, y hasta más difícil de hacer.

Después de reflexionar bien sobre el tema, llegué a lo siguiente:

A los niños les atrae el humor porque se divierten, por supuesto, porque sienten placer. El humor está muy ligado al juego. Y el humor, al igual que el juego, se desarrolla en la imaginación. El juego es una manera de entender y manejar el mundo, los chistes son una manera de entender mejor el mundo y de manejar las reglas que lo rigen y las reglas del lenguaje. Porque para que haya risa tiene que haber un conocimiento mínimo de contexto, de reglas de comportamiento y de lenguaje. Es posible reírse cuando algo se trastoca, porque se ve desde otro punto de vista. Cuando los niños se ríen de un chiste, es que están comprendiendo el mundo y lo logran porque el humor les muestra el mundo desde otro ángulo.

Un chiste encierra una poderosa unidad de sentido, y es por eso que cuando el niño se ríe, se ríe además del placer que le produce darse cuenta que está entendiendo, que comprende, que domina algo. No olvidemos también que el chiste se logra con la mayor economía de palabra y brevedad de tiempo, elementos bien atractivos para el niño.

El sentido de lo cómico, como el sentido estético e incluso el sentido común, se educa a través de juegos de palabras, adivinanzas, disparates, canciones, onomatopeyas, utilizando la fantasía y manejando siempre el lenguaje.

Desarrollar el sentido de lo cómico en los niños, es desarrollarles la creatividad, la inteligencia, la sensibilidad, el sentido crítico, el sentido común. Es hacerlos crecer espiritualmente. Es hacerlos mejores personas. Y asegurándonos de que lo hagan en un medio alegre, sano, festivo, atractivo y placentero.

Reflexionando sobre todo lo anterior me di cuenta de que es muy importante hacer reír al adulto y que eso conlleva un trabajo duro y esforzado, así como también se reciben más reconocimientos. Sin embargo, hacer humor para niños no es muy distinto, pero tiene un incentivo superior: el de saber que estas haciendo futuro, de saber que estás mejorando la humanidad con tu granito de arena. Quizás no se reconozca tanto ese creación como la dirigida a adultos, pero sin dudas, tiene más peso en lo humano, por lo menos para mí.

Por ello, decidí, sin dejar de hacer humor para adultos, comenzar a crearlo para niños.

¿Qué podría pasar? ¿Que al principio mis libros no fueran tan buenos por no tener oficio? De acuerdo, pero también sabía que comenzaba con un mínimo de conocimientos de literatura al ser un fanático lector toda mi vida, al escribir guiones de televisión para programas infantiles y al saber que el humor que hacía en teatro les gustaba a los niños. Además, en mi indagación previa vi que existía literatura para niños y libros para niños, dos cosas distintas, pero muy necesarias ambas. Los libros para niños (solo de chistes, o parodias, por mencionar solo dos ejemplos), no me asustaban, porque me sería fácil crearlos. Y llegar a ser un literato era un desafío, pero agradable. Solo habría que esperar lo lejos o cerca que estaba de serlo en mi primer libro, y trabajar mucho para ir adquiriendo oficio con los años.

Llevo ya 53 libros publicados (47 para niños). Gracias al humor, mis libros han conquistado a muchos lectores infantiles.

Es por ello que la pregunta de si soy un humorista que escribe humor para niños, o un escritor que hace humor infantil, ya no tiene sentido para mí.

 

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¿Cubanos anti migrantes?

descarga_28.jpegNo estoy entendiendo bien. Debe ser porque no vivo allá. Pero entre los candidatos a presidente en E.U. hay un megalómano con peluquín que está en contra de los inmigrantes. Eso no me sorprende mucho. Pero que hayan dos de padres cubanos que piensen así me parece extraño. ¿No es un absurdo?

Vaya, que estén avalados por el Tea Party es terrible, pero hay que respetar cómo piensa la gente. ¿Y en un país compuesto por inmigrantes? No entiendo.

Analicemos: si alguien llega a mi casa, donde vive mi familia de 4 miembros y pide quedarse porque no tiene donde vivir, deberíamos ayudarlo.

Por lo menos por un tiempo. Si viene después otro, bueno, haciendo un esfuerzo se le recibe también. Pero si llegan cuatro o cinco, todo el mundo entenderá que se vuelve muy difícil acogerlos, porque no cabríamos, nos estorbaríamos, se pelearían todos, habrá más boca para comer, lavar ropa, baño ocupado, etcétera. No se puede.

 

Eso es lo que sucede con la avalancha de migrantes en muchos países actualmente. Uno puede recibir a cierta cantidad, pero a partir de ahí hay que negarse o sería el caos. Es evidente.

Pero tenemos un gigante problema. Por una parte es humanitario ayudar a esa gente y por el otro los países deben poner un límite. Por lo tanto, también es evidente que se deben hacer dos cosas:

1-Eliminar el conflicto en los lugares de donde emigran esos infelices, con el objetivo de detener la migración (sin contar evitar muertes y sufrimientos, obvio).

2-Mientras no se resuelve el punto anterior y sigue emigrando la gente afecta, los organismos internacionales deben acordar una repartición de esos migrantes entre todos los países, para que no se les cargue la mano solo a unos pocos.

Pero eso es en cuanto a las masivas estampidas de la guerra de Siria y Medio Oriente en general y de hambrunas y abusos de África. Sin embargo, está también la emigración de latinoamericanos hacia Estados Unidos.

Si fuera en mi casa, para seguir el ejemplo que puse, se me ocurre echar para la calle a los delincuentes, haraganes, etc. Darle oficialmente el estatus de habitante de mi casa al resto de los indocumentado que trabajan y producen y obvio, hacer un buen estudio para saber a cuánta gente puedo acoger. Con eso sabré si continúo aceptando a nuevos o cierro la entrada, porque perjudicaría a mi familia ya.

