Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo
Mi enemigo político
Esta reflexión me la provocó una conversación con una antigua amiga que quiero mucho y doy fe de que es buena persona integralmente. Sin embargo, no piensa como yo sobre lo que está sucediendo en Chile en estos últimos tiempos y lo que es peor, lo que se especula sucederá a partir de marzo, cuando se acaben las vacaciones de verano.
El tema es el siguiente: después de analizar lo que ella piensa y siente, siendo una persona sin malas intenciones, repito, llegué a la conclusión de que nos confundimos al decidir quiénes son nuestros enemigos. Y de pronto vi que ese podría ser uno de los grandes problemas que padecemos.
Para mucha gente, políticamente hablando, el enemigo es el que piensa lo contrario (o diferente) a uno.
Por ejemplo, para alguien de derecha, el que cree en los principios de la izquierda, es un comunista, un terrorista. Igual sucede con el izquierdista, que está convencido de que la persona de derecha es un imperialista, un monstruo. Y esos son los enemigos de ambos.
Error, según mi molesta opinión.
Ya sabemos que actualmente ni se usa mucho ser de izquierda o de derecha, porque se ha generalizado que la mayoría de ambos tipos de políticos no son honestos. Y también porque algunos principios se han ido mezclando en los extremos del centro. Pero sigamos esta reflexión con la clásica clasificación de izquierda/derecha.
Entonces, a los dos colores políticos les digo que si alguien piensa diferente, pero no impone sus ideas a la fuerza; y está dispuesto a debatir; a negociar, a escuchar, a tolerar, y piensa y actúa como un humano, civilizado y decente demócrata, entonces ese alguien es un contrincante, un rival político, pero no un enemigo.
Entonces, ¿Quiénes son los enemigos? Los dictadores, los totalitarios, los antidemócratas. ¿Dónde están esos verdaderos monstruos? En la extrema izquierda y en la extrema derecha. Porque esos militantes de la extrema política, esos que piensan como fundamentalistas religiosos, buscan llegar al poder disfrazados de demócratas y ahí comenzar a estirar sus tentáculos hasta convertir sus gobiernos en dictaduras, tanto de derecha como de izquierda.
Así, hay muchas personas -como mi buena amiga-, que piensa más con la emoción y no con la razón y la lógica. ¿Por qué? Porque se confunde a la hora de decidir quién es su enemigo.
Por ejemplo: Fulano es de izquierda y escogió que su enemigo es toda la derecha. Entonces todo lo que haga o diga la derecha es malo y todo lo que haga y diga la izquierda es bueno. Lo mismo sucede con Mengano, que es derechista. Y algo peor aún. Fulano cree que los amigos de la izquierda son los buenos de la película, por lo tanto, lo que hagan los dictadores, populistas, totalitarios de la izquierda hay que apoyarlos “porque son de izquierda” y está convencido de que el que sea amigo del Reino Oscuro de Estados Unidos es su enemigo también (aún si Estados Unidos es gobernado por gente con cierto pensamiento de izquierda). Y Mengano también piensa que los amigos de los regímenes de derecha son sus amigos, aunque sean dictadores y gente que comparte con los chinos, los rusos, los coreanos o los cubanos, son sus enemigos acérrimos.
Error, según mi moleta opinión.
Por eso mi amiga, que escogió que su enemigo es la derecha (no la extrema derecha) perdió la últimas elecciones en Chile, porque su izquierda se dedicó a ser la furiosa enemiga de la derecha y se pasó todo el tiempo tratando de desacreditarla, sin proponer algo sustancioso para ganar. Y por eso esa buena amiga no puede ponerse en contra de los encapuchados violentistas, terroristas, etc., porque se suponen que son de izquierda y es de la que se deja convencer de los deshonestos políticos de izquierda que le “ordenan” o captan con cantos de sirenas, que hay que hacer esto o lo otro, porque el cambio radical donde el pueblo llegará el paraíso terrenal se logrará en unos días (como dicen los populistas). Y después vienen las decepciones como los sucedido en Venezuela y otros lugares.
