Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo
Asesinos
Parece que soy masoquista, porque continúo leyendo los titulares de las noticias en Google (ya dejé de ver los noticieros de TV, a no ser que busque algo porque piensa sea importante o interesante).
Y debe ser por ello que una y otra vez vuelvo a reflexionar sobre los asesinos, torturadores, violentistas, violadores, pedófilos, narcos, asaltantes, corruptos, etc., que cada día nos enteramos que son más y más (no sé si siempre fue así y ahora por la globalización de las comunicaciones hay más información, o porque esta época es más fértil para que “salgan del closet” tantos y tantos seres humanos inhumanos).
Como sea, siempre me pregunto: ¿se nace asesino? (Por mencionar un ejemplo de esa fauna monstruosa). ¿Viene la criatura recién nacida con el adn del asesinato, por decirlo así? Si fuera de esa manera y se pudiera detectar, ¿podríamos encarcelar al niño o tenerlo bajo estricta vigilancia para que nunca mate a nadie? ¿Se podría rehabilitar ese niño antes de que asesine? Y si se nos escapa y ese niño crece y logra matar para cumplir con su defecto de fábrica, ¿habría que aplicarle la pena de muerte, o solo tomarlo preso? ¿Se podría rehabilitar? ¿Y si nos convencemos de que se rehabilitó, le damos la libertad y vuelve asesinar porque nos engañó? ¿Y si se rehabilita de verdad, pero como lleva el fatídico adn, un día no puede evitarlo y mata de nuevo? Y si lo fusilamos, ¿no estaríamos siendo asesinos también? ¿Y si no lo fusilamos, pagaría de verdad la cadena perpetua sin salida por portarse bien, ni nada? ¿Con nuestras imposiciones pagaríamos su vida en la cárcel? ¿Y por qué no lo ponemos a trabajar duro durante toda su cadena perpetua y así paga su estadía en la cárcel? ¿Tienen derechos humanos los asesinos, aún cuando ellos son inhumanos? ¿Y si hacemos lo que siempre dicen algunos de mandarlos a todos a una isla desierta para que se maten entre sí? ¿Pero si no se matan entre sí porque se unen para escapar de ahí para seguir matando? ¿Y si en la isla hacen un gobierno con ejércitoNo y todo, e invaden a otros países para seguir matando y matando? Otra cosa: ¿podrían no tener ese adn y así y todo matar? ¿Cabe la teoría de que se volvieran asesinos culturalmente; es decir, porque el medio donde se formaron los llevó a pensar y a sentir así? ¿Entonces por qué otros que se forman en un idéntico medio no salen asesinos? ¿Significa que el medio puede convertir en asesinos solo a los que “posean algo malo” en su interior? Si lo anterior fuera cierto, entonces, ¿si elimináramos esos medios formativos dañinos saldrían asesinos de igual manera?...
No estoy muy convencido de lo que respondo a todas esas preguntas.
¿Ven lo que me hacen reflexionar tantas y tantas gente mala protagonizando las noticias?
Tengo que hacer un esfuerzo para no traumatizarme, para no deprimirme, por salud y porque me dedico al humor, ¿no es cierto?
Cuentos serios de bufones #2
Érase una vez un bufón, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, que salió del Palacio a recorrer la Villa.
Se le había ocurrido caminar sin detenerse, regalándoles una sonrisa a cada uno de los aldeanos, campesinos, guardias, mercaderes o quien fuese que se le cruzara por delante.
Todos, amablemente, se lo agradecían. Sin embargo, unos pasos más allá del encuentro, muchos guardaban la risa en el bolsillo. Otros la dejaban provisionalmente en un sitio, y después se olvidaban de ella. Hasta hubo varios que la estrujaron y la lanzaron lejos.
Al darse cuenta de lo que sucedía, el bufón se dijo: “si no valoran la risa regalada, entonces debo ponerle precio para que la valoren”. Y se instaló en el medio de la Plaza Principal a vender sus risas.
La gente al pasar, curioseaba mirando la sonrisa espontánea, la sonrisa diplomática, la risa alegre, la estrepitosa carcajada y muchas más. Sin embargo, nadie compraba.
Más tarde, al averiguar el por qué de su fallido negocio, muchos le confesaron que no la compraban porque la risa era algo natural que no se debería vender.
“Ni regaladas ni vendidas”, se dijo el bufón, “¿qué hacer entonces?”
Ahí tuvo una nueva idea. Por su influencia con el Rey, consiguió que se dictaran unos bandos para que la gente riera por obligación.
