Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo
Entre vista y oído No. 2
PP LAYO: Tengo el honor de entrevistar a una figura muy importante dentro de la Historia del Literatura Infantil. Me refiero a la conocidísima Caperucita Roja. La primera pregunta es sobre una gran duda que tengo. ¿Fue en realidad un lobo lo que se encontró usted en el bosque? Porque, la verdad Caperucita, es difícil creerse el cuento de que un lobo hable. ¿No habrá sido un loro?
CAPERUCITA: Mira, hace tanto tiempo de eso y como el bosque es tan oscuro, quizás pudo ser un loro en vez de un lobo. Pero por una letrita no vamos a cambiar la Historia de la Literatura, ni vamos a perder la amistad por eso, ¿no es cierto?
PP LAYO: Claro que no. Pero insisto, por muy oscuro que estuviera el bosque, usted hubiera reconocido enseguida a un loro, porque éstos tienen colores brillantes…
CAPERUCITA: Pues este parece que era un loro inco-loro.
PP LAYO: Bueno, hay otra pregunta que siempre me hago, ¿por qué usted es Caperucita Roja y no Verde o Azul? ¿O es su apellido?
CAPERUCITA: No, me dicen así porque en el cuento corrí, corrí, corrí tanto que me puse roja. Después, marché, marché, marché tanto que me puse roja como Camila Vallejo. Y cuando me di cuenta de eso me puse roja de verguenza y quizás todo eso ayudó a que se me quedara el sobrenombre de Roja.
PP LAYO: Bueno, Caperucita, para ir terminando la entrevista: ¿a qué se dedica en la actualidad?
CAPERUCITA: Mira, unos días después de lo del cuento que todo el mundo conoce, me hice amante del lobo, y al mismo tiempo mi abuela me obligó a casarme con el leñador. Nueve meses después de aquello nació mi hijo: un hombrelobo que ocupa todo mi tiempo.
PP LAYO: Por suerte se encontró con un lobo en aquel bosque, porque si hubiera sido una araña, ahora fuera la madre de Spider-Man.
CAPERUCITA: ¿La verdad? Hubiera preferido tener un hijo centauro.
PP LAYO: Bueno, Caperucita, ¿cuáles son sus planes futuros?
CAPERUCITA: Ahora que terminé con el lobo, quiero divorciarme del leñador.
PP LAYO: ¿Y quedarse sola y perdida otra vez como en el bosque, Caperucita Roja?
CAPERUCITA: Sí, y después casarme con un Príncipe Azul y tener hijos violetas.
Entre vista y oído No. 1
PP LAYO: Sr. Pinocho, lo primero es que me diga, ¿por qué se llama así
PINOCHO: Mi nombre es producto del tipo de madera que usó Geppetto para hacerme. Fue pino que reservó por ocho años.
PP LAYO: ¿No sería que Geppetto era bueno para el trago y tomaba vino reserva de ocho años?
PINOCHO: No, porque entonces me hubiera llamado “Vinocho”.
PP LAYO: Perdón que insista, ¿pero el nombre “Pinocho” no tiene relación con un militar?
PINOCHO: No, mi padre era un viejo italiano que no estaba a ugusto viviendo sin hijos, pero al contrario de otros, decidió producir vida con sus manos.
PP LAYO: ¿Y cómo es posible que un trozo de palo pueda hablar y tener vida como Ud.?
PINOCHO: No tengo la menor idea. Yo he tratado de seducir a dos tablas, tres troncos y cuatro maderas talladas y ni me miran ni me hablan.
PP LAYO: ¡Ah, es Ud. un muñeco caliente?
PINOCHO: Hasta un punto, porque si me caliento mucho me vuelvo leña.
PP LAYO: ¿Y cómo conquista?
PINOCHO: Hay que decir cosas lindas, aunque sean mentiras.
PP LAYO: ¿Y ahí le crece la nariz?
PINOCHO: Me crece todo… De tal palo, tal astilla soy.
PP LAYO: Así que le crece todo, ¿no? A propósito, Ud. en el cuento se creyó un niño crecidito y se fue de la casa y tuvo muchas aventuras con traficantes de drogas, maliantes, incluso con algunos políticos como Berlusconi.
PINOCHO: Bueno, no fue tan así…
PP LAYO: ¡Hasta se comió una ballena! Algo que siempre he criticado, porque es un plagio esa idea, ya que en otras historias, otras ballenas han sido tragadas por los protagonistas como por ejemplo Moby Dick que fue comida por Jonás.
PINOCHO: ¿Realmente tú te leíste mi cuento?
PP LAYO: No, pero le leo la mente.
PINOCHO: No entiendo, ¿quién eres en realidad, PP Layo?
PP LAYO: ¡Ahora soy PP Grillo!
No. 130
Ella obedece en todo a su cura. Por eso siempre va los domingos a escuchar sumisa
No. 197
A los que defienden religiosamente la ecología,
¿se les puede llamar ecoménicos?
Salir del closet

