No tengo ánimo para hacerlo, pero debo escribir unas palabras en memoria del negro.
Lo conocí estudiando Ingeniería Civil en La Habana y fuimos inseparables los últimos tres años. Al graduarnos, trabajamos en distintas empresas constructoras en Matanzas, pero no dejamos de vernos casi a diario. Así que puedo hablar sobre él de primera mano.
Miguel Valdés Oceguera fue un hombre humilde, introvertido, decente, fiel, limpio, bien educadito, noble, servicial, nunca hablaba mal de nadie, con gran sentido del humor, y solo, muy solo, siempre con necesidad de cariño y de pertenencia.