Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 5

Malaca, Malasia (viaje del 08/2013)
 
Visité la ciudad de Malaca o Melaka, según el origen del que lo pronuncie. 
Confieso que del momento en que me bajé del avión me sentí como si estuviera llegando a “Malacaibo”, por el calor, la humedad, la vegetación, etc., porque aquello es trópico de tomo y lomo.
Menciono aquí que en mis show para niños, yo siempre hago el siguiente chiste: cuando termino de contar un cuento, una lectura, un juego o una canción, siempre les digo: “¡Ahora a ver esas palmas!” y todos aplauden con entusiasmo, pero ahí los cortó enseguida como si estuviera enojado, y los regaño diciéndoles que no escuchan a las personas mayores, porque yo dije: “a ver esas palmas”, no que aplaudieran. Ahí entienden, se ríen y me muestras las palmas de sus manitas. Pues les confieso aquí que las cientos de miles de palmas que he visto en mis encuentros con niños por buena parte de Latinoamérica, no es ni la “micronanogésima” parte de las palmas que he visto sembradas aquí. Campos y campos de ese cultivo. Este país debería llamarse Palmasia en vez de Malasia. Por supuesto, le sacan el jugo, porque producen azúcar de Palma, miel de Palma, aceite de Palma, tablas de Palma, Estrada Palma, Aníbal Palma, etc.
Para el que no lo sepa, la ciudad de Malaca es Patrimonio Cultural de la Humanidad, por su rica Historia, Tradición, Arquitectura, Artesanía, etc.
Esta tierra fue invadida y colonizada por chinos, portugueses, holandeses, británicos, japoneses y por todo aquel gentilicio que haya estado de paso por esta zona. Incluso, hace unos años los Mc Donals, los Starbucks, los Burguer King, etc., también han invadido a Malaca, encabezados por sus generales los centros comerciales (mall). Ya el número de mall se acerca al número de palmas.
El fin de semana que visitamos a Malaca coincidió con los días feriados de Malasia por sus Fiestas Patrias y también con los feriados de Singapur que también cumple años de fundación. Eso significó que buena parte de los millones de habitantes de Malasia estuvieran en las calles de Malaca y también millones de singapurenses que sólo tienen que tomar un bus y en 4 horas ya están en esa ciudad Patrimonio Cultural, a través de un puente que se construyó desde la Isla de Singapur a la Península de Indochina.
Un enorme y cómodo hotel nos recibió, pero poco estuvimos en él. Había que gastarse el tiempo en disfrutar la maravillosa ciudad.
Lo primero que me impresionó fue escuchar música latina en las radios. Incluso disfruté de un bolero de vieja trova cubana cantado por una malaya y en su idioma. En serio, es una vivencia muy extraña.
Visité parte de los millones de museos que brotan en la ciudad como los mall y como las palmas en los campos. Menciono algunos: Museo marítimo (donde hay un galeón portugués del Siglo XVI rescatado y restaurado), Museo del Islam, Museo del Pueblo, Museo de la Cultura, Museo Histórico, Museo Natural, y si no hay Museo de Arte Precolombino y Museo de la Revolución, es porque a Colón y a Fidel no les dio tiempo pasar por ahí.
Uno que me interesó mucho fue la réplica de la Casa del Sultán de Malaca antes de las invasiones. Las paredes de madera tallada, los vestuarios del Sultán y la Sultana que usaban para cada ceremonia, las joyas y sobre todo las armas, donde les dejaban claro a todos que a ellos nadie los inSultan.
Pero la mayor atracción de la ciudad es pasear por Junker Street, una calle muy estrecha de cinco o seis cuadras de largo, con comercios y restaurantes en ambas veredas y muchos puestos improvisados en las aceras donde se vende lo mismo un juguete, una artesanía, que un pescado frito. 
