Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo

Cine qua non No. 4

manzar.jpegCarla Isaura y Buñuelo en... "PROYECTO FÍLMICO"

-¿Se puede, Buñuelo?

-Ya estás adentro, Carla Isaura. ¿Qué pasa?

-Nada, que se me ocurrió una idea buenísima.

-¿En serio? ¿Y no puedes esperar a que yo termine aquí?

-Si entro contigo sentado ahí y decido oler esta hediondez, es por algo importante, ¿no te parece, Buñuelo?

-Si tú lo dices.

-Mira, estaba yo allá atrás en el patio, tendiendo la ropa que lavé hoy, cuando me vino a la mente una idea sensacional. Fue como una iluminación, te lo juro.

-¿De qué se trata?

-¿Puedes tirar la cadena primero. A ver si se va un poco la fetidez.

-Bueno… pero, dale, dime la dichosa idea esa, Carla Isaura.

-Mira, ¿qué pasa si cuando terminaras de hacer tus necesidades fueras enseguida a buscar un productor o algún auspiciador para una película, en vez de estar todo el día echado en la cama, en el sofá, o por ahí, comiendo y leyendo en el inodoro esas revistas viejas, sin hacer nada.

-¿Y esa era tu luminosa idea?

-¡Sí! 

-¡No lo puedo creer!

-Sí, Buñuelo, créeme. Es que yo sé que tienes mucho talento, que puedes hacer algo trascendental, incluso puedes hacer una obra que sea un aporte a la Historia del Cine. 

-¿Sí?

-Claro, además ya esto no da más y tienes que buscar dinero de todas maneras. Esta crisis económica llegó al tope y España se hunde y nosotros con ella.

-Pero ahora no tengo ningún proyecto en mente. 

-Espérate. ¿Qué comiste que te cayó tan mal, Buñuelo?

-¿Por qué crees que me cayó algo mal?

-Porque hace un minuto tiraste la cadena y esto está peor que baño de Terminal de omnibus.

-No seas exagerada.

-¿Exagerada yo?

-Sí, te haces muchas ilusiones. ¿Qué le puedo proponer a un productor para que invierta en mí? ¿Qué le puedo mostrar de interesante?

-Yo creo que debes pensar en algo trascendental, en una obra maestra, un clásico…

-Son muchos supuestos.

-Por supuesto, más, haciéndolo con bajo presupuesto.

-Alcánzame el papel que terminé. ¿Pero, qué?, te pregunto.

-Toma. Algo que tome lo más significativo de los clásicos de la Historia del Cine en períodos de crisis económica, para ir al seguro.

-¿Cine catástrofe?

-No, si te puede salir bien, viejo.

-Me refiero a películas que muestran catástrofes, como caídas de aviones, cataclismos, terremotos, volcanes en erupción, o King kong. Esos son los filmes que se hacen en las crisis económicas, para entretener a la gente y se olvide de la realidad y vea que hay cosas peores en la vida.

-Si sigues así harás cine cagástrofe nada más.

-Dame más papel.

-Toma. Y no, yo me refería a películas densas, impenetrables, oscuras, como las almas que sufren por estar cesantes y tener que mantener a una familia.

-¿Se te ocurre algo?

-¿Qué te parece que en los más de 100 minutos de proyección transucrra la acción en el ático (mansarda) de un elevado caserón, y sin embargo la atención del espectador nunca descienda.

-¿Y cómo podré hacer eso? Dame más papel.

-Toma. Imagínate el frío y la neblina inundando todo el tiempo ese rincón de la casa.

-Estás hablando de una película de atmósfera entonces.

-¡Eso! Y si le añadimos la utilización de sólo tres personajes, evidentemente nos recordará el singular mundo de Bergman, por ejemplo.

-Carla Isaura, eso es todo un reto artístico.

-Claro, como "El Reto", "El Rostro", "El Rastro", "El Ristre", "La Rastra", y todas esas películas de Bergman que solo él entendía.

-Ya te voy entendiendo.

-¿Ves, Buñuelito?... ¡No, no te levantes aún! Toma más papel. ¡Límpiate más!

-¡Pero hasta eso me controlas!

-Claro, porque después la que tiene que quitarle esa asquerosidad a tus calzoncillos soy yo!

-¿Estás loca!

-No, no estoy loca. Sé que tú tienes talento para hacer eso. ¡Vuélate, Bueñuelo! ¡Crea! ¡Cómo solo tú sabes hacerlo!

-¡Mira, mira esto!…

-Ya está saliendo limpio.

-No, te dije “mira esto” para que me pusieras atención porque se me ocurrió algo: ¿qué te parece si de los tres personajes, uno es un muchacho de quince años enamorado de su madre, el segundo personaje.

-¡Bien! La madre sería una mujer muy sexy de unos cuarenta años, pero con una cara de tragedia que ni te cuento, ¿no es cierto? Si terminaste súbete el pantalón y salgamos de aquí.

-¡Ay…!

-¿Qué te pasó?

-Que me agarré la piel con el cierre.

-Eso te pasa por no ponerte calzoncillo.

-Es para no ensuciarlos y tú tengas que lavarlos después.

-¡Qué tiernos eres! Bueno, sigue…

-Espérate que me duele.

-No, me refiero a que sigas con tu idea.

-Ah… nada que podría ser que en la trama se insinúe que a la madre le gusta un vecino ya fallecido.

-¡Buenísimo! ¡Ese otro retorcimiento me gusta! Vuelve a tirar la cadena que no se ha ido todo.

-Ya. Entonces el tercer personaje será un joven de veintiocho o treinta, amigo íntimo del quinceañero, que muestra una especial atracción, a veces por la madre, a veces por el hijo. 

-¡Por dios, qué bueno eres! Tira otra vez la cadena. ¡A eso me refería yo! Todo eso llevará a la gente a recordar cintas clásicas como "De Repelente en el Verano", "Una Bata sobre el Tejado de Zinc y Calamina" y "Un tranvía llamado Dessiree".

-Cuidado, Carla Isaura, estás hablando de las películas de un genio como Tennessee Williams, o quizás de un pariente de él, no recuerdo bien, y eso son palabras mayores para mí.

-¡Pero Buñuelo, tú tiene para eso y más! No te me achiques. Y sigue creando, vamos…

-¡Qué preciosa eres!

-¡No me toques! ¡Lávate las manos primero!

-De acuerdo.

-Bueno, y qué más.

-No sé, las manos y… ¿mis partes?

-No, que qué más me cuentas de tu idea.

-Este… Sí… Me la estoy imaginando… y el estilo de actuación tiene que ser inconfundible. Veo a los tres actores, con sus párpados caídos, sus caderas ladeadas, los diálogos casi en monosílabos y sin mover los labios…

-¡Como recién salidos de Actor Studio. Ya me imagino cuando te entreviste James Lypton haciéndote las preguntas de cuál es tu mala palabra favorita. ¡Ni se te ocurra contestarle la tuya, la que te gusta de verdad! ¡Prométemelo!

-¡Qué imaginación tienes! Eres pura fantasía. ¿Cómo se te puede ocurrir que responderé la verdad en esa entrevista!

-Ya, está bien. Ahora dime primero, ¿cómo se llamará la película?

-La titularé: “La constancia del tiempo”

-No me gusta. Tiene que ser algo más marketero. Deja ver… ¿Cuál es la película más vista en la Historia?

-El Titanic.

-¡Ahí está! Se llamará: “Los únicos que no pudieron ver el Titanic”. Así la gente la relaciona con el nombre de la película taquillera, y además le entra la curiosidad por saber quién no la vio. ¿Te das cuenta?

-¡Ay, Carla Isaura! Eres una mujer sensacional, una mujer divina, una mujer inédita.

-Deja la puerta del baño abierta para que se ventile todo. Y bueno, como tú también eres maravilloso en la creación, dime ¿cómo termina la película? ¡Estoy loca por saberlo!

-Ya lo pensé. Termina cuando -por fin- los tres personajes pueden salir del ático, después de los 100 y tantos minutos de proyección, a pesar de haber estado la puerta de la escalera, todo el tiempo abierta. 

-¡Un final simbólico!

-¡Exacto! Y para aumentar el simbolismo, descienden comiéndose un buñuelo.

-¿Lo dices para homenajear a tu pariente Luis Buñuelo.

-¿No te parece que es lo correcto? ¿Te gusta mi idea de proyecto?

-¿Que qué? Oye, Buñuelo, eso que se te acaba de ocurrir es lo mejor que he escuchado en años. ¡Qué carajo El citycin Kent o El acorazado Ponteaquí! 

-¿De verdad?

-Oye, es más, me dan a escoger entre "Los únicos que no pudieron ver el Titanic" y un clásico del cine musical -por ejemplo- y, sin pensarlo dos veces, me quedo con este último...

 

 

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Cine qua non No. 3

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Carla Isaura y Buñuelo en... "FILMOGRAFÍA CALIENTE"

-¡Carla Isaura! ¡Carla Isaura! ¡Despiértate!
-…Hum…
-¡Vamos, espabílate, Carla Isaura!
-Hum.
-¡Dale, vieja! ¿Ya estás despierta?
-¡HUM!
-¡Ah! Todavía estás disfónica, ¿no?
-Ajá.

