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El Chiste (No. 8) " ¿Por qué pueden ser importantes los libros de chistes infantiles, ya sean escritos o dibujados?

13685025304_db867e4608_z.jpgLos especialistas separan los libros infantiles en dos categorías: “libros de literatura” y “libros para niños”. Los libros de chistes, evidentemente caen en la segunda clasificación.

Unos adultos podrían pensar: “es mejor darle a un niño un libro de literatura, porque si lee poco, que por lo menos lea algo importante”. Y unos padres o docentes hiperserios dirían: “el niño está para cosas más trascendentales y serias, y no para simples chistecitos”. Es real que así piensan muchos. He sido testigo de esas opiniones cuando firmo en las Ferias de Libros o visito centros educacionales.

¡Cuántas veces he visto y escuchado situaciones “antihumor” y “antichiste” relacionada con los libros! Adultos hojeando mis libros de chistes, leyendo uno por encimita y desechándolos “porque no tienen gracia”, o “porque son chistes que no los va a entender su niño”. Cuando es evidente que fue a él al que no le dio risa, debido a que su espíritu infantil es casi nulo. Como sabemos, muchos adultos se creen que lo saben todo y es muy fácil que midan el gusto de los niños a partir de los suyos propios, desconociendo u olvidando por completo el universo de la mente infantil.

Y es un hecho también que unas cuantas personas relacionadas con el mundo del libro y la literatura, incluso especialistas en el tema (no los verdaderos conocedores, que son los lectores, claro está), evitan el uso de libros de chistes (y de “libros para niños en general”). Lo hacen porque prefiren motivar a leer usando otras herramientas “más trascendentales” (“Libros de literatura”), menospreciando o ignorando lo importante que es leer sólo por el placer de reír, y lo efectivo que es el humor en la búsqueda del placermotivador y necesario para acercarlos a los libros.

No me referiré mucho al chiste gráfico infantil, porque están más que demostrado sus beneficios en la Pedagogía del Humor, cuando se usan en clases para aprender un concepto. Además, tiene la ventaja de ser muy apreciado por los niños, acostumbrados al lenguaje icónico que los rodea. Por último, tiene la ventaja de tener dos lecturas, la del texto (si lo tiene) y el de la narrativa visual, algo importante para el niño que aprende también descodificando imágenes.

En fin, no son pocos los beneficios del chiste, ya sea escrito o dibujadio.

Pero es que el humor (y en especial el chiste), siempre ha sido considerado un género menor para muchos. Porque para esos muchos siempre conlleva un matiz (y muchas veces más que un matiz) de superficialidad, ligereaza y hasta de irresponsabilidad. Por lo tanto, utilizarlo para algo tan importante como la lectura y la literatura, o la educación en general, es un “pecado”, una “aberración”, un “grave error”, según lo que sienten ellos, aunque no lo digan así.

No estoy de acuerdo, por supuesto. Y compartiré un poco mi expericnia para intentar demostrar lo contrario.

Comenzaré con una anécdota.

No es difícil encontrarse con niños muy introspectivos, muy poco sociables, muy tímidos. Señalo lo anterior para describir el siguiente caso: una gran amiga mía, bibliotecaria de un colegio, me contó que un niño comenzó a asistir a la biblioteca a diario y calladito sacaba un libro y se sentaba lo más apartado posible de los demás. A ella le picó la curiosidad y un día se sentó junto a él, logrando entablar una conversación menos formal. Así descubrió su timidez, sus miedos, sus limitaciones. En cierta ocasión, al ver que tenía un buen sentido del humor a pesar de sus trancas, le sugirió que leyera mi libro "Pepito, el señor de los chistes". El niño lo sacó en calidad de préstamo. Entonces pasaron varios días y nunca más puso un pie en biblioteca, lo que preocupó a mi amiga, llegando a pensar si hizo bien o no en sugerírselo. Pero una tarde, ella tuvo que hacer una gestión y al atravesar el patio del colegio, estaba el niño parado en el centro de un círculo formado por sus compañeritos y vio que les leía los chistes del libro, haciendo reír a carcajadasa sus seguidores. Mi amiga tuvo que presionarlo para que devolviera el libro a la biblioteca. Ahora el niño es fanático de todos mis libros de Pepito. Yo hinché el pecho de orgullo cuando me lo contó. ¡Un libro de chistes mío había ayudado a ese niño con cierto problema de personalidad! Ya sólo por eso valió la pena escribirlo, ¿no es cierto?