¿Ese estudio está hecho en Estados Unidos? Lo menciono porque se reciben, por ejemplo, el número de cubanos que sea, aún sabiendo que la mayoría de los que emigran de la Isla ahora no lo hacen por problemas políticos, como antes. Todos conocemos que están saliendo para ganar un dinerito y regresar rápido a Cuba a gastarlos allá. Ojo, yo no estoy en contra del que quiera hacerlo. Es su derecho y debe ser libre en su actuar, aunque a otros no les agrade eso. Lo que digo es que como es así, entonces esos cubanos deberían ser tratados como a cualquier otro latinoamericano, sin favoritismos. Y claro, si demuestra que es perseguido político que pida asilo.

También en Chile ocurre algo parecido, pero en menor proporción. Bolivianos, peruanos y colombianos, sobre todo, están invadiendo el país. Llegan buenos, malos y regulares, como somos los chilenos también. Muchos trabajan como mano de obra dura y barata y muchos son explotados como esclavos por algunos chilenos. Otros coterráneos protestan porque esos extranjeros les están quitando los puestos de trabajo al ofrecerse más barato. Sabemos que la mayoría de esos inmigrantes solo desean hacer un dinerito y volver a sus tierras o ir enviándoselo a sus familiares cercanos. Es algo normal y humano. Por lo tanto, se aplica la misma propuesta: Chile debe hacer un estudio de hasta cuántos inmigrantes puede aceptar sin que se dañe el nivel de vida de sus ciudadanos.

Claro, mi propuesta no admite que se violen los derechos humanos de nadie, que no se maltrate a nadie, que no se discrimine a nadie.

¿Ando muy perdido en este tema?

Por favor, para esta reflexión no me interesan las explicaciones de si quién tiene la culpa, qué se hizo o se dejó de hacer, etc. No es el momento ni el este es el espacio para debatir quién es el culpable de los bombardeos, si son justificados o no; o si el Estado Islámico es el culpable por su eviddnte deshumanización; o si Estados Unidos es el responsable de esto o aquello o de si la situación de Cuba es la causante de la emigración, etc.

Este texto es solo para analizar cómo se puede resolver los problemas. Acepto todo tipo de propuestas decentes.

 

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El humorista (No. 2). "¿Es un comediante?

que-es-un-comediante_0.jpgLa pregunta: "¿qué es un comediante?" es más fácil de responder que la otra. Por eso debemos comenzar esta reflexión por lo más básico, lo más elemental, e ir aumentando la complejidad del análisis. Y también es el momento de aclarar que todo ese análisis que desarrollaré a partir de este instante, no tiene la intención de sentar cátedra. Se trata solo del fruto de mi visión personal, por lo que puede provocar diferencias con otros estudiosos o interesados, debido a la subjetividad de todo lo relacionado con el arte y en especial con el humor. Dicho esto, pasemos a la reflexión.

Por ejemplo, imaginémonos a una persona X que es simpática, graciosa, chistosa, con vis cómica; es decir, que tiene talento para hacer reír durante la sobremesa, o en las reuniones o fiestas, u otros eventos sociales. Si esa persona hubiera vivido hace siglos quizás fuera un bufón, que no era más que un personaje gracioso, bromista, encargado de divertir a reyes y cortesanos con chocarrerías y gestos. ¿Qué tienen en común? Que ambos hacen reír a su público de manera sola ante ellos. Sin embargo, el bufón era un profesional; es decir, vivía de provocar risas y la persona X no.

Pero a esta persona X se le ocurre hacerse aficionado o profesional en el arte escénico, y decide presentarse él solito, ya sea en teatro, circo, cabaré o en un medio audiovisual, por ejemplo. Esto, ¿en qué lo convierte? Lógicamente, primero se clasificaría como artista del escenario, obvio. Pero eso es demasiado general.

Sin embargo, para poder pararse él solo sobre un escenario y ante un público en vivo o no, esa graciosa persona X tiene que aprender el lenguaje del arte que utilizará, ¿no es cierto? Tiene que dominar o poco o mucho el lenguaje del arte de la actuación, como mínimo, pero también el lenguaje del arte del teatro si hace teatro, del circo si hace circo, de la televisión si hace tele, etc., etc.

Después de aprender todo eso y dominar también el arte específico del humor que desea interpretar, se para solito en escena y trata de hacer reír.

Esa persona X, ¿qué es entonces, insisto? Veamos.

Según la definición de la Real Academia Española, si actúa haciendo reír, especialmente en un teatro, es un comediante. (Ojo, por comodidad, a partir de aquí cada vez que escriba la palabra "comediante", me estoy refiriendo también al femenino "comedianta".)

Un poco vaga la definición, como casi siempre la redacta la Academia. Pero sigamos en su cuerda: “comediante” viene de cómico, cuyo significado es “que divierte y hace reír; o perteneciente o es relativo a la comedia; o también es dicho de un actor que representa papeles cómicos; o comediante”. Sí, se usa como sinónimo también. Y cómico viene de comedia, que es: “pieza teatral en cuya acción suelen predominar los aspectos placenteros, festivos o humorísticos, con desenlace casi siempre feliz; o también es: género cómico”.

Conclusión: comediante es alguien que puede actuar solo -o no-, en escena con el objetivo de hacer reír y no hemos llegado a nada más concreto.

Solo podemos asegurar que a partir de ahora, todos los que aquí mencionaremos, ya sabemos que son comediantes.

Pero el concepto, el significado de comediante, le sirve a muchas manifestaciones artísticas que realiza una sola persona en escena (con intención de hacer reír, claro).