-¡No, no te levantes! Quédate acostada, solo quiero contarte algo importante. Y no hables tú, Carla Isaura, tú solo escuchas para que te cuides la garganta, ¿de acuerdo?
-¡Cof!
-¿Sigues con la tos? Entonces tápate más, abrígate… Eso. Bueno, voy…. Mira, Carla Isaura, si te despierto a las tres y media de la mañana, es por algo importante, ¿no es cierto?
-¡Achís!
-¡Coño, tápate bien la boca que me vas a contagiar!... Mira, acabo de tener el sueño más premonitorio de mi vida. ¡Ya sé cómo triunfar en este país! Pronto tú y yo seremos los directores más reconocidos, famosos, ricos y mediáticos del firmamento cinematográfico español. Ya me imagino los letreros luminosos en todos los cines de Madrid: ”¡Hoy! ¡Estreno Mundial de Buñuelo!”, ¿qué te parece?
-(&)
-¿Ah, verdad!... ¡Estreno Mundial de Carla Saura & Buñuelo!
-Eeeh…
-Yo sabía que te ibas a poner feliz. Mira, te voy a contar lo que vamos a hacer, pero mueve la lamparita de tu mesita de noche para allá, porque el reflejo me encandila al mirarte… Eso… Oye, ¿sabes algo? Me parece que sería mejor que preguntaras tú y así al responderte, vas entendiendo mejor cuál es mi idea.
-Shsss…
-¿Por qué dices eso? ¡Ah, ya sé! Crees que no funcionará así porque no puedes hablar, ¿no? Pues te equivocas. Con los años que llevamos juntos, con los años que llevamos tratando de hacer cine en este país, ¿cómo no voy a saber lo que deseas preguntarme? ¡Pruébame! ¡Dale, pregunta, que yo voy a entenderte siempre!
-(?)
-Mira, la idea es hacer un tipo de cine que podríamos catalogarlo como "cine paradógico", o más bien "paradogique cinema", como dicen los franchutes.    
-(?)
-Sí, pero no te preocupes. Yo confío en nuestro talento, porque no es fácil aparentar una forma de hacer en general, o una obra concreta en partuclar, que conceptualmente, sea una cosa, pero si se viene a ver es otra, ¿comprendes?
-(?)… (!)
-¿Ves? Vas asimilando de a poco el concepto de la idea, ¿no? Perfecto. Oye, lo difícil –te lo digo desde ahora-, va a ser satisfacer la crítica más exigente, teniendo de nuestra parte la taquilla, como sucederá, ¿me explico?
-($)
-¡No, no, Carla Isaura! Nuestras películas, como yo me las imagino, no serán catalogadas de "comerciales", a pesar de los resultados concretos en taquilla. Esa será, precisamente, una de las paradojas de nuestra obra. Mira, para explicarme mejor, voy a ponerte el ejemplo del guión que tengo en mente y que saqué en parte de mi sueño. Voy…  Imagínate un "vote"...
-(b)
-Un bote, anjá, encallado y solitario (recuerda que tú y yo seremos los guionistas, fotógrafos, diseñadores, actores, productores y directores de nuestras películas, porque es cine de autor de verdad). Bueno, te decía que está el bote, encallado y solitario y te agrego que se desarrolla durante una linda noche en La Paz, Bolivia, y te incluyo el sonido del mar a lo lejos. En el interior del bote están acostados y completamente desnudos una mujer y un hombre. El, mientras habla, le acaricia el pecho a ella… destápate un poco… Eso… bueno, le hace así...
-(...)
-No, no la besa, están hablando, acuérdate, pero también le pasa la mano por las caderas... Así…
-(bis)
-Y por los muslos, el puvis...
-(bis)
-Claro, pero espérate, déjame seguir con la idea. Como te das cuenta, todo parece indicar que estamos ante una cruda secuencia erótica. Pero, paradójicamente, es una película de espionaje y acción, porque en el diálogo se explica que los personajes no se conocen, que es una cita clandestina de dos simpatizantes de la guerrilla del Che, intercambiando mensajes de sus respectivos grupos, que luchan en los años sesenta contra los militares en el gobierno y disimulan hábilmente con el sexo, mientras se intercambian mensajes. Incluso, al oír un pequeño ruido se ponen a hacer el amor lujuriosamente, con sexo oral, verbal y escrito incluido, para continuar con la simulación: "El arte es la realidad misma; y esta a veces supera la ficción".
-(sic)
-Gracias... Claro, en el guión también tendremos que reflejar elementos como el deseo del público, el ahorro de vestuario, el cuerpo tuyo, las dimensiones mías, son cosas importantes si queremos hacer bien las cosas... ¡Oye, que tendremos un gran éxito! ¡Así será, o me dejo de llamar Buñuelo! Y si no es así, te juro que me doy un balazo.
-¡Pum!
-Bueno, ¿qué te parece la idea? Ya me imagino el éxito, estar en XXX en Internet, el tráfico de nuestras obras en DVD clandestinos...
-(etc)
-Sí, claro… Pero, bueno, ¿te gustó o no?
-Hum.
-¿Qué?
-¡Hum!
-¿Cuál parte?
-¡HUM!
-¡Ah, esa! Bueno, ellos hablarían, mientras él va acariciando aquí…
-¡Auf! 
-Y aquí…
-¡Aaaah!

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Cine qua non No. 2

bbbbb.jpegCarla Isaura y Buñuelo en... "LA BIOGRAFÍA DEL MANQUITO"

No dejes tirado el abrigo en la silla! ¡Dámelo, yo lo cuelgo¡ ¿Por qué te demoraste tanto, Buñuelo? Ya me tenías desesperada.
-Eres como tu madre, Carla Isaura: ¡histérica y exagerada! Si no me demoré mucho.

-¿Y? ¿Te aprobaron el proyecto del oeste-fabada?

-No… desaprobado por unanimidad. Me atendió un tipo que casi ni miró para darme el veredicto.

-¿Y por qué te demoraste entonces, Buñuelo?

-Porque al salir de allí pasé por todas las etapas: primero me enojé, después me deprimí, y más tarde renací como el Ave Felix.

-Fénix.

-Eso. Y me convencí que no me van a aplastar esos mediocres. ¡Yo les tengo que demostrar mi talento para el cine, aunque tenga que pasar una aguja por el ojo de un camello, como en la biblia…

-Fue una navaja por el ojo de un perro y fue Buñuel.

-Eso. Y entonces me senté en un banco a pensar…

-¿Con este frío y esta lluvia?

-¡Lo importante es que se me ocurrió una idea genial, Carla Isaura!

-Cuéntemela, pero siéntate y dame los pies para quitarte esos zapatos mojados.

-Yo sé que a ti te va a gustar mucho. Mira, quiero alejarme del género de cowboy. Ahora estoy seguro que puedo pedir dinero para hacer una obra maestra en el género biográfico.

-¡Bien! ¡Buena idea! ¿Y en quién pensaste? ¿En un personaje histórico o célebre?

-Adivina. Te doy una pista: le falta una mano y no es Miguel de Unamano, ni el manco de Lepanto.

-No sé, Buñuelo, no me hagas pensar.

-¡Mi pariente, el manquito francés!

-¡¿Qué?!

-¡Claro, Carla Isaura! Tenía que buscar una figura destacadísima de la cinematografía europea continental e insular -en particular- y mundial e universal -en general.

-¿Y él es tan conocido? ¿Pero qué sabes de él, Buñuelo? Y ahora quítate la ropa empapada esa…

-Mira, ya hice mi trabajo, por eso dices que me demoré. ¿Te cuento lo que averigüé de él?

-Está bien, pero déjame traer alcohol para darte una friega que te me vas a resfriar…

-Oye, te informo que Arnold Orly, mi pariente manquito francés, nació en Lyon en 1886. Y por ser sobrino político de los hermanos Lumiére, supe que su infancia transcurrió entre pantallas y proyecciones. También que a los doce años decide abandonar su familia y se enroló como claquetero en la Compañía de Max Linder.

-¿En serio? Baja la cabeza para frotarte el cuello.

-Como te lo cuento, Carla Isaura. Pero hay más… En 1910 viaja a Alemania, y es allí donde cambia su nombre por el de Dertheaudhold Danuzkinswki, lo que provoca que desde entonces sea conocido en el mundillo del cine como "Chachá".

-¿Le decían Chachá? ¡Qué simpático! Dame los brazos.

-Así es, bueno, pues te diré que esa década que pasó en Alemania pesó mucho sobre él.

-¿Por qué?

-Porque por sus hombros pasaron casi todas las planchas de cartón‑madera destinadas a las escenografías de las películas que conformaron el llamado Expresionismo Alemán.

-Vírate para frotarte el pecho. ¿Qué más investigaste?

-Que de 1920 a 1930 siguió su peregrinar por el continente. Y el nacimiento del cine sonoro lo sorprende en Suecia. Ahí aprovecha la oportunidad y, debido a su clara voz, se convierte, de la noche a la mañana, en hombre‑sandwich del Departamento de Publicidad del pujante cine sueco.

-¡Guao! Tiene historia el tipo. Y yo que pensaba que no era nadie. Quítate el calzoncillo también.

-¿Ves? Bueno, sigo: parece que el olfato y la intuición, producto de la sensibilidad artística de "Chachá", se manifestó siempre por estar ahí, donde estuvieran sucediendo los hitos de la Historia del Cine, porque en los años cuarenta, se le vio regulando el tránsito, cada vez que De Sica o Rosellini filmaban en exteriores sus cintas más notables del neo‑realismo italiano.