Pero tengo más ejemplos. Voy a copiar aquí un correo electrónico tal y como lo recibí hace más de un año:

Estimado Don Pepe. Hace mucho tiempo que pensé en escribirle esto, y ahora me hice un tiempito para contarle algo que espero le guste. Verá, yo soy Educadora Diferencial y por años he trabajado con niños autistas en la ciudad de Viña del Mar, y un año tuve a un grupo de Asperger (que tienen alto funcionamiento cognitivo, leen, escriben, pero tienen malas relaciones sociales). La cosa es que uno de mis niños, disfrutaba del humor, pero no sabia contar chistes... en realidad lo hacía pésimo!!! y buscando entre los libros que teníamos (que eran bien pocos) encontré a "Pepito, el señor de los chistes". Me lo llevé a casa para leer y ver si me servía, y me reí todo el camino en el metro, entonces decidí que ese niño lo debía leer, y desde ese momento, no le puedo ni expresar como lo disfrutó, recordaba cada chiste, lo leyó más de 3 veces, se lo contó a sus familiares, en fin... un éxito total. ¡Gracias, Don Pepe! es un fantástico escritor y soy gran admiradora de su trabajo. Siempre pongo sus libros en mis listas de lectura para los niños y siempre son un éxito. Un saludo afectuoso.

Por razones obvias, la educadora que me envió el mensaje me dio permiso para publicarlo, pero me pidió no mencionar nombres. 

Poco tiempo después, tuve la suerte de recibir otro correo dentro de esa tónica. Copiaré aquí un fragmento:

Señor Pelayo… Yo tuve un niño muy especial. Se creía perrito y gateaba por la sala ladrando, la verdad, los compañeros no le hacían mucho caso, se escondía en el estante a dormir o llorar. Yo lo atendía como psicopedagoga en el colegio. Él estaba en 3ero básico, pero a penas leía. Tenía dificultades sociales. Nunca hacía las tareas y al final los profesores lo dejaban ser dentro de la sala de clases. Así, hasta que comencé a trabajar con él y empezó a tomar más confianza. Me lo llevaba al aula de recursos para que hiciera algunas tareas y aunque buscaba las actividades más lúdicas, se aburría. Yo no conseguía que se interesara por leer. Hasta que por sugerencia de la misma educadora que le escribió contándole su anécdota, comencé a leerle chistes del libro. Después de eso le encantó tanto que quería hacerlo solo. Nos leía toda la tarde, feliz de la vida. Y aunque leía mal, los entendía perfecto. Lamentablemente, su madre se lo llevó del colegio el año pasado. No podría asegurar si tenía algún síndrome, porque su madre no estaba muy comprometida con su educación.

Aprovecho la ocasión para agradecer de nuevo a esa dos educadoras por contarme sus experiencias y provocarme tanta emoción al leer sus mensajes.

Como es evidente, con estos ejemplos se demuestran los enormes beneficios de un libro de chistes. Ya con lo visto hasta aquí se justifica estar siempre recopilando chistes del folklore oral infantil -y crearlos- para armar un libro, o hacer o buscar libros de humor gráfico para niños.

Pero no nos quedemos solo en lo que le puede aportar a los niños con dificultades. Doy fe de lo importante que ha sido también en la motivación lectora y lograr el hábito lector en niños “que odian leer”.

He escuchado de boca de muchos niños que leer chistes “no es leer”, porque leer es muy aburrido y pesado; en cambio con los chistes se ríen, sienten placer, así que para ellos eso hace la diferencia. Esa fue la causa de que se me ocurriera crear el Programa “Gracias por Leer”, de motivación lectora a través del humor.

Con ese tipo de libros los hago reír, creamos juntos otros chistes tanto escritos como dibujados. Los escritos son de forma fija como “los colmos”, “¿qué le dijo?”, “¿cómo se llama la obra?”, “¿en qué se parece?”, “tantanes”, “ayer pasé por tu casa”, rimas, adivinanzas, trabalenguas, retruécanos y muchos juegos de palabras más. Hago que los lean en voz alta y en silencio, les enseño lectura teatralizada, les cambiamos los finales, practicamos juegosen base a los chistes leídos, etcétera, y después de todo eso, pasamos a libros con historias breves que contengan chistes. Más tarde a libros de relatos más extensos, también con chistes. Acto seguido, los voy llevando a lecturas de libros humorísticos, pero ya sin chistes obvios, y de repente están, sin darse cuanta ellos, leyendo libros de literatura (según su edad, su maduración y sus gustos, obvio).

Puedo decir con orgullo que he conseguido -con esos libros de chistes tan menospreciados-, que muchos niños sean actualmente buenos lectores.

Y por último, para redondear la respuesta a la pregunta que titula estas reflexiones, deseo decirles a todos los adultos que no sólo los niños deben disfrutar de esos chistes blancos, inocentes, infantiles. Los mayores también. Porque no sólo es importante leer y no sólo es importante que mejoren los niños con dificultades, también es necesario y fundamental que se rían en familia, entre amigos, por razones de salud, de higiene mental, de calidad de vida, como pueden ver en este mismo sitio web. Y eso lo brinda un libro de chistes para niños.