Imagínense millones de personas caminando para allá y para acá en esa callecita, donde también pasan autos y todo a casi 40 grados Celsius. Lo más fácil para los lugareños es vender platos de pato a la naranja, pato pequinés, etc., porque usan unas redes encima de sus puestos ambulantes para recoger los patos que caen asados ya.
La multitud es tal que no puedes detenerte a ver nada de lo que muestran en las aceras o locales, el tumulto te lleva, te arrastra casi sin tocar el piso. Las sombrillas de las mujeres son peligrosísimas porque te sacan un ojo si te descuidas un segundo. Me da la impresión que en por lo menos en esta parte de Asia, la estatura promedio es mucho más baja que la nuestra. 
Entonces pegados unos con otros nos vamos deslizando por la calle y soltando dos litros de sudor por cada centímetro cuadrado de piel. Y no voy a mencionar los olores a esa hora del día con el sol en su cenit. Con decirles que fue tanto que en un instante se me nubló la vista y no puedo asegurar o no que me desmayé, pero sí puedo contar que caí y no al suelo, obvio, sino a la mar de cabezas y sombrillas que me rodeaba. Entonces, como recital de rock duro, me pasearon acostado en brazos por encima de sus cabezas y me dejaron amablemente en una esquina, al lado de un fogón encendido donde hacían sopa de pescado y donde la temperatura alcanzaba los 57 grados celsius. Allí sí me desmayé y por suerte, enseguida fui rescatado por una valiente escuadra de bomberos malayos que me llevaron a una plaza, donde me metí de cabeza en una fuente, algo que me arrepiento ya que estaba llena de peces rojos, los cuales se burlaron mucho de mi desgracia, aunque allí me aseguraron que sólo se asustaron.
Para desconectar de tanta cultura y tradición, decidimos regresar al hotel, no sin antes pasar por un centro de masaje, ya que no conocíamos el estilo malayo. Y como el incidente con el chino en Singapur y Tailandia quedó atrás y aunque hubo cierto conato en Indonesia con la masajista veterana aquella, no sucedió nada, lo que me dio fuerza y valentía para hacerme uno aquí. Y escogí la reflexología.
Me atendió una mujer musculosa, pero de gestos y expresiones amables. Le di mis pies confiado.
Al principio todo fue normal, incluso disfruté mucho con sus técnicas, tanto que me relajé casi llegando al éxtasis, por decirlo así. Pero lamentablemente, la masajista de mi vecino comenzó a darle conversación a la mía y entablaron un diálogo insoportable, que arruinó mi relax. Entonces la miré serio y tosí, como para que entendiera que me molestaba su cháchara. Ahí comenzó mi problema. Porque se calló, sí, pero en venganza quintuplicó la fuerza de sus dedos en mis pies. Ya no era placentero aquello. Al contrario, se tornó doloroso. Y aunque intenté varias veces quitarle mis pies y pararme, no me dejó.
Fue horrible. Yo tengo el metatarso caído, pues lo recogió y me lo puso en su lugar a la fuerza. Presionó tanto mi talón de Aquiles que obligó a éste a salir del closet y casarse con Héctor. Yo tengo los pies planos. Bueno, los tenía, porque me hizo un enorme arco. Y ustedes dirán, bueno, te mejoró los pies, porque ya no los tienes planos. Pero no, no resolvió mi problema, porque me hizo un arco al revés, convexo, para afuera, es decir, “botado para abajo”. Y ahora cuando me paro firme parezco un muñeco “tentempié”, como le dicen en Cuba; o “monito porfiado”, como le llaman en Chile, que se mueve para cualquier lado y no se cae. Así estoy con mis arcos convexos.
Por la noche al aeropuerto de regreso, después de un baño de Historia, un baño de Cultura y un baño de agua fría en el hotel.
En el viaje medité sobre Sandokán, el Tigre de la Malasia y sobre Lady Mariana, Yañez, Kammammuri, sus aventuras y mis aventuras en sus tierras y me di cuenta de que a pesar de todo, soy un afortunado.
 
