Guiones y cuentos

Cuentos serios de bufones #5

descarga_32.jpegÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, un Reino enfrentado a otro, a punto de comenzar una guerra por unas tierras limítrofes.
Defendiendo a su Rey, miles y miles de soldados de infantería con sus armaduras, blandiendo ballestas, escudos y espadas, se colocaron en formación de cuadros sobre una colina y detrás, la caballería con lanzas y sables. Del otro lado del valle, casi a modo espejo, se ubicó el otro ejército enemigo de igual poderío.
A una señal, ambos comenzaron a avanzar para encontrarse en el mismo centro del valle. A unos metros de distancia las vanguardias se detuvieron para esperar la orden de los respectivos Generales y lanzarse finalmente a la batalla mortal.

Cuentos serios de bufones #4

aaaaaa.jpegÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, que comenzó a suceder algo increíble. ¡Se había desatado una ola de robos a bufones!
Se conoció el fenómeno como “Trata de Risas”. Consistía en robarle la sonrisa, o la risa, o la carcajada a un bufón y venderla en Reinos donde muchas personas nacen sin ese don o lo perdieron en sus vidas, por lo que tratan de comprarla en el mercado negro.
Los risotraficantes, lamentablemente, proliferaron. Incluso se formaron Carteles de la Risa, como les llamaron, donde los capos recibían el botín y tomaban los “Ja, Ja, Ja”, los “Je, Je, Je” y los “Ji, Ji, Ji” (por suerte nunca pudieron robarle el “Jo, Jo, Jo” a Santa Claus), y los dividían en pequeños y solitarios “Ja” o en “Je” o en “Ji” y los distribuían entre los microtraficantes, los cuales les vendían esa mercancía a los desesperados agelastos (gente que no ríe). Mientras más franca y espontánea era la risa (con menos impurezas, como decían), más cara se vendía.

Orión y Pipita. Cuento No. 2

manywoman3_0.pngLA TOMA DE PARTIDO

 

-¡Pipita! ¡Pipita!
-¿Qué quieres, Orión?
-Comparte el chisme, Pipita. Te veo mirando para adentro de tu baño hace rato y tienes cara de estar muy entretenida.
-¡Sí, esto está buenísimo, Orión!
-¡Pero, cuenta!
-Bueno, la cosa es que entraron dos mujeres, una rubia y una flaca y se pusieron a retocarse el maquillaje…
-¿Una a la otra?
-No, cada una a sí misma. Pero mientras hacían eso, la rubia le contaba a la flaca que afuera una tercera mujer estaba coqueteando con su marido.
-Es lo normal, ¿no? Las mujeres pueden coquetearle al marido.
-¡Le coqueteaba al marido de la rubia, Orión!
-¡Ah, ya…! ¡Pero sigue, Pipita!

Orión y Pipita. Cuento No. 1

manywoman3.pngEl hombre quizás

 

-¡Pipita! ¡Pipita!

-¿Qué pasa, Orión?

-Un hombre entró a mi baño hace unos minutos y como se demoraba, me asomé. No lo veo bien.

-¿Está tirado en el piso muriéndose o algo así, Orión?

-No seas tan trágica, Pipita. El tipo está de pie.

-¿Y eso qué tiene de malo?

-Que lleva rato parado ahí, medio inclinado hacia delante, sin moverse y a veces se pone colorado.

-Bueno, Orión, lo de ponerse colorado debe ser por vergüenza. Puede que se esté mirando al espejo y esté arrepentido de algo que hizo, o que no hizo. Mira, quizás le fue infiel a su pareja, o les mintió a sus padres. Quizás habló mal de su mejor amigo, o le robó algo a un niño en la calle, qué sé yo. Y ahora al ver su cara reflejada en el espejo, estando solo en el baño, le entró remordimiento, ¿comprendes?

Cuentos serios de bufones #3

descarga_1_38.jpegÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, que un bufón abrió la puerta de un salón del Palacio de la Villa. Al entrar, con toda intención tropezó con algo e hizo una ridícula pirueta para no perder el equilibrio. Enseguida notó cómo un perro, echado sobre la alfombra roja, movía la cola varias veces seguidas y cómo un mono sosteniéndose con un brazo en la enorme lámpara del techo, se mecía y le enseñaba los dientes, chillando con alegría.

Como respuesta, el bufón soltó su especial “ja, ja, ja” y un loro desde su jaula colgada en un rincón del salón, imitó su risa.
Dos personas que se encontraban conversando, sentadas en sendos butacones de madera tallada estilo Savonarola y otra más, en uniforme, que les servía vino en una jarra de porcelana, ante la cabriola del bufón estiraron sus respectivos labios, formando una amplia sonrisa en sus caras.

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