 

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Fábula No. 13

a1a.jpegFábula del cerdo y el hortelano

Faenábase el maese verdulero en su huerta de él, como érase su costumbre, cuando un joven cerdo, ya entradito en lodo, dejose de engordar tras la cerca aledaña al hortelano, y dirigiose a éste:

-¡Hey , buen  vecino! ¿Puedo hacélore a su merced una consulta, por favor?

El cansadolo y sudorosolo cultivador, dejose de quitar las malas hierbas de alrededor de unos retoños de acelga, lo mirose y asiéntole con su cabeza de él.

-¿Sabiole usted por qué tengo queste hoyo debajo de mi colita? –quiso saber el cochino chancho, señalánsose el trasero.

-¡Porque si lo tuviereis en el lomo serías una alcancía, marrano imbécil! –respondióle maese hortalizano y continusele con su esforzádala laborla.

 

 

Moraleja: 

No mires la paja en el hoyo ajeno. El huerto al hoyo y el vivo al pollo. El que pregunta y pregunta… es al que le toca jugar. Si ves el hoyo de tu vecino arder, pon el tuyo en remojo.

 

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El Chiste (No. 7) "El plagio en su creación"

descarga.pngEl humorista argentino-español Darío Adanti, acaba de publicar un artículo muy interesante y simpático. Aquí un par de fragmentos de ese texto:

“Quiero denunciar aquí que el señor Joaquín Salvador Lavado, alias Quino, me ha estado robando mis mejores chistes durante décadas. Y no hablo de su célebre Mafalda, no, hablo de sus chistes recopilados en cualquiera de sus veinte libros publicados de humor gráfico.

Cada vez que se me ocurre un chiste soberbio, aquel que convertirá toda mi obra anterior en meros errores, busco en sus 20 libros de humor gráfico y descubro que dicho chiste ya fue hecho, y de forma mucho más fina y certera, por el mentado señor Quino. Así que aquí dejo asentada esta denuncia. Quizá mañana la justicia tome en cuenta los postulados de la física cuántica y el hecho de que el tal Quino los haya hecho en tiempos anteriores no le sirva como coartada para librarse de ser condenado por plagiar lo mejor de mi obra jamás realizada”.

Muy ingenioso, ¿no es cierto? Pues si cito estos párrafos aquí, es porque se trata de un punto polémico siempre entre los creadores en general y entre los humoristas en particular. Por supuesto, me puso a reflexionar.

Muchas veces hemos escuchado o leído un chiste, o lo hemos visto dibujado o actuado y nos hemos preguntado “¿este chiste yo lo conocía o era uno parecido?”. Sin embargo, aparece como original, ya que está firmado por un creador o supuesto autor.

A veces los creadores de humor no tienen escrúpulos y toman un chistepopular, anónimo, y lo hacen suyo, sin señalar que es una recopilación –algo muy válido y necesario también.

Y están los que se aprenden un chiste que hizo o creó alguien y lo cuenta, escribe o dibuja por ahí, como si fuera de su propia cosecha.

Y están los que toman el chiste que les llega por cualquier vía y le hacen una mínima variación, como para justificar el plagio, diciendo que es una coincidencia porque “se parecen, pero no son iguales”.

También sucede que algunos “chistosos” no se apropian descaradamente de la autoría del chiste de otro, pero tampoco dan el crédito del verdadero autor y dejan pasar el asunto y el que piense que es de él, que lo piense, “¡pero que conste que yo nunca dije que era mío!”.

Claro, hay veces que la mente te traiciona. Uno ve un chiste que le gustó y pasa el tiempo y de repente te viene la idea de ese chiste como si fuera original. O también pasa que uno duda si tu idea es original o ya la vio o escuchó; en fin, todo se le enreda en la cabeza.

Voy a contar la siguiente anécdota para ilustrar un poco otro aspecto de plagio, o de supuesto plagio.