 

 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 4

Phuket, Tailandia (viaje del 07/2013)
 
No sé qué contar del viaje a Tailandia, ya que sólo lo visité por tres días. Estuvimos en la ciudad balneario de Phuket, en un hotel que fue arrasado por aquel terrible tsunami del 2002. Ahora, reconstruido, está de maravilla. 
¿Mis experiencias aquí? Paradisíacas playas donde lo único que falta es que nade a tu lado D´Caprio, como en la película. 
Para no olvidar, algo que no conocía: meter los pies en una pecera donde introducen cientos de peces que se te pegan a los pies desesperadamente a comerte las células muertas y los pellejitos. ¡Dan unas cosquillas tremendas! Lo malo, es que en el cardumen que metieron en mi pecera se coló una pirañita y los dueños formaron una gritería enorme para avisarme que levantara los pies con urgencia. No me di cuenta y los dejé ahí, pero por suerte no tenía ninguna heridita y me salvé. 
Después fuimos a hacer un safari montados sobre elefantes. Otra increíble experiencia. Sobre uno de esos gigantes animales nos subimos mi esposa y yo, más el guía y recorrimos un sendero en medio de bosques. Todo iba bien, pero en un momento el guía se bajó y me dijo que me pasara al cuello del elefante. Lo hice y lo dirigí yo por un rato. Al principio con mucho susto y más tarde creyéndome Aníbal atravesando los Pirineos. 
Lo “gracioso” del safari estuvo en el sentido del humor del guía tailandés. Al pasar por una laguna de dudosas aguas, le ordenó algo al animal y éste metió la trompa en la laguna y acto seguido nos lanzó el chorro de esa agua turbia y pestilente sobre nosotros, mientras lloraba de risa de la “gracia” de su elefante. 
Al final del día, ya cansados, quisimos darnos un masaje para probar el estilo Thai. Ante todo aclaro que no era el mismo chino de Singapur, ni era pariente ni amigo de él. Me recibió un hombre muy amable y entre mi mal inglés y mis gestos, le hice ver que si me maltrataba, me pegaba, pellizcaba, mordía, escupía o hiciera algo contra mi persona, le daría tal puñetazo que le dejaría la nariz más chata aún. Parece que entendió, porque afirmó varias veces con la cabeza sonriendo. 
Comenzó el masaje y todo trascurrió de forma placentera hasta que se fue calentando y de pronto entró en erupción; es decir, comenzó a eructar seguido. En la cultura china eso no es mala educación, al contrario, pero lo hacía muy cerca mío y cuando fui a protestar coincidió, parece, con uno de las técnicas del masaje thai y me agarró los brazos y me los llevó retorcidos a la espalda, moviéndolos hasta lugares donde nunca pensé que llegarían; para darme después con ambas manos abiertas por los hombros con inmensa fuerza. Cumpliendo con el acuerdo previo, intenté pegarle un puñetazo, pero no me obedecían los brazos. Los pobres, colgaban a ambos lados de mi cuerpo como si no fueran míos. Además, el dolor de mis hombros se ponía peor a medida que pasaba el tiempo. Sólo lloré, de impotencia, dolor de hombre… y dolor de hombro, claro. Lo peor fue, como siempre, tener que pagar por aquello. Pero bueno, son otras culturas. 
Para regresar al hotel, caminamos por la calle principal de Phuket, que coincide en ser la calle principal del barrio rojo. Pero esa noche se detuvo por un instante la lujuria: solo recibí miradas de compasión de las mujeres y los trasvesti, al ver a este viejo en estado de emergencia nacional post tsunami (dolor y sudor). 
Estoy pensando volver mañana y retorcerle los brazos y la trompa al elefante y al guía, a meter en una pecera con pirañas adulta al masajista; o quizás no, quizás siga disfrutando este maravilloso viaje. 
 
 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 3

Bali, Indonesia (viaje del 07/2013)
 
Con un fuerte dolor de oído volé hacia Bali y la presión me ayudó a sufrir. Llegue que parecía un ente. Fue muy Bali-ente de mi parte volar. Por suerte lo hicimos casi sin Bali-jas. Aterrizamos de noche y no se vio bien la ciudad (ni la escuché por el oído malo). Pero todos coincidían en que Bali-ó la pena decidirme a visitarla. 
Decía que llegué con el oído infestado y tomé antibióticos, lo que me impidió celebrar con un trago. Y me dolió (no el oído, sino no tomarlo porque era gratis, de bienvenida).
Aquí, al ser un balneario típico, no es como para gastarse un día completo recorriendo la pequeña ciudad, pero sí es aconsejable caminar por las calles llenos de restaurantes, negocios y altares.
En ese paseo, me topé con un parque especial, donde cientos de monos andan sueltos. Es gracioso ver cómo esperan que le den plátanos, mientras se sacan las pulgas unos a otros uno. Son tan tiernos que me decidí sentarme al lado de uno de ellos para una foto de recuerdo. Lo miré, me miró, y sin mediar palabra alguna saltó hacia mí y me mordió en el brazo. No sé si lo hizo porque es amigo del masajista chino de Singapur o porque no le agradé. Sin dudas será muy tierno, pero no tiene tolerancia. Yo, por ejemplo, no soporto a Silvio Rodríguez y no lo he mordido cuando he compartido un espacio con él.  Bueno, no fue una herida mortal, pero me dolió. 
Hoy fuimos a la playa idílica y afrodisíaca y una nativa me hizo masaje en los pies. La señora fue más que amable. Sin embargo, en medio del masaje de pronto con sus manos llegó hasta lo más profundo de mis muslos, cosa que me hizo abrir los ojos... Pero entendí que era parte de su técnica, porque la nativa tenía más de 75 años y, paradójicamente, su pícara mirada eliminaba cualquier pensamiento oscuro.
De regreso a mi cabaña, viví otro momento “curioso”: me tomé un café de mierda. 
Sí, es así mismo, literalmente de mierda. Resulta que le mejor café de Bali tiene el siguiente procedimiento: cuando el grano de café está maduro en el cafeto que ellos cultivan, se lo dan de comer a un felino, un tipo de gato precioso por lo demás, el cual con las enzimas de su estómago “cocinan” el café hasta que fermentarlo. Después el gato defeca el grano, lo recogen, lo muelen y cuelan. ¡Y sabe riquísimo, en serio!
Sólo me resta decir que compré varias flautas autóctonas, entre ellas un digeridoo que me molestó mucho en el avión y los aeropuertos, pero valió la pena. Me dediqué a soplar las flautas todo el tiempo de regreso y a soplar la mordida del mono que me ardió por varias semanas.
 