Y los de derecha igual. No son capaces de ir en contra del empresario corrupto y explotador, porque los empresarios son de derecha. No son capaces de repudiar las violaciones de los derechos humanos de los uniformados, porque se suponen son armas de su derecha, no son capaces de castigar con los votos a los políticos que no hacen leyes para mejorar la calidad de vida del pueblo, porque los que hacen eso se suponen que son políticos de derecha.
En resumen, la equivocación radica en decidir quién es el enemigo.
Si todos tuviéramos consciencia de que los verdaderos enemigos no son los que piensan diferente a nosotros, sino que son los dictadores y estos llegan al poder a través de la extrema izquierda y de la extrema derecha, tuviéramos una mejor democracia, una mejor convivencia, una mejor vida.
Pero nos dejamos llevar por las manipulaciones de los extremistas y después nos arrepentimos a la hora de tener que emigrar de esas dictaduras.
Ya lo dijo uno de los más grandes pensadores de esta América Nuestra. Y es una frase que no se puede malinterpretar, como lo han hecho y hacen los extremistas de derecha e izquierda. Está en la imagen.
Un último consejo aunque no me lo hayan pedido: duden de todo lo que les llegan de ambos extremos y duden de hasta los que piensen como ustedes, porque recuerden que hay extremistas disfrazados de demócratas. Sólo duden, y piensen, no se convenzan tan fácil y no se dejen llevar por la emoción como mi amiga.
Es mi molesta opinión… por ahora (porque nunca creo que tengo la verdad absoluta ni mucho menos).Gracias.
Cuentos serios de bufones #10
Érase una vez, hace poquísimo tiempo y en un lugar muy cercano, una solemne, severa y temida autoridad: era el Cardenal de Palacio, el cual aplicaba con suma rigidez sus leyes morales en aquel Reino, incluso por encima del Rey. Era famoso por castigar a los que se atrevieran a reír en público. Y sus castigos iban desde cadena perpetua por una sonrisa, hasta la guillotina por una risa.
Una mañana como otra cualquiera, recibió una carta firmada por La Muerte donde le decía que iría a llevárselo, inobjetablemente, esa misma noche.
La poderosa autoridad tembló de miedo, porque conocía esa antigua historia (muy requeteusada por los escritores, por cierto). Y estuvo un buen rato pensando, hasta que al fin decidió traer a su presencia y sin que nadie supiera, al bufón de Palacio. Al mismo que había desterrado como primera medida al inicio de su mandato.
Tomó intensivas clases con el bufón, y en pocas horas aprendió a desplazarse y moverse de forma cómica, de memoria logró repetir un sin número de chistes y de respuestas ingeniosas a situaciones comunes y aprendió a disfrazarse y maquillarse como un verdadero bufón.
Llegó la noche, y a la hora fijada la figura oscura, con capucha y guadaña en mano tocó la puerta del dormitorio del nervioso Cardenal, que le abrió con el corazón en la garganta. Luciendo el disfraz de bufón, hizo un saludo muy exagerado inclinando su cuerpo, de una manera tan cómica que hubiera hecho reír al ser más amargado del universo.
Pero la seria Muerte, preguntó por el Cardenal y el falso bufón contó varios chistes ingeniosísimos en medio de su respuesta, para al final informarle que ya en Palacio no vivía nadie con esas señas.
Extrañada, La Parca dio media vuelta y se fue. La autoridad entonces entró y comenzó a reír de alegría. Fueron tantas las carcajadas que le vino un ataque de risa como nunca antes en la vida había tenido.
El verdadero bufón llegó a la esquina del pasillo, se quitó el ropaje y la capucha, soltó la guadaña y regresó al dormitorio del Cardenal para conocer su reacción por haber burlado a La Muerte.
La puerta estaba entreabierta y entró. Lo encontró tirado en el piso, literalmente muerto de risa.
Orión y Pipita. Cuento No.4
"Los chocolates"
-¡Mira, esto, Orión!
-¿Qué cosa, Pipita?
-Mira a esa pareja que se instaló ahí frente a nosotros y que no paran de hablar.
-¡Ah, sí! Son raritos, ¿no?
-Raros, no. Pero demodé, sí.
-¿Qué quiere decir eso?
-Fíjate cómo están vestidos.