En 1985, cuando el grupo argentino Les Luthiers fue a Cuba, después de una de sus funciones, el reconocido humorista Virulo, como Director del Conjunto Nacional de Espectáculos de Cuba, los invitó a una especie de homenaje que les quiso hacer, junto a muchos colegas del país y personalidades importantes. Éramos alrededor de cien personas en La Sala Atril del Teatro Karl Marx. Y Les Luthiers tuvo la amabilidad de hacer varios números de su repertorio allí, fuera de la formalidad escénica que los caracteriza. Fue algo impresionante. Entonces, a Virulo se le ocurrió que nosotros, La Seña del Humor de Matanzas, a un año de nuestra fundación; es decir, siendo aún unos principiantes, deberíamos subir a escena y mostrar algo de nuestro repertorio delante de ellos y de tanta gente “Vip”. Nos pusimos muy nerviosos, obvio. Y se nos ocurrió lo siguiente: Aramís y yo escribiríamos un breve texto improvisado ahí mismo, estilo telegrama (cuando aquello no existían los e-mails), dirigido a Les Luthiers y que lo leyera el actor y humorista chileno Jorge Guerra. Si nosotros, escondidos entre el público, veíamos que los miembros del grupo argentino se reían con el texto, entonces sí actuaríamos, de lo contrario no. Virulo aceptó y Jorge Guerra leyó aquel papelito. Como se rieron bastante, nos vimos en la obligación de actuar. Por suerte, ya que salimos airosos de aquello y significó mucho para nosotros. Entonces, más tarde, hablando informalmente con Marcos Mundstock, uno de los más cómicos miembros de Les Luthiers, yo le digo que si le había gustadoel chiste “tal” que pusimos en el telegrama. Y ese gran profesional me dijo que ese chiste lo habían usado ellos en un espectáculo hacía años. Yo quedé paralizado, pensando que ellos creyeron que nosotros los habíamos plagiado (a pesar de que no hacía ni un año que conocíamos a ese grupo). Le pedí disculpas de manera algo torpe y me respondió algo que nunca olvidé: “¡no, no te preocupes, a cualquier tonto se le ocurre el mismo chiste!”

Y después mi experiencia en el oficio le dio la razón.

Conclusión:

-Hay que crear siempre, y tratar de ser original, sin pensar que alguien inventó el chiste antes. “Ya casi todo está inventado”, dicen algunos.

-Hay que ser respetuoso y dar crédito si el chiste es de otro. Me molesta mucho esos que copian con gran frescura mis chistes en Internet y lo reproducen así, sin más ni más, creyéndose con derecho a usar mi creación como si fuera patrimonio de todos. Y ojo, me encanta que se difunda mi obra, que la copien y reproduzcan, pero por favor, que me den crédito, porque logran el mismo efecto y a mí me estimula más continuar creando.

-No hay que plagiar. Y no solo porque no es honesto hacerlo, sino también porque más tarde o temprano te pillan y tu obra se verá muy dañada, porque pondrán en duda el resto de tus creaciones.

En fin, me uno al humorista autor del artículo que mencioné al inicio: cuando me llega un chiste buenísimo, la primera sensación y pensamiento es, “¡por qué no se me ocurrió a mí!”. Pero como no fue así, mi deber es estar agradecido de las genialidades de esos grandes creadores de humor y admirarlos, honrarlos y respetarlos siempre, mientras me esfuerzo por ser cada día mejor en mi creación.

 

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Fábula No. 12

abaaa.jpegFábula de la mosca y el caballo

Íbase una mosca cabalgando ha toda brisa sobre las ancas de un brioso corcel, cuando de repente, comenzose a gritarle al equino a todo pulmón “¡Deteneos!” “¡Parad” “¡Parad!”.

Asustándose, la noble bestia giróse su cabeza de él, para preguntarle a la mosca: “¡Válgame dios! ¿Qué os sucedeis, histérica mosca?”

La mosca, con sus patas tapándose el rostro, respondióle: “¡Es que por mirar hacia delante, se me ha metido un mosquito en el ojo, maese caballo!”

 

Moraleja:  

El ojo de mosca lo engorda el caballo. Ojo por ojo y mosca por mosca. No van lejos los de adelante si los detrás abren bien los ojos. Primero pasa un caballo por el ojo de una aguja que un mosquito por el ojo de una mosca.

 

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Fábula No. 11

a2a.jpgFábula de la oveja, el perro y la flema

Leíase un diario un oveja inglesa de fina raza. Estábase sentada en la terraza de su distinguido Club. A sus pies della, su amigo della, un perro de caza, descansábase en aquesta brumosa tarde británica.

De repente, pasóse una gato ordinario corriéndose por delante de ambos ellos. Transcurridos cinco minutos exactos, el perro de caza incorpórase con cierta perézeza, levantose una pata delantera y otra trasera, dejándolo su lomo de él bien horizontal y formando una sola línea con la cabeza y la estirada cola de él.

-¡Jau! –ladrose en tono gravose, en dirección al ya desaparecido animal callejero.

Después de un rato, desdibujole la posición, diose cuatro vueltas en el lugar y echose de nuevo a los pies (o patas) de su amiga de él.

Diez minutos más tarde, la distinguida oveja inglesa bájase el diario, apartose su monóculo del ojo izquierdo della, mira a su amigo della, y con su característica flema della, bala:

-Cálmate, Woolf, estáis muy bravo hoy, querido...