 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 2

Singapur (viaje del 07/2013)
 
La primera impresión que recibí al llegar a esta ciudad-estado fue la de estar viendo una ciudad preciosa, limpia, moderna, funcional y tecnológica, con gente muy amable y decente. Supongo que descubras cosas malas, como en cualquier parte, pero eso viene después, ya que mi prioridad fue disfrutar de lo mejor del país. El clima, la comodidad y la funcionalidad son casi perfectos.
Un país sin mucha historia porque tiene sólo alrededor de 40 años como República independiente, donde la mayoría de la población desciende de chinos, pero el idioma oficial es el inglés.
Después de pasear bastante, me cansé y fui a darme un masaje de cuello y espalda. Un singapurense de origen chino me recibió y me sentó en su silla especial y confiando en él, le di la espalda. Nunca le den la espalda a un chino, sobre todo a éste. Con todo el odio y la saña del mundo introdujo más de lo físicamente posible sus dedos en mi cuerpo. Hundió su codo con furia por todos lados, golpeó con ira cada centímetro de piel occidental que encontró. Pensé que le habían dicho que me había comido un oso panda, o que me acosté en mi juventud con una muchacha del barrio chino en La Habana y era pariente de él, incluso llegué a pensar que creía que mi padre fue un repudiable colonizador inglés. 
Fue una real tortura china. 
Media hora después salí de allí mareado, confuso y con los ojos aguados. Y más encima tuve que pagar 40 dólares por tamaña paliza... Me propuse esperar unos días para volver.
Hay mucho para ver y consumir en Singapur.
La arquitectura contemporánea, original, provocadora, armónica (a mí me gustan los rascacielos); el metro, las calles, el ornato y demás, hacen que uno se enamore del lugar. Pero yo soy más de “subdesarrollo”; es decir, disfruto más el barrio chino, el barrio indio, el barrio árabe, que los moles de cemento, metal y vidrio en el asfalto y los malls de ropa. zapatos, perfumes, etcétera que existen en cada cuadra.
En esos barrios populares se ven gente caminando y hablando alto, charcos en las calles, olor a comidas, palomas, vestuarios típicos, artesanías, vendedores ambulantes; en fin, la verdadera ciudad palpitando, menos “perfecta”, pero más humana.
Investigué sobre la vida en Singapur y no puedo afirmar nada, pero en síntesis, esto fue “lo sucio, malo y feo” que me enteré:
-No hay democracia.
-Existe racismo y clasismo.
-Carísimo todo.
En otras palabras, que se vive muy bien si a uno no le importa eso negativo que acabo de señalar. Y comprobé que la mayoría de los singapurenses o singapurados (no sé bien el gentilicio), son felices.
 
 

Visas y visitas de un viejo en viaje No. 1

¿Viajar?
 
¡Viajar es tan necesario! Viajar ayuda a mantenerte inmune contra los nacionalismos y chovinismos. Basta ya de “este país es el mejor del mundo”, “este país es lo peor del mundo”, “¡no hay como el país donde nací!”, “verdad que somos los mejores”, “la gente de este país no se puede comparar con el mío”, etc. ¿No se dan cuenta de que entre los ignorantes y los cultos de cualquier país hay buenas y malas personas? ¿No se dan cuenta de que entre los ricos y los pobres de cualquier país hay gente buena y gente mala? ¿No se dan cuenta de que entre las personas de color de piel diferente y entre las personas de color de pensamiento diferente hay buenos seres humanos y malos seres humanos? ¿Qué te hace mejor o peor haber nacido en un continente o en una isla? ¿Qué influyen unas fronteras inventadas por unos tipos como tú o como yo? ¿Te hace mejor o peor persona crecer en un clima frío o tropical? ¿Los que hablan tu mismo idioma son mejores que los que hablan otro? ¿Quién dice que este sujeto es mejor o peor porque viene de un país desarrollado o subdesarrollado? ¿O porque viste más elegante o más humilde? ¿O porque come alimentos diferentes al nuestro es una mejor o peor persona? ¿O porque dice tener un gran dios así o asao?
Por favor, a los cubanos, los chilenos, los latinos, los norteamericanos, los europeos, los chinos, los africanos, los árabes, los indios que me rodean: ¡dejen de pensar y decir que son mejores o peores que otros! Sólo hay que preocuparse de si somos o no buenas o malas personas y en todos los países, en todos los pueblos, en todas las etnias, en todas las religiones, en todos los partidos políticos, en todas las organizaciones sociales, deportivas, científicas, artísticas, empresariales, en todas partes hay gente buena, mala y regular, porque así somos los seres humanos, sin importar dónde, cómo y cuándo nacieron. 
¿Cuál es la mejor patria? ¿La patria donde naciste tú? No. La mejor patria es la que haces tú con tu vida, tus familiares, tus amigos, y esté donde esté esa patria, comportarte como el ser humano que eres, respetando las culturas que veas, los pensamientos que veas, aunque no tengan nada que ver contigo. En fin, donde tú escojas que esté, está tu verdadera patria. No se trata de un pedazo de tierra, mar o cielo. Esos límites lo ponen los políticos, los militares o personas que tiene otros intereses o egoísmos, y que nos tratan de manejar con supuestos sentimientos “nobles” y “puros ideales” y así nos lanzan a estúpidas guerras donde los muertos los ponemos nosotros –no ellos-, los seres humanos buenos, malos y regulares.
Viajar ayuda mucho a darse cuenta de todo esto.