-¿Porqué no usan ropa normal?
-Bueno, cada cual se viste como le da la gana, Orión.
-Y cada cual se ríe también de lo que quiera, ¿no?
-Reírse de alguien es una falta de respeto.
-No, si lo hago sin que me vea, Pipita.
-Sí, también es cierto. Por lo tanto, vamos a reírnos aquí entre nosotro de esa tenida de dos piezas que usa ella, Orión.
-Sin escote y con la falda hasta media rodilla.
-¿Y qué me dices de la cartera, Orión?
-A tono con el vestido, ¡y cómo debe pesar! Ese antebrazo debe estar ya morado.
-¿Y de los zapatos de medio tacón, Orión?.
-Así lo usaban en la primera mitad del siglo XI.
-No seas exagerado, ¿Y qué me dices del maquillaje, Orión?
-Me da risa esos cachetes tan coloraditos en el medio.
-¡Pero lo peor es ese peinado alto de peluquería! ¿No es cierto, Orión?
-Le echaron un galón de laca para mantenerlo así. No se mueve ni aunque pase por aquí un tornado y un huracán… Oye, ¿laca vendrá de la palabra lacayo, Pipita?
-Un lacayo o lacaya es la que se deja poner eso en la cabeza.
-Y hablando de laca… laca misa almidonada del tipo es para reírse también, ¿eh?
-¿Y el peinado, Orión? ¿Y los zapatos?... Parece mentira que haya gente tan formal todavía en el siglo XXI.
-Y no son tan viejos, ¿verdad, Pipita?
-No, deben tener cincuenta y tantos, diría yo… ¿Qué hace él ahora? De tu lado se ve mejor.
-Le está entregando una caja que ocultaba a su espalda. Parece que son chocolates.
-Sí, lo son, Orión. Y ella, o quiere agradecerle el gesto o tiene un hambre vieja terrible, porque se los come de a dos y de a tres.
-Y no para esa mujer. Ahora es un monólogo del hombre, porque ella no puede hablar con la boca tan llena.
-¡Mira, Orión! El tipo acaba de sacar un estuche de su bolsillo.
-¡Increíble! Se está arrodillando como hacen en las películas de Hollywood para pedir matrimonio, Pipita.
-Y ella contesta que sí con la cabeza y se puso el anillo sin hablar, porque no deja de tragar chocolates. Deben ser los nervios, ¿verdad?
-Da mucha ternura ver a dos adultos de esa edad tan enamoraditos, ¿eh?
-Sí, son demasiado formales y solemnes, pero se aman parece… ¿Eh, qué pasó? ¿Viste eso, Orión?
-¡Sí, ella se metió como un cohete por la puerta de tu baño! ¡Mírala por la ranura para que me digas qué le pasó, Pipita!
-Voy…
-El tipo se quedó boquiabierto.
-¡Orión…!
-¿Qué?
-… ¿Sabes por qué corrió tan desaforadamente?
-No.
-No pudo aguantar las ganas y lo hizo antes de llegar al inodoro.
-¡Wao! ¡El chocolate le cayó mal! ¿Y se embarró mucho, Pipita?
-¡Uf! La falda, los zapatos y claro, el calzón que se acaba de quitar.
-¡Wao! La pobre… Y el hombre aquí afuera se recompuso y ahora a cada rato mira de reojo hacia la puerta. Debe estar preocupado. ¿Y qué hace ella, Pipita?
-Se desnudó de la cintura para abajo, Orión. Y está aseándose como puede en el lavamanos.
-Deberían poner duchas o bidet en los baños públicos, ¿no es cierto?
-Ahora echó en el tarro de basura el calzón, pero trata de lavar la falda.
-¡Wao! Va a demorar en secarse eso. Al tipo le van a salir raíces ahí.
-¡Peor la está pasando ella, Orión! ¡Qué importa el novio!
-Ya sé, Pipita, pero…
-¡Hey! ¡Ahora sí se cagó la perra!
-¿Qué perra? ¿Por qué le dices perra a la señora? ¿Y se volvió a…?
-Esa es una frase muy usada, Orión. Es para subrayar otra cosa que le sucedió a la mujer.