 

 

Moraleja:

Más vale diario en mano que cien gatos corriendo. En la vida, ser impetuoso es una enfermedad. La flema es el mejor jarabe.

 

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El Chiste (No. 6) "Los de tontos"

tontos.jpgLos tontos en los chistes cambian de nombres, pero en el fondo y en la superficie son los mismos personajes. ¿Sabía usted que los tontos...?

-Para muchos latinoamericanos son los gallegos.

-Para los españoles son los leperos (de Lepe, un Municipio de Andalucía).

-Para los colombianos son los pastusos (de Pasto, un Municipio del Departamento de Nariño).

-Para los costarricenses son los nicaragüenses.

-Para los estadounidenses son los polacos, italianos y portugueses.

-Para los cubanos son los pinareños (de Pinar del Río, la provincia más occidental de Cuba).

-Para los canadienses son los newfies (de la provincia de Terranova).

-Para los mexicanos son los yucatecos (de la Península de Yucatán).

-Para los nigerianos son los hausas (pueblo saheliano del norte de Nigeria y sureste de Níger).

-Para los ingleses son los irlandeses.

-Para los franceses son los suizos.

-Para los galeses son los belgas.

Del listado anterior se desprenden dos cosas tan obvias como interesantes:

1-Que los pueblos que piensan que otros pueblos son tontos, están esparcidos por todo el Planeta, sean sociedades muy pobres o muy ricas; sean de raza azul o verde, tengan educación y cultura o sean ignorantes. En otras palabras, no es que exista un pueblo tonto en algún sitio, es la necesidad de los seres humanos de tener unos tontos como modelos para sus burlas.

2-Los pueblos tontos, de los cuales se cuentan ese tipo de chistes, siempre viven en el borde geográfico, o en el económico, o en el lingüístico de la sociedad o cultura de los pueblos inteligentes.  Para los inteligentes, los tontos siempre viven en países con algún tipo de relación competitiva, o viven en zonas bien delimitadas y fácilmente distinguibles de ellos, o viven en pequeñas comunidades acotadas, o en áreas rurales, o en la periferia de su nación, o simplemente son inmigrantes. Es decir, como no hay evidencias de que los tontos sean tontos, los inteligentes inventan o se convencen de que los tontos viven en lugares estúpidos, tienen conductas estúpidas, razonan de manera estúpida, hacen trabajos estúpidos, etcétera, y así los encuentran risibles. Y ríen con esa risa de alivio, porque no son ellos los tontos, o el mundo no se fija en sus tonterías porque para eso están los tontos aquellos. O ríen con esa risa de triunfo, porque “ganaron “ esa competencia en la vida. O ríen con esa risa de superioridad por sentirse muy por encima de “esos seres inferiores”, esos pobres tontos inferiores.

Otro punto curioso: los tontos pueden aprender sobre los inteligentes, pero los inteligentes siguen ignorantes de los tontos discriminados y marginados por ellos.

¿Por qué sucede eso? Porque a los inteligentes no les interesa realmente quiénes son, cómo viven, cómo actúan y piensan esos pueblos que etiquetaron como tontos. A los creadores y contadores de ese tipo de chistessólo ven a esos pueblos tontos como versiones cómicamente estúpidas de ellos mismos. Claro, me refiero a los que tienen consciencia de lo que hacen, porque la mayoría de los que repiten los chistes de tontos ni se cuestionan lo que dicen, ni el trasfondo conceptual, lamentablemente.

Es de común acuerdo entre los estudiosos del humor de todas las épocas que el humor es social. Tiene una fortísima connotación social.

Por tal motivo, dependiendo de su contexto, el humor puede ser correctivo (con el objetivo de ridiculizar a uno o unos dentro de un mismo grupo para que aprendan, tomen consciencia, rectifiquen y mejoren). Pero el humortambién puede ser defensivo (destinado a proteger a uno o unos de un mismo grupo, del ridículo que venga “de afuera”).  O puede ser ambos al mismo tiempo.

Cuando un miembro de un mismo grupo cuenta un chiste sobre su misma etnia, nacionalidad, religión, o su misma cultura, abre la puerta a la comunicación dentro del grupo, invitando a los miembros a examinar sus actitudes, sus conductas, su modo de pensar o razonar. 

Pero si son afuerinos los que hacen el mismo chiste anterior, el efecto es el opuesto. Los extraños tienen poco poder para producir un cambio interno, el efecto entonces es estereotipar al grupo.

Por eso los judíos pueden hacer chistes burlones sobre judíos. Pero si los dice un no judío, puede parecer hasta una ofensa. O los irlandeses de ellos mismos, o los pastusos de los pastusos, y así con todos.

Y lo peor es cuando discriminamos por tontos a otros seres humanos como nosotros.