Y si no puedes viajar por la razón que sea, entonces lee mucho, que es casi lo mismo.
 

PP Layo, corre pon sal voluntario No. 11

La pregunta y la respuesta que encabeza esta noticia, es parte de la entrevista que le hice al Presidente de Haití, el Sr. Michel Martelly, cuando realizaba esta nota en Puerto Príncipe. El resto de la entrevista la encontrará en este mismo blog, cuando venza mi autocensura. Gracias.
 
No es fácil llegar a la capital de Haití para investigar, escribir y enviar una crónica reflexiva sobre lo que allí ocurre. Es que casi todo está dicho ya. Horror y miseria por doquier.
Por ello, deseo darle otro enfoque a mi trabajo. Comenzaría por la pregunta: ¿los haitianos se merecen esta desgracia? La conquista española, la esclavitud, los filibusteros franceses y la colonización gala, guerras de independencia y entre mulatos y negros, política de E.U., deforestación, dictaduras, pobreza, emigraciones, los Duvalier, sida, huracanes frecuentes, un devastador terremoto, epidemias y ahora los abusos sexuales de los cascos azules uruguayos. Mi respuesta: claro que no. Los haitianos son gente noble, amable, humilde y alegre, que ya han sufrido demasiado.
Por eso se me ocurrió algo que me comenté en voz baja, durante mi recorrido por la ciudad y que me confié en estricto secreto. Sin embargo, me voy a traicionar, ya que ante todo está mi deber de publicarlo, como profesional ético que soy, y compartirlo con mis lectores debido a su importancia.
Me dije a mí mismo que sería ideal proponerle a la ONU dos alternativas: o llevar a los siete millones de haitianos a Mónaco, sacando de ahí a los monacales (no estoy seguro si ese es el gentilicio de Mónaco, pero espero que sí, porque seguro serán “gentilicios” con los haitianos y se mudarán, comprándose sus palacetes en otras partes, donde gusten); o, me confesé, la otra variante de mi idea consiste en pedirles a Brad Pitt y a Angelina Jolie que adopten a los siete millones de haitianos.
Así, se deja a Haití sin los habitantes actuales, pero se puede llenar de militares violentos (valga la redundancia), guerrilleros y movimientos de liberación sanguinarios (valga la redundancia), narcotraficantes execrables (valga la redundancia), inhumanos fundamentalistas religiosos (valga la redundancia) y de los políticos corruptos, los pejes gordos (nalga la “redondancia”) escogidos de los peorcito de todos los países del mundo. Eso lo propongo por dos razones: 1) limpiar bastante ciertas sociedades, y 2) al mismo tiempo montar una empresa de turismo de aventura extrema en una tierra tan fatal, y que paguen los que quieran vivir las emociones y la adrenalina de enfrentarse a huracanes y terremotos, golpes de estado, matanzas, enfermedades y otro largo etcétera, en una semana, por ejemplo.
En mi opinión, conociendo a los monacoluenses, me inclino a que será más factible y real la variante de la adopción, tomando en cuenta lo que sugirió hoy al respecto el Sr. Pitt en Niza, junto a su pitto-nisa señora.
No sé si acogerán mi idea. Y hablando de acoger, ya acordé con mi traductora, una exquisita mujer de ébano (una negra rica, como diría eufemísticamente mi jefe de redacción), que habla creole como creolina para limpiar todo lo sucio en mis oídos, acordé decía, quedarme en esta Nación por ahora para ayudar en lo posible y acoger a los haitianos… y acoger a mi traductora también, ¿por qué no?, y quizás llegue incluso, hasta nacionalizarme. Estoy trabajando en ese sentido y aunque aún no me sé el Himno Nacional, ya me estoy aprendiendo el Escudo.
Y en cuanto a los uruguayos, que los dejen ahí cuando saquen a los haitianos y vacíen la Isla, si aprueban mi idea. Ellos se excedieron con la famosa garra charrúa que tanto ennoblece a ese pueblo sudamericano y en vez de demostrarnos que los cascos azules mueren con las botas puestas, demostraron que son “cacos” azules y morirán sin los pantalones puestos.
 
