Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo
Día de los Inocentes
En la Antigua Roma a la risa se la invocaba mediante fiestas auspiciadas por el Estado. Una de ellas fue la “Hilaria” (alegría) que se celebraba cada 25 de marzo para festejar el equinoccio de primavera, y se caracterizaba por los juegos y bromas, De ahí que la palabra hilaridad sea, en castellano, sinónimo de risa y algazara.
Una de las más antiguas festividades de ese tono que se celebra es el Día de los Inocentes que se celebra el 28 de diciembre.
¿De dónde salió eso? Pues la Iglesia Católica escogió esa fecha para conmemorar la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes I el Grande, con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. Esa anécdota la cuenta el evangelista Mateo en el Nuevo Testamento.
¿Pero cómo se puede celebrar con bromas, chistes y risas un hecho tan cruel? Cosas de los curas, dirán algunos.
Pues unos cuantos lo explican diciendo que en la Edad Media, la celebración se fue fusionando con un rito pagano conocido como la "fiesta de los locos" y que era celebrado en los días comprendidos entre Navidad y Año Nuevo.
La fiesta se llamaba “Obispo de los locos” en España; “Episcopus puerorum” y “Abbas stultorum” en Francia; “Obispo dei pazzi” en Venecia; “Boy bishop” en Inglaterra, y así, según cada país.
Aunque sólo en España habría terminado asociada a las inocentadas que celebramos el 28 del presente (y en toda Hispanoamérica, obvio), mientras que en el resto de los países europeos la tradición se celebra el primer día de abril, por relacionarla con la llegada de la primavera.
La conmemoración del Día de los Santos Inocentes se expandió a casi todo el mundo. En varias regiones las personas suelen disfrazarse, hacer danzas tradicionales y también hacer bromas a la gente que estén más descuidados, pocos atentos a la celebración, o son tontos graves que no ríen nunca.
Ante todo, confieso que me encanta el concepto. Obvio que hace muchos años que no hago ese tipo de “bromitas”, entre otras razones porque las hago casi todos los días. Pero si uno se fija, esas “gracias” la hacen con mayor frecuencia los niños, adolescentes y muchos viejos. ¿Por qué? Quizás porque son bromas, engaños y burlillas muy inocentes (como se nombra el Día). Porque ríen los victimarios, los testigos –cómplices o no-, y ¡hasta las víctimas! Por eso es que esas bromas y mofas no son dañinas, no producen risas negativas. Qué bien, ¿no es cierto? Claro, es una tradición algo en decadencia, lamentablemente, porque no son muchos los que la practican. Pero de todas formas es importante que subsista todavía. Y más que se celebre aún en medio del deterioro de la educación, de lo formativo (no me refiero a lo instructivo), en todos nuestros países; cuando el famoso “bulling” se celebra casi todos los días del año escolar. “Bulling” que es un nuevo tipo de matanza que permiten, por ignorancia o torpeza, muchos Herodes (directores, profesores, padres, autoridades en general).
Entonces mi propuesta es: ¿por qué no se crean más “Días” donde el protagonista sea el buen humor en cada centro educacional?
Por ejemplo: El Día de la Risa, El Día de la Alegría, El Día de la Broma Infantil, El Día del Juego, El Día de la Diversión, y hasta el Día de la Lectura Humorística.
Quizás con el tiempo el populacho convierta esos “Días” en tradiciones nacionales y -¿por qué no?- Latinoamericanas y después se las exportamos a Europa y E.U., como ellos nos hicieron con Papá Noel, Hallowen, etc. Un justo intercambio, ¿no creen?
A continuación, un ejemplo de broma para este Día. La saqué de mi libro “En las garras de Los Mataperros”. La escena transcurre en Varadero, Cuba y la protagonizan Ricky, un niño chileno-cubano y su primo, el joven chileno Dante.
El libro pertenece a la saga de historias de esos dos personajes, los otros son: “El chupacabras de Pirque” y “El hombre lobo de Quilicura”.
Aquí va:
-¡Dante! –gritó Ricky, acercándose a su primo-. ¿Quieres tomar algo?
-¡Oye, sí! –respondió el joven-. Me tomaría un vaso de jugo bien helado.
-¡Yo te lo traigo! ¡Espérame aquí!
El chiquillo fue hasta la barra de la cafetería y regresó con un vaso de jugo sobre un plato.
-Gracias, primo.
Dante tomó el plato con su mano izquierda y con la otra bebió del vaso.
-Tienes una cosita pegada en la frente –le dijo Ricky, mientras le quitaba el plato de su mano.
Dante, con su mano izquierda libre, se la pasó por la frente.
-Se corrió para la mejilla –añadió el niño.
El joven obedeció y se pasó la mano por esa parte de su cara.
-Ahora la tienes en la punta de la nariz.
De nuevo el intento de la mano de Dante para quitarse aquello.
-Debajo del labio.
-¡Ya basta, Ricky! ¡Ahí se quede ahí!
-Bueno…
Dante devolvió el vaso a su primo y siguió trotando.
Al poco rato, el joven llegó muy preocupado donde Ricky, que disfrutaba de la sombra de su palmera.
