Un amigo me dice que para qué menciono a tal humorista, porque es un comunista (castrista, chavista) de mierda. Y otro me dice que para que hablo de tal otro humorista, porque es un reaccionario (conservador, Trumpista) de mierda.
¿Quién tiene la razón? Quizás uno de ellos, quizás ambos, quizás ninguno.
¿Hay que separar el artista de la persona? ¿O evaluarlo como un todo? Esa es la disyuntiva difícil que se nos presenta.
¿Cuál es mi posición? Bueno, si el humorista tiene una obra de calidad, tengo que hablar de él como artista y hablar de su obra, aunque se me revuelva el estómago sabiendo que en lo personal es un HP, a pesar de que esté a favor de una dictadura asesina (valga la redundancia), de una ideología macabra.
Pero entonces, ¿por qué tengo que pasar ese mal rato al considerar ese humorista en mis trabajos?