PP Layo
Corre pon sal
 
 

PP Layo, corre pon sal voluntario No. 10

La pregunta y la respuesta que encabeza esta noticia, es parte de la entrevista que le hice al Presidente de Chile, el Sr. Sebastián Piñera, cuando realizaba esta nota en Santiago. El resto de la entrevista la encontrará en este mismo blog, cuando venza mi autocensura. Gracias.

 
Visité Chile para reportear las frecuentes marchas de protestas que se están produciendo. Me salieron ampollas en los pies de tantas marchas que vi por televisión, acostado en mi habitación del hotel. Desde ahí, por teléfono, pude entrevistar al Presidente. “Son tantas las protestas de los jóvenes –me dijo-, que tendré que quitarle la Patria Protestad a los padres de esos estudiantes”. Cuando escuché esa amenaza, me lancé a la calle para entender mejor las marchas.
Lo primero que me sorprendió fue la figura de la líder de los estudiantes. Por supuesto, su nombre es Camila, porque se pasa el día camilando al frente de las marchas. Camila tiene muchos babosos detrás de ella, que se disputan seguirla, deseosos de abrazar sus pensmaientos y compenetrarse bien con ella.  Pero Camila los para, con una cortina de hierro, con un muro de Berlín. Unos basan sus ideas sobre Camila, en que su cara vende, y otros en que vende muy cara.
Ella es miembro del Partido Comunista. Obvio, de ahí su natural predilección por las marchas. Como sabemos en el siglo XX fue el dirigente comunista francés George Marchais el que le dio auge a las marchas, como lo indica su apellido.
Muchas marchas terminan con desmanes, saqueos y destrozos hechos por encapuchados. Averigüé y me dijeron mis fuentes que son infiltrados de la policía que provocan eso para ensuciar las protestas. Dicen que se han profesionalizados tanto los infiltrados, que en cualquier momento hasta podrían ser escogidos por los estudiantes para ser los voceros de las protestas. Otras fuentes aseguran que los encapuchados son miembros de grupos violentistas de la extrema izquierda que vienen de los años sesenta. Lo afirman porque los han visto gritar, en estas jornadas, frente a la Embajada de E.U., lemas como: “Yankee go home”, “Libertad para Angela Davis, Nelson Mandela”, etc.
Algo saludable: “Somos los ingleses de América”, se burlan muchos chilenos de ellos mismos, al ver las marchas de protestas de Londres. Como no sabía mucho al respecto, vi los noticieros y me enteré de lo que ocurre allá y vi con estupor cómo los ingleses pasaron rápido de la Marcha nupcial de la Realeza, a la Realidad de las Marchas. Y vi cómo el Presidente Cameron amenaza con aplicar mano dura. Dice que con él no va eso de “Cameron que se duerme…”
En las noticias también vi que en España sucede algo parecido: la gente marcha y marcha. Imagínense, con tantas suelas gastadas ya Zapatero no sabe cómo remendar, perdón, cómo remediar la situación.
También están las marchas en Siria. Las revueltas en todo el país, incluyendo Damasco. Llamada “Da más asco”, por la tozudez de su Presidente afferado al poder.
Y qué decir de las marchas en Israel. Desde que Moisés guió la marcha desde Egipto abriendo el mar, no se habían reportando unas marchas judías "abriendo el mal", como las catalogó Netanyahu o Netanyahooo  (no recuerdo cómo se escribe).
¿Qué mensaje me deja todo esto?, me pregunté al terminar de ver las noticias. Y llegué a la conclusión que las marchas están de moda. ¿Será porque las redes sociales hacen que se organicen más fácil que antes? Quizás, pero lo único concreto es que el concepto “marcha” se ha puesto en marcha "a toda marcha "y "sobre la marcha" se irá viendo si será una "marcha forzada" y sin "marcha atrás".
¡Pero que se marche pacíficamente por ideales nobles y justos!
¡Las marchas violentas y manipuladas políticamente que se marchiten!
PP Layo
Corre pon sal
 

PP Layo, corre pon sal voluntario No. 9

La pregunta y la respuesta que encabeza esta noticia, es parte de la entrevista que le hice al Sr. Naoto Kan, Primer Ministro de Japón. El resto de la entrevista se la muestro a continuación, porque vencí mi autocensura. Gracias.