Salió otra vez a recorrer la Villa y observó cómo la gente solo reía al verlo, cambiando a la seriedad más profunda al continuar con sus quehaceres.
Sin dudas, aquello tampoco le satisfacía.
Cuentan que entonces el bufón tuvo la idea de abrir una escuela en la Villa, donde comenzó a educar a las nuevas generaciones, bajo el lema “La letra con risa entra”.
En eso está ahora. Esperemos a ver cómo le va.
Cuentos serios de bufones #1
Érase una vez un bufón, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, que salió una mañana bien temprano de Palacio, porque se había hartado de intentar hacer reír al Rey y a su Corte día tras día, sin éxito alguno.
En la calle, algunos pobladores de aquella Villa se dirigían a sus quehaceres cotidianos, bien serios, ensimismados, taciturnos. El bufón entonces los saludaba con una serie de cómicas genuflexiones, pero no obtenía ninguna reacción de la gente. Tocaba en las casas y cuando le abrían les hacía a todos morisquetas, acrobacias y pantomimas graciosísimas y les contaba cuanto chiste se sabía, pero los villanos se mantenían sin mover un músculo de sus caras.
El bufón entonces no pudo más y se rindió. “Esta Villa está gravemente hechizada”, se dijo y decidió marcharse y vivir lo más lejos posible, en un lugar donde no fuera difícil sacar risas, su razón de ser.
Cargando su bulto amarrado al final de un palo, que llevaba apoyado en su hombro, caminó hacia la salida del villorrio. De repente, se cruzó en sentido contrario con un niño. Un niño de carita sucia, pero iluminada, que sin detenerse, le dirigió una franca sonrisa.
El bufón se detuvo sorprendido. Miró hacia el horizonte y sus ojos fueron tomando de a poco un brillo intenso.
Dio media vuelta y regresó. Caminaba silbando y cada tres o cuatro pasos aprovechaba para dar una breve pataleta en el aire.
Los escritores hablan sobre el humor (#7)
Eiríkur Örn Norðdahl es un autor islandés muy popular, porque entre otras cosas utiliza muy bien el humor. Fragmento de una entrevista que le hicieron: ¿Qué importancia confiere al humor en su creación literaria?
“No se puede comprender nada sin humor. Eso no solo en relación con la literatura, sino con todos los aspectos de la vida. Tampoco se disfruta de nada sin humor, no hay miedo sin humor, no hay amor, no hay vida. El humor no es la única faceta de la vida, pero es omnipresente. Donde quiera que haya vida hay humor”.
No más encapuchados
Acabo de ver el lienzo en el frontis de la Universidad de Chile (en la foto) que dice “No más encapuchados”. Me extrañó, lo confieso. Porque hace mucho tiempo que esos entes antisociales deambulan impunemente por nuestras calles y salvo contadas veces y en específicos momentos, a nadie le ha importado mucho el tema. Me refiero a políticos, a la Universidad y sus federaciones de estudiantes, a sectores sociales, etc.
Entonces me pregunté, ¿por qué ahora sí hacen público el repudio a los encapuchados? La única respuesta que encontré fue: porque le pegaron brutalmente al hijo de una diputada.
Pero si es eso, me molesta que se llegue a ese punto de que le toque ser víctima a un político –o a sus seres queridos-, para que se haga algo contra ese cáncer social que vivimos. Es como si fuera necesario que le roben con violencia a un fiscal o a un juez para se castigue como se merece a un delincuente.
¿Pero por qué nunca se han tomado efectivas medidas contra los encapuchados? Tampoco lo sé. ¿Serán los mismos policías los que se encapuchan? No dudo que lo hagan, pero es obvio que no son todos los encapuchados que vemos, no son los que han capturado las pocas veces que lo han hecho, no son los que se han quemado mal manejando una molotov, así que no me convence esa teoría.
¿Qué quieren esos antisociales que se cubren sus cabecitas huecas? ¿Cambiar el sistema? Está bien, entonces que voten por políticos que los representen o que ellos mismos se postulen. ¿Pero quieren cámbialo con violencia? No. No podemos permitírselos. Ya basta de los golpes de estados y de las guerrillas que imponían sus ideologías con armas. Basta de esos religiosos que a la fuerza nos desean convertir o matar. Por lo tanto, no hay dudas de que esos encapuchados son fanáticos, terroristas, delincuentes.
Y lo que es peor, son culpables también los padres que permiten que sus hijos estén haciendo esos desmanes y abusos, o ni saben lo que hacen.