-¡No te puedo creer! ¡Abre las piernas!

-Pero hay más. A finales de los años cincuenta, regresa a Francia y dentro de la "Nueva Ola" francesa, con Godard y Truffaut, en un alarde de perseverancia para no alejarse del cine, trabaja como "script‑girl" en las películas de esa gente

-Creo que tienes una mina de oro entre tus manos, Buñuelo. Estira las piernas.

-Estoy seguro que sí. Pero mira cómo termina la historia: su época de oro no llegó hasta los ochenta. Con su experiencia profesional se lanza a una nueva meta: la dirección. Como artista independiente, se ubicaría en el movimiento denominado "Cine de Autor". Dirige entonces los siguientes filmes: "La paz de los incontables" (1982), "La mujer vespertina" (1983) y "Lleinwerdtw" (1984), todas en ocho milímetros.

-¡No! ¡¿Dirigió tres pelis?! Abre los dedos.

-Sí, pero tú sabes lo difícil que es mantenerse como artista independiente sin tener el apoyo financiero de una gran firma, ¿no? Pues Chachá lo comprendió también, y para suerte del Viejo Continente, inició, al fin, su efímera pero celebradísima carrera como actor.

-¡¿Qué?! ¡¿Actuó también, Buñuelo?!

-De verdad, Carla Isaura. Pero mira este final: con sus noventa y siete años, Dertheaudhold "Chachá" Danuzkinswki fue a morir como extra bajo el peso de los antidiluvianos animales de "Jurassic Park VI" de Spielberg.

-¡Pero qué gran final! ¡Como vino al mundo, se fue de él: vinculado al Cine!

-Por eso te digo que esta sí va a ser el proyecto que nos lleve a la gloria en este país.

-¡Por supuesto, Buñuelo! El Premio Goya es nuestro, pero sin dudas. ¡Cuántos retratos no hizo Goya! ¡El nuestro será un homenaje a él!

-Parece que sí, Carla Isaura. Estoy muy excitado con la idea... Oye, ¿por qué no me sigues frotando aquí…?

-¿Dónde?... Te gustó, ¿eh?... Bueno… por nuestro manquito…

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Cine qua non No. 1

aaaaa_0.jpegCarla Isaura y Buñuelo en... "BIENVENIDO MÍSTER MARSHAL"

 

-¡Buñuelo, ven a comer!

-Bien, porque tengo mucha hambre.

-Claro, si no te has levantado del ordenador en todo el día. ¡En qué estás trabajando?

-No me lo vas a creer, Carla Isaura, pero estoy trabajando en una idea para triunfar en este país de una vez y por todas.

-¡De qué se trata?

-Voy a resucitar un género que será un boom de taquilla otra vez. ¡Qué películas independientes ni un carajo!

-¿Qué tienes en mente?

-Ya tengo la trama del guión, mira… el protagonista es Omar, el Marshall de Huesca City.

-En el oeste, el Marshall era como el Sheriff, ¿no?

-Es lo mismo, Carla Isaura… Escuha la idea... El Marshall también tiene un negocio de fabricación de carruajes cerrados de cuatro ruedas que usan como tiro tres pares de caballos. Todo el mundo le critica por su feo diseño y porque duran muy poco. Pero él insiste en que no hay peor diligencia que la que no se haga.

-Me gusta. ¿Cómo sigue?

-Pues que su más encarnizado detractor es el ambicioso hacendado Don Rodrigo Saladrigaz, que quiere por todos los medios poseer ese negocio. La cosa se complica aún más porque Azucena, la bella prometida del Marshall, anda para arriba y para abajo en el pueblo con Márgara, la robusta hija de Don Rodrigo.

-¡Guao! ¡Fuerte eso!

-Sí, quiero que sea impactante.

-¿Y qué más?

-Nada, el clímax se produce en las afuera de la comarca, cuando el Sheriff encuentra a su ayudante acostado bocarriba, con un chorizo en la boca, sobre un charco de sangre.

-¡Bien! ¡Violencia, sangre, chorizo! ¡Me gusta!... Ven siéntate ya a la mesa… ¿Y cómo sigue?

-Este… pues entonces, con la bota de su pie derecho, el Sheriff voltea el cuerpo de su ayudante y descubre una olla clavada en su espalda. Ahí se agacha y comienza a tratar de revivirlo con un boca a boca.

-¿Un boca a boca? ¿Y el chorizo, Buñuelo?

-¡Se lo quitó antes, Carla Isaura!

-¡Ah!

-Por último, acerca un espejito a la boca del cadáver y comprueba que está bastante muerto. En ese momento se oye un disparo y el Marshall es herido en el arco superciliar izquierdo.

-¿Dónde?

-En la ceja… Entonces se le nubla el ojo izquierdo y al tocarse con la mano la zona lastimada, se da cuenta enseguida de que sólo la mitad de la bala había penetrado en su cara.

-¡Guao! ¡Qué precisión!... Por favor, Buñuelo, el vino, que se me olvidó traerlo... Pero sigue contándome, dale.

-Nada que comprendió que eso de la media bala no era un hecho fortuito. Subió hasta el nivel de su rostro el espejito que aún conservaba en su otra mano, y vio que la bala había traído una nota con un mensaje para él.

-¡Buenísimo! ¡Qué suspenso!

-Sí. Era el reto ineludible, el duelo final en las desiertas calles de Huesca City, entre él y Márgara…

-¡Guao!

-¿Qué te parece?

-¡Ya te lo dije: buenísimo! No comas tanto pan antes de la comida... ¿Pensaste en un título?

-Estoy entre “Bienvenido, Míster Marshall”, “De frente Mar… shall” o “El regreso de Omar Sheriff”

-¡Me encantan los tres! Son marketeros, marketeros.

-Sabía que te gustarían... Carla Isaura, quiero que tú y yo la filmemos en el Peñón de Gibraltar.

-¡Eso! ¡Ya me la imagino! ¡Hasta oigo un tema bien country arreglado para armónica y castañuela, cantada por Sarita Montiel!

-¡Ojalá! ¿Y te imaginas a Penélope, Javier y Banderas actuándola?

-Si eso se diera, ¡te juro que nos dan el Goya, nos dan el Almodovar, o nos dan…! Pon el plato para servirte la fabada…

-¿Fabada…? ¡Así le pondremos al nuevo género, Carla Isaura! ¡Oeste-fabada!

-¡Guao! ¡Qué buena idea, Buñuelo!... ¿Te lavaste las manos?

 

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Visas y visitas de un viejo en viaje No. 11

Hanoi y Bahía de Halong en Viet Nam (08/2014)
 