 
PPLayo: Sr. Naoto Kan… ¡Sr. Ministro!… ¡Sr. Kan…!
NKan: ¡Aka toy!
PPLayo: ¡Ah…! Bien, Sr. Kan ¿qué sintió al ver esta hecatombe?
NKan: ¡Ja keka!
PPLayo: ¿Y qué va a pasar ahora, después de estos meses y sin resolverse el problema?
NKan: ¡Hiyo kesé!
PPLayo: ¿Sabe usted que si explota ese reactor nuclear los daños pueden ser mayores que los de Hirochina?
NKan: ¡Hiroshima! ¡Hirochina, no!
PPLayo: ¡Exacto! Pero, ¿qué cree usted que pasará si explotase uno de los reactores averiados?
NKan: ¡Nikakakeda!
PPlayo: Sr. Ministro, dicen que ha escondido datos de la crisis. ¿Es cierto que ha manipulado usted la información?
NKan: ¡Nikito Nipongo!
PPLayo: Sr. Kan, se dice que iba a poner en carpeta la construcción de nuevas plantas nucleares. Después de esta tragedia, ¿las pone o no las pone?
NKan: ¡Nipones!
PPLayo: Ya no puedo más, sr., ¿podría responderme en español a partir de aquí?
NKan: ¡Clalo!
PPLayo: ¿Podría pronunciar bien la “r”, por favor?
NKan: Tla… trataré…
PPlayo: Glacias.. perdón... Primero dígame: ¿qué le ha dicho el Emperador de todo esto?
NKan: Que desde el punto de vista histórico vivimos aquí un hito, me dijo Akihito.
PPLayo: Pero en sí y como tal, Sr. Kan…
NKan: No me confunda con Kant.
PPLayo: Disculpe, pero tengo una duda cuasi filosófica: con tanta plata, tiempo y neuronas que ustedes invierten en inventar miniaturas electrónicas y celulares con internet, banda ancha, más secador de pelo y lavadora incluidos, etc., ¿no pueden inventar algo para defenderse de los tsunamis, por ejemplo?
NKan: Sí, si estamos a punto de diseñar una pared alta, gruesa, fuerte, para que no pase el agua.
PPLayo: ¿Algo así como una extensión de la Muralla China?
NKan: ¡Japonesa!
PPLayo: Exacto. Me imagino ya esa pared con apariencia virtual, hecha de rayos láser, kriptonita…
NKan: No, por lo que sé, la idea es poner una fila de luchadores de sumo con snorkel.
PPLayo: Bueno, ¿pero  qué me puede decir de tantos tsunamis, maremotos terremotos…?
Nkan: Que esos apellidos nuestros están sonando mucho últimamente. Debe ser por la globalización.
PPLayo: Hablando de globalización, ¿supo que una ola salió de Japón ese fatídico día y llegó a medio mundo?
NKan: Sí, y supe también que de medio mundo salió una ola… pero de protestas por los de las plantas nucleares. En vez de enviar ayuda nos enviaban insultos.
PPLayo: Bueno, pero ustedes son muy tenaces y voluntariosos, por lo que se recuperarán rápido, ¿no?
NKan: Sí, trabajando como chinos… perdón, como japoneses.
PPLayo: Y lo dejarán todo precioso, ¿no? ¿Cómo se dice precioso en japonés?
NKan: ¡Kimono!
PPLayo: ¡Japón quedará kimono! No lo dudo, pero ahora hay que apurar la ayuda a los afectados. Por ejemplo, ¿sabe usted que hay poca comida para los damnificados?
NKan: Yono komo kasi tampoko.
PPLayo: ¡Sigamos en español, por favor!...  Oiga, un colega mío, el Sr. Pible, dijo en una oportunidad que ustedes eran muy asiados, porque estaban en Asia, y que eran los más limpios de todos, por ser jaboneses. ¿Está de acuerdo con eso?
Nkan: Puede ser, pero creo que esta vez Neptuno nos envió demasiada agua para asiarnos.
PPLayo: ¿No será que Neptuno está enojado por tantas ballenas que usted autoriza a matar?
NKan: ¡Yo no mando a matar ballenas! ¿Acaso yo tengo cara de Gregory Peck haciendo de Capitán Abad, arponeando a Moby Dick?
PPLayo: No, pero es usted muy buen actor, señor Kan. Debería presentarse en el Festival de Kanes. ¡Mire que decir que no asesina a ballenas! ¿Y qué son? ¿Orcas?
NKan: ¿Eh? ¿Usted está sugiriendo que haya un linchamiento y me lleven a la orca?
PPLayo: Yo no quiero que linchen a nadie, señor, pero cuídese de Neptuno y sus aguas.
NKan: ¡Nokeiro Masawa!
PPLayo: ¡Ah, volvió al japonés! Bueno, ¿quiere decir algo más?
NKan: ¡Saka-bó!
PPLayo: ¿Fin? Bueno, gracias por la entrevista. ¡Y que se recupere pronto su país! ¡Su gente se lo merece!
 