Como por ejemplo, el prefijo “mono” quiere decir “único”, “uno solo”, y “logo” significa “persona versada” o “especialista”, por lo tanto, nos viene bien analizar a la persona versada en hacer algo en escena él solo, lo que vendría a ser un monólogo.

Según la RAE, monologuista es el que actúa un solo personaje en una obra dramática. Muy bien, pero añado yo: si es comedia; es decir, que se propone hacer reír, es un “monologuista cómico”. (No señalo aquí el soliloquio, porque es una reflexión interior de un personaje, fingiendo que habla para sí y solo en escena, pero es dentro de una obra, no es la modalidad de la persona sola en escena todo el tiempo).

Pero ya tenemos algo. Si aquella persona X del inicio se para solito en escena, además de calificarlo como comediante, podemos decir que es un monologuista cómico.

Claro,  eso sería si hace un personaje en una obra (en una representación que empieza, se desarrolla y se cierra con un solo personaje en escena). Entonces puede representar un personaje de la vida real, ficticio, realista, caricaturesco, etcétera. Incluso se puede representar él mismo y contar-actuar su obra.

¿Con esto terminamos? Claro que no. Conocemos a artistas que se paran solos en un escenario y nos cuentan un cuento, desde la posición de un narrador. Son los cuentacuentos, que si tienen intención de hacernos reír se convierten en comediantes también, ¿por qué no? Es que para hacernos reír, como dijimos, tienen que dominar el arte de hacer humor y el lenguaje de la actuación y el lenguaje teatral, ¿no es cierto? Pero no son monologuistas cómicos, porque no interpretan un personaje, sino que narran cuentos que tienen distintos personajes. Hay una buena diferencia, sin dudas.

Así que tenemos ya entre nuestros comediantes, al monologuista cómico y al cuentacuentos cómico. Pero hay más, obvio.

Están los que se suben en un escenario, ellos solitos, y nos cuentan su repertorio de chistes. Pero no nos cuentan cuentos, aunque los chistes son mini historias muchas veces. Por esa diferencia, a esas personas no podemos clasificarlos como cuentacuentos, insisto, porque ellos no narran un cuento con personajes, descripciones, etcétera. El chiste, en lo formal, es una unidad indivisible con una mínima economía de recursos; es decir, algo muy breve con unicidad y con la intención de hacernos reír. Así que esta persona no es un monologuista, ni un cuentacuentos, y practica una modalidad que tiene reglas propias.

Entonces llegamos a un comediante que denominamos cuentachistes.

Pero existe otra modalidad escénica que se puede desarrollar en un circo o en un teatro o music hall, cabaré o revista de variedades. Me refiero a un payaso, cuya definición es: artista generalmente caracterizado de modo extravagante, que hace reír con su aspecto, actos, dichos y gestos. Casi siempre se presentan en circos o en modalidades teatrales, pero los hemos visto incluso haciendo un espectáculo unipersonal. ¿En qué se diferencian estos comediantes de los otros que hemos visto hasta aquí? Que aparecen caracterizados y que hacen un tipo de humor más físico, inocente, blanco, infantil.

Existe un anglicismo para traducir "payaso" y es "clown". A mí, un enamorado del idioma español, no me gusta usarlo. Pero no se puede negar que muchos lo utilizan, por lo que es imposible obviarlo. ¿El clown es un payaso entonces? No está muy claro el asunto, porque sus defensores afirman que clown es más que un payaso, ya que va más allá del "simple hecho de hacer reír". Así que por tal motivo, tampoco puede aparecer en esta lista de comediantes, y de esa manera los complazco, debido a que no desean que los confundan con payasos (¡palabra peyorativa para tantos!), ni que los confundan con artistas que solo quieren hacer reír (¡qué ignominia!). Sin embargo, me he encontrado con otros que no les molesta ser payasos y cómicos. Por lo anterior, es decir, por estos últimos artistas que piensan así y porque yo también coincido con el criterio de que payaso es sinónimo de clown (y si hay diferencias es en el tipo de humor que pudieran hacer. En otras palabras, podría admitir que el clownes un payaso que hace un humor menos "físico" e infantil quizás), cambio entonces mi decisión e incorporo el término clown a nuestra lista. 

Hagamos un recuento entonces de lo que se puede convertir la persona X si desea dedicarse profesionalmente a hacer reír, él y solo él, en escena: hemos mencionado a comediantes que pueden ser monologuistas cómicos, cuentacuentos cómicos, cuentachistes y payasos o clown.

Pero esto no se detiene.

Muchos artistas se paran en escena solitos con el objetivo de hacer reír y no practican nada de las modalidades vistas hasta ahora. ¿Y qué hacen? Pues se lanzan a dominar además del lenguaje humorístico, actoral y escénico, otra rama artística. Y se convierten en magos cómicos (porque hacen magia), o mimos cómicos (porque hacen pantomima), o fonomímicos cómicos(porque hacen pantomima imitando cantantes), o agarran una guitarra, por ejemplo y se convierten en lo que desde la Antiguedad se conoce como juglar (se les dice trovador también, porque cantan acompañados de un instrumento, casi siempre de cuerdas). O tocan otro instrumento tradicional como piano, violín, etc.. O aprenden uno o varios instrumentos, ojalá poco convencionales y se hacen excéntricos musicales (porque interpretan música -y/o cantan-, de manera extravagante o peculiar, o distinta). Reitero, practican otra modalidad artística para representar en escena ellos solos y lo hacen con intención de hacer reír. Son distintos tipos de comediantestambién, ya que de alguna forma actúan y usan los lenguajes escénicos. Solo para distinguirlos de los demás, en este texto los llamaré cómicosespeciales.