De regreso a Chile, con la pena de la despedida, con la alegría de la llegada y con los pies hinchados y el trasero plano, después de 20 y tantas horas de vuelo. 
Debo señalar que la línea aérea Qantas cumplió con su palabra de devolvernos las horas que desaparecieron en el viaje de ida, por lo que salimos el martes y en vez de llegar a Santiago el jueves según el tiempo real que pasamos en el avión, lo hicimos el miércoles, así que vivimos dos veces un mismo día.
Ahora me gustaría compartir con ustedes una breve crónica del viaje a Viet Nam, ya que a China e Indonesia les dediqué una a cada una hace poco y sobre Singapur comenté en el viaje del año pasado.
Comienzo.
Ante todo, debo contar que a diferencia de China, Viet Nam cumplió y sobrepasó todas nuestras expectativas. Fuimos a la ciudad de Hanoi y a la Bahía de Halong.
Resumiendo un poco: clima espectacular, paisajes preciosos y sobre todo, gente maravillosa por su alegría y su calidez.
Fuimos a un hotel en el centro; es decir, en el barrio antiguo. Al chequearnos nos dieron un papel donde aparecía escrito algunos consejos para andar mejor en la ciudad. Por ejemplo, al haber millones de motos y miles de bicicletas y al ver que esos vehículos no respetan las leyes de tránsito y van a favor o en contra de la dirección de las calles como si nada, al ver cómo se suben en las aceras, etc., cómo no se detienen en los “pares” y en las “cebras”, etc., entonces te dicen que cruces la calle con paso más o menos lento, pero firme y seguro sin mirar para los lados y jamás detenerte en medio de la calle. Pues eso hicimos y de verdad que funciona.
También te aconsejan regatear siempre cuando compres algo. Por ejemplo, si el producto vale 10 dólares, hay que decir que uno daría por él sólo 5 y así. Que jamás toques el producto si no lo vas a comprar y que cuando un vendedor ambulante te oferte algo, no lo mires y dices que no rotundamente, porque de lo contrario te acompaña todo el tiempo en el paseo y hasta puede que te siga hasta la misma habitación del hotel de regreso. Pues vivimos todo eso, sin embargo, aprendimos más en la práctica. Por ejemplo, nunca regateamos (las artesanías que es lo único que siempre compramos en los viajes), porque son tan increíblemente baratas y hechas con tanto talento, elaboración, belleza, que consideramos injusto que tengan esos precios que no se corresponde con el tiempo y el esfuerzo que le dedican. Y no me refiero a tallas en madera y artículos que encontramos en todos los países, estoy hablando de pinturas con técnicas poco comunes y difíciles, en increíbles cuadros bordados en hilos de seda, en miniaturas de papel recortado y un largo etcétera.
Para nosotros fue impresionante ver la abundancia de galerías de arte (pinturas y esculturas), de tiendas de artesanías, sin contar con que varias de sus modalidades de música, canto y danzas han sido declaradas Patrimonios Culturales Inmateriales de la Humanidad.
Fue ver y disfrutar tantas artes, que me pregunté (sin responderme), si un pueblo así, con esa enorme sensibilidad tiene relación con el carácter alegre, risueño y cariñoso que muestran. Pensando en la similitud en ese aspecto con el pueblo cubano, pero sobre todo pensando en el pueblo chino que me tocó ver en Shangai y en otras ciudad, donde la mayoría era gente hosca y solo motivada por lo material y las marcas, con una forma “plástica” de vivir, que asusta y que uno se pregunta dónde está la supuesta cultura y espiritualidad milenaria que jamás caló bien en esa sociedad al parecer.
O quizás la dictadura de Mao fue más dura y cruel que la de Ho Chi Ming. No sé.
En Viet Nam encontramos pobreza, sin dudas, pero también se nota que avanza, que se desarrolla. Se ve en las construcciones, en las inversiones, etc. Pero aún le falta mucho. Siguen el camino de dictadura china con un solo partido comunista haciendo de las suyas para mantenerse en el poder, entregándose sin escrúpulos al capitalismo que tanto critican. Pero comparándolo con China, parece que en Viet Nam hay menos corrupción, o van más lento, no sé. Pero solo por lo que uno puede calar en una visita de pocos días, prefiero Viet Nam sin lugar a dudas.
Si me dieran a escoger vivir ahí o en otro de los países de Asia que conocemos, no escogería ninguno, por supuesto, ya que son culturas muy distintas a la nuestra. Por ejemplo, las comidas. Como en todos, en Viet Nam se come con mucho picante, aunque si uno pide sin picante en los restaurantes, te complacen, no como en los demás que te lo dan de todos maneras, porque no conciben cocinar sin eso, porque sin picante “nada tiene sabor”.
La verdad que sólo comí el plato típico de allí que es el Phó, una especie de sopa con fideos hechos de arroz, con carnes y vegetales. Muy rico. Claro que hay varias ofertas, incluyendo carne de perro y otras delicias que no nos atrevimos a comer. Pero hay tantas franquicias de comida occidentales que no hubo problemas con la alimentación. Ah y la repostería es exquisita, obvio, fueron colonia francesa y aún queda muchas influencias de ese país. Incluso existe un largo puente impresionantemente precioso, diseñado por Eiffel. La ciudad de Hanoi posee varios lagos muy lindos.
Como dije, no viviría allí, pero sí repetiría la visita e iría a conocer Saigón, etc.
No sé si se me queda algo en el tintero, pero ya me extendí mucho y deseo terminar con una terrible anécdota que me sucedió.
Como mencioné también, fuimos a la Bahía de Halong, Patrimonio Natural de la Humanidad. A todos les aconsejo que vayan y la conozcan, de verdad que es una de las Maravillas del Mundo actual. Son más de 3000 islas de todo los tamaños y la mayoría como acantilados, sin playas, que forman un laberinto en la bahía (ver foto que subo aquí). Verlas y navegar por entre ellas, con esa luz y ese silencio es impresionante. Cuando se nubla un poco, parece un paisaje fantasmagórico.
Nos subimos en un crucero por la bahía por dos días y una noche y fue más que fantástico todo. El camarote nuestro tenía terraza hacia la proa y sólo con echarse en esas sillas de extensión con un mojito en la mano, valió la pena la inversión.
El crucero paraba en ciertos lugares y nos llevaban en lanchas a una solitaria playa, a unas cavernas en la cima de una isla donde había que subir 700 escalones y a lo que le llaman "La Venecia de Viet Nam". Ahí te llevan en botes de remo, donde las “gondolera” son mujeres que viven por allí. Y se trata de casas flotantes, muy pobres, que forman pequeñas poblaciones de gente que vive de la pesca y la extracción de perlas. Humanamente da lástima, pero ver eso es una tremenda experiencia.
Pues mi anécdota comienza en la playita a la que nos llevaron. Yo no quise bañarme en el mar y preferí agarrar un bote de remos y dar una vuelta, yo solo por ahí. Te permiten remar hasta cierto punto por seguridad. Pues yo no me di cuenta y tomé entre algunas islas pequeñas y parece que no se percataron y así llegué hasta una isla grande, muy verde, como selvática y me acerqué. Recuerdo que se me ocurrió gritar con potencia para escuchar el eco y ahí sucedió mi tragedia.
Pero antes de contarla, debo aclarar algo de lo cual yo me enteré después. Resulta que esa isla es una especie de sanatorio mental, donde viven varios veteranos que quedaron con trastornos provocados por la guerra. Como sabemos, ninguna guerra deja cosas buenas, excepto para los poderosos que la crean, los políticos, los militares y empresarios deshumanizados que obtienen grandes beneficios. Pero al pueblo que pone los soldados; es decir, los muertos, los heridos y los traumatizados son los únicos perjudicados.
Entonces, en cabañas en el medio de la Isla, viven allí esos pobres hombres, con comida, asistencia médica, etc. Pues cuando yo doy el grito aquel, algunos estaban camuflados entre las plantas, cerca de la orilla (al parecer me vieron acercar) y creyendo que yo era alguna amenaza en sus mentes afectadas, me lanzaron una lluvia de dardos hechos con sus propias manos, a través de cerbatanas artesanales también, obvio y con cierta sustancia en la punta de los dardos, algo como una droga extraída de ciertas raíces, que te hace dormir instantáneamente. Yo recibí varias en el cuerpo y algunas en la cara (como se ve en la foto al final del texto, que muestro como prueba). En resumen, me rescataron los del crucero, encontrándome dormido en el bote a la deriva. Así que abrí los ojos un día después acostado en el camarote, perdiéndome una buena parte del viaje.
Sin embargo, me llevo un feliz recuerdo de Viet Nam. Soy un privilegiado por conocer a ese país y a ese pueblo.
 