-¡Oye! ¡Hay algo raro en el ambiente!
-¿Qué sucede?
-¡Todos los que pasan por mi lado se quedan mirándome! –explicó Dante-. ¡Me miran y se ríen!
-¡Qué extraño!
-¡Mírame, Ricky! ¿No ves nada raro?
-Puede ser, pero mírate tú mismo en el espejo de la cafetería.
-Bueno…
El joven se dirigió al local. Ricky lo siguió con la vista y no pudo aguantar una explosión de risa cuando su primo se vio la cara manchada de negro.
El niño le había pedido al barman que le humeara el plato por debajo, así cuando Dante lo sostuvo, su mano se tiznó y él mismo, al quitarse “la cosita” por toda la cara, se había convertido en un ridículo guerrero apache, motivo por el cual la gente lo miraba y reía.
De lejos Dante amenazó a su primo con el puño y fue a asearse al baño.
-¡Inocente! –le gritó Ricky-. ¡Es el día de los inocentes!
Me entrevista la Fundación Educacional Oportunidad
Está demostrado que reír y tener buen sentido del humor nos ayuda a sentirnos más felices, a desestresarnos y a tener un mejor estado de salud. Muchas personas asocian la risa a lo informal y lo poco serio, sin embargo, esta expresión jocosa que denota nuestro humor puede desarrollarse y estimularse para distintos fines como, por ejemplo, la pedagogía y los procesos de aprendizaje.
José Pelayo Pérez, más conocido como Pepe Pelayo, ha dedicado su vida al humor. Es escritor, guionista, comediante, cuentacuentos, humorista gráfico y especialista en teoría y práctica del humor. Ha publicado 64 libros de humor (sobre todo para primera infancia) en Chile, Cuba, parte de Latinoamérica y España. Ha recibido 26 premios y distinciones nacionales e internacionales por su obra literaria, gráfica y escénica.
Para conocer más de la pedagogía del humor y cómo puede ayudarnos en el aula, les compartiremos esta entrevista que la Fundación Educacional Oportunidad realizó al especialista Pepe Pelayo.
Pepe, ¿Qué es la pedagogía del humor?
La pedagogía del humor es aquella disciplina que, teniendo por objeto la educación, incorpora el humor como clave metodológica de sus intervenciones, así lo define muy bien el estudioso del humor español, Jesús Damián Fernández. El humor en educación es un modelo de trabajo, marca un estilo de relación educativa, de enseñanza, de aprendizaje. En otras palabras, lo que trata de lograr la pedagogía del humor es reírse juntos el educador y el educando, es decir, pasarla bien mientras uno enseña y el otro aprende.
¿Qué beneficios tiene usar el humor en la pedagogía?
Es histórico que los niños y niñas rechazan la vida escolar por tanta presión, expectativa, hiperseriedad. Entonces ¿Por qué no hacer de nuestro centro educacional un foco de placer y atracción para los pequeños y pequeñas? Si logramos impartir clases amenas, agradables; si resolvemos los conflictos con ingenio y gracia; si logramos un grupo cohesionado y orgulloso de pertenecer a él; si hacemos que los niños sean más creativos, más imaginativos, y todo con el tono lúdico que caracteriza la infancia, entonces podemos lograrlo. Esa la base de la pedagogía del humor.
También se ha comprobado científicamente que el uso del humor en la pedagogía trae beneficios para el mejor provecho de la jornada escolar, la tensión ante una evaluación, la imagen del docente, y un largo etcétera. Además, se sabe que la risa y el humor son la mejor medicina para combatir el estrés y los miedos que produce el aula en los niños y niñas. Asimismo, se ha establecido que estos temores retardan la memorización y el aprendizaje, por lo que el sentido del humor, al ridiculizar todo eso, lo anula y se convierte en una importante herramienta para memorizar y aprender.
Incluso muchos y muchas estudiantes se sienten incapaces de afrontar los primeros fracasos o presiones emocionales y eso, en parte, es porque están siendo educados en un ambiente de hiperseriedad en que los problemas son dramatizados y donde el fracaso adquiere proporciones catastróficas. En cambio, la pedagogía del humor desarrolla el sentido de la crítica y de la autocrítica, así como el sentido común, la imaginación y la creatividad. Entonces, solo mediante el sentido del humor puede transformarse esa rigidez de la hiperseriedad, la soledad en solidaridad y la competición en cooperación.
Y en este sentido ¿Qué recomendaciones metodológicas daría a educadores/as y docentes?
La pedagogía del humor es aplicable en muchos aspectos, desde el momento de preparar una clase hasta el comportamiento en el recreo, y hasta la relación entre profesores, padres y docentes. Es muy amplio el campo.
Con la pedagogía del humor usted aprenderá técnicas de enseñanza humorística, creativas y lúdicas para enviarles a sus alumnos la información que les imparte, por todos los canales posibles. Se ha demostrado que haciendo algo entretenido durante los descansos, se prepara mejor la mente para continuar la clase con mayor atención al momento de entrar en la próxima actividad.
¿Y cómo podría un educador/a llevar esto a lo práctico? ¿Nos podría comentar algunos ejemplos?