Entre otras cosas porque sabemos, repito, que esas afirmaciones no son ciertas y sólo sirven para sentirnos aliviados, triunfalistas y superiores con nuestras risas. Es decir, aquí cabe perfectamente el refrán: “dime de qué presumes y te diré de lo que careces”.

Entonces, ¿para qué burlarnos de otros por nuestras proyecciones? ¿Por qué calumniarlos, insultarlos por gusto, ya que ni siquiera tenemos pruebas de que son realmente tontos y ni siquiera los conocemos bien? Es que en cada grupo de seres humanos siempre existen gente muy inteligente, gente “normal” y gente tonta, que nunca se mantienen inteligentes, “normales” o tontos habitualmente a lo largo de la vida. Porque sólo son así de forma circunstancial. Todos somos así. Entonces, ¿por qué reírnos con sarcasmos y escarnios (formas límites del humor) de otras personas que son como uno?

Claro, alguien me puede decir que los chistes de tontos son graciosísimos. Y le respondo, ¡por supuesto! ¡Sigamos creándolos, contándolos! Pero entonces es preferible usar pueblos, grupos, o comunidades fantásticas.

Yo propongo los atlantes (recibo propuestas).

En mi juventud se denominaban atlantes a  los tontos de los chistes y me hacían reír de la misma manera que los actuales con intenciones discriminatorias. ¿Por qué? Porque en el fondo, uno se ríe de sus propias estupideces.

Quizás un día nos despertamos y un país, sector o comunidad vecina nos bautizó –sin comerlo ni beberlo-, como tontos también, debido a sus carencias como ya vimos. Ahí veremos en carne propia lo que ahora le hacemos a otros.

¿Están de acuerdo conmigo? ¿O soy muy tonto al decir todo esto?

 

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Fábula No. 10

a3a.jpegFábula del pato, el cerdo y el campesino

Caminábase el señyor Alepriste, campesino de pura cepa, por la vereda del sol, lo que producíale una ejtrema traspiración. Veníase de alimentar a sus animalexos en sus corrales de él. Empero para comer desta noche toda su familia de él, Alepriste traíase un pato blanco de brillantes plumas baxo su brazo siniestro.

Y quando pasábase por la puerta de la hostería, escuchose em el lugar la voz de un parroquiano: “¡Hey! ¿Que ha dónde vais con dese cerdo?”. Emtonces, el señyor Aleprista virólose e y le contestólole: “Non, buen hombre, ¡questo es un pato!”. Y la misma voz respondiólole : “¡Callaos usted, que estoy hablándole al pato!

 

Moraleja:

Dime con quién andas y te diré ¡animal! El cerdo, aunque se vista de señor, cerdo se queda. No todo lo que brilla es pato. El que nace para cerdo del cielo le caen los chiqueros.

 

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Fábula No. 9

a4a.jpegFábula del inteligente perro de maese Juan

Alardeábase maese Juan em la plaza principal de su villorio de él, della inteligencia de su perro de él. Y em eso estábase, rodeado de villanos e y villancicos, quando el señyor Luis acercósele y le dijo: “Apuéstole a su merced que vuestro perro de usted será incapaz de ir hasta el puesto de frutas de doña Ximena, comprar un par de manzanas e y traerlas”. “¡Por las barbas de los Reyes Magos! ¿Qué decís?, respondió maese Juan asombrado, “¡Eso es coser y cantar para mi genial can, hombre de dios! ¡Entregadle usted el dinero constante e y sonante u e y verá lo que dígole a usted!”, agregolo con el pecho hinchádolo. El señyor Luis, sacóse de un bolsita de tela varias monedas u y dióselas al can, el qual salióse disparadose, perdiéndoseles de la vysta entre la multitud.

Empero resultóse que ha la hora e y tanto de espera. El señyor Luis preguntole ha maese Juan: “¿non cree que ya pasose tiempo suficiente como para que hubiésese regresado su perro de usted?”. “Ansí es”, contestóle la hombre e y añadióle: “Dígamele usted una cosa, syñor Luis, ¿quánto dinero usted diole ha mi perro mío?”. “Unos tres maravedíes”, respondiosele el señyor Luis. “¡Por las capas rotas de los Reyes Magros! ¡Quándo le han dado tanto dinero al degenerado ese, vase al circo ha ver a el mujer barbuda, al gato con dos cabezas y desas cosas y non vase hasta el finale!”, por eso la demora..

 

Moraleja:

El dinero no hace al perro. Unas monedas no compran la felicidad, pero quizás unos millones sí. Casi nunca el dinero justo es bueno. Dinero que suena en bolsillo, se lo lleva la cuenta de la corriente eléctrica.