 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 10

Isla Lombok e Isla Gili Air, Indonesia 07/2014
 
Fuimos a Indonesia de nuevo. El año pasado conocimos la isla de Bali y este año visitamos la isla Lombok (una noche), y las Gili (en Gili Air dos noches).
Se notó la diferencia entre Bali y las otras, a pesar de los 20 o 30 minutos en lancha que los separan. Lo primero es que Bali es muy religiosa como dije en su crónica correspondiente, pero hinduista. El resto de Indonesia es musulmán. 
Si en Bali encontramos dos altares en cada cuadra, en Lombok existe una mezquita cada dos cuadras. Me dijeron que era el lugar donde más mezquita por habitantes hay en el mundo. Imagínense cómo era eso en este mes del Ramadán. No era fácil dormir con sus rezos llegados de toda la Isla (recuerdan que en las mezquitas usan altavoces hacia afuera) y los coros “góspel islámicos” sonaron hasta tarde.
En la parte turística no, pero en medio de la ciudad y los campos se hace sentir la mano de la religión. Aunque me imagino que deben ser felices así. Y también todos los vendedores de tela, porque esos vestidos y pañuelos que cubren cuello y cabeza en las mujeres (no hablo de burkas) se usan muchísimo. La verdad, no sé cómo se acostumbran a estar todo el día así tapadas, con ese calor tan fuerte. Me imagino que la fe es la única respuesta.
Otra diferencia que me llamó la atención es que en Bali hay muchos artesanos y tiendas que venden sus productos. Pero en Lombok observé en buena parte de la ciudad que sólo existían dos o tres tiendas de ropa (99% femeninas), muchos mercados de frutas y vegetales y algunos mercados de víveres en general. Sólo ubiqué varias carpinterías haciendo esos maravillosos muebles de bambú, ratán, y especiales tejidos de mimbre, que las grandes tiendas occidentales nos venden caros en nuestros países. Por ello yo me compré una fabulosa butaca. Claro, cuando averigüé los precios para mandarla a Santiago de Chile, decidí llevármela como equipaje de mano, pero las rígidas autoridades indonesias me lo prohibieron, a pesar de mi escándalo en español.
En fin, que me di cuenta de que el pobre pueblo (en las dos acepciones: el pobre pueblo y el pueblo pobre), vive comprando lo básico y no hay espacio para la belleza estética. Y artesanos hay, porque en el aeropuerto sí habían tiendas de una artesanía fuera de serie.
En esa isla de Lombok me sucedió mi primer percance. Resulta que de cena pedí un plato de nombre muy raro para explorar nuevos gustos. Y no me equivoqué, estaba riquísimo. El problema es que me lo comí todo, pero seguía con la misma hambre. Pedí otro igual y nunca perdí el hambre. Entonces me di cuenta de que con tantos vegetales y carnes en hilachas, masticaba, pero no tragaba la comida, porque se me quedaban en mis dientes disparejos. Así que tuve que agarrar un mondadientes (escarbadientes, palito de dientes) y sacarlos uno a uno. Así pude tragarlos y saciar el hambre, pero la encía me quedó hecha trizas, sangrando y con mucho ardor y dolor. Conclusión, estuve con la boca abierta y sin hablar hasta el otro día.
Bueno, en el camino del hotel en Lombok al puerto, para ir a las islas Gili, nos encontramos con sesenta mil motos y cuatrocientos monos sentados a la orilla esperando que los turistas le den comida. Yo enseguida subí la ventanilla para que no me sucediera lo mismo que en Bali. Estoy convencido de que no les caigo bien a los simios. Quizás me ven con celos o envidias por mis constantes monerías.
Nos subimos a una lancha de diseño muy extraño para nosotros. No tenía más de un metro y medio de babor a estribor (por poco pierdo el viaje tratando de aprenderme cuál era babor y cuál estribor) y 10 de eslora. Imagínense, parecía un plátano. Bueno, en él nos sentamos y si a esa hora bajó la marea fue, porque parte del mar se quedó en mis ropas, por las salpicaduras que provocaba la velocidad de aquella fruta tropical de transporte marítimo.
Fue la sensación de estar viviendo un momento tan exótico, algo así como estar manejando con tráfico despejado en Santiago.
Pero para complementar el viaje, llegamos a la isla Gili Air, nos bajamos de aquella chalupa aplatanada y para eso tuvimos que meter los pies con pantalón y zapatos en el mar, ya que no “estaciona” en un muelle. Y por si fuera poco, nos esperaba un carrito con techo tirado por un poni y guiado por nativo, que nos llevó a los bungaloo que arrendamos. Ese tipo de carro y las bicicletas son los únicos medios de transporte de las islas, porque tienen prohibido ingresar cualquier vehículo de motor. Imagínense la paz que reina allí a toda hora. 
Bueno, cada dos o tres años hay un escándalo que rompe esa tranquilidad. Como el que protagonicé yo durante el almuerzo. El asunto es que siempre recalco hasta el cansancio que la comida que pido en los restaurantes la traigan sin picante. Porque el 90% de los platos en China, Singapur, Tailandia, Malasia, Indonesia, etc., son con mucho picante. Por suerte, he salido ileso la mayoría de las veces. Pero en mi primer almuerzo en la isla Gili Air, parece que con el poco inglés del mozo y el poco inglés del comensal se trastocó la cosa, o se olvidó, o no se entendió, o lo que sea, el problema es que cuando mastiqué confiado la primera cucharada, no lo podía creer. Era fuego lo que salía de mi boca. Lo único que se me ocurrió fue correr hasta una caseta donde le echan aire a los neumáticos de los carros y ponerme la manguera con una presión de 32 psi (libra-fuerza por pulgada cuadrada) directamente a la boca. Me calmó, pero estuve con la boca abierta, eructando y sin hablar hasta el otro día.
Siempre me han vendido la idea de que las playas más paradisíacas están por esta zona donde estoy ahora. Para eso te muestran documentales o hacen la película de D´Caprio, etc. Pues quiero dejar en claro lo siguiente: tanto en las islas de por acá, como en las costas del continente asiático, existen muchísimas playas. De ellas sólo unas pocas se pueden catalogar de paradisíacas. Me refiero a clima, temperatura del mar, lo cristalino, la calma de ese mar,  los colores del agua, la arena fina y blanca, lo limpia y lo extenso de playa. No evalúo si hay mil rascacielos, mil hoteles 20 estrellas, etc. a pocos pasos. Sólo las características de la naturaleza que acabo de señalar. Pues bien en el Caribe, tanto en las islas, como en las costas del continente americano, existen también muchísimas playas (no sé si muchas más o muchas menos que en Asia). Pero lo que digo es que existen en el Caribe más playas paradisíacas que aquí.
Menciono lo anterior, porque en Tailandia y en Bali disfrutamos de 2 playas así, pero en la Isla Gili Air no vi ninguna. Clima sí, temperatura del mar sí, sin olas sí, no sé lo cristalino y lo de los colores, porque como esta época de monzones estaba revuelta el agua. Pero nada más. La arena blanca y fina era poca. ¡Una cantidad de piedrecitas para entrar al mar y una cantidad de piedras dentro del mar! ¡Y una cantidad de algas muertas!
Teníamos que encontrar un espacio claro y ahí bañarnos como en la tina, sin poder nadar. Sin embargo, la mayor sorpresa me la guardaron para el último día: contemplamos uno de las puestas de sol más impresionantes que hayamos visto en la vida. Fue tan bello e intenso ese momento que quedé con la boca abierta y sin hablar hasta llegar a Singapur de regreso.
 
 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 9

Shanghai, China 07/2014
 
Voy a comenzar con una reflexión sobre cuál es mi verdadero placer al viajar a lugares nunca antes visitados.
El otro día comentábamos con una gran amiga, que cada cual tiene sus objetivos propios para viajar dentro y fuera de su país. Para muchos es sinónimo de descansar, vacacionar, “desconectar” del estrés diario. Para otros significa conocer gente y lugares nuevos. Pero en mi caso, además de los anteriores motivos, se le suman dos más y muy importantes. Uno, que me pasé 39 años de mi vida con tremendos deseos de hacerlo y las represivas leyes de Cuba no me lo permitían. No sé si a otros coterráneos les pasa lo mismo, pero a mí se me acumularon esos deseos de tal forma que nunca parecen saciarse. Y dos, porque me estimula, me excita, saber que voy a estar “en vivo” en los mismos lugares que leí en libros de Literatura e Historia, o que disfruté en películas. Por ello fue fuerte cuando me vi en Malasia el año pasado, tratando de reconocer escenarios de las aventuras de Sandokan que yo devoraba una y otra vez en mi niñez y adolescencia, por poner un ejemplo.
De esa manera, cuando llego a un lugar y no le encuentro el espíritu de su Historia, su cultura, las características y costumbres de su gente, etc., quedo decepcionado. Y que conste que no me refiero a visitar museos o demasiadas iglesias, etc., porque sin conocimiento previo de que te interesará, esas visitas equivalen a perder el precioso tiempo que tienes para tu propio turismo cultural. Y obvio que me alejo de recorridos guiados y esas cosas.
Pues bien, para el viaje a China, en específico a Shanghai, llevaba en mi mochila las ganas de ver templos, mercados populares, comidas, vestuarios y un largo etcétera compuesto por todo lo que significa esa cultura milenaria. Pero también tenía en mente la posibilidad de encontrarme con la frecuente presencia del Glorioso Ejército Rojo, las estatuas y mausoleos en honor a Mao y a la Revolución, así como la aplastante cotidianidad del omnipresente e inmortal Partido Comunista Chino.
¿Pero les confieso algo? Desde el aeropuerto, el hotel, las caminatas por los alrededores del mismo, la programación de televisión que puse en nuestra habitación para curiosear y todo lo demás que hicimos, sólo vimos un modo de vida demasiado occidental, específicamente demasiado norteamericano (la parte mala y fea de éste, claro) y aquella cultura “milenaria” se nos convirtió en cultura “millonaria”.
Me detengo un instante aquí, para contarles que pagamos un ticket para subirnos a un bus que recorre una buena parte de la ciudad. Nos sentamos en el segundo piso donde no hay techo para tener una mejor panorámica. Ahí uno puede ponerse un audífono y escoger el idioma en que desea escuchar la información que te entregan de los edificios, calles y lugares que vas mirando. Por supuesto, el mío no funcionaba el botón de “español”. Ni siquiera el de “inglés”, así que tuve que oír todo en ruso, porque no quise el chino por venganza. Por ello me enteré que un edificio (al parecer del siglo XIX, fue construido como sktreshovayak y de ahí su importancia, supongo).
En ese bus también me di cuenta de un hecho curioso. Los ancianos y los niños bien pequeños me miraban siempre entre extrañados, curiosos y asustados. Al principio me afligí creyendo que eso sucedía por ser yo un viejo muy feo, pero viendo tantos viejos feos a mi alrededor deseché la idea. Y me convencí de que era a causa de mi pelo totalmente blanco y de mis ojos tan abiertos, algo muy difícil de ver entre los chinos. Pues el asunto pasó de ser un hecho interesante para convertirse en un problema, ya que los niños comenzaron a llorar desconsoladamente sin apartarme la vista y los ancianos a señalarme con sus dedos. Entonces los familiares protestaron ante chofer y éste, sin más ni más me pidió –en mandarín, eso sí-, que me bajara ahí mismo (frente a la antigua Plaza de Ktrastmulaknovky, según la traducción rusa que oí) y tuve que obedecer, obvio, con mi cara colorada por la vergüenza, por la impotencia y por las ramas altas de los árboles de las aceras, que me golpearon en pleno rostro durante el trayecto hasta ahí.
Pero continúo con la reflexión. 
En casi toda la ciudad germinan los rascacielos, bien modernos, bien tecnos y con diseños preciosos, eso sí. 
La enfermedad del “mall” los agarró y esos conglomerados de tiendas aparecen en cada cuadra. La aplastante propaganda de casas comerciales vedadas por nuestro bolsillo y muchas veces vedada por nuestro gusto como Louis Vuitton, Emporio Armani, Cartier, y mil más, se confunde con las plebeyas de MacDonals, Starbucks, Hat y otras que conocemos.
En fin, para ver lo que pensaba y quería conocer de mi viaje a China, me costó mucho y para eso con la dificultad de estar ante una falsedad, una mentira, porque fuimos, por ejemplo, a un mercado popular creado con arquitectura autóctona, como si fuera un barrio chino feudal y nos enteramos de que fue construido hace unos tres años. Por suerte, logramos ver algunos artesanos, algunos artistas increíbles, anticuarios, comer verdadera comida china, etc. También visitamos la casa del gran poeta Yu, del siglo XVIII (cualquiera en esa exquisita y enorme mansión podría escribir los versos más tristes y alegres de este mundo), y dos o tres atracciones más, porque tuvimos la suerte de contar con mi cuñado que vive en la ciudad de Yiwo (a cuatro horas de Shanghai) y se sabe casi todos los rincones de esa urbe, incluyendo un falso templo donde la gente se reúne los domingos espirituales para jugar bingo y hacer karaoke.
Pero así y todo me sentí decepcionado. Ni la vida de un genuino barrio chino como el de Nueva York, ni un templo donde se practique artes marciales, rituales, meditaciones, sapiencia oriental, etc., como lo que uno leyó de Lin Yutang, o de las historias de Marco Polo, o en “Las Tribulaciones de un chino en China” de Jean Paul Belmondo, ni casi nada de la cultura Ming, Tang, aunque sean jarrones, por solo mencionar algo.
Voy ahora con ametralladora: existen muy pocas bibliotecas, muy pocos teatros, muy pocas galerías de arte, muy poco artesanos, etc. Todo es caro. Casi todo es mal oliente. Los niños defecan en la calle ante la vista de todos. Ojo, los pantaloncitos ya vienen de fábrica con el hoyo en el trasero y como no se usan pañales, es fácil para los padres ponerlos a hacer caca en aceras y calles.
Termino con la ametralladora: la gente es bastante rudimentaria, hosca, mal educada e ignorante. Las motos subiéndose por las aceras y sin detenerse en roja ni ante las cebras. Y otros etcéteras, que no deseo ni contar. 
Que conste que esta fue nuestra experiencia. Si alguien vivió otra cosa diferente en su viaje, tendrá tanta razón como yo, pero uno habla de lo que es testigo, de lo que interpreta de lo subjetivo y de lo que escucha que le cuentan cuando pregunta.
Me contaban también que desde hace unos años, al repuntar tanto la economía, la clase media se hizo muy fuerte, la pobreza disminuyó mucho. Y aún cuando los ricos son muy ricos y la famosa “brecha” entre ricos y pobres es abismal, la mayoría del pueblo está contento con su vida, porque tienen pan y circo, pueden comer, vestir y manejar lo mismo que ven en los comerciales de la tele.
Por eso la cuestión de vivir en una dictadura no les importa para nada. No sufren porque no hay democracia, o porque la mayoría de las autoridades son corruptas, o porque te ponen muchas restricciones valóricas, o se violan los derechos humanos, etc.. Esas son cosas de intelectuales o de estudiantes, como los que asesinaron en Tianamen. Dice buena parte del pueblo que mientras se viva con ese nivel de consumo material, que siga el PC Chino eternamente.
Por lo tanto, tampoco pude ver el culto a la personalidad a Mao, los carteles, esloganes, etc., sobre el Glorioso Ejército Rojo, La Revolución y demás cosas del “Gran Hermano” que pensé ver.
Pero bueno, de todas formas valió la pena el viaje y uno hace esta reflexión y la guarda, porque de lo contrario perdió el tiempo y la plata en ese viaje, con lo lejos que está China. Por lo tanto, decidimos no pensar en lo malo, ni siquiera en lo pésimo y sacarle jugo al viaje.
Así, me hice para mi colección de aerófonos, de una flauta de porcelana –ejemplar único-, hecha en Shanghai en 1870. Como ya subimos fotos y videos, gozamos de los increíbles talentos y habilidades de esos artistas plásticos. Y, repito, la arquitectura de rascacielos es fantástica y también las carreteras dentro de la ciudad como soluciones viales. Y buscamos restaurantes buenos, aunque muy caros y probamos muchos sabores increíbles.
Sin embargo, en la más rural y pequeño poblado de Yiwo (tres millones y mediod e habitantes), la cosa se tornó más aburrida y decidimos hacer vida de familia con mi cuñado, esposa e hijo y hacernos masajes y descansar, porque otra cosa es imposible.
Por supuesto, jamás en China pude enviar un correo por gmail, ni entrar a facebook, porque el Gobierno tiene todo eso prohibido y controlado, pero no nos importó, ya que tuvimos mucho tiempo para “vitrinear” en los malls y empaparme de la milenaria cultura china escuchando a Justin Bieber en casi todas las emisoras de radio.
 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 8