Preparando nuestras clases con humor. Ejemplo, buscando o creando chistes, o comentarios graciosos que se relacionen con el tema a explicar. Otro recurso para usar es: música, ritmo y rima.
La música afecta zonas del cerebro que procesan las emociones. Además, se sabe que los procesos lingüísticos tienen lugar en un hemisferio del cerebro y la música en otro, por tanto, si aprendemos con el recurso de la música, lo hacemos por más zonas del cerebro. Ejemplo: si aprendemos cantando que “2 y 2 son 4; 4 y 2 son 6; 6 y 2 son 8 y 8, 16”, nunca más se nos olvidará. A eso hay que agregar que si inventamos melodías y rimas alegres y cómicas, y a su vez las relacionamos con gestos, movimientos y muecas, el aprendizaje será óptimo.
La memoria visual también es muy importante en la aplicación de la pedagogía del humor. ¡El cerebro puede procesar más de 36.000 imágenes por hora! Quizás usted utilice videos, transparencias, power point y otros recursos audiovisuales, perfecto, pero recuerde que la tecnología nunca podrá sustituir la eficacia de la interacción humana. Un dibujo con un mensaje es un gran recurso para la memoria visual, por ejemplo un dibujo gracioso es posible usarlo para un tema específico de la materia que imparte, o utilizar un mapa gracioso, usar obras de humor gráfico, fotos, etcétera.
¿Cómo podemos motivar que los niños y niñas se involucren con la pedagogía del humor?
Uno de los motivadores intrínsecos que deben estimular los y las docentes al aplicar la pedagogía del humor, es darles la oportunidad a sus estudiantes de escoger, de participar y que su opinión se tome en cuenta. Es muy fácil introducir el humor en esos momentos. También podemos trabajar las emociones, ya que son contagiosas. Al mirar la cara sonriente del docente, su expresión de alegría o percibir su buena onda, los alumnos y alumnas se contagiarán y sentirán un estado parecido al suyo, lo que provocará que abran más sus mentes.
Es importante motivarlos a expresar mejor las emociones, como sonreír más y reír sonoramente más a menudo. Atender bien a los alumnos y alumnas cuando hablan y por ejemplo, emitir un sonido de placer cuando vea que entendieron o preguntaron algo interesante, o soltar un especial y cómico gruñido cuando vea que se le perdió algo, demostrar un supuesto enojo o algo exagerado (casi histérico), cuando alguien hizo algo levemente incorrecto, etcétera.
Algunos docentes temen emplear este tipo de pedagogías ¿Qué les diría?
Algo que se repite es el pánico de perder las riendas, perder el control de la disciplina y el respeto del grupo, pensando que aplicar la pedagogía del humor puede ser sinónimo de demasiada relajación, de libertinaje, etcétera. Y en muchos casos tienen razón porque si no se controla bien el asunto, muchos niños y niñas se van a aprovechar y se irán al otro extremo. Entonces ¿Qué hacer? No hay que tener miedo de aplicar la pedagogía del humor. Si alguien decide aplicar el humor en su labor diaria, piense que quizás será más objeto de crecimiento para los alumnos y alumnas, porque es posible que ellos sepan más de esta materia que todos nosotros juntos. Ábrase siempre a aprender enseñando.
6 octubre de 2021.
Elecciones presidenciales en Chile

"A tal humor, tal honor". Homenaje a Juan Padrón
Introducción
Sigo publicando mi sección “A tal humor, tal honor” aquí en humorsapiens.com, con el objetivo final de armar un libro sobre las grades figuras del humor cubano, ya fallecidas, de cualquier época y de cualquier manifestación artística.
La idea es escribir sobre ellos basándome en los conocimientos y evaluaciones de sus familiares bien cercanos, para conocer mejor la parte humana de esas estrellas.
En esta ocasión le brindo mi sincero homenaje a un creador de humor que admiro profundamente: el señor Juan Manuel Padrón Blanco.
¿Qué me puede ligar a este gigante del humor, además de mi admiración y respeto, como para sentir tanto honor y placer al hacerle este humilde homenaje? Bueno, ante todo algo obvio: pertenecemos al mismo gremio. Pero hay más, ambos somos cubanos y más aún somos matanceros y los dos descendemos de familias canarias y asturianas. Y por si fuera poco, en nuestras infancias, el sentido del humor de cada uno se formó con las historietas cómicas y los dibujos animados norteamericanos.
Entonces con esos “pergaminos” le solicité una entrevista a su hijo Ian, reconocido guionista y director audiovisual (“Fuera de Liga”, 2003;“Habanastation”, 2011). Y, por suerte, aceptó con mucha amabilidad y calidez.
Y con esta ya larga introducción, pasemos a la vida y obra de este gigante del humor cubano.
Origen
“Padroncito”, como le decían sus amigos, nació el 29 de enero de 1947, en Carlos Rojas, Matanzas. Junto a su hermano menor Ernesto, su infancia la vivió en el batey del Central Carolina, luego se mudaron a la ciudad de Cárdenas.