Y también son culpables las autoridades que no hacen nada para erradicar ese mal, o tienen miedo de tomar una medida dura y no sean reelegidos.
Y son culpables los que dicen: “no estoy de acuerdo con la violencia, pero…” y lanzan su discurso justificando esas reacciones de los pobrecitos jóvenes víctimas del sistema, etc., etc.
Me alegro que hayan colocado ese lienzo en la Universidad, pero espero que sea el primer paso para eliminar esa lacra social y podamos tener más intactas la propiedad estatal y privada y el mobiliario urbano en general, que podamos ir a clases tranquilos en universidades e institutos y que podamos caminar con menos miedo por ciertas calles, incluso marchar protestando con más seguridad.
En tren, ¡viaje sobre rieles!
Los quebrantos y las preeminencias de este medio de transporte.
En mi calidad de viajero frecuente, deseo compartir estas breves líneas férreas, quizás innecesarias, pero sí importantes si es usted un turista en ciernes: viajar en tren. Como estas moles metálicas son tan distintas y tan iguales, es bueno conocerlas mejor.
Ante todo, aclaro que un tren están compuesto por locomotora y vagones. Entonces nos topamos con la primera curiosidad. Miren, estoy en contra del mal uso del lenguaje y jamás utilizaré los giros “todos y todas”, “vocero y vocereza”, etcétera, que están de moda. Pero acepto que es incongruente que se llame “locomotora” a esa máquina. Debería nombrase “locamotora” o “locomotor”, ¿no? Lo de los vagones se entiende, porque son grandes entes que no hacen nada y dejan que los arras-tren. Propongo entonces la creación de un tren que salga de los Parlamentos de cada país, por la cantidad de vagones con que se nu-tren esas entidades, pero temo que el proyecto lo frus-tren ellos mismos.
Me fui del tema, disculpen. En su momento descubrí que hay trenes llamados Metros (por el apócope de “metropolitanos”), que transitan rápidamente por los sótanos de la ciudad y en tramos pueden ir por la superficie. Van por diversas líneas que se tren-zan, formando una red para abarcar más lugares en las urbes.
Conozco unos cuantos Metros como el de Londres (el primero que se construyó en el mundo). ¿Qué puedo decir de ellos? Que los hay limpios, modernos, lindos, fríos, pocos profundos y hasta “imperiales” (zaristas-soviéticos) como el de Moscú. También los hay impregnados de fuerte olor a sobaco como el de… (mejor no lo digo para que se sorprendan cuando lo usen). Pero los trenes igual llegan y parten con fidelidad. Me encanta viajar en Metro.
Ojo, existen otros que hacen la misma función del Metro, pero en realidad son trenes que siempre corren por la superficie de la ciudad. Por ejemplo, en Buenos Aires y en Jerusalem los hay (cuidado en éste último, porque permiten que en los pasillos se concen-tren más cochecitos de niños que asientos hay en cada vagón).
En cuanto a los tradicionales trenes, he tenido la oportunidad de subirme a más de una tren-tena de ellos. Menciono especialmente uno en Perú, que va del Cuzco a Machu Picchu (precioso, parece sacado de un cuento infantil) y uno en Sri Lanka (el quinto mejor recorrido en tren del mundo, según me dijeron). Y sería un crimen no aludir aquí a El Expreso Oriente o El tren de las 3:10 a Yuma, porque he visto esas películas varias veces, aunque no los hay usado.
Dejé para el final el más increíble tren que me haya tocado subirme: el Tren de Hershey, que en Cuba va desde La Habana a la ciudad de Matanzas y viceversa.
Tiene nombre de chocolate, porque el empresario chocolatero con ese apellido lo mandó a construir a principio de los años 20 del siglo pasado. Es una reliquia. El único tren eléctrico del país (que funciona cuando no hay apagones, claro).
Hace un recorrido de 98 kilómetros en 4, 5, 6 horas, o incluso en medio día. Porque va a una velocidad que se podría uno bajar y caminar a su lado. Se detiene cada 80 metros como promedio. Cualquier persona, esté o no en un paradero le hace señas y frena. Una vaca mueve el rabo y frena. A veces el maquinista saca la cabeza y le grita a una señora en la puerta de una casita en medio de un monte. “¿Cómo amaneció hoy Cipriano de sus tercianas?”. Permiten que en-tren personas con tres gallinas amarradas por las patas, con un lechón en un saco de yute y dos latas de aceite llenas de guayabas. Es tan viejo el tren (ayuda el olor a bronce que se te pega a la piel) que uno piensa que está en el oeste norteamericano y espera nervioso que lo asalten los pieles rojas y lo secues-tren.