-¿Qué cosa, Pipita?
- Que se lavó un poco la falda y al llevarla hacia el secador de manos que está al lado en la pared, el bolsillo quedó enganchado en la llave y se acaba de rajar la tela casi de lado a lado, Orión. Ella no puede creerlo. Está paralizada, congelada.
-Pobrecita, ¿y cómo va a salir de ahí ahora? No es fácil salir desnuda en público.
-¡Y con el peinado impecable con laca!
-¡Te estás burlando de ella, Pipita!
-Claro que no. Pero el contraste es… espera…
-¿Qué pasó ahora?
-Metió la falda también dentro del tarro de basura, buscó en su cartera una cajita de fósforo y lo está quemando todo, Orión.
-¡Lo que debe estar sintiendo esa mujer! Y el día de su compromiso matrimonial!
-Yo creo que está perdiendo el juicio.
-¿Pero quién la está enjuiciando, Pipita? Solamente estamos…
-¡Peor!
-¿Qué?
-¡Las llamas del tarro de basura activaron el riego automático contra incendios!
-Pero eso no es malo, Pipita, se podía haber incendiado el baño.
-¡Sí, es malo! ¡Peor! El rociador que está encima de su cabeza le está lanzando mucha agua encima y se le está yendo la laca y el maquillaje. ¡Es la imagen más triste que he visto en mi vida, Orión!
-¡Wao! ¡Qué mala suerte la de esa mujer! ¿Pero qué pasará ahora cuando salga empapada, con la laca y el maquillaje escurriéndole por todos lados ¡y con las nalgas al aire, Pipita!
-No sé. La mujer se paró frente a la puerta, como tomando fuerzas para poder salir.
-¿Qué hará el tipo cuando la vea?
-Es probable que se vaya corriendo al verla, como diciendo: “yo no tengo nada que ver con esa señora”.
-¿Tú crees? Bueno, hay que entenderlo, porque esas personas tan formales no se pueden dar el lujo de caer en esa vulgaridad de andar con el culo al aire por ahí.
-Yo creo que ella va a salir como una bala del baño, Orión. Y le va a pasar por el lado desconociéndolo para evitarle un mal rato.
-Estoy bastante expectante, Pipita. Hace rato no teníamos un suceso de esta dimensión.
-¡Va salir ya…!
-¡Ya la veo! ¡Wao! Es el símbolo de la infelicidad, Pipita. Mojada, despeinada, denuda para abajo, en zapatos de medio tacón embarrados y con mal olor…
-¡Sí, pero mira cómo cambió! ¡Qué dignidad, Orión! Va caminando con parsimonia, hasta con elegancia, la cabeza erguida. ¡Increíble!…
-¡Wao! ¡El tipo es el mejor también! Se quitó la chaqueta y la tapó un poco. ¡Pero saludándola con un beso en la mejilla, como si nada hubiera pasado!
-Y le dio el brazo y se van así, tan campantes, con tanta hidalguía.
-Son tal para cual, Pipita...
-Sí…
¿Mis libros en Francia?
Estoy muy molesto. Sin mi permiso han colgado tres de mis últimos libros en el Museo del Louvre. Eso me perjudica porque mis lectores van a tener que ir a París en vez de adquirirlo en amazon.es, sólo poniendo "Pepe "Pelayo" al entrar en el sitio. Voy a tener que demandar a esa gente.
Tendré que repetir aquí lo que decía ese gran humorista Idalberto Delgado "¿Qué gente caballeros! ¡Pero, qué gente!".
El humor en el Festival de Olmué 2020
No vi nada de ese Festival, por lo que no tengo idea del humor que hizo El Huaso Filomeno. Pero me enteré por los titulares de Google que me llegan, que “el público asistente lo aplaudió y en las redes sociales lo fusilaron”. También leí que una practicante del stand up comedy lo criticó.
Repito, no vi la rutina del Huaso Filomeno. Lo he visto a él varias veces y para mí es alguien con vis cómica, con trayectoria, con oficio y funciona bien su trabajo.