Sus padres se llamaban Juan y Silvia. Su familia, por varias generaciones, trabajó en el sector azucarero.
Me confesó su hijo Ian que él desconoce si algún familiar tenía un gen artístico, así que podemos decir que su talento y sensibilidad no fue heredado, más bien fue espontáneo, producto de alguna misteriosa combinación de factores.
PP: Ian, para ir conociendo al hombre detrás del creador, por favor, háblame de tu papá en lo personal, de sus gustos en lo cotidiano, por ejemplo.
IAN: Te puedo contar sobre dos aspectos: uno, comía mucha pastas a la carbonara y mucha comida española. Mi madre es gallega y de ahí esa cercanía por las tortillas de papa y las paellas. Y dos, realmente nunca le importó la ropa –vestía siempre con colores planos-, y sus zapatos preferidos eran las sandalias Crocs. Iba a homenajes y citas importantes, en Crocs. Siempre decía en broma: “Nosotros somos artistas y nos vestimos como nos da la gana”.
PP: ¿Y cómo era su forma de ser?
IAN: Mi padre era muy sencillo. Nunca tuvo poses de nada. Pienso que si hubiese sido un creído de su fama y popularidad, no habría sido el mismo padre. Mira, siempre fue muy normal, jugaba pelota en la esquina conmigo, iba a las reuniones de padres. Se lo agradezco mucho, porque pienso que las personas, mientras más grandes, más sencillas.
PP: ¿Era extrovertido?
IAN: Mi padre era un hombre tímido, pero con un sentido del humor muy agudo y sagaz. Tenía una gran chispa y siempre le encontró la parte graciosa a casi todo. Incluso en momentos muy tensos. Ejemplo, cuando le informaron en el hospital que tenían que subirlo a terapia intensiva para sedarlo, dijo: “¿Y no me da tiempo a tomarme un último cafecito caliente?... Así fue siempre, incluso ante el peligro de muerte.
Aprovecho para complementar lo anterior con un comentario hecho por el español Mauricio Vicent, corresponsal en Cuba para el diario “El País” durante veinte años (desde 1991 hasta 2011):
Juan Padrón es la caricatura, el humor, la historieta, los dibujitos animados de Cuba. El brillo de sus ojos y su eterna sonrisa socarrona, sus comentarios divertidos, su acento y su manera de hablar. Pasear con Padrón por La Habana es como caminar en un Chevrolet Impala 59 con la chapa repintada cien veces y el motor retocado con cien piezas rusas adaptadas a la mecánica americana.
Pero voy con otro aporte. El Maestro Eugenio Pedraza Ginori, gloria de la Cultura Cubana, ha escrito esto sobre Juan Padrón en su blog:
Eres un tipo sencillo que no está en ná, porque en el fondo sigues siendo un guajirito matancero que un día se puso a pintar garabatos, supongo que todavía no entiendas demasiado bien por qué eres famoso y a qué coño se debe que todo el mundo hable bien de ti. Te va a parecer una exageración mía pero creo firmemente que la historia de nuestra cultura no sería la misma sin ti y que ahí estás, por derecho propio, sentado en el mismo palco que Guillén, Carpentier, Matamoros, Titón y Lecuona, cantando vidaaaaaa con el Benny, conversando de tú a tú con Lam, Pérez Prado, Félix Pita, Leopoldo Trespatines, Roig, Celia y Alicia, saboreando el bajo de Cachao y la flauta de Richard. Ahí, ahí mismitico, junto a Marta Valdés, Miravalles, la Burke, Álvarez Guedes, Formell… En fin, integrando el Team Cuba.
Después de esas palabras de Ginori, no tuve que investigar más para saber quién era Juan Padrón para el mundo.
PP: Pero en el plano familiar, ¿cómo fue convivir con tu papá?
IAN: Mi madre decía que una de las causas del éxito de su matrimonio, era que todos los días mi padre encontraba la manera de hacerla reír. Fue buen hijo y buen hermano de mi tío Ernesto Padrón, que aunque tenían personalidades muy diferentes, siempre se apoyaron mutuamente. Mi hermana y yo amamos a nuestro padre con idolatría y su ausencia nos golpea todos los días.
Te cuento detalles: por ejemplo en cada cumpleaños, día de los niños, de las madres, etcétera, nos hacía postales dibujadas por él, donde trataba de reflejar los aspectos que creía se debían mejorar, o cosas simpáticas de la familia (mi mamá las guarda aún, creo que habrán más de cien).
PP: ¿Alguna anécdota de él contigo que refleje cómo era?
IAN: Sí, claro. Cuando me gradué en el año 2000 hice un corto con motos Harley Davidson y mi papá hizo de barman en un bar de motoristas. Le pintamos tatuajes, se dejó crecer la barba, se puso pañuelo, aretes, gafas oscuras, con su panza, se metió en el personaje, se creía Robert de Niro. Después lo vestimos de samurái para un videoclip de Vocal Sampling, porque él siempre ha sido fanático a las películas de samuráis. Me apoyaba en todo. Y más en los momentos difíciles como fue, por ejemplo, cuando la censura que sufrí por mi documental “Fuera de Liga”.
