Érase una vez, hace poquísimo tiempo y en un lugar muy cercano, un bufón ensayando porque en unos minutos más debutaba oficialmente como bufón en la Corte. Nunca se había atrevido a dar ese paso. Siempre dudaba de su vis cómica, su poder de interpretación, de su habilidad para improvisar. En fin, ahora los nervios lo consumían y el momento de acercaba., porque estaba a punto de finalizar una disertación que alguien impartía en el Salón. Después le tocaba entrar y hacer reír a todos los presentes. Pero no se sentía capaz.
De pronto, el bufón sintió, más que vio, una sombra a su lado. Giró la cabeza y pudo verla. Era una joven morena, de cabello corto y ondulado, de aspecto grácil y facciones distinguidas. Usaba una túnica blanca, bordada y con pliegues, que le llegaba hasta más abajo de las rodillas. Pero no era una joven cualquiera: una delgada nube fosforescente, de color rosa pálido, bordeaba su silueta.