Pero en este Festival dicen que mezcló chistes sobre el acontecer actual, el feminismo, el comportamiento típico de los chilenos, el movimiento social, entre otros temas. Pero lo peor: alegan que hizo chistes machistas. Y leí que hubo risas en el público, pero en Internet comentaron que fue aburrida su presentación, que eran chistes viejos y lo del machismo, obvio.
Sobre todo lo anterior tengo dos puntos a reflexionar.
1-El Huaso Filomeno y cualquier otro humorista tiene la libertad de hacer el humor que le de la gana. Me da igual si hace chistes de humor negro, sobre el feminismo, o los gay, o sobre los políticos de derecha o de izquierda, etc., etc. Y no puedo comentar aquí si hizo chistes machistas o no, porque no vi su show. Sin embargo, no dudo que toda esa polvareda contra él, sea producto de ciertas personas fanáticas y extremistas que siguen la moda de ver todo el humor actual con una censura desmedida, y que no vale la pena ni entrar en ese debate, porque sabemos que lo que menos hacen es debatir, sino imponer a la fuerza su criterio.
Si a alguien no le gusta lo que cuenta él, tiene dos vías: una, cambia el canal, de emisora de radio, de sitio web, o se levanta y se va del Festival; y dos, si se siente muy ofendido por ese humor, va a los tribunales y lo demanda. Eso es lo que hace la gente civilizada, decente y que cree en la democracia y en la libertad de expresión. Por supuesto, es libre también de criticar verbal o por escrito lo que piensa y siente de la rutina del humorista y si éste desea defenderse, también tiene la misma libertad, el mismo derecho de hacerlo. Por supuesto, todo con respeto, tolerancia, decencia.
Ojo, yo no hago humor para ofender, para burlarme, para discriminar, ni me gusta consumirlo, pero no censuro nada. El humor no tiene límites para mí.
No crucifico a ningún colega, excepto que incite al odio y/o a la violencia. Pero si no me agrada el contenido de su rutina por una cuestión de gusto, de ideología, etc., no me siento con el derecho a destruirlo. ¿Por qué voy a creer que mi pensamiento, mi creencia, mi verdad es absoluta, la unica que puede existir, y que debo imponérsela a otros?
2- Este otro punto también es importante en este asunto: ¿por qué se la da tanta importancia a lo que dicen las redes sociales? ¿Por qué la mayoría de los periodistas viven pendiente de lo que leen ahí? No es obvio que los que opinan en las redes no necesariamente coincide con lo que piensa el resto del país que es -por número-, el verdadero pueblo? ¿No es evidente que la mayoría de los que cacarean en las redes son mediocresy vulgares muchos de ellos? ¿No es claro que los que ahí critican son cobardes y/o envidiosos y/o resentidos que no tienen “corazón” para dar la cara? ¡A nadie le debería importar el escándalo de los totalitaristas de las redes!
Por tal motivo, señor Huaso Filomeno, no disfruté de su presentación como ya dije, pero si usted vio que el público presente rió, usted triunfó (aunque sabemos que eso no significa que hizo humor de calidad, porque los públicos pueden tener menos nivel del adecuado, sobre todo en esos "festivales-circos romanos" de nuestros veranos. Yo no soy nadie para aconsejarle, ni siquiera creo que me leerá, pero igual le digo: si se convence de que algo puede mejorarse en su rutina, hágalo y si no, no (y no pasa nada). Y por favor, trate de limpiarse la nariz con la mayoría de los comentarios en las fétidas redes sociales.
Cuentos serios de bufones #9
Érase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, un respetable Barón de la Corte de Palacio se dirigía hacia el aposento del bufón, donde descansaba éste.
Es que esa misma noche el cortesano debía asistir a un banquete importante, donde pensaba pedirle apoyo y consejo a sus pares, en su plan de solicitarle más tierras al Rey.
“Necesito que me des un buen chiste sobre su Majestad”, casi le exigió al bufón.
“Lo siento, pero no regalo ni presto chistes”, le respondió el hombrecito de sombrero de cascabeles, “sólo los vendo, para que las personas como usted valoren más la creación chistosa. Es mi experiencia”.