PP: Me imagino, ambos tuvieron ese tipo de problemas. Eres un privilegiado, Ian. Cualquiera desearía tener un padre como el tuyo. Pero bueno, ¿cómo fue él en el terreno de la amistad?
IAN: Tuvo muchos amigos y siempre los trató con humanidad y bondad. Pocas personas tienen anécdotas de “sombras” con Juan Padrón; siendo las excepciones que hacen la regla.
Uno de sus amigos escribió estas líneas, que recogió Alberta Durán, viuda de Juan:
Para saber de Padrón había que conocerlo a lo cortico, como decimos los cubanos. En su zona de confort veíamos cómo se divertía, y verlo divertirse daba mucha alegría. Esa chispita de picardía en sus ojos era mejor que el billete ganador de la lotería. El Padrón íntimo era mejor que toda su obra.
Humor gráfico
PP: ¿Cómo llegó al arte tu papá?
IAN: Desde pequeño, él y su hermano eran fanáticos a los cómics norteamericanos y llenaban sus libretas escolares dibujando sus propias historietas. Uno de sus abuelos, les regaló una pequeña cámara de 8mm y comenzó la pasión por filmar sus primeros cortometrajes junto a su primo, el también cineasta Jorge Pucheux. A los 16 años envía al semanario “Mella” sus primeras caricaturas, recibidas allí por el entonces historietista Silvio Rodríguez. La publicación de las mismas, son el comienzo de su obra artística.
Me enorgullece que en el año 2015 yo haya entrevistado al gran Juan Padrón. Recuerdo que la primera pregunta que le hice fue:
PP: ¿Te gusta que te hagan entrevistas?
JUAN PADRÓN: Si son con chispa, sí. Muchas veces me piden contestar planteamientos de alto vuelo intelectual, o boberías como eso de preguntarle a un visitante qué le parece Cuba.
Y menciono esto porque una de mis preguntas se relacionaba con el tema de cómo llegó al arte que le preguntaba ahora a su hijo.
PP: ¿Cuándo decidiste hacerte humorista?
JUAN PADRÓN: De niño dibujaba historietas, pero como no se me daba bien la figura humana, me pasé a las caricaturas. Leía muchas revistas de humor. Según mi familia, era un bofe (sin gracia, para los lectores no cubanos), siempre haciendo chistes pesados, tratando de mostrar qué era simpático. Repetía dicharachos. Mi abuelo Horacio me dijo: “Oye, la primera vez es chiste, la segunda, no”. Eso lo vine a entender muchos años después.
PP: Padrón, pero para ti, ¿el humorista nace o se hace?
JUAN PADRÓN: Creo que nace. Cuando juegas de niño, y te pones a inclinar los carritos de juguete para que patinen de lado en las curvas, o los pones más lentos al saltar por los aires, o haces tus efectos de sonido, es que te fijas en esas cosas de las películas o los animados, las quieres imitar. Los niños que serán contables o burócratas, no mueven con onda los carritos, les da igual. No se ponen para eso. Lo mismo pasa con los humoristas, empiezan a imitar a otros humoristas, le van tomando el pulso a la cosa. Pero naces para eso, seguro.
Creo que quedó bastante claro el punto que abordábamos. Por eso mejor retomemos su vida artística en los años 60, cuando publicaba en el semanario “Mella”. Allí experimentó su primer trabajo profesional de importancia, específicamente en una página titulada “El Hueco”.
Después, también como humorista gráfico, colaboró en la publicación “El sable”, en las revistas “Pionero” y “ZunZun”, y en el prestigioso suplemento humorístico Dedeté. Sin dudas, era un referente en ese último equipo.
También en la entrevista que le hice le pregunté:
PP: ¿Con cuáles de tus colegas te identificas?
JUAN PADRÓN: Me gustan los chistes de Manuel y Ares.
Para lograr lo anterior tuvo que mudarse para la capital al cumplir su mayoría de edad. Ahí se graduó de Licenciado en Historia del Arte en la Universidad La Habana, se casó con Alberta Durán, fue padre de Ian y Silvia, realizó la mayor parte de su obra y vivió hasta el resto de sus días.
Como historietista, publicó en los años 60 y 70, muchas tiras de humor negro, como “Verdugos”, “Piojos”, “Zoo-ilógico” y “Vampiros”.
Pero hay que detenerse en el año 70. Ese año fue muy importante para él y para los cubanos.
Su gran personaje
Según cuenta en su autobiografía, estando en Leningrado, en la madrugada entre el 24 y 25 de marzo de 1970, comenzó a dibujar una historieta de un personaje, el samurai Kashibashi.
En la aventura aparecía un cubano. Lo dibujé a la primera, y lo nombré Elpidio Valdés, para que sonara a Cecilia Valdés. Se volvió el protagonista de inmediato, contaba el propio Juan.
Desde que dejaron de consumir las historietas y los dibujos animados norteamericanos, los niños cubanos sufrieron la invasión de sus homólogos rusos y de otros países del campo socialista. Era real el chiste de que los padres amenazaban a sus hijos con obligarlos a ver esos aburridos “muñequitos” si no se comían toda la comida.
