Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo
No. 23
Si te hago un regalo caro, muy probable que esté queriendo decir:
"tengo mucho dinero, ¿viste?".
Si te regalo un simple libro, muy probable que esté queriendo decir:
"valoro tu intelecto".
No. 21
Creció con un sueño.
Trabajó mucho para alcanzar ese sueño.
Se casó y tuvo hijos manteniendo siempre vivo su sueño.
Se retiró sin renunciar a su querido sueño.
Murió sin concretar su sueño...
Lástima, su sueño era vivir una vida sin soñar.
La contundente, pero discutible experiencia que viví en Haití
Reflexiones sobre las desgracias de una tierra olvidada por nuestros dioses y hasta por nuestros diablos.
Decidí viajar urgente a Haití al darme cuenta de que terminaron las elecciones sin cataclismos como fueron el Huracán Matthew y el cólera últimamente.
No es fácil comentar sobre ese país, donde casi todo está dicho (aunque no oído). Mi primera pregunta al llegar fue: ¿los haitianos se merecen tantas calamidades como la conquista española, la esclavitud, los filibusteros franceses y la colonización gala, guerras de independencia y guerra entre mulatos y negros, política de E.U., deforestación, dictaduras, pobreza, emigraciones, los Duvalier, sida, huracanes frecuentes, devastadores terremotos y hasta epidemias de cólera? Respuesta a tan larga pregunta es: claro que no, no se lo merecen. Los haitianos –por lo general-. son gente noble, amable, humilde y alegre, que ya han sufrido demasiado.
Recorriendo el país, me encontré con un finlandés, perteneciente a los cascos azules (se ponen esos cascos para diferenciarse de la población nativa). Conversé con él. Me dijo que su idea era proponerle a la ONU dos alternativas para solucionar el sufrimiento de esta Isla: llevar a los siete millones de haitianos a Mónaco, sacando de ahí a los monacales (no estoy seguro de que sea el gentilicio de Mónaco, pero pienso que sí, porque podrían ser “gentilicios” con los haitianos y mudarse para hacerles el favor); o -me confesó-, su otra variante era pedirle a Brad Pitt y a Angelina Jolie que adoptaran a los siete millones de haitianos, alternativa más difícil de concretar ahora que se divorciaron, aunque –me informó en voz baja sin yo demostrarle el menor interés-, él tiene esperanzas de que se reconcilien.
Así -concluyó el rubio alto con un casco azul-, se deja a Haití sin los habitantes actuales, pero se puede llenar de militares violentos (valga la redundancia), de guerrilleros y movimientos de liberación sanguinarios (valga la redundancia), de narcotraficantes execrables (valga la redundancia), de inhumanos fundamentalistas religiosos (valga la redundancia) y de políticos corruptos, con sus caras de traseros (nalga la redondancia) escogidos de todo el mundo. Eso lo haría, argumentó, por dos razones: una, limpiar bastante nuestras sociedades, y dos, al mismo tiempo montar una empresa de turismo de aventura extrema en una tierra tan fatal como ésta, y que paguen los que quieran vivir las emociones y la adrenalina de enfrentarse a la violenta naturaleza y a la naturaleza violenta de sus nuevos habitantes.
Iba a iniciar un debate con el finlandés, pero él puso fin de repente a la conversación. Entendible, sabemos que los finlandeses son los únicos que ponen fin al inicio.
De ahí fui a contratar a una traductora, para conocer, intimar y penetrar bien la oscuridad del país. Me tocó una exquisita mujer de ébano (una negra rica, como diría eufemísticamente un amigo) que hablaba creole con olor y sabor a creolina, para limpiar toda la basura que había dejado mi última conversación en mis oídos. Y fue tal mi experiencia que decidí quedarme en esta Isla e islamizarme… perdón, quedarme en esa nación y nacionalizarme. Y aún estoy trabajando en ese sentido, ya que aunque todavía no me sé el Himno Nacional, ya me estoy aprendiendo el Escudo.
También estoy entrenándome en el vudú. Ya le clavé decenas de agujas a muñequitos con las imágenes de todos los políticos importantes del mundo. Pero no piensen mal, lo hago como acupuntura para curarlos de la insensibilidad que padecen al saber cómo sobrevive este país.
No. 99
Paradoja: si los seres humanos tuviéramos dos cerebros,
muchos pensarían menos de la mitad de lo poco que piensan con uno.
¡A sacarme una muela!
Hoy tenía que ir a sacarme una muela. Ya lo hice. Y esto fue lo que sucedió:
Entré a la consulta y me senté. El medico me dijo que abriera la boca y dijera “AAAAA”. Lo hice y me dijo que necesitaba un ENJUAGUE VOCAL, porque tenía la “A” poco clara.