PP Layo
Corre pon sal
 
 

PP Layo, corre pon sal voluntario No. 8

La pregunta y la respuesta que encabeza esta noticia, es parte de la entrevista que le hice a Lebron James, jugador de baloncesto de la NBA. El resto de la entrevista la encontrará en este mismo blog, cuando venza mi autocensura. Gracias.

 

 

Esta vez la noticia es positiva, agradable de “reportear”, por eso sé que el banálisis de la misma le resultará a usted placentero:

¡Un nuevo deporte está tomando fuerza entre mucha de la gente de bien: el Soplis!
Quizás por la llegada de algunas personas humildes a la práctica del tenis, por ejemplo; quizás por el aumento del tiempo bastante libre en cierto segmento de la clase alta; o quizás vaya usted a saber por qué (no soy yo el encargado de averiguarlo), el asunto es que el Soplis se está imponiendo de a poco, y cada vez son más los adictos que rehabilitan a este deporte. Incluso, si las cifras se mantienen en ascenso este año, con la plata que corre dentro y fuera del terreno, y con la política de Obama para Latinoamérica y el Recalentamiento Global, el Soplis va a estar llamado a convertirse muy pronto en el Deporte Nacional y quizás, ¿por qué no? en Deporte Olímpico.
Para el que nunca lo haya visto jugar, le haremos una breve síntesis de algunas de sus reglas: Hay una cancha de 15 por 40 metros, dividida por la mitad por dos postes metálicos que sostienen una malla (o azteca, no recuerdo bien). Cada poste se inca… perdón, se hinca a ambos costados de la mitad de la cancha, logrando que la malla, estirada, mida unos 80 cms de alto. Pero, muy importante, fijándose bien que no llegue al suelo. La malla debe colgar a unos 10 cms del piso de cemento áspero que forma la cancha.
Los equipos son de ocho integrantes. Los atletas se colocan las dos piernas detrás del cuello, se atan las manos por detrás, a nivel de los glúteos, ruedan por la cancha encebada y soplando, se pueden pasar la pelota hasta cinco veces. Después la envían de igual manera hacia la cancha contraria por debajo de la malla.
Las barras, muy fanatizadas y entregadas en alma y corazón a este hermoso pasatiempo, tienen también su espacio en cada partido. Es decir, en el entretiempo, los jugadores descansan sin salir de la cancha y se convierten en espectadores, porque es el momento en que los barristas se enfrenten a botellazos primero y golpes cuerpo a cuerpo después, hasta que los árbitros detienen la batalla. Por supuesto, eso también está normado. Los jueces del partido no pueden detener la contienda hasta que las fuerzas policiales declaren oficialmente cinco heridos graves o en su defecto, tres violaciones a féminas mayores de 12 años. En ese punto se reanuda la competencia.
El auspiciador oficial de la competencia es El Cartel... perdón, está en un cartel, pero no recuerdo su nombre.
La tensión y el estrés que provoca este deporte se demostró el pasado sábado cuando Los Tigres del Jet Set empataron a cero con los Cachorros del High Life. Sin embargo, todo transcurrió sin mayores contratiempos. Ni siquiera lo pudo empañar el incidente de los barristas inculpados de antropofagia, al atacar al prepotente vendedor de té con sacarina que se paseaba molestando en la gradería.
En fin, otro aporte civilizado del ser humano al bienestar, la salud y la convivencia a través del deporte.
 
PP Layo
Corre pon sal
 
 

PP Layo, corre pon sal voluntario No. 7

La pregunta y la respuesta que encabeza esta noticia, es parte de la entrevista que le hice al Primer Ministro, el Sr. Papandréous, cuando realizaba esta nota en Grecia. El resto de la entrevista la encontrará en este mismo blog, cuando venza mi autocensura. Gracias.

 
A continuación, el banálisis de la noticia:
Fui testigo en Atenas de marchas, enfrentamientos con la policía, desmanes, destrozos. Si eso continúa así, veremos pronto muchas edificaciones en ruinas. Lamentablemente, un edificio público llamado Acrópolis ya se había convertido en una.
Pero eso no es todo. El perfil griego ha cambiado y se ha puesto fea la cosa. Yo le pregunté a un griego con aspecto de minotauro si la protesta era a causa del hambre al comer solo pienso. “Pienso, luego existo”, me dijo. Vi otro con cara de Arquímides, lanzándole su palanca a un carro de policía. A un tercero, con aires de Zeus, le pregunté si tanta violencia era debido a los malos políticos y me respondió que en parte sí y en partenon, ya que también estaban hartos de ser los pobres de Europa. “Incluso muchos de nuestros países vecinos ya no nos dicen “europeos”, sino europedos”, me dijo otro llamado Herculito. “Eso me huele mal”, pensé y me fui de allí, dejando a los antiguos y nuevos griegos a punto de tomar la sicuta.
PP Layo
Corre pon sal
 
 

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