Pero Juan Padrón, con la creación de un superhéroe cubano, gracioso y con estupenda animación, vino a salvarlos.
Y algo importante, era un mambí; es decir, ubicado en el siglo XIX, luchando contra los españoles, lo que le deba tremenda libertad de acción al no estar en la época actual y así abordar cualquier tema o hacer cualquier chiste, sin preocuparse tanto de la censura.
PP: Ian, ¿qué significa para ti Elpidio Valdés?
IAN: Es un símbolo nacionalista, pero no tiene que ver con la política; podría haberse hecho en el año 50, en el 40, y todo el mundo lo habría entendido igual. Habla de los mambises sin querer hablar necesariamente de la Revolución Cubana, ni de Machado, ni de Batista, ni de la actualidad. Con la obra de mi papá sabes que vas a aprender y te vas a reír.
PP: ¿Cómo fue para ti, siendo un niño, darte cuenta de que tu padre era el creador de Elpidio Valdés?
IAN: Yo descubrí eso a los 5 o 6 años. Nosotros vivíamos en una casa muy pequeña. Mi papá para trabajar tenía que abrir una mesa plegable en la pared, pero no podía hacerlo hasta que nos durmiéramos mi hermana y yo, porque al abrir la mesa de dibujo bloqueaba la puerta del refrigerador. Recuerdo que yo dormía en un sofá-cama y un día me despierto de madrugada y ahí estaba mi padre dibujando a la luz de su lamparita. Me acerco; y sorprendido lo veo dibujando a Elpidio Valdés. Desde ese día, según contaba mi papá, a cada rato entraba yo con varios niños a la casa y les decía orgulloso: - “¿Ven? Ese es el que hace a Elpidio Valdés, y es mi papá”. Imagínate que me volví tan fantástico que le decía a todo el mundo que yo me llamaba Ian Elpidio Valdés Padrón.
PP: ¿Tu padre estaba consciente de la trascendencia del Elpidio Valdés en Cuba?
IAN: Vivía muy orgulloso de haber creado Elpidio Valdés; así como de todos sus personajes y filmes animados. Se dedicó día a día a su obra y era un lector y estudioso incansable de la historia, el cine de animación y la historieta. Nunca fue de creerse importante o “ponerse en pose”, pero el cariño y respeto del pueblo cubano hacia él, siempre fue una gran alegría y su fuente de realización personal en el aspecto artístico.
PP: ¿Trabajaste alguna vez con tu papá?
IAN: Un día del año 1986, descubro a mi padre molesto, preocupado porque tenía que entregar dos páginas al día siguiente de Elpidio Valdés, para la revista Zunzún, y no se le ocurría nada. Entonces le arranqué una hoja a mi libreta de la escuela y le escribí a mano, tres narraciones sobre Elpidio Valdés y le dije “Papá, tranquilo, ya te resolví. Aquí tienes tres historias”, y me fui a jugar béisbol. El me dio las gracias amablemente e hizo una historieta, contando una de mis historias. Al mes siguiente, cuando salió la revista, que todos los niños nos peleábamos por leer, yo me encuentro una de mis historias ahí, y mi padre había puesto “Guion: Ian”. Cuando yo vi mi nombre pegado a Elpidio Valdés, recuerdo que fue para mí un shock. Después de ver eso nunca más dudé de lo que quería ser, comencé a leer libros sobre guiones, y años después me gradué de director de cine.
PP: Y después de graduarte, ¿te hubiera gustado participar con él en alguna de las obras de Elpidio Valdés?
IAN: ¡Por supuesto! Pero te cuento algo: queríamos hacer juntos una película de Elpidio Valdés con actores, es decir, una película de mambises que fuera simpática, porque muchas de las que se han hecho son muy acartonadas, con Maceo lleno de maquillaje, súper solemne. Mandamos mil cartas y ni siquiera nos respondieron. Eso fue doloroso, porque no responderle a Juan Padrón, sobre un proyecto de Elpidio Valdés, es impensable, ¿no?
También teníamos el proyecto de continuar haciendo la serie animada de Elpidio. Lamentablemente, no pudimos concretar ninguna de las dos ideas.
PP: ¿Alguna anécdota relacionada con Elpidio Valdés?
IAN: Cierta vez lo acompañé a la presentación de un libro de Elpidio Valdés en la Feria del Libro de La Habana. En una mañana se vendieron miles de ejemplares.
Entonces, un fanático le pidió a mi padre que le firmara su ejemplar y de pronto se armó una fila enorme. Más de dos horas después la fila no terminaba. El brazo lo tenía acalambrado, y su salud comenzaba a preocuparme. Yo le insistía que detuviera los autógrafos y nos fuéramos, pero él me decía: “Mientras haya una persona interesada por mi trabajo, yo no me puedo ir. Sobre todo si hay niños”.
Vampiros en la Habana
A partir de sus tiras cómicas, Juan Padrón creó la serie “Filminutos”, que fue un éxito nacional e internacional del cine de animación cubano.