Siria, viaje suspendido (06/2014)
 
“Allá en la Siria, hay una mora, que tiene los ojos tan lindos, como lucero encantador…”, creo que así dice una canción que escuchaba desde chico. Y siempre pensé en ir a conocer Siria, más aún cuando leía tantas historias y vía películas que me provocaban aún más visitar ese país.
Y ahora cuando conseguí el suficiente tiempo y el suficiente dinero para darme el salto hasta allá, veo que es imposible hacerlo (bueno, desde hace tiempo, pero ahora está peor la situación).
Siria está a punto de una guerra de alcance internacional. Y me siento defraudado, cansado, aburrido, aplastado y triste por eso.
Para mí, no existen las guerras necesarias. Obvio, si alguien te invade tienes que pelear para defenderte; me refiero a que el que invade, el que comienza una guerra, jamás tiene una razón necesaria para iniciarla.
Alguien me dirá que a un dictador hay que derrocarlo a la fuerza, con violencia, con las armas. No me convence. La guerra contra Sadam Hussein, por ejemplo, se llevó a cabo bajo las banderas del humanitarismo, para terminar con ese tirano y se inventaron justificaciones como la posesión de uranio o algo así, y todos sabíamos que fue por razones cochinamente económicas. Porque si de verdad prevalecieran las razones humanitarias, hubieran invadido hace tiempo a Corea del Norte o a Cuba, por ejemplo, donde las eternas dictaduras han manchado de sangre a sus pueblos. Pero como existen razones económicas detrás, no les interesan esas guerras, n i la industria petrolera, ni la industria de las armas les ordena a los gobiernos que invadan a esos países. ¿Dónde se metió el hamanitarismo? (Que conste que no estoy de acuerdo ni mucho menos en que invadan esos países que mencioné.)
¿Cuáles son las razones para una guerra en Siria? No las sé, ni quiero saberlas, porque sé que para la vitrina será una razón noble y en el fondo será una razón sucia.
¿Hace falta derrocar a un dictador como Bashar al Assad? Por supuesto, es un asesino de marca mayor. ¿Hay que ayudar entonces a los que combaten contra él? Otro problema, porque ayudaríamos entonces a los extremistas islámicos, que tomarán el poder y se harán dictadores tan o más sanguinarios que Assad. Es el turno de “Isis”, una organización que ha dejado tan chica a la anterior, que Al Qaeda ahora parece “Cáritas”.
Pasará con el cabecilla de Isis, como cuando se ayudó a Osama bin Laden y se le convirtió en líder de su pueblo, para años más tarde fuera el enemigo No. 1.
¿Cuál es la solución entonces para evitar la guerra y yo pueda conocer la bella Siria? No tengo idea, porque no soy especialista, ni tengo la debida información. Por tanto, sólo especulo. Pero sí estoy convencido de que una guerra jamás es necesaria.
Los únicos que ganan son los políticos, los militares y los empresarios beneficiados. Los únicos que pierden son los civiles inocentes y sus familias, así como los soldados de ambas partes y sus familias.
La base de todo es que no se valora bien la vida humana. Todavía hay personas que piensan que matar a un inocente es una solución para evitar la muerte de diez. Y mientras las cifras aumentan, más respaldo ético tiene la solución. Todo se minimiza porque hay un solo muerto. Incluso, puede llegar esa muerte a ser un triunfo y una celebración. 
¿Y el muerto? ¿No tenía derecho a vivir como tú o como yo? Parece un chiste, pero nunca el que pone el muerto es el jefe, el que manda, el poderoso.
Por otro lado, es bueno recordar una experiencia que tuve. Viviendo en Cuba dije que si me llamaban a una guerra no me alistaría. Estaba dispuesto a hacerlo si me llamaban a pelear en Angola, otra guerra innecesaria y sucia. 
¿Por qué no defender tu “suelo patrio”?, me dirían algunos. Yo sólo respondo esto: ok, voy a defender a mi pueblo (sea Cuba, sea Chile, Siria o el que sea), ¿pero a qué personas que pertenecen a mi pueblo tendría que defender también en ese caso? A los mafiosos, violadores, asesinos, ladrones, narcos, torturadores, pedófilos, etcétera, sin contar otros defectos humanos que me molestan y que poseen otros de mi pueblo (el que sea, insisto) y que tendría que defender también: a los envidiosos, los corruptos, los abusadores, los egoístas, los prepotentes, los xenófobos, los racistas, los clasistas, los tacaños, los traidores y otro largo etcétera. A todos yo debo defender entonces y dar hasta mi vida por ellos. ¡Pues no voy a ir a una guerra para defender a esa gentuza!, por muy coterráneos que sean. 
En fin, por ningún lado se ve una guerra necesaria y justificada. Por lo tanto, mañana es un día de duelo internacional si comienza una guerra internacional en Siria.
Ya sé que no debo insistir mucho en el asunto, ya que me deprimiría por gusto, porque lo que piense y diga no cambiará nada. Lo sé. Y es por eso que escribo esta reflexión, para “descargar”, para “vomitar” el veneno.
Por favor, también sé que existen otras opiniones diferentes, tienen todo el derecho del mundo a exponerlas, pero les aviso que no es mi intención entrar en un debate sobre esto (y menos armar una guerra, ¿no es cierto?). 
Entonces a llenarse de paciencia y esperar el día en que se pueda viajar en paz y felicidad a Siria.
 