 

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El Chiste (No. 5) "Cómo contarlos mejor"

chiste_1.jpgAnte todo, si usted tiene intención de convertirse en un contador de chistes, en un chistoso o chistosa (a partir de aquí, para ahorrar tiempo y espacio, sólo usaré el masculino para representar ambos géneros), ya sea aficionado o profesional, el primer consejo que le doy es básico, fundamental: ¡consuma muchos chistes! Es decir, lea lo más que pueda libros de este género, o pase horas y horas en Internet buscándolos y disfrutándolos. Mire o escuche hasta el cansancio a los chistosos profesionales en discos, radio y televisión, y también en videos en Internet, como ya dije.

Después, le aconsejo analizarse bien. Es decir, conocerse mejor: si es muy extrovertido, si es histriónico para hablar, si habla rápido, si tiene algún problema de dicción, o si es tímido, si le da pánico escénico, si la gente se ríeo no con sus ocurrencias en la vida cotidiana, etcétera. A partir de ahí, ver qué mejorar, qué subrayar, que eliminar, qué superar…

En este punto le recomiendo que vea el listado de chistes que recopiló y que le hicieron reír mucho, separe los que podría contar según sus características personales, su personalidad; en otras palabras, lo que ya estudió en el punto anterior. Así irá formando el estilo de los chistes de su repertorio que lo identificarán.

Ahora apréndase bien, pero muy bien, los chistes de memoria y practique contarlos ante el espejo o frente a la persona de su mayor confianza, que no lo pueda engañar al darle su opinión, ni para bien ni para mal.

Estudie cómo contar esos chistes. Dónde enfatizar con la voz o la expresión facial, donde hacer el gesto más conveniente, en cuál momento poner una miradita graciosa, si le va a poner voces distintas a sus personajes o ubicarlos en el espacio para que el público vea claramente quién de ellos habla si usted usa su misma voz, analizar si está sobreactuando o actuando muy plano, etcétera.

Observe todo a su alrededor: en la calle, en su trabajo, en fiestas o donde sea, cómo se expresa la gente; qué gestos hacen cuando dicen tal cosa o tal otra; cómo reaccionan ante tal situación o tal otra; sus tic nerviosos, sus mañas, sus formas de caminar, sus errores de pronunciación, de bostezar, de llorar, de gritar. En fin, fijarse bien en todo lo que hacen, porque de esa cantera podría usted tomar elementos para diseñar los personajes de sus chistes, exagerando o modificando cositas para hacerlos más cómicos.

Obviamente, hacer lo mismo del punto anterior cuando ve teatro, televisión o cine, recogiendo ya el trabajo de los comediantes, de los chistososprofesionales. No tiene que imitarlos, solo analizar por qué hicieron esto o aquello.

Ya ante el público, le aconsejo que jamás comience a contar un chistediciendo: “¡este chiste es buenísimo!”, o algo parecido. Porque está elevando las expectativas del público y lo más probable entonces es que su chiste no lo encuentren tan bueno, como ya esperaban que estaría.

También es fatal comenzar con lo contrario, me refiero a decir: “¡este chistees malo!”, porque aunque usted no lo crea, el público le cree y de inmediato toma una posición de que van a escuchar algo pésimo y así pueden llegar a sentirlo, se convencen de que es malo, sea como sea la calidad del chistesuyo.

Ojo: aprovecho aquí para aclarar algo. Casi en el 100% de los casos (no me gusta ser absolutista), los chistes no son malos. Si el público no se ríe, puede ser que haya ocurrido lo siguiente: el contador del chiste hizo algo mal; el chiste no era el mejor para ese público; la gente no lo entendió por algún motivo, ya sea cultural, de información, de sonido, o algo así; o el ánimo del público en ese momento no estaba para chistes, etcétera, etcétera. Entonces no se le puede echar la culpa al chiste. Máxime, cuando sabemos que ese mismo chiste -antes o después-, funciona con otro público distinto. Así que lo ideal entonces es evitar por todos los medios que el chiste no funcione y eso se consigue haciendo correctamente todo lo que aquí indico, más la experiencia que le dará el oficio, claro.

Recomendaciones importantes:

a) Que el chiste sea breve (eso es esencial).

b) Si hizo reír con el primer chiste, siéntase mejor de los nervios, que va bien. Si no lo logró, enseguida busque otro tipo de chistes para ir tanteando.

c) No se ría al decir el chiste, eso estorba la comprensión de lo que está contando y puede dar la impresión de que está presionando para que se rían.

d) Hable normal, natural, serio y mirándole a los ojos al público, cuando no necesite actuar.

e) Haga una pausa antes del remate final, sólo un segundo, más o menos, porque es malo también si le da mucho tiempo. Eso se va mejorando con las veces que lo cuenta para ir calibrando.

f) No se le ocurra repetir chistes y si escucha que la gente se lo sabe, tenga preparado un giro para enseguida cortar ese y contar otro.

g) Jamás explique un chiste. Es lo peor que le puede pasar, porque reiránmenos si comienza el supuesto análisis y usted quedará como incapaz, como un aficionado patético.