En una proyección de esos primeros “Filminutos”, estaba casualmente Manfred Durniok (1934 – 2003) un prestigioso productor cinematográfico alemán que le preguntó a Juan Padrón:
MANFRED: ¿Padrón, usted no ha pensado en hacer un largometraje con el tema de “Los Vampiros”?
JUAN PADRÓN: Claro que sí, Sr. Durniok, ya tengo listo el guion que se titulará “Vampiros en La Habana”.
MANFRED: A mí me gustaría producirlo, envíemelo cuanto antes.
JUAN PADRÓN: Claro, Sr. Durniok, sólo deme un mes para revisarlo y enviarle una versión más pulida.
MANFRED: Perfecto, le doy un mes para recibir el guion.
Este diálogo fue real, pero que estuviera escrito un guion de la película, eso sí no era real. Sólo tenía la idea de que en algún momento podría hacerla.
Así que se encerró día y noche a crear.
Mi esposa Berta me peleaba, que eso era un disparate, que me iba a morir […] Me daban fiebres por las noches. Durante días me quedó un tic muscular en el dedo pulgar de la mano derecha, pero entregué poco antes de fecha, eso confesaba después Juan Padrón al recordar aquella aventura.
Alberta Durán, se enamoró de él cuando vivía en... un cuarto en la azotea de una vieja casona donde no llegaba el agua corriente y tenía un falso techo lleno de comején (carcoma, termita) que cubría el piso y permitía simular que caminabas sobre arena, describía Padrón ese lugar.
Pues hizo “Vampiros en La Habana” en condiciones similares. En 1981, la pareja, con su hijo Ian y con Silvia en camino, consiguió permutar ese cuarto minúsculo y sin agua por otro subterráneo más o menos parecido, pero que al menos tenía baño propio y una diminuta cocinita. Allí, en 18 días logró escribir el guion del filme de animación más importante del cine cubano y de enorme repercusión a nivel internacional. Por ejemplo, integra la selecta colección del MoMa de Nueva York, Estados Unidos.
En esa entrevista que le hice en el 2015, quise que me contara una anécdota sobre su profesión y me contó la siguiente:
JUAN PADRÓN: Una madrugada, en “La Pelota” (conocida cafetería habanera), esperando la confronta (bus del transporte urbano que pasa espaciadamente de madrugada), se me apareció un flaco muy flaco, patilludo, con gorra, y me dijo: “Rey del Mundo, regálame un ssigarrito ahí, Rey del Mundo”… Años después, lo dibujé en “Vampiros en La Habana”.
PP: ¿Todo fue bien para él con “Vampiros en La Habana", Ian?
IAN: No. Cuando se iba a estrenar en La Habana, al principio la prensa cinematográfica cubana fue “tibia” con el filme. El ICAIC no le hizo ni una premiere, como es usual con los largometrajes. Sólo cuando el público repletó los cines y se convirtió en un éxito de taquilla y popularidad, la vieron de otra manera.
Su humor
PP: ¿Tu padre prefería más el humor gráfico o el humor audiovisual?
IAN: Ambos eran lo mismo para él. Tenía mucha más autonomía en las historietas o en su etapa menos conocida de pintor en lienzo. Se divertía mucho con los gags visuales que logró en el cine y grabando voces con Frank González, Manuel Marín. Irela Bravo o Tony González. Su última obra, en la que trabajó hasta el último día antes de ingresar en el hospital, fue “Mi vida en Cuba”, su autobiografía ilustrada como una aventura de un comic. Posiblemente es una de sus mejores historietas y sin duda, la más personal y reveladora.
PP: ¿Cuáles eran sus mejores amigos dentro del humor y la historieta?
IAN: Jorge Oliver, Luis Lorenzo, Orestes Suarez, Tulio Raggi y el pintor Reinerio Tamayo.
PP: ¿Cuáles eran sus ídolos en el humor?
IAN: Monty Python, Les Luthiers y Quino.
A propósito de Quino, es obligatorio detenerse en él por la repercusión que tiene en esta historia.
El argentino Joaquín Salvador Lavados, conocido como Quino, es el humorista gráfico más reconocido de habla hispana. Un día fue a Cuba como jurado de la sección de Carteles, en el Festival de La Habana.
El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica le pidió entonces a Juan Padrón que lo atendiera y que lo guiara en su estancia en el país. Como él era un gran admirador de Quino, aceptó al instante. Desde que se conocieron fue humor a primera vista, como dice Ian. Y se hicieron grandes amigos.
Alicia la esposa de Quino les sugirió que trabajaran algo juntos y de ahí surgió la serie “Quinoscopios”, una serie de animación de menos de un minuto por episodio. Tan buena les pareció la experiencia que, ya en los años noventa, rodaron 108 capítulos de Mafalda y sus amigos. Lo de nosotros no es una amistad, es un romance, decía Quino.
El trabajo de estos dos grandes es uno de los puntos más altos de la animación cubana de todos los tiempos, así lo evalúa Ian.
En una ocasión, para el diario “El País”, en España, declaró Tomás Gutiérrez Alea (Titón), para muchos el mejor director de cine cubano de todos los tiempos: Juan lo hace todo, el guion, los personajes, el tiro de cámara, las voces…, es un genio, no hay nadie como él.