 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 7

Sydney, Australia (viaje del 07/2014).
 
Esta vez, para ir a Asia, decidimos pasar por Australia. Tomamos el avión a Sydney un sábado a las 12 a.m. y la travesía duró 14 horas. Pero resulta que llegamos un lunes a las 4 a.m.
La línea aérea “Quantas”, sin importarle la falta de ortografía en su nombre, nos extravió un día completo y sin importarle tampoco “quantas” exigencias y reclamos les hicimos, no devolvieron el día, pero sí se comprometieron –con bastante paternalismo, eso sí- a investigar y si aparecía, nos lo entregaban en el viaje de regreso. No nos quedó otra que aceptar y pasar por inmigración.
Unos 6 metros nos separaban de los cubículos donde los agentes de policía te chequean, sin embargo, nos demoramos 45 minutos en llegar, a causa de la fila de 2 kilómetros que tuvimos que hacer a través de un laberinto formado por postes y cintas elásticas. Lo que le indica la cantidad de visitantes que arriban a esa ciudad de todas partes del mundo.
Al llegar al punto de chequeo, el agente nos pidió el certificado de que no portábamos la fiebre amarilla. Al ver nuestras caras de asombro, se dio cuenta de su error y exclamó: “¡Ah, Chile!” y nos pidió disculpas por confundirnos con viajeros del 4to. ó 5to. mundo. Como fui el último en pasar, el afligido guardia se me acercó tratando de justificarse, contándome así varias historias, algunas opiniones y montón de datos para demostrar que no era un ignorante. O por lo menos eso creí yo, ya que a causa de mi elemental inglés y su tono australiano, no entendí el 80% de lo que me dijo.
Al fin llegamos al hotel. Bastante cómodo y limpio, pero sin lujos, como la ropa interior que siempre uso. Lo único malo: por problemas técnicos, ponían señal de Internet una vez al día y por poco tiempo. Me recordó a como ponían el agua y la luz en Cuba cuando yo vivía allá. No disfruté esa nostalgia.
Pero mejor me lanzo a opinar sobre Sydney y por lo tanto iré al meollo, como diría un dermatólogo… perdón, debí decir “al grano como diría un dermatólogo”, porque al escribir “meollo”, tendría que poner: “como diría un proctólogo”. En fin, dejemos eso porque el asunto es que me referiré a Sydney como una maravillosa ciudad de la cual quedamos realmente fascinados. Una, por el encanto de ser tan cosmopolita. Recuerda mucho a Nueva York en ese aspecto. También resalta la preponderancia que le dan al buen gusto en el diseño en su arquitectura, en todo el mobiliario urbano, etcétera. Tanto es así que no se nota la frialdad de los materiales metálicos, plásticos y de tanto vidrio, etc., que se usa actualmente para levantar las modernas magaciudades.
Y que conste que Sydney no es solo el típico puente de las postales, ni el Opera Hause, que por supuesto son impresionantes como todo el mundo conoce.
Nota aparte merece su naturaleza con sus bahías, sus islas, sus playas, sus montañas, etc. Y también su clima, porque a pesar de que era invierno, el frío era agradable y sobre todo con mucha luz.
La gente amabilísima. Una curiosidad: muchas personas caminan con sus perros por calles y plazas, pero lo hacen detrás de sus mascotas, recogiendo sus haces, heces o eses (según la cultura del que lo diga) fecales con guantes y bolsitas. Al principio pensé que lo hacían para llevar los exámenes a sus laboratorios de veterinaria, pero después me di cuenta de que era por higiene y limpieza de la ciudad. ¡Qué magnífica costumbre para poner en marcha en nuestras urbes latinas! Yo propongo sustituir esa, por la fea costumbre de romper y ensuciar la ciudad después de alguna marcha, como está de moda.
De las muchas actividades y lugares a disfrutar en esta ciudad, está –sin dudas- el zoológico. Tomamos un ferry para darle una vuelta por la bahía y nos bajamos en el zoo. 
¿Por qué gastar tiempo y dinero en ver algo que podemos encontrar en cualquier ciudad? Porque el zoo de Sydney es especial. Queríamos ver de muy cerca el canguro rojo, el koala, el ornitorrinco (de niño yo lo confundía con el otorrinolaringólogo, no sé por qué) y el cocodrilo más grande del mundo entre otros preciosos, curiosos y exóticos animales.
A la entrada vimos dos aborígenes en taparrabos, descalzos y toda la piel pintada de blanco con motivos que eran un jeroglífico para mí. Algo impresionante. Uno tocaba un digeridoo (instrumento aerófono típico australiano), el otro unas claves y al lado de ellos un canguro. No me quedé mucho tiempo mirándolos, porque temí que el canguro pasara el sombrero de repente y no andábamos con dinero suelto (ni amarrado) en los bolsillos.
Como esperábamos, el recorrido fue fantástico. Los animalitos que nunca habíamos visto (ni ellos a nosotros) fueron innumerables. 
Como es costumbre en mis viajes, me pasan cosas extrañas, muchas desagradables y hasta increíbles en los viajes. Este no fue la excepción.
Disfrutando del zoo, llegamos hasta el área de los koalas y nos acercamos a ellos, cosa permitida por lo mansitos que son. Entonces, uno de ellos cruza mirada conmigo y avanza despacio por el suelo hasta llegar a mis pies. Era muy gris, gordito y de cara tierna. No sé por qué, se me pareció a Alfred Hitchkoch. El asunto es que se me subió y me abrazó con gran fuerza. Supuse que lo hacía agradecido, porque se enteró de que soy fans de su película “Psicosis”, porque otra razón no había. La cosa es que su presión aumentaba y no sólo ya me asfixiaba bastante, sino que me apretaba tanto la panza que me provocaron muchas ganas de ir al baño. Parece que el cuidador se dio cuenta y se lo llevó, no sin antes pedirle ayuda a tres de sus colegas para sacármelo de encima.
El por qué de aquello no me importó en ese momento, ya que lo único que tenía en mente era hacer mis necesidades con urgencia. Y como la zona donde estábamos estaba muy alejada de los baños, no tuve más remedio que internarme en el parque donde nos encontrábamos e ir hacia un bosquecillo cercano. Ahí me agaché y pude hacer lo mío con gran placer, no lo niego. Pero cuando me dispuse a buscar la amplia hoja de un arbusto para mi aseo personal, quedé congelado y pálido. Frente a mí, a cuatro pasos, se encontraba uno de los aborígenes de la entrada, mirándome con expresión de enojo y con su digeridoo amenazante en alto. Supongo que por verme haciendo eso ahí en vez de en un baño, o quizás por hacerlo sobre un lugar sagrado, aunque también quizás porque lo hice –sin darme cuenta, claro- debajo de la hamaca, amarrada entre dos altas ramas, donde pensaba echar su siestecita. 
Sentí mucho miedo, lo reconozco. Pero lo peor fue cuando vi pasar entre un árbol y otro, por detrás del aborigen, en un tercer plano, el koala cariñoso (igual a como aparecía Alfred Hitchkoch en sus películas). Ahí entré en pánico. 
Me subí un poco los pantalones y huí saltando como canguro hacia la salida del zoo.
Había una fila esperando al ferry de regreso. La gente enseguida se dio vuelta a mirarme. Por el arrugado de sus narices me di cuenta de que mis pantalones a medio subir y mi  inacabado proceso fisiológico me delataban. No encontré otra solución que lanzarme al mar y sonriendo y saludando con una mano me aseé como pude a la vista y paciencia de la fila que se acercó al borde del muelle para ver mi show.
Empapado, me subí al ferry cuando llegó y a pesar de mi elemental inglés percibí ciertos comentarios entre los pasajeros que no reproduciré aquí.
A pesar de lo anterior, insisto que Sydney es, quizás, la ciudad más “vivible” que he conocido. En otras palabras, si fuera más joven haría un esfuerzo por vivir allí. Y no me importaría ni siquiera el koala Hitchkoch.
 
 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 6

Zurich, Suiza (viaje del 08/2013).
 