“Pues te lo compro”, así de necesitado y apurado estaba el Barón. “Muy bien”, dijo el bufón y agregó: “ahora dígame las características del público que le escuchará su chiste, en cuál momento del banquete los contará, si desea provocar carcajadas o sólo sonrisas, y si quiere que sólo se rían con el chiste, o que rían y además los haga pensar, también si es un chiste que se burla del Rey o solo lo menciona, y si…”
“¡Tanto lío para un simple chistecito!”, interrumpió el Barón. “Y más…”, contestó el bufón alejándose.
Al cabo de unos minutos ya el distinguido Caballero tenía en su poder varios chistes. Los leyó y rió mucho por lo ingeniosos que estaban. Escogió uno pensando que le podría servir para mejorar su imagen de persona simpática y que a la vez le abonaría el terreno para cuando les pidiera el favor a sus pares.
El bufón quiso darles varios consejos de cómo contarlo, qué hacer ante imprevistos, etc., pero el acelerado Barón no tenía tiempo para eso y le ordenó al bufón que se lo escribiera todo en un papelito, mientras él buscaba las monedas para pagarle.
Esa noche el Noble esperó la oportunidad para contar su enjundioso chiste que ya tenía aprendido de memoria, y llegado el momento, lo contó ante la atención de todos los presentes.
Sin embargo, al finalizar de contarlo, y en contra de sus expectativas, sólo provocó algunas sonrisas de cortesía entre los demás Caballeros.
Al verlo tan desolado, uno de sus pares le pidió que explicara el chiste, por qué no lo había entendido bien.
El distinguido Barón deseó que se abriera la tierra y se lo tragara en ese instante. ¡Ni siquiera guardó el prospecto que le había dado el bufón!
Pronto nuevo título publicado
Como comenté en esta página hace unos días, me he propuesto publicar libros míos cada uno o dos meses (aprox.). Libros que han caducado sus contratos o libros inéditos, porque se me han acumulado unos cuantos.
Ya publiqué los dirigidos a adultos: "Hamor y Umor" y "Los Señores Ortega & Gasset". Este mes de enero le toca a uno muy especial. Lo titulé "Chanzas de Matanzas".
Son cuentos también para adultos, donde mi ciudad natal está de fondo y están ubicados en la época que me tocó vivir allá.
¡Pronto! ¡Por esta misma pantalla!
Orión y Pipita. Cuento No.3
"EL CRIMEN"
-¡Orión!
-¿Qué sucede, Pipita?
-¡Han entrado a tu baño dos hombres trastabillando!
-¿Y qué hago? Es un evento importante y tienen derecho a entrar así, ¿no?
-Lo sé, pero debes asomarte por la ranura de tu puerta a ver. ¡Algo me huele mal!
-Deja ver… Bueno, están abrazados frente a los lavamanos.
-¿Serán amantes?
-No creo. Espérate para escuchar bien… El flaco le dijo al más bajito… no escucho bien… dijo algo sobre un vino de caja.
-¿Vino de caja? ¿Se le llama así a venir tropezando? ¿Y la caja es por la caja de muerto?
-No, Pipita. Me imagino que le dijo algo así como que huele a vino de caja.
-¿Qué significa eso, Orión?
-¿No has probado esos vinos que venden en cajas de cartón? Es como beber vinagre casi.
-No. ¿Pero no te dije que algo me huele mal?
-Ahora el más bajito se metió en un cubículo, supongo que fue a orinar.
-¡Sabe dios lo que hará ahí!
-¡No pienses mal, Pipita¡
-Mira, Orión…
-¿Qué cosa, Pipita?
-Nada iba a decirte: mira, Orión… que miraras, ¿entiendes? Para que me contaras cuándo saliera el tipo.
-Ah, está bien… Oye, el flaco sacó jabón líquido del dispensador, ¡y de su mano se lo llevó a la boca!
-¿Cómo?
-Se echó jabón en la palma de la mano y…
-Yo entendí, Orión. Dije “cómo”, como una expresión de asombro.
-Ah, está bien… Pues parece que pensó que era pasta de diente, porque se está restregando los dientes con el dedo.
-Ah, pobrecito, fue para quitarse el tufo que le dijo el otro.