No sé. Pero si es así, voy a reclamarles a estos por haber impuesto la moda de las mujeres delgadísimas, para poder mostrar sus diseños, como si ellas fueran percheros y que la ropa “caiga” elegante. ¡Y ahí sí nos han afectado mucho! Es que a los hombres, históricamente (vean las modelos de las obras de las pinturas clásicas, o las modelos de la televisión y el cabaret de hace más de 40 o 50 años), a los hombres, decía, nos han gustado y nos gustarán siempre las mujeres rellenitas, con más carnes que huesos. Yo prefiero vestir carnes que desvestir huesos. Los huesos son para hacer sopa. Pero ojo: las mujeres delgadas normales también son muy atractivas.
El problema es cuando se obligan ellas mismas a ser flacas, para llegar a lucir unas extremidades larguísimas, donde los muslos tienen el mismo grosor que las piernas. Eso horroroso y “matapasiones”, aunque algunos hombres se han dejado llevar por la moda y ya les gustan esos palitroques. Y si nos hicieron daño a nosotros, más perjudicaron a esa jovencitas que viven sin comer, y encima lo que no comen lo vomitan, con tal de complacer a esos señoritos egoístas que tienen el poder de llevar a la fama a muchos esqueletos sin talento para otra cosa. Yo les preguntaría a esos homosexuales de los trapos fashion lo siguiente: ¿les gustaría que ahora los hombres se pusieran tan flacos como Golum (el de “El señor de los anillos”), con el objetivo de exhibirlos en pasarelas? Ahí los veré protestando, cuando “sus hombres” pierdan los cuerpos atléticos y musculosos y se conviertan en palos de escoba.
¡Váyapa con esta gente!... Y me dejé llevar y me jodieron la distracción. Tendré que hacer ahora un ejercicio para cambiar de ánimo.

Líderes del transporte público

Lo adornan con los mismos corazones, bordados, "pompones" y crucifijos; las mismas frases, fotos, postales y estampitas. ¿Y si esos objetos responden a un misterioso código? ¿Y si cada adornito tiene un segundo significado que encaja en un ritual desconocido? ¿Y si los choferes de transporte público urbano forman una especie de confraternidad, un tipo de masonería o de secta tenebrosa?
Quizás no los hemos valorado
en su real dimensión. Quizás por eso están resentidos y es lógico que nos lancen sus máquinas encima, o que paren cuando quieran o frenen bruscamente derribando a sus pasajeros, etcétera. Quizás deberíamos hacer algo. ¿Por qué no inventamos un deporte donde ellos puedan lucirse?
Por ejemplo: inventar una especie de Fórmula 1, donde corran a su gusto y hagan competencia entre ellos. Cada dos o tres vueltas al circuito pararían por un minuto, los pasajeros tratarían de abordarlos, pasado ese tiempo cerrarían la puerta, aunque aún hubiera gente subiendo, y arrancarían de golpe (cada muerto, herido, o persona dejada fuera, podría valer puntos). Quizás al sentirse grandes atletas, ídolos, superestrellas, les compensaríamos lo poco que hemos hecho por ellos. Creo que es un campo para investigar con mayor profundidad. Sin que se enteren ellos, claro, porque nos pillan por ahí a pie, en bicicleta o en auto y no se sabe lo que harán.
¡Váyapa con esta gente!... Y me dejé llevar y me jodieron la distracción. Tendré que hacer ahora un ejercicio para cambiar de ánimo.