¿Ahora sí terminamos el listado? No. Nos falta una modalidad muy de moda: el stand up comedy. No me cae bien el nombrecito porque es un anglicismo y debería tener un nombre en español, nuestro bello idioma. ¿Cómo traducirlo? Algunos le dicen “comediante en pie”, pero es algo raro, porque los otros comediantes aquí señalados no se presentan acostados, lo hacen de pie también (la mayoría de las veces). Otros lo traducen como “comediantes en vivo”. También extraño, porque los otros comediantes no están muertos y se presentan en teatros y demás escenarios con público “en vivo” también. Muchos les dicen “standuperos”. Veo una intención de castellanizar el término pero suena horrible. En fin, prefiero -bajo protesta- seguir llamándolos como artistas que hacen stand up comedy.

¿En qué consiste esta modalidad? Así dice su definición: “es un estilo donde el comediante se dirige directamente a una audiencia en vivo. A diferencia del teatro tradicional, en esta modalidad el comediante interactúa con el público, estableciendo diálogos con algunos de sus espectadores”.

Y llegamos al fin a tener la lista completa de comediantes solitarios en escena:

*Monologuistas cómicos.

*Cuentacuentos cómicos.

*Cuentachistes. 

*Payasos o clown.

*Cómicos especiales.

*Los que practican el stand up comedy.

Ahora la pregunta sería: si esa persona X decide convertirse en artista, en comediante para presentarse solo en escena, ¿cuál de estas modalidades escogería como la mejor de ellas? En otras palabras, ¿cuál de esta variantes artísticas es mejor y cuál peor? ¿Hay diferencias de calidad entre ellas? Veamos.

En todas, repito hasta el cansancio, el artista solitario tiene que dominar el lenguaje humorístico, el lenguaje actoral y el lenguaje escénico, de alguna manera y en algún grado o medida, ¿no es cierto?.

¿Podríamos afirmar que el payaso siempre hace un humor más burdo, simplón, elemental, más grueso (físico)? No estoy convencido de ello. Si observamos los payasos del Circo del Sol, vemos que han montado rutinas muy elaboradas artísticamente, e incluso más “intelectuales”, más conceptuales. Así que depende de los objetivos del artista. El payaso de un circo “normal”, que sabe que su público estará compuesto por niños del barrio de turno, solo le interesa montar sus gags de tropezarse, golpearse, etcétera., los cuales sabe que serán un éxito entre los pequeñines. Por otro lado, los que tienen más ambiciones de realización personal buscarán rutinas más complejas y nos encontraremos a payasos que deciden solo trabajar en teatros y otros escenarios fuera del circo y presentar sus números para adultos con mayor riqueza escénica y de contenido. En fin, que de ninguna manera debemos subvalorar esa modalidad.

También se podría afirmar que los cuentachistes solo tienen que conseguir un buen repertorio de chistes y apoyándose en su gracia personal solo tienen que contarlos. Sin embargo, no es fácil. Hacerse de un buen, original y exclusivo repertorio es difícil, sobre todo ahora con Internet donde ahí se encuentran casi todos los chistes del mundo. También hay que tener talento para hilvanarlos con coherencia, mientras más ingenio demuestre en eso, mejor el resultado de su presentación. El cuentachistes tiene que saber a qué público va dirigido su chiste. Y por supuesto, tiene que saber la mejor manera de contarlos, donde colocar una expresión, dónde hacer un silencio, dónde poner una vocecita, una mirada, un gesto, donde alzar la voz o susurrar, etc. y todo de manera rápida, precisa e impactante, por la brevedad de lo que cuenta. En fin, que el cuentachistes puede ir de un pésimo graciosillo a un excelente comediante.

Lo mismo sucede con el monologuista y los demás. Es más, he escuchado fuertes críticas a los que practican el stand up comedy, argumentando que apenas actúan (no hacen personajes la mayoría de las veces), que se apoyan solo en sus textos, que muchos ni tienen vis cómica y se atreven a pararse delante del micrófono  a decir verdades o críticas directas que el público quiere oír y nada más. Yo he visto bastante de esos colegas y puedo asegurar que, como en todo las demás modalidades, la calidad no depende de las modalidades mismas, sino del criterio y buen gusto del artista. Obvio que hay comediantes malos, regulares y buenos. Pero no creo que una modalidad sea mejor que otra. Y dependerá del gusto y formación de cada espectador también. Pero el abanico es grande y abarcador para todos los gustos e intereses.

En mi criterio, el stand up comedy tiene un doble filo a tener en cuenta. Por una parte, comparado con las demás modalidades, se requiere mucho menos actuación, poquísimo dominio del arte teatral. Se apoya demasiado en el guión, en el contanido de lo que se desea comunicar. Y todo eso atrae mucho a los mediocres que ven una oportunidad de convertirse en artista con poco talento. Buscan temas que saben que el público aplaudirá, porque son verdades y las pueden decir sin elaboración, sin creatividad y serán bien recibidos. A eso se le agrega un racimo de groserías, malas palabras y vulgaridades, asegurando la risa además del aplauso. Y por último, esos mediocres aprovechan y "cuelan" en su rutina un buen párrafo "en serio", sobre un tema importante (política, sexología, feminismo, corrupción, etc.) y se cree que con eso gana en prestigio. Para mí lo único que consigue es una peor evaluación, porque si desea dar moralejas, enseñanzas o discursos políticamente correctos, que lo haga, pero que incursione en otro arte y no en el humor, como se nos vende. El stand up comedy le da esa posibilidad, como nunca antes en otra modalidad dentro del arte de hacer humor.