PP: Ian, ¿por qué crees que tu padre es un grande del humor cubano?
IAN: Creo que haber creado un personaje tan simpático y de tanto arraigo nacional como Elpidio Valdés, es algo que muy pocos creadores han podido lograr en Hispanoamérica. También, “Vampiros en La Habana”, la serie “Filminutos” y todo su humor gráfico; han calado en la vida cotidiana de millones de cubanos por años. Frases y chistes creados por Juan Padrón, llegaron para quedarse en el habla del pueblo cubano y perduran hasta nuestros días: “Yo vine embarcado, guardia”, “Mambises bestias, no tiréis con ventana” y “Que país”; son sólo tres ejemplos.
Tribulaciones
Decía Juan Padrón: Si escribía chistes de piojos venía el censor y me decía que no estaba bien porque Cuba aspiraba a ser potencia médica mundial; si escribía chistes de vampiros, tampoco era el momento porque Fidel acababa de decir en un discurso que por Vietnam Cuba estaba dispuesta a dar hasta la última gota de sangre, y entonces parecería una burla al comandante.
A pesar de ser una de las mayores personalidades de la Cultura Cubana, a Juan Padrón nunca le dieron una casa, ni un auto. Sin embargo, él nunca pidió nada.
PP: ¿Por qué crees que pasó eso?
IAN: Mira, no era un tipo cercano al poder, de esos que lo hacen para ver qué resuelven.
Te cuento, también tenía problemas con los derechos de autor, porque con eso de que las cosas son de todos, al final no son de nadie. Hubo funcionarios en el ICAIC que se sintieron dueños de “Vampiros en La Habana”, y no permitían a mi papá utilizarlos en una obra musical, por ejemplo. Terrible lo encuentro.
En la entrevista que le hice en el 2015 le pregunté:
PP: ¿Cuál ha sido el mejor y el peor momento de su carrera hasta el día de hoy?
JUAN PADRÓN: Muchos momentos frustrantes, porque hay mucho “iluminado” que quiere censurar el humor. Debe ser porque no lo tienen. Y buenos momentos, muchos con el público.
Otro momento malo fue cuando me dijeron que “Vampiros en La Habana” estaba fustete, que no era lo que esperaban de mí, que no tendría conferencia de prensa ni estreno.
Uno bueno: cuando la misma película rompió record de taquilla en el primer mes de exhibición y se vendió en todo el mundo.
PP: ¿Nunca tu padre pensó irse de Cuba?
IAN: Él siempre quiso quedarse en Cuba, trabajar en Cuba y tener una obra en Cuba, para él eso era lo más importante. Pero es innegable que fue un poco dura su vida en Cuba, a pesar de ser el gran Juan Padrón.
Siempre estuvieron en su contra varios burócratas y funcionarios que lo censuraron y cuestionaron al principio de su carrera. Mi padre les llamaba irónicamente “Los iluminados”, porque siempre creían tener “la luz” e “interpretaban como nadie el sentir del pueblo cubano”.
PP: ¿Cuál era su inclinación política?
IAN: Yo percibo que mi padre fue siempre un amante de los mambises y las luchas por la independencia de Cuba. En su niñez y juventud, sus referentes culturales eran los norteamericanos y luego, dichos paradigmas los amplió con los europeos y latinoamericanos. Creo que siempre fue anti-imperialista y pensaba que la política norteamericana hacia Cuba, era errada. Que yo conozca, nunca perteneció a ninguna organización política y sus ideas eran de izquierda, como la mayoría de los cubanos que vivieron dentro la Revolución Cubana. Su ideología era la Independencia y soberanía de Cuba, con las múltiples lecturas y posiciones que eso ha conllevado entre todos los cubanos.
Final
Juan Manuel Padrón Blanco muere en La Habana, el 24 de marzo de 2020, a causa de complicaciones por una neumonía.
Como nos contó Ian más arriba, Padrón fallece mientras terminaba su libro “Mi vida en Cuba”, novela gráfica donde relata sus primeros veintitrés años, finalizando en 1970 cuando regresa a La Habana desde Leningrado.
Por suerte, la Editorial Reservoir Books lo publicó.
Este proyecto tenía una segunda parte dedicada a la creación de “Vampiros en La Habana” y a su trabajo con Quino.
Ya me tengo que despedir de Ian, confesándole que soy un fanático de su espacio “Derecho a Réplica” y agradeciéndole infinitamente que me haya dedicado su realmente escaso tiempo, su esfuerzo y su atención para contestar mi extenso cuestionario.
Ojalá sienta como yo, que se cumplió el objetivo de hacerle un sencillo y humilde homenaje a su padre (lo expreso así, aunque suenen cliché esas palabras “sencillo y humilde”. Es que en este caso es cierto).
Y al querido y admirado Juan Padrón le digo, donde quiera que esté —si me puede escuchar más allá o más acá—: señor mío, es usted un grande entre los grandes y si pudiera hacerlo, siga haciendo reír con su ingenio, su pincel y su cámara.
Para mí, a tal humor, tal honor.
Copyright © Pepe Pelayo. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.