Estudie al público. Averigüe -si puede-, sus gustos, sus ánimos, sus características locales y demás información necesaria. Pregunte antes de subir a escena y obsérvelos antes de actuar. ¿Por qué? Porque tiene que saber que si va a contar chistes a unos pacientes de traumatología en un hospital, no puede aparecerse ahí con chistes sobre cojos, mancos, etcétera, ¿No? Bueno, puse el ejemplo muy obvio. Aquí va otro: no puede contar chistes sobre accidentes, cuando en ese lugar ocurrió uno grave unos días atrás. O no puede contar chistes blancos en un lugar donde casi todo el público está borracho y son las 12 de la noche. En fin, podría poner mil ejemplos.

Como comediante, he sido testigo también de reacciones en el público que me han afectado. Por ejemplo, en una ciudad la gente que asistió al teatro no reía con nuestras gracias. Entonces “bajamos el nivel”, pensando lógicamente que no entendían, ya que no dudábamos de los chistes que ya habían sido probado felizmente en otros públicos. Al terminar la función se nos acercaron varios asistentes y nos felicitaron por lo bueno del espectáculo, aunque pensaban que en un momento “bajamos de nivel”.

Es que sucede un fenómeno en un público reunido y más si se conocen por ser de pueblos pequeños o cosas así. Nadie quiere ser el primero en reír en voz alta, “por las apariencias” y entonces todos disfrutan, pero aguantando la risa sonora que siempre nos llega al escenario. El efecto contrario es si están calladitos y uno de ellos comienza a reír a carcajadas, el resto enseguida va tras él, por lo que acabo de comentar y porque la risa es muy contagiosa.

También he sido testigo, en este caso agradablemente-, de públicos que no solamente ríen, sino que también aplauden el chiste, aún con el problema que produce detener la función descarada o disimuladamente, esperando que terminen de aplaudir para continuar con nuestros textos. 

Amigo o amiga, el carpintero, el político, el científico, el pescador, el campesino, etcétera, tienen algo en común con el chistoso: les puede irle mal en su trabajo. Pueden fracasar. Quizás cuando por primera vez cuente un chiste, no consiga hacer reír, a pesar de seguir estas recomendaciones. Eso les puede pasar a todos los seres humanos. No se deprima, no se acobarde. Estudie bien qué sucedió y no lo repita en la segunda oportunidad. Como dijo Winston Churchill: “El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”.

Fíjese que al practicar como dice este artículo, puede ir desde convertirse en un gran animador de sobremesas o de reuniones y fiestas, hasta un buen cuentachistes en lo artístico. Pero si no desea lograr ese cambio, por lo menos será más simpático en el hogar y habrá un mejoramiento de su sentido del humor que lo beneficiará en la calidad de vida a usted mismo.

Le informo, nunca me he dedicado profesionalmente a contar chistes. No me siento cómodo. Prefiero actuarlos dentro del pellejo de personajes; es decir, me agrada más ser comediante. Eso sí, disfruto mucho como público en los show de los cuentachistes y de los colegas del stand up comedy. Aunque confieso que lo que más me llena es crear los chistes.

En fin, practique todo lo leído hasta aquí y compruebe que puede hacerlo, aunque no le digo que es fácil y así, de paso, valorara a los colegas profesionales.

Gracias y que le vaya estupendo como chistoso.

 

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Fábula No. 8

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Fábula de la tortuga risueña.

Reuneose en la selva todos los animales ha contar chistes con un juego ejtremo. Si alguno non ríase del chiste, ahorcábanle de inmediato. Emtonces la señyor xirafa cuenta uno e todos riéronle el chiste de él, menos el señyora tortuga. Ansí, la señyor xirafa es la primer que púsose el muerto. Acto seguydo, la señyor  zorro cuéntale un chiste ha los presentes e y deste provócale grandes carcaxadas al auditórium, menos a el señyora tortuga que non riósele e y la zorrósela fue sacrificádola.  Empero quando el señyorita hipopótama íbase ha contar el suyo della, el señyora tortuga empezole a reír syn parar. “¿De qué os rieis, señyora tortuga?”, preguntole el león. “Es que ahora entendí el chiste del xirafa”, explicole la quelonio.

 

Moraleja:

El que ríe último, jode a alguien. A mal entendedor, con pocos teatros basta. Si vas a morir, que sea de risa. Cuando el mal es de sufrir, no hay risa que valga.

 

 
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