Pero por otro lado, esta modalidad da también la oportunidad al talentoso, que estudia su presentación, estudia y practica las pausas debidas, la entonacion precisa, el gesto adecuado, la inflexión, el movimiento, la expresión y hasta el vestuario, la luz, el efecto de audio, etc. (domina entonces el lenguaje actoral y teatral) y con ingenio y elaboración artística dice esa verdad que el público siempre aplaude, pero con creatividad e imaginación para que también ese público admire la propuesta y los haga pensar. Y no tiene que decir una palabrota o grosería por gusto, sino solo cuando es necesaria. En fin, ese talentoso artista tiene una mayor oportunidad de expresarse, de llegar a un público, que en otras modalidades de peor acceso y por esa razón también es valido el stand up comedy. Somos nosotros los consumidores los que tenemos que saber distinguir entre el abundante mediocre y el verdadero creador.

Y voy finalizando esta reflexión: si todos en esta lista son comediantes como vimos, al tener la intención de hacer reír, ¿no hacen humor? Por supuesto que sí, todos hacen humor. Y el arte de hacer humor se llama humorismo.

¿Pero por qué afirmo que hacen humor? ¿Y qué es en realidad el humorismo?

A ver. Una persona percibe una realidad distinta a la información que tiene guardada en su cerebro como esa realidad. Es una incongruencia que le llega por alguna vía (la ve, se la dicen, se la imagina o la crea) en un contexto pseudosocial. En otra zona de su cerebro encuentra una relación, un vínculo, entre ambas realidades. El cerebro "premia" el haber resuelto ese acertijo, ese “jueguito” y ordena segregar cierto tipo y concentración de hormonas. Llega el placer cómico y la manifestación externa de todo es la risa o la sonrisa. En fin, esa persona vivió internamente el proceso de lo cómico.

Entonces decide “jugar” socialmente y compartir esta experiencia, convirtiéndose en “fuente”. Envía, entonces, el mensaje a un receptor, que percibirá la incongruencia con sus condiciones subjetivas y específicas de personalidad, cultura y estado de ánimo y reirá o sonreirá si finalmente pasa por el mismo proceso cómico en su interior.

A ese juego social de comunicación de lo cómico es a lo que denominamos “humor”. (Esto es parte de la Conjetura Humor Sapiens, por lo que es fácil que aquí surjan oponentes a esta forma de teorizar).

El humor es un juego.

El humor puede manifestarse desde una espontánea conversación cotidiana hasta en un pautado discurso político. Pero siempre y cuando exista la intención consciente de hacer reír a un receptor.

Si la fuente envía sin intención un mensaje que el receptor percibe como incongruencia y termina riendo producto del proceso cómico, no habría humor, porque la fuente no estaría jugando y por ende no cumpliría el rol de jugador. Aplicándose ese caso a la pirueta de un perro, a cierto recuerdo, al clásico resbalón por una cáscara de plátano, o a decir incluso un juego de palabras sin darse cuenta, entre otros ejemplos.

Pero el humor puede ir más allá y, con intención, “jugar” hasta profesionalmente; es decir, alguien puede crear o recrear un hecho cómico y comunicárselo a uno o a millones de receptores a través de una manifestación artística. Esto es el arte humorístico, que llamamos humorismo. Y es donde mayor elaboración del humor encontramos, tanto en forma como en contenido, como en cualquier arte.

¿Por qué sucede esto? Porque el arte es también un juego. Las manifestaciones artísticas que producen placer estético, no son más que juegos evolucionados –como el humor-, que suceden en los seres humanos al dar el salto cualitativo del juego físico al juego con el desarrollo del proceso cognitivo, con el lenguaje, la asociación de ideas, el pensamiento abstracto, etc.

El placer estético y el cómico tienen una misma raíz en el placer lúdico. Y el humor más elaborado, más complejo que una simple conversación social, solo puede manifestarse a través de un lenguaje artístico. Y puede hacerlo por provenir ambos del juego.

Entonces esa persona X que decidió hacer carrera haciendo humor el solito en escena, ¿es un humorista? Reflexionemos una vez más.

¿Qué es un humorista entonces?

Humorista es el que hace humor. Pero si bien es cierto que en el proceso de la expresión y comunicación humana es posible resultar humorístico sin que nadie lo espere, y hacer humor sin pretenderlo, resulta obvio a la intuición que debemos llamar humorista sólo al que hace humor deliberadamente, es decir con la intención de provocar placer cómico. Aunque por hábito, suele llamarse humorista solo al que se gana la vida haciendo humor, olvidando al que lo hace también habitualmente, o frecuentemente, pero sólo por el placer de hacerlo, aunque no le paguen más que con la risa o la sonrisa, como es el caso de un aficionado o incluso un ocasional cuentachistes de sobremesa, como empezó esa persona X. Él también, por supuesto, es un humorista.

Entonces, para resumir, tenemos que los comediantes –de cualquier modalidad-, son humoristas.

Y no solo los comediantes, los que hacen literatura con humor, los que hacen guiones y libretos con humor, los que hacen humor con música, con danza, con dibujos, con esculturas, con cine, con videos, etcétera. Sí, son humoristastodos los que crean humor.

Así que cuando vea a un monologuista, cuentacuentos, cuentachistes, payaso, “standupero”, excéntrico musical o cantante, mago, acróbata, u otro artista que trata de hacer reír , diga que está viendo a un comediante o a un humorista que es igual. Y si ve también a un literato, artista visual, etcétera. que haga humor, diga que esta viendo un humorista.