De Asia a mi casa hice dos escalas, una en Zurich, Suiza y la otra en Sao Pablo, Brasil. La primera duraba 12 horas, más o menos. Y fue una casualidad que un mes antes uno de mis hijos cubanos-chilenos, se fuera a vivir dos años para esa ciudad, ya que su novia española, le habían dado una beca para hacer un post Doctorado en Química en la principal Universidad de esa ciudad. ¡Pura y dura globalización!
Así que salí a conocer algo del país de los relojes, de los chocolates, de las navajas, los quesos y los neutrones (por su neutralidad, digo), la llamada República Federal Suiza, o mejor como se conoce en el mundo República Federer Suiza. Lamentablemente, no conocería Ginebra, la ciudad de José Martí, pero sí Zurich. Algo es algo. Ahí donde vive mi hijo decía, el cual se hizo una casa de cantones, porque en Suiza abundan mucho. Y ya está pensando nacionalizarse y así hacerse suicida, un gentilicio mortal, como Guillermo Tell, el que inventó el Tell-éfono (no fue Graham Bell, éste creó Bell-south y eso tiende a confundir).
Y recorrí un poco la ciudad. Pero fue muy poco, la verdad, porque es una de las ciudades más caras del mundo. Bueno, los relojes son tan caros, pero tan caros, que creo que allí se inventó eso de que times is money. 
Entonces sólo conocimos los alrededores de la casa de mi hijo, lo acompañé al supermercado, conocí a sus amigos (todos procedentes de varios países) y así pude tomar tranvías, buses y hablar con algunos pocos ¿zurichianos, o zurichianenses? No sé. Pero como soy tan latino, prefiero tutear a la ciudad y decirle Turich en vez de Zurich. Así que el gentilicio es turichtas. Aunque quizás no les vaya bien ese nombre, porque se ve poca gente en la calle, con cámaras fotográficas o no.
Les cuento que allí el transporte público es perfecto. Existen pantallas electrónicas en cada parada que te van indicando cuántos minutos faltan para que llegue tu tranvía o bus. Es de una exactitud que impresiona. Por momentos llegué a imaginarme que vería un lumínico avisándome que hoy debía llamar a mi prima enferma. Es que todo en esta ciudad está planificado, todo es así, medido, calculado, funcionando como máquina, todo está normado, controlado, para que no haya falla en ninguno de los sistemas implantados.
Un ejemplo de esto que digo: coincidentemente, mi hijo y su novia regresaban de España a la misma hora de nuestra llegada a Zurich, por lo que tuvimos que seguir indicaciones de un mapa que nos envió mi hijo para llegar a su casa. Entonces del aeropuerto tomamos un tranvía y en cierta estación cambiaríamos para un bus. Eso hicimos. Y corrimos hacia el bus que estaba estacionado, ya que era la parada de donde salía, y faltaba un minuto y medio para comenzar su recorrido. Llegamos a la puerta del bus y vimos gente adentro sentada que nos miraba y vimos al chofer que también nos miraba. Le hicimos señas con gestos y sonrisas para que nos abriera la puerta, pero el hombre no nos abrió. Entonces pasó el minuto y medio y se fue el bus, dejándonos boquiabiertos sin entender nada.
Cuando llegó el otro nos percatamos de que otros pasajeros tocaban un botón en la puerta que indicaba que querían subir –y que nosotros no habíamos visto antes-, y el chofer les abrió sin problemas.
Conclusión, que el sistema perfecto funcionó. Si el pasajero no toca el botón, aunque el tipo vea que quiere subir y hay tiempo, no le abre. Pero también los pasajeros nos vieron y ninguno hizo nada por ayudarnos. ¿Por qué? Supongo que porque primero está el sistema, ante todo la efectividad, la perfección del modelo, aunque se deshumanice la vida. 
Después me puse a averiguar y para mi sorpresa, me enteré de normas como estas: se puede lavar la ropa o limpiar, menos a las horas de almuerzo y comida. El domingo no se puede hacer nada de nada en la casa para no molestar. Limpiar la casa significa aspirar, porque nada de echar agua. Atiendan bien: ¡no se puede descargar el inodoro después de las 10 de la noche! ¿Qué haces si a las 11 de la noche te entran impostergables deseos de hacer caca? Clausurar el baño, porque no puedes tirar la cadena hasta por la mañana. Por favor, no estoy bromeando. Y como ésas, una pila de normas más que son increíbles. Es la sociedad perfecta, según ellos. Te cuidan mucho de no dañarte con los ruidos y jamás he escuchado las sirenas de patrullas, ambulancias y bomberos tan altas como allí, son horribles. Les doy mi palabra que en la calle pasó por mi lado una patrulla de policías y tuve que taparme los oídos. ¿Eso no molesta más, acústicamente hablando, que la descarga de un inodoro? Es algo loco, ¿no es cierto?
Me contaron que hace poco hicieron una consulta pública, una especie de plebiscito, preguntando si querían pasar de 20 días de vacaciones al año, como dice la ley actual, a 30 días (que es lo normal en la mayoría de los países). ¡Y el pueblo votó que no! ¡Votó que quería trabajar esos días y no perderlos en “vacacioncitas”! ¡Como si el sano ocio, el que se sabe que es beneficioso para el ser humano fuera algo dañino, diabólico! Sin dudas, es la dictadura de la mayoría. 
Me detengo en este punto, porque está de moda pensar que en democracia todos tenemos el derecho a decidir y eso no es correcto. La gente se debe expresar y decir lo que piensa y quiere, así el gobierno, que salió por mayoría de votos, con sus asesores y especialistas debe valorar lo que hará para el bien común y hacerlo lo mejor posible. Si se equivocan, los políticos del gobierno no saldrán reelectos. Así funciona la democracia, según mi modesta y molesta opinión. Entonces, si un gobierno no escucha a la mayoría, o no la deja expresarse y hace lo que le da la gana, es una dictadura, obvio. Pero si un gobierno sólo hace a ciegas lo que le pide la mayoría, es una dictadura también, por lo menos para mí. 
Ya sé que muchos opinarán distinto y justificarán aquello. No es mi deseo discutir al respecto, todos tienen derecho a opinión y yo doy la mía simplemente: creo que hay algo enfermizo en ese país. Porque no se puede vivir para trabajar. Esos supercapitalismos donde todo se basa en producir más, trabajar más para tener más y más, acumulando riquezas, aunque se superdesarrollen, se superperfeccionen los sistemas, los mecanismos, la calidad de vida será una porquería. 
Las dictaduras de izquierda nos han enseñado que jamás serán el camino para lograr nada, porque aplastan el individualismo, a las libertades. Pero este otro extremo tampoco es la solución, según mi parecer. 
Lo que vi allí es un terreno fértil para que crezca la soledad, la depresión, el egoísmo y no germine nunca la solidaridad, la humanización. Lo más doloroso para mí es que no es sólo Suiza la que ha caído en eso. Veo otros países en ese camino. 
Ojo, quizás allí no quieran trabajar más para enriquecerse más. Es extraño, pero puede suceder. Quizás allí les da igual que les sobre el dinero, porque su objetivo es simplemente trabajar y trabajar por “placer”. Esa quizás es su forma de ser feliz. Entonces merece un análisis distinto, psicológico y sociológico, porque no me suena sano tampoco. 
Por ejemplo, yo opino que lo que hago con el humor (escribir, actuar, teorizar, etc) no es trabajo, ya que me da tremendísimo placer. Es mi profesión, mi pasión, mi todo. Me considero un ser muy afortunado por trabajar en lo que de verdad me fascina. Y sé que a la mayoría de la gente no les sucede eso, lamentablemente. Sin embargo, a pesar de no ser un trabajo para mí, necesito y me encanta tomar vacaciones con mi familia y “desconectar”, incluso para renovar energías y “cargar pilas”. Es realmente sano tomarse las lógicas y merecidas vacaciones. Por ello el resultado de ese plebiscito lo veo increíble, algo que no está bien, repito, aunque algunos defiendan aquello y otros me malinterpreten y crean que soy un intransigente, un intolerante. Aclaro una vez más: ellos pueden vivir así, que yo no paso de estas líneas para hacer algo en su contra. Yo dejo vivir. Sólo que tengo derecho a opinar y lo hago, porque no me gustaría que las demás sociedades hicieran lo mismo. Y si por mayoría la mía decide imitarlos, perfecto. Me voy a otro país y solucioné mi problema. Ya dije hace poco que la patria la hace uno mismo.
Pero vuelvo a Suiza. Hace poco el mundo se sorprendió con el escándalo de Oprah Winfrey, que confesó que en una tienda en Suiza (no recuerdo la ciudad específica) pidió ver una cartera y la empleada le dijo que era muy cara para ella, al no reconocer a la multimillonaria productora y presentadora de tv y sólo ver su facha casual y su piel negra. Hoy, conociendo cómo es aquello y por las historias que me contaron sobre la discriminación que existe en ese país no me sorprende lo de Oprah.
Y allá ella si quiere depositar sus riquezas en ese paraíso fiscal. Porque ese es otro punto que me golpea: a los banqueros suizos, orgullosos de su neutralidad,  les da igual que sus clientes sean mafiosos, dictadores, criminales, etc.. Ellos, sin escrúpulos les guardan y protegen sus dineros y se los manejan. Busines are busines, es su única ética, aunque esos  billetes estén manchados de sangre, sudor y lágrimas.
Conclusión, el que desee ir a vivir a Suiza, felicidades. Pero yo no podría vivir allí. Con el respeto de muchos, yo prefiero un poco de subdesarrollo ante aquella perfección. Yo soy casi germánico con la puntualidad, el que me conoce lo sabe. Yo respeto mucho el tiempo de los demás y exijo que respeten el mío. Pero una cosa es eso y otra es darle a la puntualidad más valor que la libertad misma.
Prefiero una ciudad donde la gente camine por las aceras, donde las palomas se cagan a los próceres en sus monumentos, donde una pareja se besa en el banco de una plazoleta, donde un perro le ladra a un motociclista, donde un desconocido te comenta algo al pasar. Ahí hay vida para mí. Y conste que me encanta que el sistema de transporte sea buenísimo y que en mi ciudad se instalen todos los adelantos tecnológicos del mundo para mejorar nuestra calidad de vida, por supuesto. 
Es obvio que no quiero ver ni a mi ciudad ni a mi país destruido. Y que tenga que venir la Cruz Roja a rescatarnos. La cruz de la bandera suiza, precisamente.
 
 

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