-¡Oye, el bajito salió del cubículo con todo el pantalón mojado. Creo que ni se abrió la cremallera para orinar.
-¡Imbécil!
-¿Por qué me dices eso, Pipita?
-No era a ti, Orión, era al hombre ese. ¡Qué asco!
-Ah, está bien… Pues el bajito fue hacia el secador de manos y lo echó a andar para secarse el pantalón, pero como no llega por su baja estatura, está dando brincos para que le llegue el aire caliente a esa zona.
-No lo puedo creer.
-Te lo juro, es como si tuviera muelles en los pies. ¿Por qué te voy a mentir, Pipita?
-A ti te creo, Orión. Mi expresión fue por la incredulidad de que el tipo haga eso.
-Ah, está bien… Te diré que el flaco vio a su compañero haciendo eso y sacó un pañuelo del bolsillo.
-¿Para qué un pañuelo? ¿Tratará de secarlo con eso?
-No, porque ahora se arrodilla en medio del baño, se inclina hacia delante…
-¿Es musulmán y está rezando?
-No creo.
-Yo sé que tú no eres creyente, Orión.
-No, digo que no creo que él sea religioso, Pipita.
-Ah, está bien… ¿Y qué está pasando ahora?
-Sigue arrodillado y está doblando el pañuelo con cuidado, pero se enreda bastante.
-No entiendo.
-Que le cuesta doblar el pañuelo, Pipita, ¿estás sorda?
-¡Dije que no entiendo lo que quiere hacer ese tipo!
-Ah, está bien… Pues al fin terminó y coloca el dichoso pañuelo, mal dobladito, en el piso…
-¿No será un ritual, Orión?
-Puede ser, Pipita. El caso es que recostó su mejillas en el pañuelo y se acostó a la larga boca abajo.
-No te dije. Es un ritual. Seguro que ahora convulsiona, o se mueve de forma extraña…
-Sí, se está moviendo…
-¿No te dije?
-Se estaba acomodando, Pipita. Creo que se echó a dormir ahí.
-¿Tanta cosa para dormirse, Orión?
-¡Ya el bajito dejó de dar brinquitos!
-Menos mal. ¿Y se le secó el pantalón?
-No… ¡Eh! ¡Volvió a brincar!
-Esta gente no está bien. ¿Por qué brinco ahora, Orión?
-Porque vio a su compañero acostado en el piso y ha pegado tremendo brinco del susto.
-¿Susto por qué?
-Porque el flaco de verdad parece que está muerto, Pipita. ¡Y con esa espuma saliendo de su boca…!
-¿Del jabón líquido, Orión?
-Así es. Ahora el bajito lo está zarandeando, pero el flaco no despierta.
-¿Tanto sueño tenía ese hombre?
-El bajito le está tomando el pulso al flaco, mientras menea la cabeza como negando…
-¿Pero di algo, Orión!
-No está pasando nada nuevo, Pipita. El bajito está pensando.
-¡Te dije que dijeras algo sobre este extraño asunto, ¿estará muerto de verdad ese tipo? No lo dije para que me contaras lo que sucedía.
-Ah, está bien…. Este, mira, sobre eso nada más te diré que no creo que esté muerto.
-¡Pero di algo más, Orión!
-Mira, las probabilidades de que…
-No, ahora quise decir que dijeras algo más de lo que pasa ahí dentro.
-Ah, está bien… El…
-Espera, antes de que continúes. Dime una razón válida para que afirmes con tanta seguridad de que no está muerto ese flaco.
-Porque la teoría de las probabilidades nos dice que es casi imposible que la gente se muera en los baños después de decidir acostarse a dormir en el piso, ¿entiendes?
-¿Esa es tu única razón, Orión?
-Esa y porque acabo de ver cómo el flaco se rascó un poco el trasero sin abrir los ojos y siguió durmiendo como si nada.
-¡Ay, que alivio!
-¿Te picaba a ti también?
-¡No, Orión! Me refería a que me deja más tranquila que no haya un muerto en el baño.
-Ah, está bien… Pero te cuento que el bajito no lo vio moverse, porque ahora le está poniendo su oído en el pecho del flaco, como oyendo los latidos.