No se deje llevar por las clasificaciones que hacen algunos apoyándose en algo tan subjetivo como la calidad artística. Como Fernádez Flores, el escritor y miembro de la RAE en su época que rechazaba con odio ciego al chiste y lo diferenciaba bien de la literatura que para él sí era humor. Sin pensar que el objetivo de ambas modalidades es hacer reír. Pero huía de la imagen del payaso, porque para esa gente que lo cataloguen de payaso es lo peor. Siendo que el payaso es tan humorista como cualquiera. He visto cómo un caricaturista quiere alejarse del humorista gráfico, porque ve que el oficio de hacer reír es indigno. He visto a algunos “standeuperos” que se quieren desligar del cuentachstes y del payaso, porque piensan que lo que hacen es más “intelectual”, más “artístico”. Esos escritores, caricaturistas y “standuperos” (para seguir con esos ejemplos), están convencidos de que el humor es solo el que hace pensar, el que conmueve, el que eleva tu espíritu y el tortazo en la cara o el chiste fácil –verbal o dibujado-, denigra sus profesiones. Y están rotundamente equivocados. El escritor malo, el caricaturista malo, el “standupero” malo denigran más la profesión que el payaso, el humorista gráfico o el cuentachistes. Porque solo existen humoristas, que son los que crean humor, sin importar para nada la clasificación por calidad. Solo hay humor bueno y humor malo, sea un humormuy físico o muy “intelectual”.

Mis respeto y admiración por la valentía de esas personas que deciden pararse solitos en un escenario para hacer reír, sea cual sea la modalidad que escogen para realizarse. Es un oficio muy duro y complicado. A todos ellos hay que aplaudirlos de pie.

 

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El humorista (No. 1). "¿Nace o se hace?"

humorista.jpgAnte todo, creo que puedo afirmar con toda seguridad que soy un humorista. Pero como también soy una persona honorable y decente (aunque no lo podría afirmar tanto como lo anterior), no me califico yo mismo de bueno, regular o malo en lo que hago. Esa es una labor de otros (¡allá ellos!).

Sin embargo, no puedo avanzar si no fijamos la definción de humorista. Veamos:

1. Persona que se expresa o manifiesta con humorismo. (Me refiero a una persona común y silvestre, en la vida cotidiana y en situaciones espontáneas y haciendo reír con intención).

2. Persona que en sus obras, literarias o plásticas, o en sus actuaciones en espectáculos públicos, o en cualquier otra modalidad artística, cultiva el humorismo. (Me refiero a artistas, que hacen humor con intención de hacer reír).

Pues yo soy de los que casi siempre tengo intención de hacer reír, ya sea en la vida como en el arte. Por lo tanto, insisto, todo me indica que soy humorista.

Ahora, me tomo como ejemplo y analicemos mi caso. ¿Nací humorista?

¿Se esperaba que yo fuera humorista por herencia, ya que mi padre, mi madre, mi hermana o algún pariente cercano se dedicó a hacer reír?

No.

* ¿Hubo algún presagio, un vaticinio, una profecía, una predicción o alguna señal divina, esotérica o mitológica anunciando que yo iba a ser humorista?

No.

* ¿Mi familia hizo algún pacto, una promesa, un juramento, firmó un contrato, un convenio, o se propuso, incluso antes de mi gestación, formarme como humorista?

No.

* Cuando el doctor me agarró por las piernas y golpeó mis nalgas en vez de llorar, ¿me eché a reír?

No.

* Lo normal es que un bebé sonría por cenestesia el primer mes, o sonría por estímulos táctiles como masajes, cosquillas, etcétera, y un mes después lo haga por estímulos visuales. ¿Yo sonreí desde el primer día de nacido, cuando me tocaban para lavarme o limpiarme “aquello”?

No… ¡No!

* Según el Dr. McGhee, investigador norteamericano, después del segundo mes y por varios más, el bebé sonríe cuando reconoce objetos como las caras de sus padres o hermanos. ¿Yo sonreí o reí acaso en esa etapa, al ver el rostro de mis familiares haciendo muecas tontas y balbuceando sandeces para hacerme reír, o al ver la cara de un clown desteñido o el rostro de Einstein sacando la lengua?

No.

* Entre la semana 10 y 20, aparece por primera vez la risa en la interacción entre el bebé y su cuidador, asegura Alan Fogel, psicólogo e investigador norteamericano. ¿Yo me reí a carcajadas en la primera semana? ¿O me reícon mi cuidador o con la vecina de mi cuidador, por ejemplo?

No.

* ¿Durante mi niñez, me reí de chistes de nivel universitario? ¿O hice reír a humoristas profesionales, a ancianos académicos, o a algún público especializado?

No.

* ¿Entonces se puede asegurar que nací predispuesto a la risa o con un don especial para hacer reír?

Sí… es broma. ¡Claro que no!... Mejor dicho, no lo podría afirmar.

¿Por qué? Porque para saberlo habría que esperar a crecer, y ahí captar si realmente nací con vis cómica, con un don especial; es decir, si poseo o no una tremenda facilidad para producir risas, para crear humor.

Entonces, en lo que esperamos a que yo crezca (si es que lo hago algún día), busquemos más sustancias para responder la pregunta del título.

Aquí deseo informarles que durante varios años de mi vida (aún lo hago, incluso), y contando hasta el día de la publicación de este artículo en Humor Sapiens, he entrevistado a ciento cincuenta y dos (152) estudiosos del humory humoristas de todas las manifestaciones artísticas de dieciocho países (ver las entrevistas publicadas en www.humorsapiens.com). Y si no he entrevistado a más colegas es porque no tengo cómo contactarlos.

Entre las preguntas a ellos formuladas está esa de “¿el humorista nace o se hace?”. Les doy un resumen de lo que me respondieron, para no hacer interminable esta reflexión:

* La mayoría de los entrevistados afirmó que de ambas maneras se llega a ser humorista; es decir, alguien puede nacer con "la gracia" para ser humorista y alguien puede hacerse humorista sin casi ninguna "gracia natural".

* Pero también la mayoría de ellos contestaron que aunque alguien naciera con ese don, se debe cultivar después.