Si todas mis experiencias en tren han sido fantásticas, ésta gana por lo peculiar.
Pero sin importar nada, mi opinión es que moverse en tren en el país que uno visite, es lo mejor. Trén-galo por seguro.
Sri Lanka: belleza natural, espiritualidad y curry
De una experiencia ayurvédica a una vivencia gástroentérica.
Llegué casi a la medianoche al aeropuerto de Peter Falk, conocido como Colombo. Al otro día partí hacia la ciudad de Kandy. Mi meta: conocer el famoso Templo del Diente de Buda. Lo malo: un calor de mil demonios (si esos demonios estuvieran bien calientes, obvio). Lo bueno: la gente, que saluda sin conocerte con tremendas ganas, amables, risueños y serviciales.
Existen 14 mil 247 perros callejeros, sólo superados en número por los “tuk tuk”.
Me detuve en un jardín de especias. El tour me lo dio un médico ayurvédico. Me mostró las plantas de canela, vainilla, sándalo, té, piña de jardín, cúrcuma y muchas más. Ante cada planta me explicaba para que servían. Por ejemplo, me probaron una crema depilatoria en los pelos que me salen debajo del ombligo. En cinco minutos se secó y cuando la extrajo, salieron todos los pelos de raíz y hasta una capa de epidermis y una de dermis. Quedé impresionado, pero al otro día comenzó el sufrimiento por cómo hincan los pelitos nuevos brotando. Tuve que usar el vestuario de las mujeres de allá, que dejan los rollos de la panza al aire. Pero sigamos en el jardín. En un momento dado, ilustró la explicación de un aceite haciéndome un masaje de espalda y cuello. El problema fue cuando seguí caminando y el fuerte sol me dio directo en la piel. No me quise poner la camiseta para no embarrarla y por ello se calentó tanto ese aceite que cada insecto que se posaba en mi piel, caía frito. Eso sin contar el perfume a aliño que brotaba de mí. Pero debo aceptar que me fui de ese lugar sin dolores de espalda ni de cuello (claro, tampoco los tenía antes de llegar). Bueno, al final se llega a una tienda donde venden sus productos. Por ejemplo, aceite de Needra, cuyos ingredientes son Meamosa, Bulu, Nelli, Sewendara y otros que no menciono por ser menos conocidos. Dijo que sirve para dormir como un tronco. Como yo nunca he visto dormir a un tronco, no lo compré. Me despedí del amable médico ayurvédico, de sus cremádicos, de sus aceitédicos y ugüentódicos, etcéterádicos.
En Kandy (que es un caramelo como su nombre lo indica), quise almorzar en un restaurante de comida autóctona antes de conocer el Templo. Pensé que el plato típico de Sri Lanka era “las srilankas de rana”, pero no. Así que pedí arroz con curry. En lo que esperaba vi a mi alrededor algo que conocía sólo de oídas: la costumbre de comer con las manos, en vez de usar cubiertos. Hacen montoncitos de comida, después de mezclar los alimentos, todo servido en el mismo plato y se lo llevan a la boca. Me pregunté cómo podría comer mi amigo “Cuatrodedos”, para él sería como comer con un tenedor que le falta un diente, reflexioné.
Se veían bien hábiles los comensales y la comida parecía sabrosa, porque se chupaban los dedos. Entonces quise aprender a comer de esa manera y la camarera tuvo la amabilidad de enseñarme. Cuando me sirvieron quise practicarlo y me salió pésimo. Embarré todo. Sin dudas, o soy muy bruto o no debí tratar de tomarme así la sopa.
Después probé mi comida (con cubiertos). Pero sólo recuerdo que sentí un calor infernal en el cielo de la boca. Era un dragón. Si me ponían a San Jorge delante lo achicharraba. A duras penas me puse de pie, porque se me prolapsaron las hemorroides.
Dos horas más tarde me calmé y pedí una ensalada. Confieso que aquello sabía a gloria (Gloria era la camarera que me dio a comer la ensalada con sus manos).
Me fui caminando al Templo del Diente. En ese momento deseaba pedirle a Buda –como aparece muchas veces calvito y gordito-, que me eliminara para siempre mis pelitos del vientre y que -como siempre aparece sentado-, que desaparecieran mis partes “prolapsadas”.
Claro, mis SOS (sucesos adversos), no me quitaron las ganas de volver a esa preciosa Isla para recorrerla enterita.