-Sigue comprobando si su compañero está vivo o muerto.
-Sí… ¡Ay, mi madre! El bajito le golpeó el pecho con el puño cerrado al flaco y acto seguido le tapó la nariz y le está aplicando respiración boca a boca.
-¿Y el aliento a vinagre? ¿Y el jabón líquido?
-¡Qué sé yo! Ese hombre no sabe qué hacer, Pipita. Se puso de pie y parece que sigue con dudas de si está vivo aún.
-¿Por qué lo dices?
-Por su expresión y porque está arrancando el espejo del lavamanos.
-¿Pero por qué hace eso?
-¡Ya lo sacó, Pipita! Y es grande el espejo.
-Se le puede caer de las manos y herirse y hasta matarse.
-Cállate, Pipita. Ya tenemos a uno casi muerto. No llames más desgracias.
-¿Pero qué hace con el espejo?
-Con tremendo trabajo se lo está acercando a la boca del flaco.
-¡Ah, es para comprobar si respira, Orión!
-Parece… Creo que se convenció de que su amigo está muerto, Pipita. Comenzó a santiguarse frente a él con mucha solemnidad.
-¡Hay que decirle que no está muerto!
-Espera, acaba de verse en el espejo que dejó recostado a la pared y está poniendo distintas expresiones, hace gestos, pone poses… Creo que le gustó verse como una autoridad, como un policía o algo así. Incluso camina dando una vueltecita sin dejar de mirarse.
-¿Y trastabilla?
-Todo el tiempo… Se quedó mirando al flaco en el piso y creo que se le ocurrió algo.
-¡Por dios! ¿Qué hará ahora?
-Está sacando papel higiénico del rollo, Pipita.
-¿Le entraron ganas ahora, Orión?
-No, con la pose de autoridad está colocando en el piso el papel higiénico, alrededor de todo el cuerpo del flaco, como dibujando su silueta.
-¿Como si fuera una escena del crimen?
-Exacto. Y está colocando el papel higiénico de pared a pared, como si fuera la cinta esa que pone la policía para delimitar la escena del crimen.
-¡Yo sabía! ¿No te dije que algo me olía mal, Orión?
-Pero no defecó, Pipita, te dije que usó el papel para otra cosa. Además, no han hecho nada malo.
-¿Ah, no? Desde que… ¡Oye! ¡Está entrando otro tipo a tu baño!
-¡Ya lo veo! Es el maestro de ceremonias del evento, ¿no?
-¿Por qué lo sabes?
-Porque es un tipo estirado y con ese frac…
-¿Y qué reacción tuvo el bajito al verlo entrar, Orión?
-Nada, se quedó observándolo y lo siguió con la vista hasta que el tipo se metió en un cubículo.
-A orinar, supongo, ¿no? ¿Y qué hace el bajito? Espero que deje tranquilo al del frac.
-El flaco sigue paseándose por todo el baño, tropezando y con su pose autoritaria, ahora pone los ojos achinados como si meditara.
-Creo que hay que sacarlo de ahí, Orión.
-Espera, Pipita, salió el maestro de ceremonias y fue a lavarse las manos.
-Lógico.
-Pero el bajito se le acerca, espera… le dice en actitud de ser un interrogatorio oficial que dónde estaba hace un rato. El hombre lo mira y no le responde. El bajito le pregunta si tiene una coartada. El tipo lo mira con cara de pocos amigos…
-¡Ay, dios! ¡Esto va a acabar mal!
-El bajito le pregunta qué relación tiene con el muerto. ¡Y el tipo le pega tremendo puñetazo en la mandíbula al bajito!
-Lo sabía, Orión. ¿Llamamos a la policía?
-Espera. El flaco se recupera, lo mira como desafiándolo y sale corriendo y gritando, ¿lo escuchas?
-Sí, lo oigo, “¡El mayordomo es el asesino!”, ¡el mayordomo es el asesino!”… Oye, ¿y qué hace el del frac?
-Deja ver… se acerca al espejo…. Ahora está poniendo distintas expresiones, hace gestos, pone poses… Le gustó parece verse como un mayordomo criminal. Incluso camina dando una vueltecita sin dejar de mirarse…