Por la experiencia y el talento reunido en ese listado de colegas, no tengo por qué dudar de sus respuestas, así que me siento bastante seguro de las conclusiones a que llegué. Sin embargo, me arriesgo y me atrevo a dar mi opinión más in extenso, esperando que muchos de ellos estén de acuerdo conmigo en los matices que planteo y ojalá a más de uno les haga meditar y profundizar en este asunto, porque todos los aportes son bien recibidos. Veamos.

Ejercicio mental:

l) Crezco y todos ven que nací así, con esa gracia, esa vis cómica, ese talento para hacer reír. O quizás nadie lo note de inmediato, pero haciendo mi camino en la vida advierto de repente que puedo ser alguien con la capacidad o habilidad de hacer reír. Para mí entonces es simple, si me dicen o me doy cuenta de que poseo ese don, perfecto. Pero si después de tener conciencia de ello, me paso la vida sin desarrollarlo, sin estudiar y aprender los lenguajes por donde canalizar ese humor y sin cultivarme más profundizando en el mundo que me rodea, sin dudas seré una persona simpática, lograré caer bien, hasta tendré cierta habilidad para la risa y “el pasarlo divino” en reuniones y fiestas. Incluso puedo hacerme profesional del humor. Quizás salga a escena y al público le dará risa de solo verme, pero al escucharme y ver que...

a) Repito chistes viejos.

b) Cuento los extraídos de Internet.

c) Me aprovecho de hacer crítica social y/o política obvia, sin elaboración artística, de esas que no sacan mucha risa, pero deja a la gente contenta y aplaudiendo por ser un tema tabú.

d) Agredo con mis “gracias” groseras, acompañadas de gestos y movimientos obscenos, provocando quizás algunas risas, porque públicos con mal gustosiempre hay.

e) Me presento en un escenario sin conocer las leyes del arte teatral, del arte de la actuación, y también haga reír a varios ignorantes o incautos.

Entonces, aunque haga reír, en uno o en todos los casos anteriores, evidentemente, seré un mediocre humorista y a la larga el público se dará cuenta.

En los casos literarios y gráficos lo anterior no sucede, porque si no pueden escribir o dibujar bien, lo lógico es que no les publiquen sus obras. Pero sabemos que esos mediocres se las arreglan para publicar sus trabajos y consiguir agredirnos con sus obras, aunque sea aprovechando la permisividad de Internet.

II) Por otro lado también existe la posibilidad de que no nazca con esa vis cómica, con ese don especial, pero al crecer hice un gran esfuerzo y me cultivé a conciencia. Y llego a ser alguien agradable, bastante gracioso, que también le caeré bien a la gente. Incluso me convertiré en un profesional del humor. Y cumpliré con mi rol, llegando a ser un buen humorista, aunque jamás llegue a ser uno excepcional. Humoristas así los conocemos, porque son muchos (y no digo lamentablemente, si no ¡por suerte¡).

III) Claro, están los que ni nacen con ese don, ni se cultivan después, y aún así insisten en ser humoristas. ¡Terrible! ¿Qué hacer con ellos? Por desgracia, los miembros de esa fauna, con su mal gusto, mediocridad, intelecto ramplón y su vulgaridad, tienen la “buena fortuna” o la habilidad de saber “venderse y colarse”, siendo muchas veces los que más “pantalla” tienen.

¿Cómo defendernos de éstos últimos? Subiendo el nivel educacional y cultural de los receptores, supongo. Pero mientras eso sucede, seguimos siendo humoristas todos, los mediocres y los excelentes, ya que me niego a calificar a una persona en humorista o no, en base a su calidad, por lo subjetivo que es la valoración, ¿no es cierto?

IV) También existe otro criterio en clasificar a los que hacen humor en "cómicos", porque hacen chistes, o gracias superficiales, o gags físicos, o infantiles, o humor simplón, etcétera, y en "humoristas" a los que hacen humor para pensar, inteligente, elaborado.

A mí, desde el punto de vista teórico, no me satisface esa clasificación, y no solo porque las fronteras son subjetivas, sino porque ambos grupos tienen su razón de ser en crear o interpretar humor con el objetivo de hacer reír, sonreír o lograr sonrisas interiores y eso los integra a un mismo conjunto.

Ojo: el concepto de sonrisa interior es muy importante y me detengo un momento aquí para explicarlo, porque será necesario que quede claro para las reflexiones que haremos más abajo.

Existe un "proceso cómico" en una persona, que va desde que percibe una información que se hace incongruente con la que se tiene. Las neuronas de la persona resuelven ese enigma, se descubre que es un chiste, una gracia y se "celebra" el descubrimiento con segragación de hormonas que provocan placer y eso hace que exteriormente surja la risa o la sonrisa. Hasta aquí es el "proceso cómico", según Rod A. Martín, "Psicología del Humor" (2008).

Pero, en el caso en que ese placer producido por las endorfinas no alcance (con intención o no de que suceda), para producir risa o sonrisa, de todas formas sí hay placer igual y a eso le llamamos sonrisa interior. Una "sonrisa" placentera que no se exterioriza.

Aclarado este punto, continuamos.

Para mí, desde el punto de vista teórico, es humorista un payaso de circo de barrio y es también humorista un Quino, un Chaplin, un Mark Twain, etcétera. Claro que sé las diferencias en la calidad de sus formas y contenidos y en lo que se logra (que en los segundos es más que una simple risa). 

Y si alguien tiene la intención de hacer humor sin buscar la risa, la sonrisa o la sonrisa interior, está haciendo otra cosa (buena o mala, no importa), pero no es humor. Que se busque otro término para calificarlo. Si acepto que se hace humor, sin el objetivo de hacer reír o sonreír, se me abre un mundo demasiado amplio y caótico en lo teórico, y no puedo aceptarlo. No lo entiendo.