Le pedí que se ciñera a mi problema de la muela y me echó de allí, mandándome a la consulta de enfrente, porque él era otorrino.
Entonces entré a la consulta correcta y me senté. El odontólogo me abrió la boca con sus manos y como buen mastodontólogo que es, me la abrió tanto que se me trabó la mandíbula.
Así le fue fácil sacar mi muela. Como era la del juicio, lo hallé culpable y le dije mil cosas en su cara, aunque fue solo en mi pensamiento, ya que con la mandíbula así no podía hablar.
Traté de huir, pero me puso una de sus enormes rodillas en mi estómago. Le susurré con mi boca abierta que su conducta no era correcta y que yo no merecía tal tratamiento. Y parece que entendió otra cosa, porque comenzó a hacerme un tratamiento de conducto.
No pude más y en uno de mis movimientos intentando liberarme, choqué accidentalmente con su codo y se me rompió la mayor parte de los dos incisivos frontales de arriba.
Ahí quise pedir ayuda y pude balbucear el nombre de Reina, porque así se llama mi prima, la que me acompañó, pero el mastodontólogo no entendió y al escuchar Reina, me puso una corona en cada diente.
Terminé con mi dentadura bastante dañada y adolorida, pero lo peor fue cuando me pasó la cuenta de sus honorarios. Me dolió hasta el estómago.
Nunca más por mis dientes iré a un dentista.
Y nunca más por mi estómago iré a un estomatólogo.
El Rey Pelayo
Mi tío Don Pelayo, ese visigodo que fue Rey de Asturias y sacó a los invasores musulmanes de toda la zona (actual España), se estudia en las escuelas de Siria, por ejemplo, como "el asno incivilizado de las montañas que derrotó a los musulmanes". Como sucede en muchos países de este Planeta, la Historia es teñida de nacionalismos, chovinismos, xenofobia, etcétera. ¿Así que mi tío es un "asno incivilizado" solo porque derrotó a los imperialistas de esa época, invasores de sus tierras? (Ojo, yo conocí a mi tío y era un poco incivilizado, sí, pero estaba en su derecho a rebelarse contra los colonialistas y ocupantes por la fuerza de su tierra, ¿no es cierto?).
En fin, eso de manipular la verdad histórica es lavarle la cabeza a los niños, sembrando un tipo de odio que solo trae más desgracias.
Recuerdo que cuando regresaba de una batalla, me traia un alfajor y me despeinaba un poco la cabeza al decirme: "deja la tontería esa de escribir y hacer chistecitos y aprende a manejar la espada, Pepito".
Quizás por ello es que a veces uso la pluma como arma contra el fundamentalismo y la imbecilidad humana. Claro, casi nunca me sale bien, según mi opinión, pero se hace lo que se puede.
¿Sabia Ud. qué...? No. 2 (*)
El origen de la pantorrilla.
En la Antigüedad, los bárbaros que vivían alrededor de la península de Crimea usaban algo parecido a la prenda de vestir que conocemos en la actualidad como pantalón. A diferencia de los toscos bárbaros, el resto de los hombres que vivían en esos tiempos usaban las viriles y masculinas togas y túnicas con bragas o calzones debajo.
Con el devenir de los años, la moda para hombres fue experimentando, inventándose la túnica ceñida, más tarde se popularizó la túnica hasta la cintura y bajando hasta los tobillos por un solo pie, pero los resfríos acabaron con esta modalidad.
A esta altura se crearon los bombachos. Una pieza que se separó de la túnica y se utilizó para cubrir la parte de abajo del cuerpo. Se amarraban a la cintura por arriba y primero a las rodillas por debajo, hasta que siguieron creciendo hacia el sur y finalizaron amarradas al tobillo. Acto seguido se liberaron las ataduras de los tobillos, pero aquello duró poco por el incremento de pacientes hombres en las consultas de traumatología, al pisarse frecuentemente los bombachos y caer.
Al fin llegamos a los pantalones. Se le llamó así por el personaje Pantaleón de la Comedia del Arte, que vestía siempre esa prenda.
El pantalón cubre ambas piernas, hasta el metatarso más o menos. Primero se le consideró exclusivo del hombre, como era costumbre desde los bárbaros. Lamentablemente, costó mucho para que las mujeres lo usaran. Las calificaban de marimachas o prostitutas cuando se los ponían en público. No así para los niños que enseguida usaron pantalones cortos a medio muslo, a la rodilla y a media pierna, según la época y el clima y el presupuesto de los padres.