Llegados a este punto creo que es importante ilustrar estas clasificaciones de humoristas con un ejemplo. Veamos este:

"Un humorista va por la calle un día cualquiera de su vida y observa a una persona caminando por la acera de enfrente que pisa una cáscara de plátano, pierde el equilibrio y después de algunos aparatosos movimientos, se cae. Este humorista se ríe para sí (por respeto) y enseguida se le ocurre reproducir esa caída ante su público si es un humorista escénico o plasmarlo en un dibujo si es uno gráfico."

Variantes:

a) El humorista no nació con vis cómica. Entonces al imitar la caída que vio -en escena o en cartulina-, logra producir alguna risa o sonrisa.

b) El humorista nació con vis cómica. Entonces al imitar la caída que vio -en escena o en cartulina-, casi seguro logre producir más risa o sonrisa que el del punto "a".

c) El humorista no nació con vis cómica, pero se esforzó, estudió y se superó en el arte y en la vida. Entonces, al imitar la caída que vio -en escena o en cartulina-, quizás logre ser mejor humorista que los de los puntos "a" y "b".

d) El humorista nació con vis cómica y además se esforzó, estudió y se superó en el arte y en la vida. Entonces, al imitar la caída que vio -en escena o en cartulina-, casi seguro logre ser mejor humorista que los de los puntos "a", "b" y "c".

Pero existe otro punto en esta clasificación. Llamémosle entonces el humorista "e". Para explicarlo mejor debo agregar algo al ejemplo que estamos usando:

"Un humorista va por la calle un día cualquiera de su vida y observa a una persona caminando por la acera de enfrente que pisa una cáscara de plátano, pierde el equilibrio y después de algunos aparatosos movimientos, se cae. Este humorista se ríe para sí... (aquí entra la modificación)... Observa en ese momento que la persona caída es un anciano, o que en la caída la persona se golpeó fuerte y hasta hay sangre involucrada. Entonces enseguida el humorista deja de reír y siente lástima, pena, por la persona caída (esto lo afirmó Henri Bergson hace más de cien años en su ensayo "LaRisa". Dijo que una emoción puede inhibir totalmente la risa). Así que tenemos que el humorista observa algo que antes no vio; es decir, se dio cuenta de la indefención del anciano, o de lo importante que es no botar la basura en la calle, o de lo poco humano que era solo reírse de esa caída, por poner tres ejemplos de pensamientos, de conceptos. Algo que no hubiera sucedido tan nítidamente en él si no hubiese sido por la risa que le dio la caída. Y de repente, el humorista se ilumina, se le ocurre una idea genial: reproducirá la caída -en escena o en cartulina-, con el objetivo de producirrisa o sonrisa, pero además, hará que de inmediato se produzca en el público otro pensamiento, otro concepto a tener en cuenta y por ende otra emoción derivada de eso, que inhibirá la risa o sonrisa -como le sucedió a él-, y conseguirá así que su público piense y sienta más sobre un contenido importante que desea comunicar (el cuidado de los ancianos, el aseo de las áres públicas, la deshumanización, o lo que sea). Porque quizás si no utiliza el humor y dice su mensaje directamente "en serio", no logrará que el público le ponga tanta atención al mensaje, ya que este dimensiona mejor, porque va desde lo más "frívolo" como puede ser la ligereza de la risa, hasta la llegada del análisis del concepto y su correspondiente emoción; es decir, el contenido total y subrayado. En fin, que quizás podemos afirmar que el humor refuerza la intención de dar un mensaje. Por ejemplo, si le decimos a alguien: "hace un rato iba por la calle y se cayó un anciano", quizás no le produzca a esa persona la mismo intensidad de pensamiento y sentimiento, que si antes me río con esa persona de la caída y después le informo que era un anciano o se golpeó fuerte. Ojo, recordar que todo es quizás."

A modo de conclusión:

Tenemos que el humorista "e", es el que además de tener la intención de hacer reír o sonreír, tiene la otra intención de hacer pensar y sentir también otros mensajes. En otras palabras, éste humorista usa el humor como medio para conseguir otra meta y no lo usa como los otros, como un fin, el de hacer solo reír o sonreír.

¿Cuál es mejor humorista? ¿El "a", el "b", el "c", el "d" o el "e"?

Ya vimos que sin importar si alguien nace o no con vis cómica, pero se esfuerza, estudia y se supera, logrará ser un mejor humorista; es decir, conseguirá hacer reír o sonreír más, porque esa era su intención.

Pero si su intención es hacer reír o sonreír y además hacer pensar y sentir otro mensaje, es otra variante. Incluso puede ser que tenga más, o mucha más, intención en hacer pensar y sentir dicho mensaje que intención sola de hacer reír. No importa, porque siempre hace humor primero.

Yo no compararía ambas clasificaciones porque tienen intenciones diferentes. Para mí los dos son humoristas.

Por supuesto, yo no tengo la verdad, ni creo que nadie la tiene 100%. Este es un campo aún en estudio, en investigación y espero que en un futuro se despejen bien estas dudas. A eso me refería con ese "quizás" que le puse "ojo".

Mientras tanto, yo especulo como cualquier hijo de vecino. Y comparto esta conjetura aquí, para provocar que se profundice sobre esto.

Pero independientemente de la teoría, sí me interesa que cada día hayan más humoristas, sea que nos hagan solo reír a carcajadas, o sea que nos haga pensar y sentir más allá de la risa. Sean bienvenidos todos, porque todos necesitamos pensar, claro; pero hay mucha gente que necesita solo reírtambién.

 

Nota: Estas reflexiones sobre tantos puntos teóricos sobre el humor, solo son posibles por el apoyo, la colaboración y el aporte sólido de mi hijo Alex (co-editor conmigo de humorsapiens.com).

 

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