Pero, a principios del siglo pasado, el ejército británico comenzó a usar unos pantalones cortos, los cuales llamaron bermudas, por la base naval situada en la isla del Caribe del mismo nombre (siguiendo esta lógica, es probable que las tropas francesas en Brasil inventaron el brassiere). Por supuesto que fue solo para hombres, excepto si las mujeres las exhibían en las playas. La bermuda llega hasta la rodilla, dejando el resto de la pierna desnuda. Por suerte, la mentalidad conservadora fue vencida por las buenas piernas de las mujeres (lo que los liberales denominaron “tener buena pata”).
Sin embargo, lo que se desconoce es que mucho antes de generalizarse el nombre de bermudas, popularmente se le llamó “pantalón hasta la rodilla”. Después se acortó la frase como siempre sucede y quedó en “pantalón rodilla”. Terminando la degradación del argot popular en la palabra compuesta: “pantorrilla”.
Cuando se impuso el término bermuda, continuó entonces llamándosele “pantorrilla” a la parte carnosa y abultada de la pierna, a causa también de la exquisita exhibición femenina de esa parte.
Fin
(*) La ausencia de tilde en la palabra “sabia” del título de esta sección es adrede. Se refiera se esa manera a la persona que adquirirá más sabiduría al leer este estúpido texto de pretensión cultural.
¿Sabia Ud. qué...? No. 1 (*)
El origen de Canguro.
El famoso inglés Sir Preston Claxon, el hombre que en su época de simple marinero de la Armada Británica destinado a Australia, descubrió y bautizó con el nombre de "canguro" a ese curioso animal, explica en sus memorias las aventuras que rodearon a ese importante hecho histórico.
Navegando por Internet, me topé con ese escrito y aquí copio textualmente el fragmento más relevante.
(…) Ya no recuerdo bien, pero me parece que fue entre 1768 y 1771. Ese día el “Manchester City”, mi querido buque, ancló en la bahía de Sydney en el continente australiano.. El viaje desde Londres fue muy agitado y la última comida (un cebiche preparado un mes antes de salir el barco) me cayó mal. Por eso al tocar tierra, en vez de ir directo a las barracas, corrí como un loco hacia los matorrales. Y allí, agachado haciendo mis necesidades, lo vi. Como a quince metros se encontraba un enorme ratón casi tan alto como yo. No lo podía creer. Pero lo raro no era sólo el tamaño, ¡de su estómago salía la cabecita de otro ratón! Sin embargo, lo que me dejó realmente pálido y boquiabierto fue el descomunal salto que dio cuando vio aparecer a un aborigen entre la espesura.
Por estar tan impresionado del salto de aquel animal, no me percaté de la llegada del nativo. Al hacer conciencia de la situación peligrosa en que me encontraba, me entró un escalofrío que recorrió mi columna vertebral, saliendo por más abajo de mi espalda, aprovechando mi posición de cuclillas.
Mi arma había quedado a más de un metro y calculé que si me lanzaba a recogerla, él podría llegar primero y quién sabe lo que podría ocurrir. Pensé en gritar, pero sabía que había corrido muy lejos para hacer mis necesidades; además, los refuerzos llegaría tarde, sin dudas. Por lo tanto, no me quedó más remedio que esperar mi destino ahí, con mis piernas ya dormidas por la posición.
Al rato, el aborigen dio una vuelta a mi alrededor, olfateó fuerte a mis espaldas y corrió hasta sentarse en una piedra frente a mí, con los ojos demasiado abiertos para mi gusto. Le miré lo más natural que pude y haciendo como si no le tuviera miedo, le pregunté cómo se llamaba aquel ratón.
“Kan Ghu Ru", me respondió. Y por mucho que insistí, siempre me repitió ¡Kan Ghu Ru, Kan Ghu Ru!.
Después de comprobar aliviado que el salvaje australiano era pacífico, también aliviado terminé de hacer mis necesidades y me alejé del lugar dejándolo impresionado por lo que hice.
Por muchos años he repetido esta historia mil veces por toda Inglaterra y sólo hace poco me di cuenta de que yo fui el causante de que a esos grandes ratones se les conozca hasta hoy con el nombre de “canguros” (o Kan Ghu Ru, como repetía siempre aquel nativo).
Bueno, también me enteré que Kan Ghu Ru, en lengua aborigen, quiere decir: “no le entiendo”.
Fin
(*) La ausencia de tilde en la palabra “sabia” en el título de la sección es adrede. Se refiera de esa manera a la persona que adquirirá más sabiduría al leer este estúpido texto de pretensión cultural.
No. 124
El 88% de los habitantes más pobres cree que hay corrupción en el país...
¡¿Dónde carajo vive el 12% restante que no sabe eso?!
No. 13
A mí sí me importa un comino... y también un pepino y un rábano.
Incluso me importa un carajo. Todo me importa.